La ilusión más temible de la escritura es la que consiste en hacerte creer que puede abolir el espacio, y también el tiempo, volver a hacer presente lo que no está, o alcanzable lo que se ha perdido para siempre. Creo que cedí a esa tentación.TEODOR CERIC "Jardines en tiempos de guerra". Crear un blog literario es algo más humilde, pero tiene las mismas pretensiones imposibles.
lunes, 28 de enero de 2019
CARA DE PAN, DE SARA MESA: UNA MASA A MEDIO HACER
No hay escaparate de librería en el que falte Cara de Pan, de Sara Mesa. Siempre le cabe a uno la sospecha de que, a más de los méritos de la escritora, hay detrás un potente trabajo de mercadeo, como lo llaman los argentinos. Es precisamente esa sospecha la que me había hecho dudar a la hora de leer esta novela breve. Mi impresiones, tras su lectura, son ambiguas. La novela tiene bastantes fortalezas y algunas debilidades.
Empecemos por las fortalezas: Sara Mesa se atreve con una historia que puede resultar muy espinosa y sale bien parada del atrevimiento. La relación entre una niña y un viejo está vinculada en el imaginario literario a Lolita y a las noticias periodísticas sobre abusos a menores. Mesa juega con esa tensión heredada; sin embargo, la historia está escrita con claves muy diferentes: sus dos personajes, la niña Casi y el Viejo, son dos desarraigados de un mundo donde no encajan, y que se encuentran por casualidad en un rincón "secreto" del parque. La relación toma un rumbo inesperado, aunque su colapso traumático sobrevuela continuamente la narración. ¿En qué consiste esa relación entre Casi y Viejo? La respuesta a eso es el motivo por el merece la pena leer la novela.
Sara Mesa se ha propuesto romper con esquemas preconcebidos y con tópicos, y solo lo ha conseguido a medias. En la creación del personaje del Viejo es brillante: vemos, sentimos, nos creemos a ese personaje; casi esperamos encontrarlo por el parque de nuestra ciudad. La primera debilidad de la novela es la creación del personaje de Casi, que es un poco más estereotipada, más previsible de lo deseable, aunque Mesa haya hecho un gran esfuerzo por salirse de lo trillado. Donde falla estrepitosamente la autora es en los personajes secundarios: topicazos sobre los docentes de Casi, topicazos sobre los psicólogos de Viejo, topicazos sobre los padres de la adolescente.
Se nota en la novela que Sara Mesa ha hecho un gran esfuerzo por encontrar el tono y el ritmo narrativo adecuados. Lo consigue en las 100 primeras páginas: terso y tenso, el tono y el ritmo nos avisan de que nos precipitamos a un conflicto que no crean los personajes sino la mirada exterior que los va a juzgar. El lector sabe que un conflicto grave espera agazapado detrás de algún arbusto. Pero... Sara Mesa le esmotea al lector la parte de más interés: el desarrollo del conflicto. Es como si no hubiera tenido fuerzas para llevarnos a la ciénaga en la que embarrarán a la adolescente y al viejo. Así que hace una gran elipsis para llevarnos al desenlace. A Mesa le faltan tablas para desarrollar esa parte donde sí que explotan los estereotipos y la sociedad se muestra vengadora. Claro, se hubiera perdido el tono ligeramente lírico de la narración... El final es, pues, decepcionante, propio de una autora que aún no tiene maestría para mantener el tipo en los episodios de fuerte conflictividad de la historia.
En resumen, es una novela que me merece la pena ser leída, sobre todo, porque sus aspectos brillantes auguran a una gran escritora.
domingo, 27 de enero de 2019
Nada se opone a la noche, Delphine de Vigan
Delphine de Vigan encuentra a su madre muerta de una muerte que no parece natural. Ese es el detonante de su deseo de reconstruir la vida de su familia con el propósito prácticamente irrealizable del entender el desenlace.
En la investigación de la vida de los suyos utilizará varios materiales: sus propios recuerdos, las versiones de los hechos de sus tíos, las grabaciones de caste de su abuelo, las cintas de vídeo tomadas en las vacaciones…
La obra también es una reflexión sobre el hecho mismo de escribir, de transformar palabras y hechos del pasado en literatura, de las limitaciones del recuerdo, de su falta de certeza absoluta, de la incapacidad del lenguaje de desvelar el hecho puro o dar con la explicación inequívoca.
En su indagación familiar, la narradora se enfrenta a secretos de difícil manejo narrativo y de difícil interpretación. Es en el desvelo de esos secretos donde la narración alcanza su clímax narrativo; otros momentos de la novela son una acumulación a modo de torrente de anécdotas y descripciones que pueden llegar a cansar al lector. Se comporta Delphine de Vigan como esos buscadores de oro que para encontrar una pepita tienen que remover toneladas de tierra. Sin embargo, a veces se le va la mano a la autora con ese remover de territorios del recuerdo: hay terrenos que son estériles. Todo narrador sabe que en el proceso de escribir es importante el acto de desechar. Delphine de Vigan abusa indagando hasta el detalle nimio a ver si en él encuentra la clave de la vida de su madre, de su familia. Al final, le ocurre como al personaje de Peer Gynt, de Ibsen: buscando el meollo de su personalidad, su yo auténtico, va examinándola capa tras capa como si fuera una cebolla, pero encuentra que el meollo no es sino una capa más.Nunca se llega al fondo de nada ni a la explicación última ni a la causa primera.
La novela me ha parecido como esas cajas rebosantes de fotografías con las que hay que hacer un álbum que recorra una historia; pues bien, a la novela de Delphine le sobran muchas fotos que poco añaden a su comprensión; le sobran muchas páginas.
martes, 22 de enero de 2019
Léxico familiar, de Natalia Ginzburg: una novela tediosa
Acabo de leer Léxico familiar. Mi lectura había sido precedida de varias recomendaciones personales y de elogiosas reseñas. Tanto elogio me causa un cierto rubor a la hora de escribir esta reseña, y es que la obra de Natalia Ginzburg me ha aburrido, y me ha parecido una novela mediocre: no recuerdo ninguna otra novela que me haya provocado tal tedio, y llevo décadas leyendo novela. Quizá haya influido el hecho de que hace unas semanas leí La conjura contra América, de Philip Roth, y que soy una rendida admiradora de Si esto es un hombre, de Primo Levi, una víctima del fascismo, tema del que también trata la Ginzburg.
Léxico familiar me ha provocado el mismo tedio de una larga llamada telefónica en que una conocida te mantiene a la escucha cinco horas para contarte su vida sin ahorrarte ningún detalle que recuerde, solo por eso, porque lo recuerda. Algunos de ustedes lo habrán vivido alguna vez: una narración llena de pasajes anodinos que solo interesan a la comunicante, mientras el sufrido oyente se pregunta cuándo contará algo que además de interesarle a ella, le interesa también a él. Imaginen a esa amiga quejándose de que la vecina del cuarto siempre pasa la aspiradora a las cinco de la mañana, de que su marido se echa ventosidades en público, de que al pan muy blando en su familia lo llaman "yoyitas", de que ha ido al dentista y se ha encontrado con Jaime, y que Jaime es cuñado de Marisol... de que está preparando una muda de calzoncillos para llevársela a su Ramón, que está en la cárcel, ¡ah! y que se le olvidaba, el tabaco ha vuelto a subir.
