sábado, 18 de mayo de 2019

LAS CIEGAS HORMIGAS, DE RAMIRO PINILLA: UNA JOYA LITERARIA

Si alguien me preguntara cuál es la mejor novela española  que he leído en los últimos diez años contestaría sin dudarlo " Las ciegas hormigas", de Ramiro Pinilla. No es una obra reciente, escupida en la vorágine editorial de esta nuestra postmodernidad: recibió el premio Nadal en 1960 , por méritos indiscutibles. Es una joya de nuestra literatura que, por lo visto, no merece la publicidad ni el aliento de las editoriales de libros de textos escolares donde  Cela, por ejemplo, ocupa tanto espacio en la literatura de posguerra.

La acción transcurre en unos pocos días de un año del siglo XX que no se precisa. Una enorme tormenta   ha hecho encallar en la Galea (costa vizcaína) un carguero inglés que transportaba toneladas de carbón para los Altos Hornos. Cientos de toneladas quedan  vertidas sobre las rocas y peñas, frente a Algorta. Una "romería"  de lugareños de Algorta y sus alrededores se ponen en marcha con burros y carros, amparados por la noche, para hacerse con todo el carbón que les sea posible.A partir de ahí, empieza una lucha que en el caso del protagonista, Sebas Jáuregui, recuerda el mito de los 12 trabajos de Hércules, solo que los de este campesino no son doce sino infinitos, la misión no se acaba nunca.

No está claro en qué época histórica están inmersos los personajes, si bien se ha sugerido muchas veces que es la posguerra franquista, nunca nombrada, pero reconocible en  el orden social descrito. Sin embargo, hay en el capítulo IX unas palabras que se prestan a interpretación. Hablando de unos pinares que en un momento dado cruzan los personajes dice Ismael, el hijo menor de Sabas: " Al abandonar la carretera e introducirnos entre los primeros árboles, por el primitivo sendero que los  cruzaba (utilizado por lo que iban hasta allí a recoger ramas y piñas para el fuego: gentes de los pueblos vecinos de Guecho, Algorta, Berango, que llevaban sus burros y sus sacos (...) y los cargaban y llenaban con esos desperdicios del bosque; y que DURANTE LA GUERRA, AÑOS DESPUÉS,no fueron solamente los nativos quienes recogieron esas donaciones de los dueños ) No queda claro si al pasar por esa carretera el personaje está recordando dos momentos ya pasados ( uso de los pinares por los lugareños y uso de los pinares por los "refugiados" de la guerra, o un momento que corresponde a su presente y otro que conocerá en el futuro.


Sea como sea, el orden social rebela un férreo  control de los poderes económicos  y políticos sobre  un campesinado  que a duras penas consigue sobrevivir sumando al trabajo del campo el trabajo en las fábricas. Esos poderes  económicos tan vinculados a la industrialización de Euskadi (el carbón inglés es todo un símbolo)  y esos poderes políticos que no consienten que unas migajas de riqueza de los ricos (la carbonilla) vaya a parar a los miserables. Estos poderes se comportan con perversión: dejan que los campesinos hagan el rudo trabajo de recuperar saco a saco el carbón vertido para luego confiscarlo  ahorrándose así  el pago de las durísimas labores de recogida. Objetivamente, un saco de más o un saco de menos, poco podría importar al propietario de la carga o a los seguros, pero tienen que dejarles claro a los miserables quién es quien manda y qué lugar ocupan ellos en ese orden. En ese orden social además "los de abajo" son seres fuertemente individualista, o si se quieres familiares ( la familia es el grupo de fuerza) que muestran más envidia y traiciones entre ellos que sentimientos de solidaridad.
Pinilla va a crear un personaje inolvidable en Sabas Jáuregui, el patriarca de un viejo caserío en que se reúnen , la mujer de Sebas, Josefa y los hijos de ambos: Fermín, Cosme, Bruno, Ismael y Nerea y la abuela de todos ellos  La familia se completa con el tío Pedro, el hermano de Josefa, y Berta, la mujer de Pedro.

Sebas representa la voluntad indomeñable, la obsesión por acabar lo que empieza, por mostrarse imperturbable a la furia de la naturaleza , a la furia que la te en el corazón de los suyos y de los ajenos. Falta de creencias religiosas, ha hecho del trabajo bien hecho, acabado su dogma en el que sin embargo no hay salvación posible. Lo más que consigue es que pueda seguir para adelante, no pararse a pensar. Sabas aparece como un luchador antiguo; su tiranía familiar no la ejerce ni a gritos ni a golpes ni por desamor; la ejerce por una voluntad férrea que sabe que al menor desfallecimiento el edificio entero se derrumba. Es Sísifo levantando la piedra con fe aunque sepa que al día siguiente tendrá que volverla a elevar. Sebas intenta que pensamiento y acción vayan juntos, o mejor que la acción le arranque del suplicio de pensar en otros asuntos: cuando no actúa está planeando la siguiente jugada.

Sabas ejerce sobre sus parientes un magnetismo que anula la voluntad de rebelión y disentimiento de estos. Guiado por un imperativo radical de supervivencia y una obsesión sin fisuras por el trabajo  a Sebas no le frenará ni la muerte de su propio hijo,ni  la turba de campesinos que quieren lincharlo en la creencia de que habían sido traicionados.  Ni siquiera se rendirá cuando su mujer, hundida por  tanta desgracia, confiese al cura  que  Fermín está muerto e insepulto desde  la noche de la recogida del carbón. Sebas no se sentirá culpable en ningún momento de sus acciones no por falta de moral, sino porque él tiene la propia. Durante toda la novela sospechamos que Sebas tiene una dimensión interna, un mundo lleno de dudas que ha estrangulado. No es que no sea capaz de sentir, es que considera que ciertos sentimientos, dada su situación, son un lujo que no se pueden permitir. Sebas es el hombre de hierro, el hombre forjado por el martillo de la penuria diaria, un hombre bueno cuya bondad se ha tenido que hacer de piedra, insensible.

Aunque Sabas es el eje de la novela, los demás personajes de la familia también son trazados magistralmente: Fermín, el joven que descubrió que era un don nadie irremisiblemente, un hombre sin hombría, un pelele. Cosme quiere su tiempo propio, el de unas horas de libertad cazando...tampoco le serán permitidas; la madre, sumida en apariencia al padre y amándolo a su manera, es incapaz de torcer el camino que marca Sabas y que ella presiente que lleva al desastre. La abuela  es el egoísmo del final de la vida: da por buena la muerte de su nieto a cambio del carbón que la protegerá del frío los pocos inviernos que le quedan de vida.  Bruno es el joven atractivo, de tanta fuerza física como el padre, pero de voluntad blanda como la plastilina, arrastrado por  unos impulsos sexuales incontrolables que lo perjudicarán a él  y, en parte, a su familia. Nerea es una muchacha que no quiere convertirse en mujer: se tapa los oídos, cierra los ojos, no quiere saber lo que ocurre en su familia. Ismael , una de las voces que más se escucha en la novela, es el hijo predilecto de Sabas. El adolescente admira a su padre y lo adora, colabora con él para que ninguno de los planes del padre fracasen. Con él Sabas muestra ese lado tierno, dulce, comprensivo, que solo en una ocasión vemos aparecer en el trato con su mujer.

La relación de Sabas con los vecinos de Algorta es prácticamente inexistente: desprecia su ocio, su locuacidad, su afición al vino y las borracheras, su curiosidad malsana por la vida de los otros. Cuando lo apalean no es solo porque piensen que Sabas tiene un pacto con el teniente García para quedarse con cientos de kilos de carbón, sino por este desprecio de Sabas hacia ellos, un desprecio silente, por lo demás. Ante los poderosos, ni muestra miedo ni sentimiento de inferioridad:  intentará vencerlos hasta su último aliento, porque el trabajo de Sabas es también la muestra de que él, que se lo debe todo a su trabajo, tiene que soportar un poder antiguo, inderrocable, parásito, hostigador. Ese poder en nada ayuda a Sebas;  más bien,  como la tormenta es una fuerza contra la que tiene que luchar sin pensar si la vencerá o no, pero tiene que luchar.

