viernes, 15 de septiembre de 2017

ARDIENTE SECRETO, DE STEFAN ZWEIG


El escritor austriaco Stefan Zweig ( Viena 1881; Petrópolis, 1942) publicó Ardiente secreto en 1911; esta novela psicológica de personajes, la  primera de su abundante producción,  tuvo un enorme éxito que sorprendió al autor mismo: posiblemente no se dio cuenta de que los lectores burgueses  celebraban  a   un nuevo escritor, también burgués, que los retrataba tal y como ellos querían verse a sí mismos.  En la  gestación de la obra   tuvo mucho que ver  el entusiasmo del autor por  las teorías de  Sigmund Freud, quien, en esa primera década del siglo XX, recibía al fin el reconocimiento oficial y público. Por lo demás, Zweig era  un  escritor  que seguía  los derroteros narrativos de los  autores decimonónicos que admiraban él  y sus lectores  ( Stendhal y Balzac, entre otros). El caso es que Zweig escribió Ardiente secreto  en la misma época en que los mejores novelistas europeos se alejaban de las complacencias burguesas y del realismo decimonónico  como de la peste. Desde 1908, en el número 102 del Boulevar Haussmann, Marcel Proust escribía   Por el camino de Swann (publicada en 1913), la primera entrega de En busca del tiempo perdido. En Praga, Franz Kafka trazaba  La Metamorfosis ( publica en 1913) y en la dublinesa Eccles Street se afanaba James Joyce con Dublineses ( 1914). No quiere decir esto, ni mucho menos, que la novela de Zweig carezca de interés. Sin duda tiene, entre sus debilidades, muchos aciertos narrativos.

En Ardiente secreto, todo el juego narrativo se produce al tensar los deseos y las emociones  de un triángulo  singular de personajes: un joven  barón, una burguesa madura y un niño de 12 años.
El joven barón, un donjuán vacacional, se  entrega al juego de la seducción  por el placer  del desafío; Matilde, una burguesa madura y aburrida,  desea vivir una pasión efímera  intentando evitar la deshonra de una infidelidad descubierta y Edgar, el hijo de Matilde, es un muchachito inocente, con grandes carencias afectivas que va a ir descubriendo algo insospechado en los adultos. Los tres personajes se encuentran en un hotel de los Alpes donde el hijo de Matilde está convalesciente de alguna  enfermedad pulmonar y el joven barón aprovecha una semana de asueto. La novela, en sus inicios, parece no plantear más que  una de las consabidas escaramuzas entre un seductor frío y calculador y una mujer casada que presentará resistencia solo por un tiempo, sea por convicción, sea por convención. Recordemos que toda aventura donjuanesca presupone un triángulo: en uno de sus vértices está el marido o el padre: alguien que representa la propiedad legítima sobre la mujer; cuando no lo hay explícitamente, es la moral social abstracta la que actúa como tal. Lo original de esta novela es que el triángulo lo completa el niño y no es casualidad que sea un niño y no, una niña, ya veremos por qué. El error de este donjuán alpino  es que instrumentaliza al niño, lo usa como el modo más efectivo  de abordar a la madre.  Al hacerlo agita  en el muchacho un avispero de emociones que desconoce. Edgar se aferra como una lapa a las muestras de afecto del barón, desvelando en ello su soledad, su desamparo infantil, su desorbitada necesidad de amor y atención y, denunciando a la vez,  la frialdad y negligencia maternas.  Cuando  entre el barón y la dama no queda sino encontrar el momento y el lugar para consumar su deseo, el niño se convierte en un estorbo y decaen bruscamente las muestras de afecto del seductor y  de la madre hacia él . Y de nuevo, Zweig tiene un acierto narrativo. No solo  nos descubre en el niño la formación de emociones de una turbiedad perturbadora, sino que, aguijoneado por el despecho, el niño se convierte en un espejo desagradable de los dos adultos a quienes el muchacho quita la careta de la hipocresía;  por  otra parte,  Zweig   convierte al muchacho en un “detective”que busca el móvil del delito que han cometido contra él al abandonarlo. Esto da a la narración un dinamismo propio de la novela criminal.  Por supuesto, el secreto motor de las acciones de los adultos que el niño no entiende es la pulsión sexual. Es innegable que Zweig conocía el valor simbólico que Freud otorgaba a la autoridad del padre. El muchacho, para impedir el acercamiento de su madre y del barón, invoca a su padre y detecta que  cuando lo hace ambos se sienten incómodos. La palabra "padre" evoca un mandato moral sin que importe que el padre de carne y hueso sea un tipo vulgar. Hay que respetar en él lo simbólico, el mandato social.  El niño se sale con la suya y el barón tiene que abandonar el campo de batalla, vencido. El amante intruso, con sus pulsiones sexuales al servicio de desordenados apetitos antisociales es presentado como un destructor de la familia. Después de expulsado el amante, el niño se enfrenta cara a cara con su madre, convirtiéndose en su juez moral; la llega a abofetear, asumiendo en este acto violento su estatus superior por mucho que hoy nos parezca deplorable. En el poder de juzgar y castigar moralmente a la mujer  consiste la entrada masculina en la madurez. Con su acción, el muchacho reconstruye el orden familiar en el que la madre deja de ser definitivamente mujer, es decir, un ser sexuado con pulsiones peligrosas, para ser únicamente madre, es decir, un ser subalterno cuya finalidad en la vida nunca puede ser ella misma.