Otra de las analogías que me ha venido a la mente mientras padecía la narración de la Ginzburg es la siguiente: imaginen la casa de unos padres; ellos han muerto, y su hija tiene que vaciarla. Los objetos que hay en la casa familiar están llenos de recuerdos... para la hija: transmitir interés a otros por esa porcelana quebrada, por el platito donde comía la abuela, por el sofá donde se dormía Paquito, por el tenedor con el que Luisito jugaba a espadachín, por las sábanas que bordó la bisabuela... solo lo consiguen los escritores que saben darle a lo particular significado universal y que saben que no todo material es narrativamente relevante. Para suscitar interés por nuestras pequeñas vidas, se necesita ser un genio, o al menos, tener talento.
Tercera analogía: escribieron un diario y lo leen al cabo de los años: es su vida, pero algunas páginas se las saltarán, creanme, porque incluso para ustedes carecerán de interés. Otras hojas los emocionarán simplemente porque eso les sucedió a ustedes. Si el propósito de Ginzburg era despojar a la narración de la profundidad y relieve que parecen darle muchos autores... enhorabuena, lo ha conseguido. Que la mayoría de las vidas, en realidad, carecen de argumentos arrebatadores y no son sino una suma desarticulada de detalles que vamos olvidando, Ginzburg lo hace sentir a la perfección, pese a que ella le tocó vivir una etapa histórica que sí hizo reflexionar a otros sobre el sentido de la vida y sobre nuestra conexión con el devenir histórico. El paso del fascismo por la vida de estos personajes tuvo que ser significativo, sí, pero no basta con decirlo, con enunciarlo, hay que recrearlo. He leído recreaciones de peleas callejeras que transmiten mucha más verdad que la de la madre de Ginzburg cuando los fascistas arrestaban a amigos y familiares.
En cuanto al estilo, sin duda, está en la línea de los escritores que abandonan " los artificios" y "el efectismo". Dicen que esta autora logra una aparente sencillez, que lleva mucho trabajo. Opino que lo que consigue, más bien, es un estilo plano, monótono, anémico, sin pulso.
Por lo que ido leyendo en internet, sé que esta opinión mía es minoritaria. Sin embargo, desde hace algunos años, me importa cada vez menos disentir de la consideración de obra maestra de la que gozan tantas novelas hoy día y que, probablemente, dentro de cincuenta años,habrán caído en el olvido.
Léxico familiar me ha provocado el mismo tedio de una larga llamada telefónica en que una conocida te mantiene a la escucha cinco horas para contarte su vida sin ahorrarte ningún detalle que recuerde, solo por eso, porque lo recuerda. Algunos de ustedes lo habrán vivido alguna vez: una narración llena de pasajes anodinos que solo interesan a la comunicante, mientras el sufrido oyente se pregunta cuándo contará algo que además de interesarle a ella, le interesa también a él. Imaginen a esa amiga quejándose de que la vecina del cuarto siempre pasa la aspiradora a las cinco de la mañana, de que su marido se echa ventosidades en público, de que al pan muy blando en su familia lo llaman "yoyitas", de que ha ido al dentista y se ha encontrado con Jaime, y que Jaime es cuñado de Marisol... de que está preparando una muda de calzoncillos para llevársela a su Ramón, que está en la cárcel, ¡ah! y que se le olvidaba, el tabaco ha vuelto a subir.
Otra de las analogías que me ha venido a la mente mientras padecía la narración de la Ginzburg es la siguiente: imaginen la casa de unos padres; ellos han muerto, y su hija tiene que vaciarla. Los objetos que hay en la casa familiar están llenos de recuerdos... para la hija: transmitir interés a otros por esa porcelana quebrada, por el platito donde comía la abuela, por el sofá donde se dormía Paquito, por el tenedor con el que Luisito jugaba a espadachín, por las sábanas que bordó la bisabuela... solo lo consiguen los escritores que saben darle a lo particular significado universal y que saben que no todo material es narrativamente relevante. Para suscitar interés por nuestras pequeñas vidas, se necesita ser un genio, o al menos, tener talento.
Tercera analogía: escribieron un diario y lo leen al cabo de los años: es su vida, pero algunas páginas se las saltarán, creanme, porque incluso para ustedes carecerán de interés. Otras hojas los emocionarán simplemente porque eso les sucedió a ustedes. Si el propósito de Ginzburg era despojar a la narración de la profundidad y relieve que parecen darle muchos autores... enhorabuena, lo ha conseguido. Que la mayoría de las vidas, en realidad, carecen de argumentos arrebatadores y no son sino una suma desarticulada de detalles que vamos olvidando, Ginzburg lo hace sentir a la perfección, pese a que ella le tocó vivir una etapa histórica que sí hizo reflexionar a otros sobre el sentido de la vida y sobre nuestra conexión con el devenir histórico. El paso del fascismo por la vida de estos personajes tuvo que ser significativo, sí, pero no basta con decirlo, con enunciarlo, hay que recrearlo. He leído recreaciones de peleas callejeras que transmiten mucha más verdad que la de la madre de Ginzburg cuando los fascistas arrestaban a amigos y familiares.
En cuanto al estilo, sin duda, está en la línea de los escritores que abandonan " los artificios" y "el efectismo". Dicen que esta autora logra una aparente sencillez, que lleva mucho trabajo. Opino que lo que consigue, más bien, es un estilo plano, monótono, anémico, sin pulso.
Por lo que ido leyendo en internet, sé que esta opinión mía es minoritaria. Sin embargo, desde hace algunos años, me importa cada vez menos disentir de la consideración de obra maestra de la que gozan tantas novelas hoy día y que, probablemente, dentro de cincuenta años,habrán caído en el olvido.
domingo, 20 de enero de 2019
Hiperión, de Hölderlin o la desazón romántica
Hiperión, de Hölderlin es una de las joyas del Romanticismo. No muy leída en España, se ha quedado como una reliquia para estudiosos, o esa es mi impresión. Al lector contemporáneo, a quien ni siquiera el realismo sucio le parece sucio, obras como la de Hölderlin le suelen de un idealismo desmesurado. Sin embargo, Hölderlin recoge en esta obra muchos de los síntomas de la gran crisis de la Modernidad. El Capitalismo iniciaba su paso triunfal armado de la ciencia y la razón, que enseguida puso al servicio de la técnica, que tendría que estar al servicio de la creación de beneficios económicos de una élite. Quienes no entraran en esa dinámica, sobraban; los poetas fueron expulsados de la república, no porque hicieran copias de copias, como decía Platón, sino por todo lo contrario: porque de sus obras no se vendían suficientes. Viendo cómo la naturaleza se convierte en fuente de recursos económicos y se la explota sin misericordia; viendo cómo el ser humano no es más que mano de obra, y se lo explota sin misericordia; viendo como el arte no es más que una mercancía más que ha de someterse a las leyes de mercado...los poetas presentan los primeros el mal de siglo que luego se extenderá por todas las capas hasta llegarnos al tuétano.