Es conocida la gran admiración que sentía Ramiro Pinilla por Faulkner  y en esta novela se deja sentir el influjo de "Mientras agonizo". Se la ha reprochado a Pinilla, sin embargo, el uso que hace del monólogo interior de los personajes. Ciertamente no es  un flujo de conciencia en el que aparezcan los registros lingüísticos de cada personaje, su forma de hablar diferente.  No creo que sea un defecto de "Las ciegas hormigas". Pinilla no ha querido diferenciarlos por registros lingüísticos, ni ha tratado de reproducir el desorden del monólogo interior, su errabunda sintaxis, su pobreza léxica, su vulgaridad.  Todo hablante sabe que con su lenguaje directo se queda muy lejos de expresar lo que realmente siente, lo que realmente piensa, lo que realmente observa. Todos sentimos que nos faltan palabras para dar a conocer de verdad nuestro mundo interior. Lo que hace Pinilla es "traducir" a un lenguaje literario rico, profundo, verosímil esas profundidades que no suelen asomar en las conversaciones reales, ni en nuestros discurseos mentales. En mi opinión, es un acierto. Esta novela de Pinilla me ha llegado más hondo que "Mientras agonizo" de Faulkner. No dudo  de que sea una innovación técnica estupenda. Sin embargo, por mucho monólogo interior de personajes  el dueño y señor de las palabras sigue siendo Faulkner. Aparentemente nos acerca sin mediación de un narrador por encima del personaje  al mundo interior de este, pero no deja de ser otro constructo literario, otra convención

Les recomiendo apasionadamente la lectura de "Las ciegas hormigas" y se introducirán en una literatura en que las palabras pesan, importan, tiene la solidez de las piedras, de los riscos, de los guijarros. Sabas es un personaje que sufre , no por malestares difusos de la modernidad, sino porque no quieren sucumbir a ella, caer en su vacío. Sabas es un Hércules, ya lo he dicho, para el que, sin embargo, no hay dioses que lo asciendan a Olimpo. 



lunes, 13 de mayo de 2019

DE VIDAS AJENAS, DE EMMANUEL CARRÈRE

Emmanuel Carrère se han convertido en un verdadero maestro de la novela testimonio o novela de  no ficción. Constreñido por lo que "realmente" les sucedió a unos individuos y a él mismo en su contacto con ellos, es capaz de  "ficcionalizarlo" como si partiera de la imaginación. Esa es la magia: si el lector lee el libro sin haber sido advertido de que es una "historia real" y que esos seres existieron o existen, lo leerá como una ficción que cumple con todos los requisitos novelescos.  Da la impresión de que Carrère es capaz de darle forma al caos de la vida de cualquiera, la de usted o la mía.

Con "De vidas ajenas" se atreve Carrère con un tema difícil y doloroso: la enfermedad y la muerte, es decir, nuestra extrema vulnerabilidad. Siguiendo una larga tradición, esta novela testimonio se alza como el único muro de contención contra el olvido, contra el triunfo definitivo de la muerte, que es, al fin y al cabo, el tema  último  de la literatura.  

El escritor acepta el encargo de escribir dos historias de sufrimiento y de muerte. Una  joven pareja de turistas  pierde en Sri Lanka  a su pequeña hija Juliette. La arrastró   el tsunami que asoló las costas del sureste asiático en 2004, cuando  Carrère estaba  pasando en Sri Lanka  unas tediosas vacaciones que parecían el preludio de su separación de Hélène, su mujer. En estas mismas fechas, Hélène recibe la noticia del ingreso hospitalario de su hermana Juliette. De regreso a Francia, comienza el doloroso calvario de esta hacia su muerte.

Carrère traza con mano  firme la historia, sin caer en sentimentalismos, más bien bajo la indisoluble sombra de que la historia que está contando, con alguna variación, será la suya propia, la de todos nosotros. La variante más importante es la del amor: Juliette lo conoció hasta el final; Patrice, su marido, la  protegió hasta donde es humanamente posible. Por eso,  la  sombra  amenazante que recorre toda la narración no es solo la muerte, sino la del pavor de vivir y morir sin el amor de otros, como si el verdadero trío apocalíptico fueran enfermedad, soledad y muerte. 

Pese a la indudable calidad de la narración, hay dos aspectos que reprocharía al autor:   a pesar de haber  narrado con tanta brillantez la relación de Patrice y Juliette, ha sido muy  torpe narrando su propia relación con Hélène; además, no están justificadas muchas de las páginas que dedica a un compañero de trabajo de Juliette , un juez de nombre Etienne. Su presencia durante tantas páginas resta tensión a la historia principal, que es la de Juliette y tienen mucho de relleno. Etienne es un personaje interesante que nos permite entender mejor a Juliette, pero no deja de ser colateral. Quizá se mereciera otro libro.

No recomiendo esta novela para quienes estén pasando un enfermedad o un duelo.  Carrère muestra magistralmente  el sufrimiento y el miedo ante la enfermedad y la muerte, pero no aporta ni un solo gramo de consuelo.







domingo, 12 de mayo de 2019

CAMBIAR DE IDEA, DE AIXA DE LA CRUZ




Los autores  que han escrito sus memorias lo han hecho, generalmente, o  en su madurez, o en sus últimos años de existencia. Sorprenden, por tanto, estas memorias, en una escritora que anda por los 30 años. Cierto que hay muchos individuos que a sus 30 años poco tienen que contar; no es el caso de Aixa de la Cruz. Treinta años son muchos en función de cómo se viva y la capacidad de análisis e introspección del autor o autora.  Sin lugar a dudas, en toda memoria hay una reelaboración de los recuerdos que ya la acercan a la ficción, por no hablar de lo que directamente es ficción, haya sido esta introducida con plena conciencia o no. No se da en la obra, sin embargo, el juego evidente de la autoficción, tan de moda últimamente, y que ya cansa.

El libro es un torrente de ideas y de experiencias, un intento de explicarse a sí misma  en ese momento de entrada en la madurez que culturalmente señala esa edad; por ello, tiene también mucho de novela de aprendizaje: la protagonista quiere conocerse a sí misma para poder seguir por el camino de la vida mejor equipada. En su autoanálisis, la autora no es complaciente consigo  misma y es crítica con las ideas mismas que en un momento pensó que formaban parte de su identidad.


Aixa de la Cruz es representante, además, de esos jóvenes  para quienes los proyectos que tuvieron sus padres para ellos ya no les sirven. Vemos a una generación de deambulantes, sin casa propia, con matrimonios frágiles, con vocaciones indecisas o carentes de ellas; una generación que piensa que lo que uno no haga por sí mismo no lo va a hacer nadie más por él. En las relaciones hombre-mujer, la visión no es de un feminismo fosilizado. El feminismo aparece como un modo de pensar y actuar que debe someterse a sí mismo a una concienzuda autocrítica. También revisa Aixa de la Cruz el concepto literatura masculina canónica occidental  como modelo en el que se ha obligado a escribir a las escritoras, haciéndolas eternamente unas imitadoras que no encuentran su propia voz.