Acabo recordando lo que decía al principio : si  esta novela gozó de tan jubilosa acogida es porque confirmaba a sus lectores en sus prejuicios, en su identidad de clase y de género. Ofrecía un final feliz en que la sexualidad femenina se sacrificaba  gustosamente en aras de un bien social. Una vez aceptado esto, la histeria  femenina desaparecía.Ya lo decía Freud, el problema de las mujeres es no aceptar su verdadera naturaleza sexual. En fin, desde entonces ha llovido mucho y es por eso que esta novela es hoy, quizá, papel mojado.




jueves, 7 de septiembre de 2017

EL CORONAL CHABERT O HAY OTRAS COSAS PEORES QUE ESTAR MUERTO

                                             
                                                                 

 Leí esta novela breve  por primera vez allá por la década de los 90. Recuerdo el escalofrío que me produjo la historia del retorno a la sociedad de los vivos  de un individuo civilmente muerto. No era un novela gótica, no, su terror era   peor porque respondía  a una situación  muy  real. Chabert había sufrido una de esas atrocidades de la guerra en que muertos, moribundos  y heridos graves son arrojados a una fosa común sin mayor certificado que su pinta  de muertos . Chabert logró salir de la fosa, aunque descubrirá que la pérdida de identidad, la anulación social y la miseria económica  son peores que la muerte.

El interés por releer esta novela  se lo debo a Enamoramientos de   Javier Marías. El largo pasaje que Marías dedica a El Coronel Chabert  es uno de los mejores análisis de la novela del autor francés. El personaje  de Enamoramientos concluye  que nadie desea, en el fondo más oscuro de sí mismo, que un muerto recobre su vida y perturbe la de aquellos que han rehecho la suya sin contar con él, definitivamente.

Magistralmente Balzac interrelaciona la historia- con minúscula- del individuo  Chabert  con los cambios colectivos de la Historia-con mayúscula- que se  produjeron en Francia entre El Imperio napoleónico y La Restauración borbónica. Chabert  fue un hijo más de la Revolución Francesa . Esta había catapultado a jóvenes del campesinado, de la pequeña burguesía, incluso de los grupos marginados y del  lumpen  a cargos  medios y altos  del ejército y de la burocracia. Junto al ascenso  social y económico, les dio una nueva identidad. Chabert, un pobre hospiciano, se convertirá en un héroe patrio cuyo nombre recogerán  los libros de Historia. En su intento de recuperar su identidad, sus logros sociales y económicos y su matrimonio   verá que su pequeño universo  individual se ha derrumbado junto con las glorias y las ilusiones   del Imperio. Descubrirá también  que pese al retorno de los Borbones( El Antiguo Régimen contra el que lucharon )  la sociedad parisina vive en la vorágine de una sociedad burguesa  cuyo valor supremo es el enriquecimiento a toda costa y por cualquier medio. El supuesto triunfo moral de Chabert sobre esa sociedad inmisericorde, que tan bien representa  su propia mujer,  tiene el amargo regusto de un gesto completamente inútil.