Estos son esos rasgos del Romanticismo que, en mi opinión, pueden encontrar en Hiperión y que todavía nos dicen muchos de nosotros.
1.El rechazo al racionalismo Como tantos otros románticos, en Hiperión, Hölderlin advierte de que la razón no lo puede todo, que la inteligencia no hace siempre el mundo inteligible. El poeta accede a otra comprensión que nos es más necesaria que la que da la razón. Habla ya desde el presentimiento de que la razón instrumental, puesta al servicio del economicismo arrumbará la voz del poeta, lqa situarán en los márgenes de la sociedad, la desprestigiará como inútil, o como aperitivo y ornamento de las fiestas burguesas. Se convertirá en el mendigo de esa sociedad: “El hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona”
2.La soledad. El tema de la soledad era prácticamente inexistente como problema vital antes del Romanticismo. Cierto que el malestar con la vida urbana y las épocas conflictivas había dado ya en la Antigüedad el tópico de la vida retirada, de la huida al campo, de la bucólica contemplativa. Sin embargo, es con los románticos con quienes la soledad es un sentimiento de escisión. Con ellos, el tema de la soledad es el síntoma de una sociedad que va a hacer de la alienación ( de sí mismo y de los demás) un tema recurrente. La soledad, por un lado, se exalta como el momento más profundo de la introspección subjetiva y de comunión con la naturaleza,convertida en nueva divinidad. Höldelin, en Hiperión, a su vuelta a Alemania habla de la soledad del hombre que no encuentra comunidad entre otros hombres ; al final, presenta la soledad humana que se consuela en el panteísmo, en el sentimiento de que el uno y el todo son lo mismo y, por lo tanto, vivos y muertos, presentes y ausentes forman parte indestructible de la Naturaleza, del Universo.
3.La naturaleza bella, sublime, fuerza del alma, compañera del enamorado, fuente de inspiración, refugio contra la angustia. Muchos de nuestros sentimientos y nuestra visión sobre la naturaleza los hemos heredado de los románticos. Hölderlin es uno de esos poetas que la diviniza con tal sinceridad que conmociona. Hay momentos en Hiperión que recuerdan a Keats, ese magnífico poeta inglés que hizo de la contemplación de una arbusto un momento religioso.
4.El individualismo y el deseo de comunión social. El Romanticismo es el reinado del YO. El punto de vista desde el que todo se filtra. Ese subjetivismo ha quedado en nuestra cultura y para colmo la ciencia hasta antes de la física cuántica tan objetiva afirma que no se puede separar sujeto de objeto en la investigación científica. En Hiperión tenemos a un individuo en busca de su plena realización humana ( que para Höldelin es lo mismo que decir divina) a través de cinco valores fundamentales indisolubles: el amor ( Diótima), la lucha por la libertad ( Grecia), la comunión con la naturaleza, el amor a la belleza ( en sus varias expresiones, entre ellas, la propia poesía), la comunión con la humanidad. El Romanticismo pondrá de relieve una y otra vez la difícil dialéctica entre individuo y sociedad. Hiperión acaba desencantado de la comunidad de hombres libres que luchaban en Grecia y se refugia en la naturaleza.
5.El amor y la muerte Como queda dicho, uno de los ejes temáticos de Hiperión es el amor. Diótima es el amor espiritual y puro; su sino es trágico pese a la voluntad de los amantes. En el Romanticismo cuando no es es alguna norma o ley autoritarias es la muerte la que se alza como el gran obstáculo. Claro que la muerte, dado el panteísmo romántico de Höldelin, no es el final. Los amantes quedarán otra vez reunidos porque cada ser es parte de un todo eterno: “Todo lo que se separa vuelve a unirse”.
6.La lucha por la libertad de los pueblos oprimidos. Recordemos a Byron; recordemos a Ugo Foscolo. Muchos románticos se entusiasmaron con luchas que hoy llamaríamos de liberación: las de Grecia, las de Italia... En esas luchas contra la tiranía, no pocos acabaron como Hiperión: espantados de que quienes luchaban por la libertad acabasen con el mismo comportamiento de aquellos contra los que luchaban. Ocurrió como ya le pronosticó Diótima: después de conquistar la libertad muchos olvidan para qué la conquistaron. Hiperión pierde la fe en la comunidad de seres humanos libres; el desengaño depresivo forma parte de las reacciones emocionales de muchos románticos y de sus personajes. Fueron los primeros en advertirnos de que tuviéramos cuidado con el idealismo revolucionario, que utiliza los mejores corazones y las mejores mentes para aupar, en muchos casos, a la escoria oportunista. Aun peor, quienes empiezan con ideales nobles pueden acabar con comportamientos inmundos.
7.El mundo griego Pese al innegable amor que Höldelin muestra en muchos de sus poemas hacia Alemania, es indudable que su mundo ideal estaba en la Grecia antigua, la de los héroes homéricos, la de los artistas sublimes; un mundo al que la belleza le era connatural. Alemania es el reino de la mediocridad, del utilitarismo ramplón, de la mentalidad cobarde…
Lean Hiperión con calma, con delectación. Piensen que quizá el dolor y la angustia que se respira en la obra lo hayamos vulgarizado, nos parezca retórico, como tantas otras cosas del Romanticismo, pero que, por debajo de nuestro escepticismo, laten muchas de esas aspiraciones y desengaños. Toda crisis, y no cabe duda de que en nuestros días estamos viviendo una tremenda, nos devuelve a la desazón romántica del desencantado Hiperión.
Estos son esos rasgos del Romanticismo que, en mi opinión, pueden encontrar en Hiperión y que todavía nos dicen muchos de nosotros.