En su desarrollo la novela se encuadra entre dos catástrofe: la primera, el accidente que pudo costar la vida a una de las amigas de la protagonista y el último, el juicio por violación a La manada. Entre uno y otro, asistimos a batallas íntimas de la adolescencia, a un matrimonio fracasado que le permitió, sin embargo, descubrir México, y curarse del eurocentrismo, a las contradicciones, ambivalencias y traiciones de las relaciones sexuales, a las relaciones con su madre y, con quien ella llama, “biopadre”, las relaciones con su propio cuerpo…

Las memorias no siguen un orden cronológico: en realidad, se pueden leer como uno de esos paseos que hacía la protagonista por Sevilla sin plan predeterminado: iba por una calle, torcía por un callejón, hacía círculos en una plaza, repetía calle, pasaba otra vez por un pequeño tramo de otra, volvía al punto de partida, cruzaba por tercera vez una calle... Su estructura temporal  también tiene esa forma de deambulación, de itinerancia sin orden.

La obra arrastra, se lee de un tirón, como si fuera  imposible resistir al empuje que la misma autora experimentó al escribirla.



sábado, 11 de mayo de 2019

EL HOMBRE DE LOS CÍRCULOS AZULES, DE FRED VARGAS

Había acabado hace algo más de una semana la lectura de Tiempos helados, de Fred Vargas, con la convicción de que sus novelas me servirían de entretenimiento cuando no quisiera que  ningún autor esperaba mucho de mí como lectora. Hay días que me gana la pereza y el desaliento, hay días que si puedo evito las complicaciones incluso en la lectura. En esas estaba el jueves, Así que me acerqué a la biblioteca en busca de lectura fácil, relajante y entretenida. El título "El hombre de los círculos azules" me pareció prometedor para mis intenciones. Sin embargo, contra todo pronóstico me ha entretenido solo a ratos porque mientras lo leías me preguntaba cómo una autora de prestigio universal en la escritura de best-seller ejecutaba este con tamaña torpeza. Luego me di cuenta de que la novela fue publicada en 2004 y que desde luego una década después ha ganado pericia.

En " El hombre de los círculos azules" falla casi todo, empezando por la creación del detective. Adamsberg es borroso por expresa voluntad de su autora: no es lógico, ni deductivo, ni inductivo; sería de la familia de los investigadores intuitivos  sino no fuera porque la intuición de Adamsberg sobrepasa lo verosímil y tiene el sospechoso don de la infalibilidad. El detective de Vargas conoce el alma de todos aquellos  que entran en contacto con él;  la conoce como si el Mal  emitiera  unos efluvios que solo el filtro de este hombre pudiera  absorba como una tela la humedad ambiente. Va por el mundo como si  fuera un campo magnético invisible  que imanta  a los culpables irresistiblemente. Adamsberg no razona, recibe confusas intuiciones  cuando se libera del deber de pensar. Esto hace que muchas de las escenas de la novela sean francamente ridículas. Más que de detective Adamsberg parece actuar de médium.
En el intento de proporcionarle  una  personalidad, Vargas no va más allá de dotarlo de manías. Hace todo en él nebuloso con la esperanza de que lo creamos profundo.

Los demás personajes no están mejor trazados. Vargas recurre a lo inhabitual y lo extravagante para interesarnos por ellos; sin embargo, el resultado es extremadamente artificial y torpe. El inspector Danglard, razonador, lógico y culto resulta que se ocupa él solo de cinco hijos pequeños, a los que casi siempre atiende en cierto estado de embriaguez. Mathilde, una científica de renombre, que acaba implicada en la trama , es una mujer de conversaciones absurdas que se pretenden inteligentes. Difícil entender por qué Vargas ha decidido que tenga la manía de salir a la calle con la intención expresa de elegir a algún desconocido o desconocida para perseguirlo, hacer anotaciones y volverse a su casa. Charles Reyer, sin ninguna función creíble en la trama, es un ciego guapísimo y cabreado por su ceguera.  Camille, una joven que viaja por el mundo para evitar a Adamsberg, del que está enamorada...

En la trama comete la autora errores de principiante: la aparición misteriosa de círculos azules pintados con tiza en diferente calles de París no despierta mucha curiosidad, menos curiosidad aún  la los  asesinatos que vienen a continuación. Al fin, nada importa  quién pinta los círculos ni quien asesina a seres anodinos del París nocturno; menos  importa si el pintor de círculos y el asesino son o no son la misma persona. Una novela policiaca no puede descuidar ese punto: la intriga es el motor de la lectura, la que hace pasar páginas. Cuando descubrimos al asesino y su móvil todo  resulta una fantasmada.

Fred Vargas es incapaz de esconder los trucos con los que intenta retener al lector; es todavía como ese mago cuyo público acaba viendo que se saca las cartas de la manga. 

Mi conclusión es que ,de leer otra novela policiaca de Fred Vargas, escogeré alguna de las escritas muchos años después de esta, cuando ya maneja con maestría  las herramientas del bestseller policiaco.


miércoles, 8 de mayo de 2019

SARA MESA: CICATRIZ (2015)

Hace una semanas acabé la lectura de Cara de Pan, la novela que Sara Mesa publicó en 2018. Me sorprendió su enfoque de un tema del que no es fácil  contar  sin caer en tópicos o visiones manidas.  Pese a algún escamoteo al lector, la obra me pareció bien trazada, con pulso seguro. Así que decidí leer otro título de la autora.
Cicatriz tiene bastantes aspectos en común con Cara de Pan. A Sara Mesa le gustan las distancias cortas en narrativa,  y explora los conflictos entablando una intensa dialéctica entre dos personajes, uno femenino; el otro, masculino. 

Sonia y Knut se conocen en internet, en un foro literario en el que Sonia participa para matar las horas insípidas y absurdas de oficina. Fuera ya del foro, establecen una intensa relación que podemos llamar epistolar ( vía e-mail, principalmente). Knut resulta un ser extraño, un outsider, que empieza a enviarle a Sonia primero libros que roba, hecho que Sonia sabe y acepta y después productos de lujo: perfumes, ropa interior de marca...  Se establece entre ellos  una relación que no deja de ser una lucha de poder, de dominación, de manipulación del lenguaje. Él parece saber muy bien quién es ( solo lo parece, claro); Sonia tiene una visión nebulosa de sí misma.

Página a página vemos cómo Knut va tomando el control de la relación ante una Sonia evasiva, insegura, contradictoria, débil y , sobre todo, inhábil en contrarrestar los ataques de la Razón masculina, que el propio Knut define como " directa y recta", frente a las ambigüedades y indirectas de la femenina. 

El reto para el lector es comprender qué pueden buscar cada uno de los personajes en esta relación y , desde luego,  la respuesta de que buscan "sexo" no es la correcta. Podría decirse que ambos están tan profundamente solos y carentes de vínculos estabilizadores  que buscan crear una relación fantasmal que los salve. Como  relación fantasmal que es, no llena al fin el vacío y la desesperanza de ninguno,  pero al menos al Sonia le irá revelando lo poco que se conoce a sí misma, la superficialidad de su pensamiento, lo recóndito de la motivación de sus actos. En Knut encontramos un desesperado  y fracasado intento  de dominar la realidad a través del robo, a través de un examen maniático de la comunicación, a través de la imposición de sus ficciones a otra mente.  

Sara Mesa consigue mantener en la novela un ambiente turbio de tensión. El lector siempre está alerta,  consciente  de que los personajes son funambulistas que se pueden precipitar mortalmente del alambre. Pese a que la novela básicamente está construida sobre estos dos personajes, es bien visible a través de ellos una sociedad líquida, de seres desorientados, que no encuentran en sus vínculos el sentido de la vida, pero que tampoco la encuentran en sí mismos por más que indaguen en ella.