Una noticia que nos dice que hechos como este pueden seguir ocurriendo
https://www.eldiario.es/fotos/Campos-Olvega-Miguel-Angel-Garcia_EDIIMA20180315_0014_19.jpg

lunes, 4 de septiembre de 2017

AMOK, DE STEFAN ZWEIG


El título de una novela  no es un asunto baladí. A menudo  es como una  brújula para orientarse  en el mar de libros que atestan las librerías. Confieso que  Amok fue un título que  no me   atrajo  cuando  entresaqué el libro  de la estantería dedicada a Stefan Zweig. Me pareció el nombre de algún personaje exótico y estuve a punto de dejarlo.  ¿Y qué es el Amok ? El protagonista del relato nos lo define: “Es más que una embriaguez…, es una locura, una especie de rabia humana…, un ataque de monomanía, insensata, que no se puede confundir con ninguna intoxicación alcohólica.


Quien así describe ese tipo de locura es un médico alemán que vive  en una pequeña aldea de la  Polinesia.  Allí vegeta prácticamente aislado.  Un día,  recibe la  sorprendente visita  de una mujer blanca cuyas características son todo lo que  él más admira y detesta: fría , orgullosa, altanera, dominante y muy hermosa. Recurre  a este  cirujano segura   de que  hará con habilidad y discreción cuanto ella exija. La dama, esposa de un rico comerciante holandés,  está embarazada de un amante ; el regreso inminente de su marido, después de una ausencia de cinco meses, la urgen a  poner fin a su embarazo de una forma secreta.  En principio, el médico se niega, no por  principios morales, sino  por resistir a la fascinación que le produce el autocontrol y la soberbia de la mujer. Quiere que le ruegue, que doblegue su orgullo, cosa que la mujer no hace. A partir de aquí, una mezcla de odio y deseo feroz  se apodera del doctor y desencadena una cascada de acontecimientos que lo arrastran sin que él pueda ejercer ningún control sobre ellos.


Sin duda uno de los atractivos  de la novela radica en  los muchos elementos psicológicos que la nutren. Stefan Zweig escribe interesado y preocupado  por las derivas de lo irracional, de las conductas autodestructivas, por la carencia de autocontrol y por  la mezcla de sentimientos y emociones contradictorios; amor y odio, compasión y crueldad, altruismo y mezquindad...

A quienes hayan leído otras novelas de Zweig  les resultarán  muy familiares los procedimientos narrativos del autor: Zweig se siente muy cómodo en un tipo de narración que podríamos llamar  "confesional". En Amok , un pasajero de un barco ( narrador testigo)  se encuentra  durante la travesía  a un extraño individuo  que se esconde de los demás pasajeros (el médico alemán). Durante una noche en cubierta, este último, un verdadero náufrago de la vida  que ya no soporta la carga de su secreto y está al borde del colapso, le cuenta su  desgarradora historia. Su final nos lo desvelará el narrador testigo. Es el mismo procedimiento que Zweig sigue en Novela de Ajedrez o en Veinticuatro horas en la vida de una mujer.

Al igual que en las  dos novelas citadas, Zweig crea en Amok una novela de personaje: se centra en un individuo  y aparecen una antagonista y algunos personajes fugaces . Esa misma tendencia a la concentración se da en el tratamiento del espacio: la narración ocurre en un trasatlántico,  el  Estrella del Sur,   y los hechos  del pasado narrados por el médico,  en la aldea donde ejercía él   y la ciudad donde habitaba ella. El tiempo de la acción  está  delimitado  con precisión : dos días en el barco y  cuatro días de 1904  para la acción central.

