En 2015, Fred Vargas seudónimo de la parisina Frédéric Audoin-Rouzeau) publicó Tiempos de Hielo, (Temps glaciaires) una novela fantástico-policiaca donde rescata al original equipo de investigación de sus novelas anteriores: un policía de extraña cabellera bicolor que le da aspecto de leopardo, un enfermo de narcolepsia que va durmiéndose por las esquinas, un gato con ciertas dotes detectivesca, una teniente tipo fuerza de la naturaleza, el jefe, Adamsberg, perdido con frecuencia en una nebulosa soñadora de la que salen “renacuajos” y el comandante, Danglard, un erudito racionalista, de memoria prodigiosa, que siempre tiene una cita a punto en la investigación.
Vargas recurre a la técnica de los asesinatos en cadena que recuerda inmediatamente Los diez negritos de Agatha Christie: en un grupo de personas con algún nexo común van sucediéndose los asesinatos mientras se instaura entre los supervivientes el pánico.
En la novela de Fred Vargas, el asesino deja “su firma”, el dibujo de algo que parece una guillotina. Se han producido cuatro asesinatos en París o sus cercanías, y a los investigadores se le abre en primer lugar una línea de investigación que les lleva a Islandia: allí un grupo de 12 franceses, atrapados por la niebla en una pequeña isla de leyenda, se enfrentaron durante quince días al frío y al hambre: dos de ellos son asesinados, los otros diez sobreviven. La segunda línea de investigación los lleva a un club privado robespierrista en que unas 700 personas representan las sesiones parlamentarias de la Revolución Francesa, desde la Asamblea Constituyente hasta el final de la Convención. El nexo común es que los cuatro asesinados formaron parte del grupo de turistas en Islandia y pertenecían al Club robespierrista. El enredo de la trama está en la relación, difícil de ver, entre ambas líneas de investigación, que parecen más bien divergir que converger.
La autora juega con lo fantástico sobre todo en la presentación de la isla islandesa en que, según los lugareños, habita un afturganga, un genio nebuloso que mata a quien viola su suelo o lo convoca para indicarle un camino. También en clave fantástica tenemos al jabalí Marc, guardián fabuloso de la cabaña donde vive Céleste. Vargas tiene la habilidad suficiente para que estas incursiones fantásticas no chirríen en la trama; incluso acabamos pensando que las dotes detectivescas de Adamsberg tienen tanto que ver con la fantasía como con el análisis racional de pistas.
La novela es amena, si bien hay en ella mucho de precocinado, de automático. La vinculación de las dos tramas resulta por momentos algo rocambolesca. Los personajes, pese a que se hacen inconfundibles enseguida, ofrecen una falsa profundidad psicológica. La autora se excede a veces con las referencias históricas a las figuras políticas de la Convención.
Sin duda, Fred Vargas conoce su oficio de escritora de best-sellers y estas críticas solo surgen después de cerrar el libro; mientras se lee, es fácil dejarse llevar por la curiosidad y la intriga.
La ilusión más temible de la escritura es la que consiste en hacerte creer que puede abolir el espacio, y también el tiempo, volver a hacer presente lo que no está, o alcanzable lo que se ha perdido para siempre. Creo que cedí a esa tentación.TEODOR CERIC "Jardines en tiempos de guerra". Crear un blog literario es algo más humilde, pero tiene las mismas pretensiones imposibles.
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