1.El rechazo al racionalismo Como tantos otros románticos, en Hiperión, Hölderlin advierte de que la razón no lo puede todo, que la inteligencia no hace siempre el mundo inteligible. El poeta accede a otra comprensión que nos es más necesaria que la que da la razón. Habla ya desde el presentimiento de que la razón instrumental, puesta al servicio del economicismo arrumbará la voz del poeta, lqa situarán en los márgenes de la sociedad, la desprestigiará como inútil, o como aperitivo y ornamento de las fiestas burguesas. Se convertirá en el mendigo de esa sociedad: “El hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona”
2.La soledad. El tema de la soledad era prácticamente inexistente como problema vital antes del Romanticismo. Cierto que el malestar con la vida urbana y las épocas conflictivas había dado ya en la Antigüedad el tópico de la vida retirada, de la huida al campo, de la bucólica contemplativa. Sin embargo, es con los románticos con quienes la soledad es un sentimiento de escisión. Con ellos, el tema de la soledad es el síntoma de una sociedad que va a hacer de la alienación ( de sí mismo y de los demás) un tema recurrente. La soledad, por un lado, se exalta como el momento más profundo de la introspección subjetiva y de comunión con la naturaleza,convertida en nueva divinidad. Höldelin, en Hiperión, a su vuelta a Alemania habla de la soledad del hombre que no encuentra comunidad entre otros hombres ; al final, presenta la soledad humana que se consuela en el panteísmo, en el sentimiento de que el uno y el todo son lo mismo y, por lo tanto, vivos y muertos, presentes y ausentes forman parte indestructible de la Naturaleza, del Universo.
3.La naturaleza bella, sublime, fuerza del alma, compañera del enamorado, fuente de inspiración, refugio contra la angustia. Muchos de nuestros sentimientos y nuestra visión sobre la naturaleza los hemos heredado de los románticos. Hölderlin es uno de esos poetas que la diviniza con tal sinceridad que conmociona. Hay momentos en Hiperión que recuerdan a Keats, ese magnífico poeta inglés que hizo de la contemplación de una arbusto un momento religioso.
4.El individualismo y el deseo de comunión social. El Romanticismo es el reinado del YO. El punto de vista desde el que todo se filtra. Ese subjetivismo ha quedado en nuestra cultura y para colmo la ciencia hasta antes de la física cuántica tan objetiva afirma que no se puede separar sujeto de objeto en la investigación científica. En Hiperión tenemos a un individuo en busca de su plena realización humana ( que para Höldelin es lo mismo que decir divina) a través de cinco valores fundamentales indisolubles: el amor ( Diótima), la lucha por la libertad ( Grecia), la comunión con la naturaleza, el amor a la belleza ( en sus varias expresiones, entre ellas, la propia poesía), la comunión con la humanidad. El Romanticismo pondrá de relieve una y otra vez la difícil dialéctica entre individuo y sociedad. Hiperión acaba desencantado de la comunidad de hombres libres que luchaban en Grecia y se refugia en la naturaleza.
5.El amor y la muerte Como queda dicho, uno de los ejes temáticos de Hiperión es el amor. Diótima es el amor espiritual y puro; su sino es trágico pese a la voluntad de los amantes. En el Romanticismo cuando no es es alguna norma o ley autoritarias es la muerte la que se alza como el gran obstáculo. Claro que la muerte, dado el panteísmo romántico de Höldelin, no es el final. Los amantes quedarán otra vez reunidos porque cada ser es parte de un todo eterno: “Todo lo que se separa vuelve a unirse”.
6.La lucha por la libertad de los pueblos oprimidos. Recordemos a Byron; recordemos a Ugo Foscolo. Muchos románticos se entusiasmaron con luchas que hoy llamaríamos de liberación: las de Grecia, las de Italia... En esas luchas contra la tiranía, no pocos acabaron como Hiperión: espantados de que quienes luchaban por la libertad acabasen con el mismo comportamiento de aquellos contra los que luchaban. Ocurrió como ya le pronosticó Diótima: después de conquistar la libertad muchos olvidan para qué la conquistaron. Hiperión pierde la fe en la comunidad de seres humanos libres; el desengaño depresivo forma parte de las reacciones emocionales de muchos románticos y de sus personajes. Fueron los primeros en advertirnos de que tuviéramos cuidado con el idealismo revolucionario, que utiliza los mejores corazones y las mejores mentes para aupar, en muchos casos, a la escoria oportunista. Aun peor, quienes empiezan con ideales nobles pueden acabar con comportamientos inmundos.
7.El mundo griego Pese al innegable amor que Höldelin muestra en muchos de sus poemas hacia Alemania, es indudable que su mundo ideal estaba en la Grecia antigua, la de los héroes homéricos, la de los artistas sublimes; un mundo al que la belleza le era connatural. Alemania es el reino de la mediocridad, del utilitarismo ramplón, de la mentalidad cobarde…
Lean Hiperión con calma, con delectación. Piensen que quizá el dolor y la angustia que se respira en la obra lo hayamos vulgarizado, nos parezca retórico, como tantas otras cosas del Romanticismo, pero que, por debajo de nuestro escepticismo, laten muchas de esas aspiraciones y desengaños. Toda crisis, y no cabe duda de que en nuestros días estamos viviendo una tremenda, nos devuelve a la desazón romántica del desencantado Hiperión.
martes, 15 de enero de 2019
NOVELAS LATINOAMERICANAS DE NUESTROS DÍAS
Pasó el boom de la novela latinoamericana en España, aunque tras él nos hayan quedado para siempre sus autores: Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Juan Rulfo, Vargas Llosa, Alejo Carpentier y tantos otros. Sin embargo, parece que hoy se impone por goleada la novela anglosajona en nuestros mercados. No hay más que ver las 100 recomendadas por Amazon como imprescindibles: todas en inglés. Bueno sería que nos interesáramos más por la novela que se escribe en tierras de habla hispana, aunque solo fuera por degustar nuestra idioma de primera mano y no de segunda, en traducciones. Aquí les adelanto una lista de novelas que me han ido sugiriendo algunos miembros de El club de los libros perdidos. Espero que con su ayuda se vaya completando esta lista de sugerencias.