Sin tropiezos ni  rodeos, el ritmo es ágil, sostenido como una flecha que se dirige a su final inevitable. El gusto de Zweig por la linealidad  cronológica y la ausencia de cualquier experimentalismo formal hacen de la lectura de esta  elegante novela breve un ejercicio fácil y agradable.






UN ENCUENTRO CON JUAN LUIS PANERO







De todos los géneros literarios, el lírico es el hermano pobre (pobre en lectores y, sin duda, en recaudación)  desde hace un siglo y medio, por lo menos. Mucho me  temo que   hoy en día haya  más poetas que lectores de poesía, porque, por estrambótica que parezca la idea, hay quien escribe poesía pero no la lee.  Sin embargo, pese a que hay pocos lectores asiduos, es indudable que sí existen esos pocos poemas que algún día nos dijeron algo importante, dieron forma a una emoción para la que nosotros  no teníamos sino pobres y escasas palabras; pusieron sonido a nuestros silencios impotentes y se volvieron lectura recurrente.

Decía Pere Rovira, un excelente poeta catalán, que llegados a los 50 años, el miedo a la parca enseña las orejas. A veces asoma antes cuando la desgracia se ensaña con los más próximos, con aquellos que creíamos estarían siempre a nuestro lado. Lo más extraño de la poesía es que da belleza  a esas dudas angustiosas, a esas obsesivas preguntas para las que ni la ciencia ni la filosofía ha encontrado respuesta apaciguadora.

En esto pensaba yo hojeando la excelente antología que publicó Visor titulada  El último tercio del siglo (1968-1998), Antología consultada de la poesía española  cuando topé con este poema de Juan Luis Panero que pone palabras a una obsesión muy común...un tópico literario que, sin embargo, no pierde su fuerza en manos de los buenos poetas.

El HOMBRE INVISIBLE
Se mira en el espejo que ya no le refleja,
todo, menos él, aparece en la fría superficie,
la habitación, muebles y cuadros, la variable luz del día.
Así aprende, con terror silencioso, a verse,
no en los gestos teatrales -aún rasgos humanos-
de la muerte,
sino en los días de después, en el vacío de la nada.
Inútil cerrar los ojos, estúpido romper el terco espejo,
buscar otro más fiel o más amable.
Es él sólo, el hombre invisible, el que desaparece,
es sólo él, una huella borrada,
que no contempla a nadie, porque es nadie,
la nada en el cristal indiferente de la vida.



viernes, 1 de septiembre de 2017

HISTORIA DE UN OCASO, DE STEFAN ZWEIG

Este volumen que lleva el título de Amok, contiene otros relatos, entre ellos Historia de un ocaso

Historia de un ocaso  es  un título de connotaciones un poco  épico-apocalípticas; es leerlo  y pensar en la decadencia de un imperio, de una civilización o, cuanto menos, de algún césar. No tanto, no tanto, pero tampoco es  la caída de un personaje de tres al cuarto. Stefan Zweig  se sintió atraído por  la historia  de una joven  aristócrata  de cierta relevancia en la corte de Luis XV,  Madame de Prie,  la favorita durante dos años de este rey de Francia.  El narrador no nos va a  introducir en  el mundillo de intrigas palaciegas  o en las  cuestiones de Estado que cambiaron la suerte y la vida  de esta dama, sino que, con gran acierto,  nos la presenta  prácticamente haciendo las maletas- es un decir-  tras recibir un billet  perfumado  en que el Rey la invita, no muy  cortésmente, a cuidar su salud en  la verde y lejana Normandía. Allí pasará unas semanas (desde su llegada en el verano de 1727 hasta el  7 de octubre) en que dos imposibilidades - la de  vivir en el destierro  y la de volver a la  situación anterior a él-  producirán  su derrumbe psicológico.