Es, en mi opinión, una novela triste y pesimista, que habla de la imposibilidad de comunión y comunicación  entre los seres humanos, que están, sin embargo, condenados a buscarse.


domingo, 5 de mayo de 2019

EL LUMINOSO REGALO. MANUEL VILAS

Hay pocas novelas que condensen en su título  una afirmación, y  de manera irónica, su negación.  El título, El luminoso regalo, se refiere a un don especial  de Víctor DIlan  para atraer de manera irresistible a las mujeres, especialmente a las de larga cabellera rubia, altas, lectoras, profesionales todas ellas: periodistas, médicos filólogas,universitarias. Le permite atraer a las mujeres más “cotizadas” en el mercado erótico.  Solo que ese luminoso regalo resulta ser también un regalo envenenado, un don que domina a quien lo posee y lo lleva a la destrucción. Siguiendo un viejo tópico occidental, Eros y Tánatos se buscan siempre y acaban encontrándose.

Durante un tiempo la vida donjuanesca de Dilan no hará  naufragar su matrimonio con Elena, su centro de gravitación, como dice él: no es que Elena no supiera de esas infidelidades, pero también ella vivía bajo el hechizo  de su marido. Todo cambia cuando Dilan conoce a Ester, la Bruja. Con ella aumenta el número de copas que tiene que beberse para borrar la realidad, el número de viagras al que tiene que recurrir para prolongar sus sesiones de sexiboxing  y su conciencia de que en la sexualidad habitan  las tinieblas del abismo, de la muerte.  Significativamente la novela se abre con una larga descripción de la personalidad de Ester: pocas páginas en la historia de la literatura destilan tanto odio a una mujer. Dilan ha dado con eso que, en otras épocas más poéticas, llamaban mujer fatal. Vilan  se siente atraído por la personificación del  Mal, por la misma amante del diablo, la Bruja. Ester (de nombre bíblico )  es  la encarnación de la Maldad:  no se enamora de ningún hombre por imposibilidad connatural, los utiliza y los abandona con crueldad , los traiciona con sadismo, los olvida para siempre; pese a ello o por eso,  su sexo atrapa a todos los hombres  como una droga dura. Mientras a Dilan  su adicción al sexo  no le impide ser un amado marido, un  padre admirado, un cotizado escritor y un buen amigo,   a Ester su sexualidad obsesiva de “ninfomana” le atrae el castigo de la naturaleza ( es estéril) y el repudio de la sociedad (es una puta).  No puede ser esposa ni madre ni amiga.  Ester es el sexo sin amor, sin matrimonio, sin moralidad, sin reproducción. Vilas  parece convertir a Ester en el símbolo del sexo como una fuerza primitiva  incontrolada por   el sujeto y por la sociedad; es una fuerza bruta que  destruye y autodestruye y  resurge una y otra vez. Dilan es instrumento de esta misma fuerza irremediable, pero tiene conciencia de ella e intenta disfrazarla (por algo es escritor, creador de constructos)  de trascendencia universal al hacerla inseparable del amor, de la adoración, porque Dilan cree amar a todas las mujeres, aunque  por sus limitaciones humanas solo se pueda follar a unos cuantos cientos de ellas; su deseo, que no es más que un deseo de poder ilimitado, lo pueden resumir muy bien estos  versos de Byron:

“Amo el sexo y a veces invertiría aquel deseo
del déspota “ de que los hombres tuvieran
un solo cuello que, con fuerte mandoble,
é l cortaría en dos”.
mi deseo es así de ambicioso, pero más inofensivo

y mucho más tierno, después de todo, que agresivo
( y no solo ahora sino cuando era un muchacho):
que todas las mujeres tuvieran una boca
que yo pudiera besar a la vez.

La obra de Vila es un esfuerzo monumental por ocultar esa desmesurada  ansia  de posesión y adornarla, como hicieron tantos donjuanes románticos, con el manto de la ternura, la devoción y la literatura.

La novela, claro está, no pretende ser una novela erótica o pornográfica del tipo “sonrisa vertical”.  Seguramente Vilas no ha escrito esta novela  para alentar los impulsos masturbatorios de sus lectores. Las numerosas escenas de sexo están  ahí con la pretensión de enfrentar al lector a un código más complejo: el sexo como metáfora de la vida, de nuestra sociedad, de la búsqueda de sentido, del sentido moral… a saber. Para conseguirlo  Vilas no necesitaba  acabar  aburriendo con la retahíla  de  encuentros sexuales que  parecen fabricados en serie, con sus rubias de pelo largo y ojos claros, el  besito del encuentro, las miradas y las citas fulminantes en un hotel cercano donde caen todos los tabúes de los timoratos.  A estas alturas a poca gente le puede escandalizar el vocabulario crudo  que utilizan los personajes de Vilas y sus prácticas sexuales, que por lo demás parecen el catálogo de una web de citas .  Vilas no amplía en nada el vocabulario erótico: recurre a un repertorio poco variado, muy conocido, lleno de clichés;  pasadas unas cuantas aventuras su narración produce bostezos como los produce  la décima  repetición  erótico-gimnástica del Marqués de Sade.  Parece que a Vilas le cuesta mucho tirar hojas a la papelera, cribar.  Cierto que las repeticiones transmiten al principio  el carácter obsesivo del protagonista, pero llega un momento en que más que un personaje obsesionado, Dilan resulta un pesado. El protagonista  es un donjuán irresistible para sus amantes rubias, pero carece de atractivo para las lectoras, al contrario de otros donjuanes literarios que atraían “fuera” y “dentro” de la novela.

De esa falta de variedad, de esa repetición cansina, no se salva la novela  por el hecho de que el autor  introduzca distintas voces narrativas. Da igual que Víctor  hable  en primera persona, o lo haga una narrador en tercera persona; da igual que en algunos momentos ( pocos) oigamos directamente a Ester: la novela está dominada por el punto de vista de Víctor Dilan. Hasta tal punto es así que, cuando oímos la voz de Ester lo hacemos teniendo en cuenta las prevenciones  dadas por Dilan: es una mentirosa, una persona que tiene una falsa percepción de sí misma. Dilan domina con su punto de vista; el autor le proporciona una posición de poder.

En algún sitio he leído  que  en “El luminoso regalo”  la experiencia del sexo  como una fuerza vital  indomeñable  es una crítica al capitalismo que domesticaría  ese impulso poderoso. Más bien parece  lo contrario:la  sexualidad de  Dilan  y Ester es una apoteosis  del capitalismo tal y como lo vive  o lo fantasea  la clase media alta: el sexo es la mercancía fetiche con mayor valor de cambio. El delirio sexual  de Dilan y de Ester es  el delirio de  la acumulación capitalista  aumentar el capital sin fin) cuyo único drama actual es saber que, dados los límites del crecimiento,  la acumulación ad infinitum es imposible. El sexo es para esa clase  media acomodada   lo que el capital es para la élite. Por lo demás,  los personajes de Vilas parecen vivir en  una España que me es totalmente ajena:  un país ario, de rubios y altos ejemplares, todos ellos cultos lectores, todos ellos brillantes profesionales, protegidos de la  crisis devastadora que sufre la mayoría de la sociedad. Nada se sabe de esa España morena, canosa o calva , golpeada por el paro, la precariedad laboral, las deudas, la falta de horizonte vital,  y cuyo problema principal no es precisamente no poder añadir diariamente a su cuenta un nuevo orgasmo cósmico con brujas o diosas.



jueves, 2 de mayo de 2019

LA FLOR AZUL. PENELOPE FITZGERALD

La novela histórica siempre me ha parecido, entre los subgéneros narrativos, el de más difícil ejecución. No solo requiere de una buena documentación, que también, sino  de la capacidad de captar el espíritu de una época, su vibración. En cierto modo, la novela histórica es un conjuro al tiempo y a la muerte.

Después de leer Himnos a la noche de Novalis  y Enrique de Ofterdingen  andaba yo queriendo saber más de este autor un poco esquinado en los estudios del Romanticismo alemán en nuestro país. No obstante no me apetecía leer una biografía llena de datos organizados con  peor o mejor acierto, escrita en tono académico. Era fácil llegar, vía Google, a La flor azul  de Penelope Fitzgerald.