- ARGENTINA
- Samanta Schweblin Pájaros en la boca, Ed. Lumen
- Federico Falco, Un cementerio perfecto, Ed. Demipage
- Eduardo Sacheri, La noche de la Usina, Alfaguara
- Carlos Gamerro, Las islas Ed. Edhasa
- Martín Caparrós, Los Living Ed. Anagrama
- Gabriela Cabezón Cámara, La Virgen Cabeza
- Jorge Luis Sagrera, El talón de Esaú,
- Rita Laura Segato, Ed. traficantes de sueños
- Pablo Ramos El origen de la tristeza, Ed. Malpaso
- Selva Almada, Chicas muertas, Ed Random House
- Claudia Piñeiro, Tuya Ed Alfaguara
- Sergio Olguín, La fragilidad de los cuerpos, Tusquets
- Fernanda García Lao, Muerta de hambre, Ed. El cuenco de plata
- Guillermo Martínez Crímenes Imperceptibles
- BOLIVIA
- Edmundo Paz Soldán, Los vivos y los muertos, Alfaguara
- Juan Pablo Piñeiro, Cuando Sara Chura despierte
- Homero Carvalho, Santo Vituperio
- Sisinia Anze, El abrigo negro
- Liliana Colanzi, Nuestro mundo muerto
- CHILE
- Isabel Allende: Más allá del invierno, Plaza & Janes
- Diamela Eltit, Umar, Seix Barral
- Lina Meruane, Fruta podrida, Ed. Eterna Cadencia
- Rafael Gumucio, El galán imperfecto ED. Random House
- Marcela Serrano, Diez mujeres
- COLOMBIA
- Germán Castro Caycedo: Que la muerte espere Ed. Planeta Colombia
- Mario Mendoza: Satanás, Seix Barral
- Héctor Abad, El olvido que seremos, Seix Barral
- Piedad Bonnett, Lo que no tiene nombre, Alfaguara
- Julio Gabriel Vásquez, Los informantes, Alfaguara
- Laura Restrepo, Delirio, Alfaguara
- COSTA RICA
- Carlos Cortés Zúñiga, Larga noche hacia mi madre, Alfaguara
- Fernando Contreras Castro, Cierto azul, Amazon
- CUBA
- Leonardo Padura: El hombre que amaba a los perros, Ed. Tusquets
- Alberto Guerra Naranjo, La soledad del tiempo
- Pedro Juan Gutiérrez El Rey de La Habana
- Aida Bahr, Las voces y los ecos
- Carlos Manuel Álvarez, Los caídos
- ECUADOR
- Santiago Páez, Crónicas del breve reino
- Eliécer Cárdenas, Raffles, manos de seda
- Solange Rodríguez, La primera vez que vi un fantasma
- Javier Vásconez, El viajero de Praga Ed. Pre-textos
- EL SALVADOR
- José Roberto Cea, La generación comprometida
- Alfonso Quijada Urías, Lujuria tropical
- GUATEMALA
- Héctor Gaitán, Cuentos de muertos y cementerios Librería Artemis
- Arnoldo Gálvez Suárez, Puente Adentro, Ed. F&G
- HONDURAS
- Horacio Castellanos Moya, Moronga, Ed. Random House
- Ramón Amaya Amador, Pasión verde
- MÉXICO
- Elmer Mendoza, Balas de plata Ed. Tusquets
- Gonzalo Celorio, El viaje sedentario Ed. Tusquets
- Juan Villoro, Arrecife, Anagrama
- Cristina Rivera Garza, La cresta de Ilión, Tusquets
- Jorge Volpi, Una novela criminal, Alfaguara
- Guillermo Fadanelli Hotel DF Ed. Random House
- Guadalupe Nettel Después del invierno Ed Anagrama
- Álvaro Enrigue Ahora Me Rindo Y Eso Es Todo Ed. Anagrama
- Julián Herbert Tráigame la cabeza de Quintin Tarantino E. Penguin Random House
- Xavier Velasco, Diablo guardián, Alfaguara
- Tryno Maldonado Temporada de caza para el león negro Anagrama
- Paco Ignacio Taibo II El olor de las magnolias, Ed.Planeta
- Elena Poniatowska La piel del cielo, Alfaguara
- Laura Esquivel Malinche Ed. Debolsillo
- Ángeles Mastretta, La emoción de las cosas Ed. Planeta
- Héctor Aguilar Camín: Morir en el golfo Ediciones Cal y Arena
- Fernanda Melchor, Temporada de huracanes Ed. Random House
- José Agustín La Panza del Tepozteco.
- Enrique Serna, Fruta verde
- Arturo Meza, El Santo nunca pierde
- NICARAGUA
- Gioconda Belli, El infinito en la palma de la mano Seix Barral
- Arquímedes González, Las pequeñas aventuras de Jan El Grande
- Sergio Ramírez Mercado, Ya nadie llora por mí
- Milagros Terán, Sol lascivo
- PANAMÁ
- Consuelo Tomás, Lágrima de Dragón
- Carlos Fong, Aviones dentro de casa
- Enrique Chuez, La mansión de Drácula
- PARAGUAY
- Evelio Carlos Anzoategui Gómez, En la maleta de un inmigrante
- Renée Ferrer, Los nudos del silencio
- Susana Gertopan, El retorno de Eva
- PERÚ
- Alonso Cueto, La hora azul Ed. Random House
- Vargas Llosa, El paraíso en la otra esquina Ed Punto de lectura
- Renato Cisneros, La distancia que nos separa Ed Planeta
- Raúl Tola, Flores amarillas Ed. Alfaguara
- Santiago Roncagliolo, La cuarta espada Ed. Debate
- Katya Adaui, Aquí hay icebergs Ed. Random House
- Maria José Caro, Perro de ojos negros
- PUERTO RICO
- Mayra Santos Febres La amante de Gardel
- Magali García Ramis, Felices días, tío Sergio
- REPÚBLICA DOMINICANA
- Andrés L. Mateo, La balada de Alfonsina Bairán
- Miriam Mejía: Extraordinarias y diosas:heroínas de la cotidianidad
- URUGUAY
- Damián González Bertolino, Los trabajos del amor
- Valentín Trujillo, Cómanse la ropa
- VENEZUELA
- Luis Britto García, Abrapalabra Ed. Alfadil Ediciones
- Victoria Stefano, Lluvia Ed. Candaya
domingo, 13 de enero de 2019
UN EXTRAÑO EN PARÍS, DE W. SOMERSET MAUGHAM
No es la primera vez que me pasa: no tener noticia alguna de un autor hasta encontrar su nombre en un manual de Literatura. Así me sucedió con W. Somerset Maugham. Lo incluí de inmediato en esa larga lista de propósitos que bien podría llamarse la lista interminable. Elegí como primer bocado El filo de la navaja. Esta novela atrapó de inmediato mi curiosidad por la forma de retratar la Europa de Entreguerras, tan diferente a la de Hemingway, de quien acababa de leer París era una fiesta y Adiós a las armas. Me sorprendió el contraste de estilos y de visiones sobre un mismo lugar en los mismos años. Frente al estilo escueto y a la visión renovada que ofrece Hemingway, Somerset Maugham tiene una cremosidad decimonónica que me dejó totalmente desconcertada.Por lo demás, sus personajes no parecen haber pasado realmente por la Gran Guerra; digo realmente porque el tema está presente en la obra, pero no acaba de transformar a los personajes en profundidad, ni siquiera al protagonista "rebelde" y "anticonvencional". Tampoco la Crisis del 29 supone ningún cambio de calado: es solo una variación en las Bolsas que, como en un casino, ha hecho que el dinero circule de unos bolsillos a otras, y punto. Somerset Maugham se resiste a abandonar el salón acolchado en que la burguesía de la Belle Époque disfrutaba de un mundo delicatessen, ese mundo de ayer que fue el mejor de los mundos para autores como Stefan Zweig.