Porque esta novela, además de histórica, es una magistral novela psicológica. Así, en frío, una, que es plebeya, piensa  que el modo de castigar  que se gastaban los reyes  con nobles y favoritas era bastante benévolo y hasta flojillo : una estancia en un palacio (en el culo del mundo, sí, pero palacio), servidos  ricamente. Pero ahí está Zweig que  nos hace sentir realmente qué significa el poder para los poderosos, qué significa   pasar en un instante de estar  en el  centro del mundo  a estar  en su borde, allí desde donde solo se vislumbra el abismo. El destierro acaba siendo un castigo peor que la muerte.  Madame de Prie  es despojada de su identidad al ser despojada de  sus circunstancias. Ortega y Gasset decía aquello de " yo soy yo y mis circunstancias"; pues bien, Madame de Prie no es nadie sin ellas  y no  puede rehacerse  puesto que no dispone de los recursos espirituales para la empresa. Ella ya no es ella sino un vacío que ocupan  la debilidad, el  miedo, la rabia y la desesperación. Madame de Prie carece de mundo interior, al menos, en el sentido en que  lo entendemos desde la modernidad romántica y posromántica ;  toda ella, bajo sus ropajes de seda y su peluca empolvada, es superficial, frívola, artificial, teatral y cruel. Para esta aristócrata los demás  seres humanos no son sino  juguetes cuyos resortes  manipula  por crueldad, cálculo o, simplemente,  para  matar el aburrimiento.  Su gran tragedia será  descubrir que necesita a esos juguetes  humanos para ser  alguien, que necesita enredar en  sus fibras y, sobre todo, que necesita que  finjan con ella  - ya que sentirlos es imposible- admiración, amistad o amor.

Que la dama acaba mal, ya se lo  han ido barruntando ustedes; lo que no imaginan, ni yo tengo  la capacidad de transmitírselo, es  lo soberbias que son las últimas páginas de la narración. Muchas veces Zweig defrauda con sus finales; no es el caso de este relato.


jueves, 31 de agosto de 2017

PARIS ERA UNA FIESTA...EN LA QUE CADA LECTOR PARTICIPA



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Te animo, lector curioso, a que viajes a París con este libro en la maleta y lo disfrutes despacio, con fruición, como merece; con él acompañarás, a Hemingway en sus mañanas de trabajo. Se sentará invisible a tu lado, en una butaca del café donde, tras colgar su gabardina húmeda, sacará una libreta y un lápiz y escribirá un cuento tomando de vez en cuando un sorbo de ron St. James. Seguirás sus pasos por las escaleras que llevan al cuartucho donde se alimentaba de mandarinas y castañas recordando que en ese mismo edificio había vivido el desdichado Verlaine. Si estás atento, aprenderás mucho de las observaciones que va haciendo sobre su formación literaria y la importancia que tuvo en él la contemplación casi diaria de las obras de Cézanne, que tú también irás a contemplar en cuanto puedas.

De  mano  del autor,  te encaminarás al número 27 de la calle Fleurus,  a una sala llena de valiosos  cuadros, más valiosos ahora que entonces. Atravesado el túnel del tiempo, conocerás a  la anfitriona de la casa, esa misma a la que pintó Picasso cuando aún eran tan amigos. En una de las conversaciones entre Hemingway y Stein  tendrás noticia de la anécdota que dio nombre a la generación de jóvenes escritores americanos que se asentó en el París de entreguerras: La Generación Perdida.

Con sorpresa te encontrarás con grandes escritores en una cotidianidad que la escritura hace que parezca suceder eternamente. Verás a James Joyce sentado con su familia en un famoso restaurante parisino y  lo recordarás para siempre en ese momento fugaz en que acercaba sus gafas de grueso cristal al menú. No olvidarás tampoco el momento en que Hemingway  enseñaba a Ezra  los movimientos elementales del boxeo. Ya, de paso, puede que te preguntes si realmente Pound era tan santo santísimo como lo pinta Hemingway.