La novela publicada en  1995 , ganó el National Critics Award y fue declarado Libro del Año en el Reino Unido Y el fervor del público,pero con toda seguridad no pasará a la historia de la literatura como una obra maestra. La flor azul es una novela de grata lectura, y en mi caso ha cumplido con la finalidad con la que me acerqué a ella: darme a conocer de una manera amena la vida de  Friedrich von Hardenberg.

Es cierto que la novela no tiene “nervio narrativo” pero hace entrar al lector en el ambiente provinciano y patriarcal de la Sajonia de finales del siglo XVIII, de esos mismos años en que Francia hacía temblar a Europa de miedo o de esperanza con su Revolución. Los von Hardenberg eran una familia noble cuyas  propiedades se caían a pedazos mientras la familia no paraba de aumentar. Dominados por el humor sombrío de un padre de rígido Pietismo, había amor en aquella familia pero también  una contención emocional constante. Fitzgerald nos da una imagen de la aristocracia  muy diferente a la que nos formaríamos  según los prejuicios o los tópicos actuales. Claro que se trata de la baja nobleza.En la casa de los Hardenberg no abunda la comida, se pasa frío, se hace la colada una vez al año y todos los hijos crecen enfermizos. Novalis pareció llevar bien esta penuria económica siempre refugiado en su riqueza espiritual. Ese es uno de los rasgos que resalta la autora: la capacidad que tiene el poeta de extraviarse en sus ensoñaciones y de espiritualizar y poetizar la existencia. Cierto que estudiará con ahínco para convertirse en ingeniero de minas, pero esto nada desdice de su tendencias espirituales, idealistas porque un poeta lo es “haga lo que haga”.

La parte que esperaba con más interés era la época universitaria de Novalis  en Jena  y  Leipzig Es entonces ( 1790-1793)) cuando traba su amistad con Schiller, que fue su profesor de Historia, los hermanos Schlegel, Fichte… Una vez acabados sus estudios mantendrá contacto con ellos. El círculo de Jena aparece en la novela a través de  breves conversaciones, alguna anécdota y algunas de sus ideas filosófica. El cuadro queda pobre y no alcanza a dar idea de la importancia intelectual de este grupo y de su influencia den Novalis. Goethe, por su parte, aparecerá solo de refilón en la novela.
El episodio que más ha trabajado Fitzgerald ha sido la historia de amor entre Novalis y la jovencísima Sophie von Kühn. Es brillante la presentación de la vida de familia de esta muchacha. Se trata también de una familia numerosa, en mejores condiciones económicas y perteneciente a la clase media. Tanto su comportamiento como sus principios morales son muy diferentes a los de la familia de Hardenberg.  En ella reina la espontaneidad, la alegría, la hospitalidad y el optimismo. Representan el estado de ánimo de la burguesía confiada. La autora presenta a Sophie  bajo distintas perspectivas. Está clara que la mirada de Novalis es muy diferente a la del resto: la mayoría no ven en ella más que una niña a la que le es imposible seguir la conversación  de Novalis y que tampoco presenta signos de una gran inteligencia. Para el poeta Sophie es su flor azul: la unión de amor, poesía y filosofía.  La novela acaba cuando la muchacha muere de tuberculosis a los 15 años. Luego, en un epílogo conocemos la suerte de cada uno de los hermanos de Novalis, sus tempranas muertes y la muerte del propio poeta en 1801.

miércoles, 1 de mayo de 2019

Enrique de Ofterdingen. Novalis (Friedrich von Hardenberg 1772-1801)

En Enrique de Ofterdingen se nos narra una historia que, si bien transcurre en la Edad Media (en algún momento de las Cruzadas) es narrado desde algún punto  del siglo XVIII . Esta confusión o superposición de tiempos  revela una de las ideas fundamentales de la obra de Novalis: pasado, presente y futuro son lo mismo: solo el despliegue de la conciencia individual hace estar en un punto o en otro. El tema nuclear de la narración es la revelación progresiva del destino del héroe, que no es otro que  convertirse en lo que ha sido y será siempre:  poeta “La flor azul”, título de la novela, es el símbolo de la Poesía y del Amor, porque para Novalis no hay amor sin poesía ni poesía sin amor: vienen también a fundirse en uno.

La revelación tomará la forma de viaje, del peregrinaje; de hecho, Enrique de Ofterdingen es  una contestación  a la novela de Goethe, Los años de aprendizaje de Wilhelm, en la el protagonista viaja en busca del cumplimiento de su vocación de actor. 

Enrique, hijo de un artesano que tras sus sueños de juventud ha caído en el conformismo y el pragmatismo, inicia su andadura por el mundo cuando tiene 20 años y de la mano de su madre, en quien el padre ha abandonado la educación del muchacho. Esta lo lleva a Augsburgo para que conozca al abuelo, un viejo aristócrata . Todas las experiencias que vive el protagonista desde sus salida del hogar  son reminiscencias, en el sentido platónico del término, que le van acercado a su reconocimiento de su condición de poeta   Esas experiencias son sus conversaciones con los mercaderes en las jornadas de viaje hasta Augsburgo; la noche en el castillo de un soldado que estuvo en la Cruzadas; el encuentro con Zulima y su hija, traídas como botín de guerra desde Oriente; la conversación con el anacoreta que vive en una cueva y la lectura de un libro mágico en cuyas páginas está representada la vida pasada y futura de Enrique; la fiesta en la mansión de su abuelo, donde conoce, o más bien reconoce,  al poeta Klingsohr y a su hermosa hija Matilde; los primeros pasos de la relación con esta; el sueño en que se presagia la muerte de la joven, la unión amorosa de los enamorados, etc. Todo ello transcurre en unos pocos días.

Como hemos dicho, con la novela de Enrique de Ofterdingen, que quedó inconclusa, Novalis pretendía contestar la obra de Goethe Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister. Goethe hace un alegato antirromántico contra los caprichos y ensoñaciones de los románticos, reivindica el mundo objetivo y la necesidad de que las aspiraciones subjetivas se ciñan a él. Acepta la sociedad burguesa aunque defiende que el individuo tiene que conservan en ella cierta capacidad de cambiar lay cierta autonomía personal. Para Goethe se deben tener claros los límites entre Arte y Vida, entre el sueño y la vigilia. En definitiva, su obra es un intento de conciliación con el mundo.  Novalis dejó escritas duras palabras  de rechazo a esta visión de Goethe, que es para él el triunfo de la prosa sobre la poesía o dicho de otra manera, de la materia prosaica  sobre el espíritu poética.   Novalis va a hacer en Enrique de Ofterdingen un subversión total de los valores goethianos. La realidad no es sino el sueño del poeta, el universo es el yo y desvelarlo es un camino interior para encontrar el propio destino  ya escrito en la eternidad. La poesía no es sino el lenguaje que vuelve a unir en un todo las escisiones, las fragmentaciones, las disciplinas. El poeta en su obra y en su vida, entre las que no existen  límites pues son lo mismo , es el que puede ver el espíritu del  todo; los mediocres son los que no aciertan a ver más allá de la materia, más allá de lo contingente, los que se reconcilian con un modo de ver conformista.  Con esta visión, Novalis escribió una obra donde triunfa el idealismo mágico.

La lectura de esta novela no es fácil más de dos siglos después de su composición; nuestras ensoñaciones y fantasías tienen hoy otra forma y, desde luego, están muy lejos de la visión mística y misionera de Novalis. Sin embargo, el autor alemán encontró una  forma bellísima de expresión que hoy, si lee sin prisa y con bastantes pausas, todavía puede impactarnos.