No me apresuré a leer una segunda novela de Maugham, aunque tampoco taché su nombre de la lista interminable. Volví a él sugestionada por el título de otra de sus novelas, Un extraño en París. Como al personaje de la novela, a muchos nos arrastra a esta ciudad un imaginario estereotipado, alimentado por la literatura, el cine, la moda, la historia... París mantiene su poder de evocación, haciéndonos a algunos un poco papanatas. El protagonista de la novela, Charles Mason, va en busca de un París bohemio donde vivir alguna aventurilla de riesgos controlados, y va en busca del París cultureta de los museos y los conciertos de música clásica. Claro, si fuera esto lo que hubiera encontrado, no habría novela o tendría que haberla escrito Georges Perec. La historia tramada por Maugham, un condensador de tópicos como he visto pocos, transcurre en cinco días de la época navideña: del 23 al 27 de diciembre, de algún año de los felices 20 del siglo XX. Son las vacaciones de un joven burgués de 23 años a quienes sus padres le sugieren pasar una Navidad diferente a la hogareña. Ni siquiera es una iniciativa del muchacho: va con el aval paterno. El joven tiene que iniciarse sexualmente y los padres, burgueses tolerantes y modernos, prefieren que sea con el glamour de una aventura parisina a que lo sea en un burdel inglés, más funcional y gris. Como París es París, esperan que el niño repase las lecciones sobre Arte que un día le dieron en el Louvre y deleite su espíritu con buena música. Un pack de viaje envuelto en celofán.
Dos personajes van a impedir que París sea una fiesta para Charles: Olga, una prostituta rusa, y Simon, un joven huérfano que recibió la caridad de la familia de Charles y que, como personaje zolesco, no puede superar su mala entraña heredada. Los fallos de la novela, que son garrafales, se evidencian en la creación de los personajes. Pongamos la atención sobre Charles y su increíble familia y sigamos con los demás.
La familia Mason
¿Creen ustedes en la familia perfecta?, afino más, ¿creen ustedes en la familia perfecta de burgueses ricos? ¿Se les hace difícil imaginarla? Si la imaginación no les llega, lean esta novela de Maugham. ¿Discusiones matrimoniales? Ninguna. ¿Tensiones entre padres e hijos? Ninguna. ¿Tensiones entre hermanos? Ninguna. ¿Consciencia de explotar a los trabajadores? No. ¿Problemas con alguna amistad? No. ¿Secretos familiares? Ninguno. ¿Problemas económicos? Ninguno. ¿Avergonzados de su pasado? No. ¿Preocupados por el futuro? No.
Los Mason son amantes del arte, pero sin extravagancias. Cultivan el talento artístico de sus hijos, pero comedidamente. No le impiden a su hijo dedicarse al arte, pero le convencen de su mediocridad. Charles podría vivir de las rentas, pero le inculcan la moral protestante del trabajo, que Charles hará sin pasión, pero sin desagrado. ¿El sexo? Un asunto que se trata civilizadamente. ¿El matrimonio? Una necesidad social que es un éxito si uno es razonable. Entonces, ¿qué perturba la diáfana vida del bondadoso Charles?: darse cuenta, ¡oh sorpresa!, de que su forma de vida, contrariamente al imperativo kantiano, no es universal. No, "Charles, no, -le vendrá a decir Olga- todo el mundo no vive como tú y ni siquiera toda la literatura que has leído, recomendada por tus vigilantes padres, te ha permitido darte cuenta de una verdad tan conocida por el común de los mortales". El personaje de Charles es lo que en literatura se llama un estereotipo: nace de una pieza y así chocamos de cabeza con él a lo largo de la novela. Maugham nos engaña cuando dice que esos cinco días en París han cambiado a Charles, a no ser que cambiar signifique registrar mentalmente que no todo el mundo comparte sus privilegios, y que esos privilegios hacen su vida burguesa algo más monótona que la de muchos de aquellos que no los tienen.
Olga
Olga, la princesa rusa que ni es princesa ni se llama Olga, va a ser la acompañante de Charles durante esos días navideños. Claro que Olga no puede ser una prostituta como tantas otras cuyo nombre se confundiría en la niebla de los recuerdos. La tal Olga, cuyo nombre real es Lydia, tiene una historia de personaje ruso. Maugham nos ha querido hacer aquí un remedo de la Katia de Resurrección o de la Sofía de Crimen y Castigo. Maughan trasplanta a París esa alma rusa entregada a un sacrificio purificador, con lo que produce una impresión constante de falsificación, de copia averiada, de pretensión fallida. Olga es una parodia involuntaria de Sofía o Katia. Esa mezcla de ser pobre, intelectualmente débil, pero de un alma pura y grande llega a una caricatura de difícil digestión. La ignorante Lydia, por lo demás, es capaz de sentir el arte (la música, la pintura) en una dimensión espiritual intuitiva que retoma ideas románticas caducas. Por si esto fuera poco, la pobre Lydia es también víctima, como la Lara de El Doctor Zhivago, de los bolcheviques. Aquí Maugham se despacha ideológicamente a gusto. Lo peor de todo es que, en todo momento, Lydia parece el ventrílocuo del autor: por su garganta surge un análisis de un bodegón en el Louvre; con ella hace un análisis de la música rusa; con ella expone sus ideas políticas; con ella hablan personajes literarias prestados...
Por otra parte, Olga, esa cenicienta que se purifica en el fango, encuentra un príncipe azul parisino. Se casa con un joven encantador de la pequeña burguesía francesa, nacida de glorias pasadas. Como Maugham eleva a sus personajes a categoría de prototipos, mucho me temo que en este individuo psicopático haya también un contenido, un aviso contra la pequeña burguesía, que con el vientre lleno, solo puede aficionarse a actividades delictivas por entretenimiento. Ya se sabe que el aburrimiento crea más monstruos que los sueños de la Razón.
Simon
Acabemos con Simon, la joya de la novela. Simon es un joven que en su niñez fue acogido caritativamente por la familia de Charles. Con él, cumplían con su cuota de caridad social. Nadie lo quería en la familia salvo Charles, que en su inmensa bondad, lo consideraba su amigo; al acoger a Simon la familia Mason cometió un grave error: la moraleja es esa de "Cría cuervos..." Simon está en París en el momento en que Charles va allí a pasar esos cinco días navideños. Simon representa al proletariado, en un principio, y a los revolucionarios profesionales, después. Ni que decir tiene que es un monstruo. Se está preparando para ser la sombra de algún líder carismático que maneje a las masas como a borregos. Simon se prepara para ser el dirigente del aparato represivo de una futura dictadura. En ese ser todopoderoso en la sombra ve el desarrollo de toda su potencialidad personal. Pese a ello, Charles no puede retirarle su amistad, mostrando la peligrosa confianza de la burguesía.
Como se ve por lo dicho, el autor cae en la simplificación de la realidad y en un maniqueísmo impropios de un escritor que se respete. Puede tanto en él la intención ideológica que se retrotrae a esas formas maniqueas de las novelas de tesis y ni siquiera tiene la pasión de los culebrones. Además, en la novela, los personajes no hacen otra cosa que discursear, ese error contra el que advertía Henry James. Esa tendencia a encasquetar al lector largos discursos ideológicos ya era notoria en El filo de la navaja, solo que esa novela tenía otras cualidades que la salvaban. En un extraño en París no hay contrapesos a esa tendencia, y la novela se hunde.