Si eres admirador incondicional de Fitzgerald  pondrás en duda  que   el autor del Gran Gatsby y su esposa Zelda fueran tal y como los describe Hemingway:   dos borrachuzos que no saben lo que es tener reseca porque no les da tiempo de tenerla. Es de esperar que Hemingway esté exagerando un poco, te dirás . Quizá te  plantees hasta qué punto  fue  verdad que las borracheras de Scott y sus dificultades para ponerse a escribir se debieran a la rubia Zelda.

Paris era una fiesta es uno de los mejores cantos a esta ciudad, ni grandilocuente ni poético. De los pocos libros donde París ha quedado atrapada como la fugaz mariposa en la resina transparente. Un hermoso libro para viajar leyendo y leer viajando. Un gran clásico.


martes, 1 de agosto de 2017

LAS MEDITACIONES DE MARCO AURELIO LIBRO III


En este libro III de las Meditaciones se encuentran dos de los tópicos que recorren la cultura occidental hasta hoy: el Memento mori y la fama.  También un concepto de la belleza que incluye las aparentes desviaciones de los cánones y que son bellas por haberlas causado la propia Naturaleza.

LA BELLEZA
"Conviene también estar a la expectativa de hechos como éstos, que incluso las modificaciones accesorias de las cosas naturales tienen algún encanto y atractivo. Así, por ejemplo, un trozo de pan al cocerse se agrieta en ciertas partes; esas grietas que así se forman y que, en cierto modo, son contrarias a la promesa del arte del panadero, son, en cierto modo, adecuadas, y excitan singularmente el apetito. Asimismo, los higos, cuando están muy maduros, se entreabren. Y en las aceitunas que quedan maduras en los árboles, su misma proximidad a la podredumbre añade al fruto una belleza singular. Igualmente las espigas que se inclinan hacia abajo, la melena del león y la espuma que brota de la boca de los jabalíes y muchas otras cosas, examinadas en particular, están lejos de ser bellas; y, sin embargo, al ser consecuencia de ciertos procesos naturales, cobran un aspecto bello y son atractivas. De manera que, si una persona tiene sensibilidad e inteligencia suficientemente profunda para captar lo que sucede en el conjunto, casi nada le parecerá, incluso entre las cosas que acontecen por efectos secundarios, no comportar algún encanto singular. Y esa persona verá las fauces reales de las fieras con no menor agrado que todas sus reproducciones realizadas por pintores y escultores; incluso podrá ver con sus sagaces ojos cierta plenitud y madurez en la anciana y el anciano y también, en los niños, su amable encanto. Muchas cosas semejantes se encontrarán no al alcance de cualquiera, sino, exclusivamente, para el que de verdad esté familiarizado con la naturaleza y sus obras.

MEMENTO MORI

"Hipócrates, después de haber curado muchas enfermedades, enfermó él también y murió. Los caldeos predijeron la muerte de muchos, y también a ellos les alcanzó el destino. Alejandro, Pompeyo y Cayo César, después de haber arrasado hasta los cimientos tantas veces ciudades enteras y destrozado en orden de combate numerosas miríadas de jinetes e infantes, también ellos acabaron por perder la vida. Heráclito, después de haber hecho tantas investigaciones sobre la conflagración del mundo, aquejado de hidropesía y recubierto de estiércol, murió. A Demócrito, los gusanos; gusanos también, pero distintos, acabaron con Sócrates. ¿Qué significa esto? Te embarcaste, surcaste mares, atracaste: ¡desembarca! Si es para entrar en otra vida, tampoco allí está nada vacío de dioses; pero si es para encontrarte en la insensibilidad, cesarás de soportar fatigas y placeres y de estar al servicio de una envoltura tanto más ruin cuanto más superior es la parte subordinada: ésta es inteligencia y divinidad; aquélla, tierra y sangre mezclada con polvo."