Citas de Enrique de Ofterdingen


A mí el sueño se me antoja como algo que nos defiende de la monotonía y de la rutina de la vida; una libre expansión de la fantasía encadenada, que se divierte barajando las imágenes de la vida ordinaria e interrumpiendo la continua seriedad del hombre adulto con un divertido juego de niños. Seguro que sin sueños envejeceríamos antes. Por esto, aunque no lo veamos como algo que nos llega directamente del cielo, bien podemos ver al sueño como un don divino, como un amable compañero en nuestra peregrinación hacia la santa sepultura. Estoy seguro de que el sueño que he tenido esta noche no ha sido algo casual, sino que va a contar en mi vida, porque lo siento como una gran rueda que hubiera entrado en mi alma y que la impulsara poderosamente hacia adelante.
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 En la poesía todo es interior: así como los otros artistas llenan nuestros sentidos exteriores con sensaciones agradables, el poeta llena el santuario interior de nuestro espíritu con pensamientos nuevos, maravillosos y placenteros. Cuando un poeta canta estamos en sus manos: él es el que sabe despertar en nosotros aquellas fuerzas secretas; sus palabras nos descubren un mundo maravilloso que antes no conocíamos.
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Cuando un poeta canta estamos en sus manos: él es el que sabe despertar en nosotros aquellas fuerzas secretas; sus palabras nos descubren un mundo maravilloso que antes no conocíamos. Tiempos pasados y futuros, figuras humanas sin número, regiones maravillosas y sucesos extraordinarios surgen ante nosotros, como saliendo de profundas cavernas, y nos arrancan de lo presente y conocido. Oímos palabras nuevas y no obstante sabemos lo que quieren decir. La voz del poeta tiene un poder mágico: hasta las palabras más usuales hasta las palabras más usuales adquieren en sus labios un sonido especial y son capaces de arrebatar y fascinar al que las oye.
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El auténtico entendimiento de la historia humana no se desarrolla hasta tarde, y ello ocurre más bajo el sosegado influjo de los recuerdos que bajo la fuerza de la impresión de lo presente. Los acontecimientos más cercanos parecen tener sólo una relación superficial, pero no por ello revelan una simpatía menos maravillosa con los lejanos;
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Cuándo, no lo sabemos, pero un día volveremos a vernos. Entonces sonreiremos pensando en todo lo que hemos dicho hoy: una luz celestial nos envolverá a todos y nos alegraremos de habernos encontrado en este valle de pruebas, de haber amigado y de haber visto que a todos nos animan unos mismos pensamientos y unas mismas esperanzas. No dudéis que son los ángeles quienes nos han reunido aquí. Si no apartáis los ojos del cielo no perderéis nunca el camino que lleva a vuestra patria. Con un silencioso recogimiento se separaron del eremita; pronto encontraron a los compañeros que no se habían atrevido a entrar, y así, contando toda clase de cosas, no tardaron en llegar al pueblo, donde la madre de Enrique, inquieta ya por su tardanza, les recibió con gran alegría. 6 El hombre que ha nacido para los negocios y para la vida activa no puede gozar temprano de la contemplación personal de todas las cosas ni de la experiencia viva de ellas. Se ve forzado a intervenir activamente en todo y atravesar situaciones muy diversas; en cierto modo, tiene que curtir su espíritu contra las impresiones a que se ve expuesto en toda situación nueva y contra la dispersión que pueda querer imponerle la cantidad y diversidad de cosas con las que tiene que vérselas; incluso bajo el acoso de grandes acontecimientos necesita saber seguir el hilo de sus negocios y no perder la agilidad y la destreza para conseguir lo que se propone. No debe ceder al atractivo de una callada contemplación de las cosas. Su alma no debe ser una contempladora de su interioridad, debe estar siempre atenta a lo que pasa fuera de ella y debe ser una servidora diligente, rápida y decidida de la inteligencia. Este tipo de hombres son verdaderos héroes: en torno a ellos ....
La vida agitada y los grandes acontecimientos le perturbarían. Su destino es una vida sencilla; el rico contenido y las múltiples manifestaciones del mundo los conoce sólo a través de libros y narraciones. A lo largo de su vida sólo muy raras veces ocurre que un acontecimiento externo se lo lleve por algún tiempo y lo meta en su vertiginoso torbellino, y esto únicamente para que así, por experiencia propia, pueda conocer mejor la situación y el carácter del hombre de acción. En cambio, los acontecimientos más insignificantes y habituales, hieren su fina sensibilidad y le presentan, de un modo rejuvenecido, aquel inmenso mundo;
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Es un hecho especialmente desgraciado el que la poesía tenga un nombre determinado y que los poetas formen un gremio especial. La poesía no es nada especial. Es el modo de actuar propio del espíritu humano. ¿No es verdad que en cada momento está el hombre anhelando y haciendo poesía?






sábado, 27 de abril de 2019

TIEMPOS DE HIELO. FRED VARGAS

En 2015,  Fred Vargas seudónimo de  la parisina Frédéric Audoin-Rouzeau) publicó  Tiempos de Hielo, (Temps glaciaires) una novela fantástico-policiaca donde rescata al original equipo de investigación de sus novelas anteriores:  un policía de extraña cabellera bicolor que le da aspecto de leopardo, un enfermo de narcolepsia que va durmiéndose  por las esquinas, un gato con ciertas dotes detectivesca, una teniente tipo fuerza de la naturaleza, el jefe, Adamsberg,  perdido con frecuencia en una nebulosa soñadora de la que salen “renacuajos” y el comandante, Danglard, un erudito racionalista, de memoria prodigiosa, que siempre tiene una cita a punto en la investigación.

Vargas recurre a la técnica de los asesinatos en cadena que recuerda inmediatamente Los diez negritos de Agatha Christie: en  un grupo de personas con algún  nexo común  van sucediéndose los asesinatos mientras se instaura entre los supervivientes el pánico. 
En la novela de Fred Vargas, el asesino deja “su firma”, el dibujo de algo que parece una guillotina. Se han producido cuatro asesinatos en París o sus cercanías, y a  los investigadores se le abre en primer lugar una línea de investigación que les lleva a Islandia: allí un grupo de  12 franceses, atrapados por la niebla en una pequeña isla de leyenda, se enfrentaron  durante quince días al frío y al hambre: dos de ellos son asesinados, los  otros diez sobreviven. La segunda línea de investigación los lleva a un club privado  robespierrista en que unas 700 personas representan las sesiones parlamentarias de la Revolución Francesa, desde la Asamblea Constituyente hasta el final de la Convención. El nexo común es que los cuatro asesinados formaron parte del grupo de turistas en Islandia y pertenecían  al Club robespierrista. El enredo de la trama está en la relación, difícil de ver, entre ambas líneas de investigación, que parecen más bien divergir que converger.

La autora juega con lo fantástico  sobre todo  en la presentación de la isla islandesa en que, según los lugareños, habita un afturganga, un genio nebuloso  que mata a quien viola su suelo o lo  convoca  para indicarle un camino. También en clave fantástica tenemos al jabalí Marc, guardián  fabuloso de la cabaña donde vive Céleste.  Vargas tiene la habilidad suficiente para que estas incursiones fantásticas no chirríen en la trama; incluso acabamos pensando que las dotes detectivescas de Adamsberg tienen tanto que ver con la fantasía como con el análisis racional de pistas.

La novela es amena, si bien hay en ella mucho de precocinado, de automático. La vinculación de las dos tramas resulta por momentos algo rocambolesca. Los personajes, pese a que se hacen inconfundibles enseguida, ofrecen una falsa profundidad psicológica. La autora se excede a veces con las referencias históricas a las figuras políticas de la Convención.
Sin duda, Fred Vargas conoce su oficio de escritora de best-sellers y estas críticas solo surgen después de cerrar el libro; mientras se lee, es fácil dejarse llevar por la curiosidad y la intriga.