Mi conclusión es evidente: si apuntan esta novela en su lista interminable, que sea a la cola. Como venía a decir el escritor portugués, Gonçalo Tavares, aquel que lee libros malos piensa que es inmortal. Es una idea de la que estoy cada vez más convencida.
No me apresuré a leer una segunda novela de Maugham, aunque tampoco taché su nombre de la lista interminable. Volví a él sugestionada por el título de otra de sus novelas, Un extraño en París. Como al personaje de la novela, a muchos nos arrastra a esta ciudad un imaginario estereotipado, alimentado por la literatura, el cine, la moda, la historia... París mantiene su poder de evocación, haciéndonos a algunos un poco papanatas. El protagonista de la novela, Charles Mason, va en busca de un París bohemio donde vivir alguna aventurilla de riesgos controlados, y va en busca del París cultureta de los museos y los conciertos de música clásica. Claro, si fuera esto lo que hubiera encontrado, no habría novela o tendría que haberla escrito Georges Perec. La historia tramada por Maugham, un condensador de tópicos como he visto pocos, transcurre en cinco días de la época navideña: del 23 al 27 de diciembre, de algún año de los felices 20 del siglo XX. Son las vacaciones de un joven burgués de 23 años a quienes sus padres le sugieren pasar una Navidad diferente a la hogareña. Ni siquiera es una iniciativa del muchacho: va con el aval paterno. El joven tiene que iniciarse sexualmente y los padres, burgueses tolerantes y modernos, prefieren que sea con el glamour de una aventura parisina a que lo sea en un burdel inglés, más funcional y gris. Como París es París, esperan que el niño repase las lecciones sobre Arte que un día le dieron en el Louvre y deleite su espíritu con buena música. Un pack de viaje envuelto en celofán.
Dos personajes van a impedir que París sea una fiesta para Charles: Olga, una prostituta rusa, y Simon, un joven huérfano que recibió la caridad de la familia de Charles y que, como personaje zolesco, no puede superar su mala entraña heredada. Los fallos de la novela, que son garrafales, se evidencian en la creación de los personajes. Pongamos la atención sobre Charles y su increíble familia y sigamos con los demás.
La familia Mason
¿Creen ustedes en la familia perfecta?, afino más, ¿creen ustedes en la familia perfecta de burgueses ricos? ¿Se les hace difícil imaginarla? Si la imaginación no les llega, lean esta novela de Maugham. ¿Discusiones matrimoniales? Ninguna. ¿Tensiones entre padres e hijos? Ninguna. ¿Tensiones entre hermanos? Ninguna. ¿Consciencia de explotar a los trabajadores? No. ¿Problemas con alguna amistad? No. ¿Secretos familiares? Ninguno. ¿Problemas económicos? Ninguno. ¿Avergonzados de su pasado? No. ¿Preocupados por el futuro? No.
Los Mason son amantes del arte, pero sin extravagancias. Cultivan el talento artístico de sus hijos, pero comedidamente. No le impiden a su hijo dedicarse al arte, pero le convencen de su mediocridad. Charles podría vivir de las rentas, pero le inculcan la moral protestante del trabajo, que Charles hará sin pasión, pero sin desagrado. ¿El sexo? Un asunto que se trata civilizadamente. ¿El matrimonio? Una necesidad social que es un éxito si uno es razonable. Entonces, ¿qué perturba la diáfana vida del bondadoso Charles?: darse cuenta, ¡oh sorpresa!, de que su forma de vida, contrariamente al imperativo kantiano, no es universal. No, "Charles, no, -le vendrá a decir Olga- todo el mundo no vive como tú y ni siquiera toda la literatura que has leído, recomendada por tus vigilantes padres, te ha permitido darte cuenta de una verdad tan conocida por el común de los mortales". El personaje de Charles es lo que en literatura se llama un estereotipo: nace de una pieza y así chocamos de cabeza con él a lo largo de la novela. Maugham nos engaña cuando dice que esos cinco días en París han cambiado a Charles, a no ser que cambiar signifique registrar mentalmente que no todo el mundo comparte sus privilegios, y que esos privilegios hacen su vida burguesa algo más monótona que la de muchos de aquellos que no los tienen.
Olga
Olga, la princesa rusa que ni es princesa ni se llama Olga, va a ser la acompañante de Charles durante esos días navideños. Claro que Olga no puede ser una prostituta como tantas otras cuyo nombre se confundiría en la niebla de los recuerdos. La tal Olga, cuyo nombre real es Lydia, tiene una historia de personaje ruso. Maugham nos ha querido hacer aquí un remedo de la Katia de Resurrección o de la Sofía de Crimen y Castigo. Maughan trasplanta a París esa alma rusa entregada a un sacrificio purificador, con lo que produce una impresión constante de falsificación, de copia averiada, de pretensión fallida. Olga es una parodia involuntaria de Sofía o Katia. Esa mezcla de ser pobre, intelectualmente débil, pero de un alma pura y grande llega a una caricatura de difícil digestión. La ignorante Lydia, por lo demás, es capaz de sentir el arte (la música, la pintura) en una dimensión espiritual intuitiva que retoma ideas románticas caducas. Por si esto fuera poco, la pobre Lydia es también víctima, como la Lara de El Doctor Zhivago, de los bolcheviques. Aquí Maugham se despacha ideológicamente a gusto. Lo peor de todo es que, en todo momento, Lydia parece el ventrílocuo del autor: por su garganta surge un análisis de un bodegón en el Louvre; con ella hace un análisis de la música rusa; con ella expone sus ideas políticas; con ella hablan personajes literarias prestados...
Por otra parte, Olga, esa cenicienta que se purifica en el fango, encuentra un príncipe azul parisino. Se casa con un joven encantador de la pequeña burguesía francesa, nacida de glorias pasadas. Como Maugham eleva a sus personajes a categoría de prototipos, mucho me temo que en este individuo psicopático haya también un contenido, un aviso contra la pequeña burguesía, que con el vientre lleno, solo puede aficionarse a actividades delictivas por entretenimiento. Ya se sabe que el aburrimiento crea más monstruos que los sueños de la Razón.
Simon
Acabemos con Simon, la joya de la novela. Simon es un joven que en su niñez fue acogido caritativamente por la familia de Charles. Con él, cumplían con su cuota de caridad social. Nadie lo quería en la familia salvo Charles, que en su inmensa bondad, lo consideraba su amigo; al acoger a Simon la familia Mason cometió un grave error: la moraleja es esa de "Cría cuervos..." Simon está en París en el momento en que Charles va allí a pasar esos cinco días navideños. Simon representa al proletariado, en un principio, y a los revolucionarios profesionales, después. Ni que decir tiene que es un monstruo. Se está preparando para ser la sombra de algún líder carismático que maneje a las masas como a borregos. Simon se prepara para ser el dirigente del aparato represivo de una futura dictadura. En ese ser todopoderoso en la sombra ve el desarrollo de toda su potencialidad personal. Pese a ello, Charles no puede retirarle su amistad, mostrando la peligrosa confianza de la burguesía.