LA FAMA

" Desecha, pues, todo lo demás y conserva sólo unos pocos preceptos. Y además recuerda que cada uno vive exclusivamente el presente, el instante fugaz. Lo restante, o se ha vivido o es incierto; insignificante es, por tanto, la vida de cada uno, e insignificante también el rinconcillo de la tierra donde vive. Pequeña es asimismo la fama póstuma, incluso la más prolongada, y ésta se da a través de una sucesión de hombrecillos que muy pronto morirán, que ni siquiera se conocen a sí mismos, ni tampoco al que murió tiempo ha."

MEDITACIONES DE MARCO AURELIO, LIBRO II


De este Libro II de las Meditaciones de Marco Aurelio me han sorprendido su concepciones ( seguramente heredadas de los griegos) sobre  el ser social de los hombres, la naturaleza de la muerte y la naturaleza del tiempo. Podrían resumirse así:
-Los seres humanos hemos nacido para colaborar entre nosotros , y tratarnos como adversarios es contrario a la naturaleza.
- La muerte, despojada de los fantasmas humanos, no es otra cosa que disolución  y transformación de los elementos que nos componen. No solo es conforme a la naturaleza sino que le es útil a ésta.
-El tiempo no es sino el punto presente que vivimos; el pasado ya no es y por tanto no lo tenemos, no lo podemos perder; el futuro tampoco es, así que tampoco lo podemos perder. Pierden lo mismo el joven o el  viejo: su presente.


Citas:

“ No puedo con mi semejante ni odiarlo. Y es que hemos nacido para colaborar entre nosotros, igual que hacen nuestros pies, las manos, los párpado o la dentadura, superior e inferior. De modo que actuar como adversarios es algo contrario a la naturaleza. Y obrar contra natura es también indignarse y mostrar mutua aversión.”

“Para cualquier elemento de la naturaleza es bueno todo lo que colabora con ella en su conjunto y es capaz de conservarla. Y preservan el mundo tanto las transformaciones de los elementos  simples como los compuestos.”

“¡Cómo en un instante desaparece todo: en el mundo, los cuerpos mismos, y en el tiempo, su memoria! ¡Cómo es todo lo sensible, y especialmente lo que nos seduce por placer o nos asusta por dolor o lo que nos hace gritar por orgullo; cómo todo es vil, despreciable, sucio, fácilmente destructible y cadáver! ¡Eso debe considerar la facultad de la inteligencia! ¿Qué son esos, cuyas opiniones y palabras procuran buena fama ¿Qué es la muerte? Porque si se la mira a ella exclusivamente y se abstraen, por división de su concepto, los fantasmas que la recubren, ya no sugerirá otra cosa sino que es obra de la naturaleza. Y si alguien teme la acción de la naturaleza, es un chiquillo. Pero no sólo es la muerte acción de la naturaleza, sino también acción útil a la naturaleza. Cómo el hombre entra en contacto con Dios y por qué parte de sí mismo, y, en suma, cómo está dispuesta esa pequeña parte del hombre.”

“Aunque debieras vivir tres mil años y otras tantas veces diez mil, no obstante recuerda que nadie pierde otra vida que la que vive, ni vive otra que la que pierde. En consecuencia, lo más largo y lo más corto confluyen en un mismo punto. El presente, en efecto, es igual para todos, lo que se pierde es también igual, y lo que se separa es, evidentemente, un simple instante. Luego ni el pasado ni el futuro se podría perder, porque lo que no se tiene, ¿cómo nos lo podría arrebatar alguien? Ten siempre presente, por tanto, esas dos cosas: una, que todo, desde siempre, se presenta de forma igual y describe los mismos círculos, y nada importa que se contemple lo mismo durante cien años, doscientos o un tiempo indefinido; la otra, que el que ha vivido más tiempo y el que morirá más prematuramente, sufren idéntica pérdida. Porque sólo se nos puede privar del presente, puesto que éste sólo posees, y lo que uno no posee, no lo puede perder.”