HIMNOS A LA NOCHE. NOVALIS

En el siglo XVIII los ilustrados se entregaron  con denuedo a la tarea de combatir  las supersticiones  y las creencias metafísicas (religiosas o filosóficas) anunciando el reinado de la Razón y del Progreso. La luz de la Razón iba a revelar el mundo, es decir, quitar de él los velos nebulosos  que dificultaban el verdadero conocimiento. Todo aquello que no entraba en el campo de la Razón kantiana  se volvía  una aproximación sospechosa de la realidad o una huida  de esta; era,  sobre todo, una pérdida de tiempo que la emergente sociedad burguesa no  podía permitirse. Para alcanzar la verdad había que ser desapasionado porque la realidad estaba ahí para analizarla, diseccionarla, clasificarla, pesarla, medirla... siempre guiados por el principio de  utilidad. La naturaleza va a convertirse en el objeto de un conocimiento científico que no es sino la premisa necesaria para explotarla económicamente de una manera sistemática y uniforme. La naturaleza quedará dividida en campos de estudio científico ( las especialidades, la división del trabajo dentro de la ciencia)  que facilitarán la tarea de convertirla,  toda ella, en mercancías, valores de cambio.

El Romanticismo es, entre otras cosas, una fuerte reacción contra esa visión de la razón y sobre esa visión de la naturaleza, incluida la del ser humano. No se trata, como en   otras reacciones a la época precedente - recuérdese el caso del Renacimiento contra la Edad Media-,  de una reacción tranquila, sosegada. Uno de los rasgos de esta reacción es que está impregnada de angustia.

En este contexto se inscriben los  Himnos a la noche de Novalis.  Como bien se puede suponer la luz iba a ser el gran símbolo de la Ilustración. La luz era la razón que penetra los objetos para conocerlos e instrumentalizarlos; la luz es además el día , el momento del trabajo, de la vida reglada y pública, expuesta a la mirada de los demás. Por el contrario, la ausencia de luz, la noche era  para el buen burgués el momento del descanso  que nos repara para el trabajo. Aquellos que pululaban entre las sombras nocturnas eran  los antisociales: ladrones, prostitutas, bandidos, espías, tahúres, brujas, alquimistas...  La noche era el ámbito de las malas costumbres, de la desobediencia a las normas y  a las leyes. Era también el tiempo en que se hace lo que debe ser pudorosamente escondido a la sociedad. La noche, dicho de otra manera, es el momento de la marginalidad. Por ello mismo, la noche va a ser el  símbolo  por excelencia del romántico. Por una parte, porque reivindicará todo lo que tiene de antisocial para el burgués, es decir, convertirá en héroes a aquellos que para los bienpensantes son marginados peligrosos o simplemente despreciables. Entre ellos se sitúa el propio poeta, quien presiente desde muy pronto que su producto ( la poesía) es una mercancía que no encontrará sitio en el nuevo mercado, y que pronto será tachada de ejercicio inútil.  Por otra parte, la noche será el momento de la intimidad, de la introspección: en vez de mirar el mundo exterior para dominarlo y cosificarlo, el poeta entra en sí mismo y se ensimisma en la naturaleza.  La noche también es el símbolo con el que se le dice a los diurnos, a los racionalistas,  que habrá siempre misterios infranqueables para la Razón o que esta no eliminará nunca las preguntas de la metafísica  por que no sepa ni pueda ni quiera enfrentarse a sus abismos.

Novalis es quizá el poeta romántico que ha significado de manera más honda y compleja el símbolo  de la noche. En  Himnos a la noche  esta  adquiere dimensiones  místicas.

  El primero de sus  seis cantos se abre con una aparente alabanza a la luz; en ella recoge poéticamente las "razones" que llevan erróneamente a preferirla a la noche para seguir con  un quiebro inesperado "Pero hacia allá me vuelvo/ a la feliz, inexpresable/ Noche, toda misterio..."  La noche es sobre todo la que hace desaparecer la materia, sus multiplicidad abigarrada "Qué pobre y pueril/ se me aparece la luz/ con sus pintarrajeadas cosas;/ qué gozosa y bendita/ la ausencia del día." El día es el momento de la fragmentación, de la separación, de la multiplicación; por el contrario la noche, la oscuridad es el símbolo del  Uno, de la reintegración a la unidad. La materia está rota en pedazos y ha roto también el espíritu, el yo: la tarea del poeta en la noche es retornar al Uno, al Todo  ( Yo y Universo son lo mismo). El  Uno resulta ser la muerte. En ella  se funden el espíritu, dios y el amor. Por eso el camino que emprende Novalis en sus cantos es un camino descendente, al origen, a la eternidad sin tiempo, al espíritu sin materia, al amor sin pérdida, al yo  sin escisiones. Paradójicamente, la muerte es la resurrección, la muerte es la verdadera vida. 

La luz misma es materia  ( contrariamente a lo que vemos en la poesía de Hölderlin, que la asimila al espíritu)  por lo que también ella acabará muriendo y , por lo tanto, reintegrándose  en el Uno.  Así le dice a la luz:

"Algún día indicará tu reloj
el fin del tiempo;
entonces tú llegarás a ser
como uno de nosotros,
y, llena de añoranza,
te extinguirás y morirás."

La religiosidad de Novalis, nada convencional, integra la figura de Jesucristo en ese proceso, de modo que el camino que sigue el Yo en su total espiritualización  es el mismo que siguió Cristo. Cristo no murió para resucitarnos a una nueva vida material, sino para hacernos saber que es la misma muerte el lugar de la salvación  y plenitud del espíritu. 

"Ahora sé cuándo vendrá la última mañana; cuando la luz no ahuyente  la noche y el amor;  cuando haya un dormir eterno, y solo un inacabable sueño. Celestial fatiga no me abandona nunca. Largo y penoso fue  el camino hasta la sagrada tumba , y la cruz era pesada."

Breve biografía de Novalis

Friedrich Leopold von Hardenberg (conocido como Novalis, palabra que significa “tierra virgen cultivable”) nació el 2 de mayo  de 1772 en el condado de Mansfeld ( Alta Sajonia), en la finca paterna de Oberwiederstedt. Su padre, perteneciente a la aristocracia alemana culta,  inculcó a la familia su religiosidad pietista. Pese a su estatus social, la familia Handerberg no disfrutaba de una situación económica holgada que le permitiera vivir en su castillo señorial. Cuando Novalis tiene seis años, la familia se traslada a Weissenfels donde el padre  ha sido nombrado director de salinas.

Debido a la enfermedad mental y física de su madre, la familia envía  a Friedrich Leopold a la casa de un tío paterno, a Lucklum. Con trece años ingresa en el Gimnasio ( colegio) de Eisleben, con 18  en la universidad de Jena para  cursar derecho (1790). Esta ciudad, uno de los centros culturales más activos de Alemania, entusiamará al joven Novalis. Allí tendrá por profesor a Friedrich Schiller, a quien se sentirá unido por una profunda amistad. Más tarde completará sus estudios en otra ciudad de gran influencia intelectual, Leipzig

Allí hará amistad con los hombres que conformarán el Romanticismo temprano: Tieck, los hermanos Schlegel, Fichte…  con quienes colaboró más adelante en algunos proyectos, como la revista Athenaeum, una de las primeras manifestaciones del Romanticismo.   Acabados sus estudios universitarios, estudia minería en Freiberg para poder aspirar al cargo de director de salinas de Sajonia.

En 1794  tendrá lugar un hecho trascendental para su vida y su obra: conoce a una muchacha de 12 años de la que se enamora inmediatamente. Es Sophie von Kühn.Tras dos años de relaciones y un compromiso matrimonial secreto,  la joven muere. Unos dos meses después muere también uno de sus hermanos. Estos dos muertes marcarán profundamente a Novalis.   En su diario contará un fenómeno extraordinario que vivió en el cementerio de Grüningen: “ Me sobrecogieron relámpagos de entusiasmo. La tumba se desvanecía ante mí como una polvareda. Los siglos eran como instante. Su presencia era sensible y yo creía, a cada momento, que ella iba a aparecer”.

