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domingo, 12 de mayo de 2019

CAMBIAR DE IDEA, DE AIXA DE LA CRUZ




Los autores  que han escrito sus memorias lo han hecho, generalmente, o  en su madurez, o en sus últimos años de existencia. Sorprenden, por tanto, estas memorias, en una escritora que anda por los 30 años. Cierto que hay muchos individuos que a sus 30 años poco tienen que contar; no es el caso de Aixa de la Cruz. Treinta años son muchos en función de cómo se viva y la capacidad de análisis e introspección del autor o autora.  Sin lugar a dudas, en toda memoria hay una reelaboración de los recuerdos que ya la acercan a la ficción, por no hablar de lo que directamente es ficción, haya sido esta introducida con plena conciencia o no. No se da en la obra, sin embargo, el juego evidente de la autoficción, tan de moda últimamente, y que ya cansa.

El libro es un torrente de ideas y de experiencias, un intento de explicarse a sí misma  en ese momento de entrada en la madurez que culturalmente señala esa edad; por ello, tiene también mucho de novela de aprendizaje: la protagonista quiere conocerse a sí misma para poder seguir por el camino de la vida mejor equipada. En su autoanálisis, la autora no es complaciente consigo  misma y es crítica con las ideas mismas que en un momento pensó que formaban parte de su identidad.


Aixa de la Cruz es representante, además, de esos jóvenes  para quienes los proyectos que tuvieron sus padres para ellos ya no les sirven. Vemos a una generación de deambulantes, sin casa propia, con matrimonios frágiles, con vocaciones indecisas o carentes de ellas; una generación que piensa que lo que uno no haga por sí mismo no lo va a hacer nadie más por él. En las relaciones hombre-mujer, la visión no es de un feminismo fosilizado. El feminismo aparece como un modo de pensar y actuar que debe someterse a sí mismo a una concienzuda autocrítica. También revisa Aixa de la Cruz el concepto literatura masculina canónica occidental  como modelo en el que se ha obligado a escribir a las escritoras, haciéndolas eternamente unas imitadoras que no encuentran su propia voz.

En su desarrollo la novela se encuadra entre dos catástrofe: la primera, el accidente que pudo costar la vida a una de las amigas de la protagonista y el último, el juicio por violación a La manada. Entre uno y otro, asistimos a batallas íntimas de la adolescencia, a un matrimonio fracasado que le permitió, sin embargo, descubrir México, y curarse del eurocentrismo, a las contradicciones, ambivalencias y traiciones de las relaciones sexuales, a las relaciones con su madre y, con quien ella llama, “biopadre”, las relaciones con su propio cuerpo…

Las memorias no siguen un orden cronológico: en realidad, se pueden leer como uno de esos paseos que hacía la protagonista por Sevilla sin plan predeterminado: iba por una calle, torcía por un callejón, hacía círculos en una plaza, repetía calle, pasaba otra vez por un pequeño tramo de otra, volvía al punto de partida, cruzaba por tercera vez una calle... Su estructura temporal  también tiene esa forma de deambulación, de itinerancia sin orden.

La obra arrastra, se lee de un tirón, como si fuera  imposible resistir al empuje que la misma autora experimentó al escribirla.



domingo, 2 de diciembre de 2018

30 obras sobre el duelo y la pérdida



Antiguamente, los rituales sociales tenían reglada la forma en  que afrontar el duelo, su expresión, su duración, su valor. Hoy en día, como para otras vivencias carecemos de ritos de tránsito. Ante la muerte de un ser querido, la pena se vive en la intimidad mientras socialmente se funciona al cabo de unos días como si nada hubiera pasado. Se considera incluso de mal gusto detenerse en el tema. Cada uno lo afronta como puede, en silencio. Por eso son tan valiosas estas obras que hoy propongo como lectura: en ellas encontramos tanto, tanto que es también nuestro. Son testimonios fieramente humanos.

  1.    Lo que no tiene nombre, Piedad Bonnet
  2.  También esto pasará, Milena Busquets
  3.    El libro de mi madre, Albert Cohen
  4.   Una muerte muy dulce, Simone de Beauvoir
  5.   La ceremonia del adiós, Simone de Beauvoir
  6.   Una pena en observación, C.S. Lewis
  7.    Desgracia impeorable, Peter Handke
  8.   Mortal y rosa, Paco Umbral
  9.    La invención de la soledad, Paul Auster
  10.   Mi madre, in memoriam, Richard Ford
  11.   La ridícula idea de no volver a verte, Rosa Montero
  12.   Tiempo de vida, Marcos Giralt Torrente
  13.   El olvido que seremos, Héctor Abad Faciolince
  14.    La hora violeta, Sergio del Molino
  15.    Di su nombre, Francisco Goldman
  16.   Canción de tumba, Julián Herbert
  17.   Memorias de una viuda, Joyce Carol Oates
  18.   Un mar de muerte, David Rieff
  19.   Mi libro enterrado, Mauro Libertella
  20.   Ojalá octubre, Juan Cruz Ruiz
  21.   Diario de un duelo, Roland Barthes
  22.  Mi abuela, Marta Rivas González, Rafael Gumucio
  23.   El año del pensamiento mágico, Jean Didion
  24.   Noches azules, Jean Didion
  25. Los que miran, Remedios Zafra
  26. Ordesa, Manuel Vilas
  27. Idea de la ceniza, María Virginia Jaua
  28. Cartas de amor a los muertos, Ava Dellaira
  29. La muerte: un amanecer, Elisabeth Kubler
  30. La memoria de la lavanda, Reyes Monforte