Historia de un ocaso es un título de connotaciones un poco épico-apocalípticas; es leerlo y pensar en la decadencia de un imperio, de una civilización o, cuanto menos, de algún césar. No tanto, no tanto, pero tampoco es la caída de un personaje de tres al cuarto. Stefan Zweig se sintió atraído por la historia de una joven aristócrata de cierta relevancia en la corte de Luis XV, Madame de Prie, la favorita durante dos años de este rey de Francia. El narrador no nos va a introducir en el mundillo de intrigas palaciegas o en las cuestiones de Estado que cambiaron la suerte y la vida de esta dama, sino que, con gran acierto, nos la presenta prácticamente haciendo las maletas- es un decir- tras recibir un billet perfumado en que el Rey la invita, no muy cortésmente, a cuidar su salud en la verde y lejana Normandía. Allí pasará unas semanas (desde su llegada en el verano de 1727 hasta el 7 de octubre) en que dos imposibilidades - la de vivir en el destierro y la de volver a la situación anterior a él- producirán su derrumbe psicológico.
Porque esta novela, además de histórica, es una magistral novela psicológica. Así, en frío, una, que es plebeya, piensa que el modo de castigar que se gastaban los reyes con nobles y favoritas era bastante benévolo y hasta flojillo : una estancia en un palacio (en el culo del mundo, sí, pero palacio), servidos ricamente. Pero ahí está Zweig que nos hace sentir realmente qué significa el poder para los poderosos, qué significa pasar en un instante de estar en el centro del mundo a estar en su borde, allí desde donde solo se vislumbra el abismo. El destierro acaba siendo un castigo peor que la muerte. Madame de Prie es despojada de su identidad al ser despojada de sus circunstancias. Ortega y Gasset decía aquello de " yo soy yo y mis circunstancias"; pues bien, Madame de Prie no es nadie sin ellas y no puede rehacerse puesto que no dispone de los recursos espirituales para la empresa. Ella ya no es ella sino un vacío que ocupan la debilidad, el miedo, la rabia y la desesperación. Madame de Prie carece de mundo interior, al menos, en el sentido en que lo entendemos desde la modernidad romántica y posromántica ; toda ella, bajo sus ropajes de seda y su peluca empolvada, es superficial, frívola, artificial, teatral y cruel. Para esta aristócrata los demás seres humanos no son sino juguetes cuyos resortes manipula por crueldad, cálculo o, simplemente, para matar el aburrimiento. Su gran tragedia será descubrir que necesita a esos juguetes humanos para ser alguien, que necesita enredar en sus fibras y, sobre todo, que necesita que finjan con ella - ya que sentirlos es imposible- admiración, amistad o amor.
Que la dama acaba mal, ya se lo han ido barruntando ustedes; lo que no imaginan, ni yo tengo la capacidad de transmitírselo, es lo soberbias que son las últimas páginas de la narración. Muchas veces Zweig defrauda con sus finales; no es el caso de este relato.
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