Acabados sus estudios profesionales en Wittenberg e iniciado su trabajo en la administración de Turingia, Novalis siente la necesidad de fundar un hogar propio:  el recuerdo de Sophie y su anhelo de muerte parece ir alejándose. Se compromete con Julie von Charpentier y en 1800 se traslada a Dresde donde aspira a una plaza de jefe de administración. Sin embargo, su tuberculosis ha empeorado y, velado por  su amigo Schlegel,  muere el 15 de marzo de 1801. Tenía tan solo 29 años.

De sus obras, destacan sus Himnos a la noche y  su novela inacabada Enrique de Ofterdingen.





miércoles, 24 de abril de 2019

Formas de estar lejos, de Edurne Portela

A veces  me sorprenden las casualidades como si tuviera que buscarles un sentido. En cuestión de quince días he leído dos novelas con muchos puntos en común: las  protagonistas  son  profesoras de literatura, trabajan  en un centro de alumnos de clase alta en el que ocurren cosas terrible, y   viven en un ambiente de miedo, de amenaza y de soledad. La primera de esas novelas es Mandíbula, de la ecuatoriana Mónica Ojeda; la segunda, Formas de estar lejos, de la española Edurne Portela.

Mónica Ojeda prescinde de personajes masculinos como fuente oculta o evidente de terror y violencia puesto que en su novela es en la red de relaciones femeninas donde se teje estos; Edurne Portela, por su parte, intenta plasmar las formas  de la violencia masculina en el interior de la pareja, huyendo de  esquematismos y procurando desvelar, por una parte,  por qué a Alicia, la protagonista, se le hace tan difícil percibir los síntomas que van anunciando desde las primeras etapas de la relación el carácter destructivo de su pareja y por otra, de dónde proceden las pulsiones dominantes, controladoras y violentas de Matty, el marido. En definitiva, indaga en la pregunta sobre  qué mecanismo hacen que  una mujer inteligente en su vida profesional se deje llevar de manera casi inerme por una relación de dominación en su vida privada y qué hace que un hombre acabe por creer que  es amor el deseo de dominación y de sometimiento de su pareja.

 La trama se enriquece por el hecho de que Alicia trabaje en los Estados Unidos, se haya casado con un estadounidense y haya sido incapaz de hacerse de una red de relaciones afectivas que amortigüen el alejamiento de su familia y de sus amistades. Y es que bajo la superficie  quebradiza de su  éxito profesional, el sentimiento de aislamiento y de soledad  de Alicia es demoledor. La joven  intenta protegerse  mediante  el trabajo, pero también se aísla  y se  enajena  en él.  La literatura ( recordemos que es profesora de literatura española)  es para ella  otro modo de enajenación que  la inhibe  de tener que mirar su propia  realidad, si bien es  la literatura (su conversión en escritora), la que le permitirá, finalmente,  enfrentarse a ella. 

En mi opinión, es un gran acierto que  la autora  haya convertido a su protagonista en una extranjera, una "hispana", en Estados Unidos, porque,  si bien Portela se centra en la génesis y desarrollo de la relación destructiva de Alicia y Matty, su marido, el lector percibe con nitidez el ambiente de violencia  en este país norteamericano, una sociedad marcada por un  racismo estructural  y por una fuerte división de clases. La propia Universidad aparece como un lugar inhóspito, brillante en la superficie, tenebroso en el fondo,  donde estudiantes y profesores de Humanidades muestran todo menos humanidad. La literatura ( su lectura, su interpretación)  aparece como un ejercicio laboral  o como un adorno individual de pedantes. Es significativo que la protagonista, ávida lectora y laureada intérprete de textos, sea tan incapaz de leer la realidad y esté tan incapacitada  para actuar sobre otra cosa que no sea  su currículum profesional. Porque Alicia no es solo víctima de un hombre incapaz de controlar sus impulsos violentos de dominación, sino que  es  a la vez  alguien incapaz de posicionarse  activamente a favor de otras víctimas de violencias  que ella descubre en el campus universitario o fuera de él  y para las  que no tiene sino una pasajera y huidiza reacción de empatía, cuando la tiene. Una reacción muy semejante, por otra parte, a la que tenía parte de la sociedad vasca ante las víctimas del terrorismo. Porque otro dato que no se puede olvidar para interpretar esta novela es que Alicia es una joven vasca que se va a EEUU en la década de los 90 y que lleva en su equipaje, para abrigarse,   una mantilla de su amama ( "abuela"en euskera) en la que aparece el logotipo  EAJ/PNV ( Partido Nacionalista Vasco).  Este subtema no es un pegote en la novela, se articula bien en ella, aunque para aquellos que no conozcan un poco de la historia del País Vasco en esas décadas  pueda pasar algo desapercibido.

Concluyendo, me ha parecido una novela francamente interesante que huye de los estereotipos en un tema espinoso y difícil, si bien la autora se excede en su afán de análisis  dejando poco campo al propio análisis del lector. Las tramas secundarias, que  no desarrolla y que aparecen y desaparecen un poco injustificadamente, también son un problema de la estructura de la novela.Sin embargo, todo anuncia en esta novela a una gran escritora.

miércoles, 17 de abril de 2019

MANDÍBULA, DE MÓNICA OJEDA

Decía Laura Freixas en una conferencia que la literatura, patriarcal desde que existe, no había explorado las relaciones entre mujeres sin que estas cobraran  significado con el vértice más importante: un hombre. Entre la temática esquinada por los autores hombres señalaba el de la relación madre-hija. La misma Freixas colaboraría con la recopilación de textos de escritoras que habían abordado este tema en Madres e hijas. En esa importante exploración puede inscribirse la novela de Mónica Ojeda, Mandíbula.  También aborda otro ámbito de luchas femeninas poco frecuentado por escritores varones: la relación maestra-alumnas.

Lo sorprendente de la novela es que aborda esta relaciones con las claves de la novela de terror psicológico sin caer en tópico alguno.  Toda novela es en el fondo la búsqueda de una mirada nueva sobre la realidad que  desprovea a esta del velo de Maya que nos la oculta. Sin embargo, para todo lector veterano, esa operación la ha visto realizada tantas veces que la realidad que se le desvela ha perdido la capacidad de sorprenderle. Por eso, la novela de Mónica Ojeda  me ha sorprendido tanto, porque su mirada ha ido más lejos, más hondo. 

Los mimbres del argumento son sencillos: una joven profesora, obsesionada por parecerse en todo a su madre, abandona su primer trabajo tras un penoso episodio con unas alumnas. Cargada de todas sus angustias, pasará  a formar parte de un nuevo claustro en un prestigioso centro educativo del Opus Dei al que acuden hijas de la élite ecuatoriana. A ese colegio acuden dos alumnas que están viviendo una adolescencia "difícil" y que han formado una especie de Club. Ojeda desmonta todas nuestras mistificaciones sobre la Educación y sobre la sororidad creando un ambiente de tal perturbación que por momentos puede resultar insoportable. En esa red de luchas monstruosas nada remite a un hombre. Suprimido este de la ecuación, vemos surgir el terror de la humanidad misma de lo femenino con toda su capacidad destructiva  y autodestructiva. El mismo estilo de Ojeda muchas veces  se aleja de las imágenes habituales en el género de terror y crea unas poderosísimas metáforas, una profundas analogías que hacen pausar la lectura para inclinarse ante su profundidad, ante el precipicio que abren en nuestra mente.

Lean este libro, y nunca más entrarán en un aula o asistirán a una escena materno-filial con una mirada inocente.