Como se ve por lo dicho, el autor cae en la simplificación de la realidad y en un maniqueísmo impropios de un escritor que se respete. Puede tanto en él la intención ideológica que se retrotrae a esas formas maniqueas de las novelas de tesis y ni siquiera tiene la pasión de los culebrones. Además, en la novela, los personajes no hacen otra cosa que discursear, ese error contra el que advertía Henry James. Esa tendencia a encasquetar al lector largos discursos ideológicos ya era notoria en El filo de la navaja, solo que esa novela tenía otras cualidades que la salvaban. En un extraño en París no hay contrapesos a esa tendencia, y la novela se hunde.
Mi conclusión es evidente: si apuntan esta novela en su lista interminable, que sea a la cola. Como venía a decir el escritor portugués, Gonçalo Tavares, aquel que lee libros malos piensa que es inmortal. Es una idea de la que estoy cada vez más convencida.
domingo, 6 de enero de 2019
RECOMENDACIONES DE LECTURAS PARA NIÑOS Y ADOLESCENTES
Frecuentemente padres, docentes o los propios adolescentes piden recomendaciones de lectura. Con frecuencia estamos atascados en una o dos recomendaciones que hemos dado desde años. Aquí les dejo a todos una lista de novelas, unas juveniles, otras que sin serlo podrían gustarles a algunos adolescentes. Clicando en el enlace pueden informarse del tema de cada libro y, en algunos casos , de la edad para la que está recomendado. Por supuesto, se admiten sugerencias.
- No te muevas, Musaraña, Rafael Salmerón
- La balada de los unicornios, Ledicia Costas
- Guardianes de la ciudadela, Laura Gallego
- Invisible, Eloy Moreno
- Desconocidos, David Lozano
- Biografía de un cuerpo, Mónica Rodríguez
- Un monstruo viene a verme, Patrick Ness
- El reloj mecánico, Philip Pullman
- La puerta del bosque, Melissa Albert
- Se cerraron mis ojos, Patrick Bard
- Donde los árboles cantan, Laura Gallego
- El ladrón del rayo Rick Riordan
- Memorias de Idhún, Laura Gallego
- Steelheart, Brandon Sanderson
- Sangre de Campeón, Carlos Cuauhtemoc Sánchez
- La batalla de un sueño invencible, David Alvárez Vásquez
- El caballero de la armadura oxidada, Robert Fisher
- El descubrimiento de Filo Episteme, Mathew Lipman
- Las crónica de Kane, Rick Riordan
- Magnus Chase, Rick Riordan
- Magisterium. La torre de oro Cassandra Clare y Holly Black
- Fablehaven, Brandon Mull
- Gregor: el oscuro secreto, Susan Collins
- La vuelta al mundo en 80 días, Julio Verne
- Viaje al centro de la tierra, Julio Verne
- La isla misteriosa, Julio Verne
- Cinco semanas en globo, Julio Verne
- Dos años de vacaciones, Julio Verne
- Un capitán de quince años, Julio Verne
- Tom Sawyer, Mark Twain
- Las aventuras de Huckleberry Finn, Mark Twain
- El príncipe y el mendigo, Mark Twain
- Matar a un ruiseñor, Harper Lee
- Bajo la misma estrella, John Green
- Play, Javier Ruescas
- Al otro lado de la pantalla, Alba Quintas Garciandía
- El niño con el pijama a rayas, John Boyne
- La rueda del tiempo, Robert Jordan y Brandon Sanderson
- El señor de los anillos, J.R.R. Tolkien
- Yo, Robot, Isaac Asimov
- Historias de Terramar, Ursula K. Le Guin
- Las ventajas de ser un marginado, Stephen Chbosky
- Violet y Finch, Jennifer Niven
- El Hobbit, J. R. R. Tolkien
- El secreto de la esfinge, Ana Alcolea
- Los archivos secretos de la Sra. Basil E. Frankweiler
- El curioso incidente del perro a medianoche , Mark Haddon
- La feria de las tinieblas, Ray Bradbury
- Kafka y la muñeca viajera, Jordi Sierra i Fabra
- El hombre invisible, H.G. Wells
- Un saco de canicas, Joseph Joffo
- El conde de Montecristo, Alejandro Dumas
- Saga "Los juegos del hambre", de Suzanne Collins
- Divergente, de Verónica Roth
- Las ventajas de ser invisible, de Stephen Chbosky
- Ciudades de papel, de John Green
- Academia de vampiros, de Richelle Mead
- Sweet Sixteen, Annelise Heurtier
- Atlas de las constelaciones, Susanna Hislop
- Yo, Leonard,Ralph Steadman
- La ladrona de libros, de Markus Zusak
- El juego de Ender, Orson Scott Card
- El Principito, de Antoine de Saint Exupéry
- Un mundo feliz, de Aldous Huxley
- Volví para mostrarte que podía volar, Robin Klein
- La elegancia del erizo, Muriel Barbery
- Las lágrimas de Shiva, César Mallorquí
- Mi planta de naranja lima, José Mauro de Vasconcelos
- Los incursores, Mary Norton
- Los niños de Bullerbyn, Astrid Lindgren
- Vencejos y amazonas, Arthur Ransome
- El aula voladora, Erich Kästner
- Los patines de plata, Mary Mapes Dodge
- El jardín secreto, Frances Hodgson Burnett
- El águila de la novena región, Rosemary Sutcliff
- Los tres mosqueteros, Alexandre Dumas
- Un mago de Terramar, Ursula K. Le Guin
- Recuerdos entomológicos, Jean Henri Fabre
- El largo invierno, Laura Ingalls Wilder
- El pequeño lord, Frances Hodgson Burnet
- Las aventuras de Sherlock Holmes, Arthur Conan Doyle
- Alicia en el país de las maravillas, Lewis Carroll
- La pequeña biblioteca, Eleanor Farjeon
- Nueve cuentos y uno más, Karel Čapek
- Robinson Crusoe, Daniel Defoe
- El hobbit, J. R. R. Tolkien
- Viaje al oeste, Wu Cheng'en
- Las aventuras de Cebolleta, Gianni Rodari
- La isla del tesoro, Robert Louis Stevenson
- El viento en los sauces, Kenneth Grahame
- El caballito jorobado, Pyotr Pavlovich Yershov
- El caballito blanco, Elizabeth Goudge
- La rosa y el anillo, William Makepeace Thackeray
- Ivan el imbécil, León Tolstói
- Los viajes del Doctor Dolittle, Hugh Loft
- El día que se perdió la cordura, Javier Castillo
- Matilda, Roald Dahl
- Charlie y la fábrica de chocolate, Roald Dahl
- Las crónicas de Narnia, C.S. Lewis
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