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jueves, 8 de agosto de 2019

No, mamá, no, de Verity Bargate

La novela  "No, mamá, no" se abre con uno de los párrafos más rotundos e inquietantes  que recuerde.  Sin la menor grandilocuencia, con frases breves, con palabras comunes, la narradora y,  detrás de ella Verity Bargate, utiliza un martillo demoledor contra todos los cuentos comunes  sobre ese momento, catalogado de maravilloso, de traer una vida a este mundo.  Cada mujer vivirá de una manera diferente esa experiencia, sin duda, pero Bargate da aquí voz a aquellas que nunca pudieron romper el tabú de lo social y moralmente aceptable, esperable y exigible.

La protagonista acaba de dar a luz a su segundo hijo, Orlando; tampoco esta vez ha sido la anhelada hija. En ningún momento parece que ese deseo de una hija y el rechazo al niño se deban a frivolidades. Con maestría, Verity  Bargate crea un ambiente inquietante, incómodo, cargado de explosivos de acción retardada.   De vuelta a casa con su marido David y su primer hijo,  Matthew,  la vida transcurre  dedicada a  esas rutinas y automatismos  domésticos que la autora convierte en una pequeña gran historia de terror.

 La relación de pareja de Jodie  va mal  desde hace dos años; es decir, desde que despertaron de una pasión que fue más ciega de lo habitual.  David ejerce sobre su mujer  una violencia y una vigilancia cuya causa y finalidad no se desvelarán hasta el final, un final sorprendente y  tan contundente como el inicio de la novela.  Consciente de su indiferencia hacia a sus hijos, que no consigue vencer aunque hago los gestos maternales cuando toca, consciente  del desprecio hacia su marido al que soporta como muerta a las noches,  no encuentra salida alguna hasta que reaparece en su vida Joy, su única amiga íntima, la de su primera juventud. A una hora de distancia en tren, durante varias semanas, se ven todos los lunes. En estos encuentros Jodie lleva demasiado lejos una ficción que el lector no sabe muy bien cómo interpretar aunque   presiente que de un momento a otro una realidad inmisericorde va a succionar a la protagonista.


En fin, esta novela me ha impactado como pocas lo han hecho hasta ahora. Mucho antes de  Verity Bargate,  la cotidianidad  o la familia ya  habían sido tratadas literariamente  como el lugar donde ocurre  lo verdaderamente terrorífico; sin embargo, la mirada que aporta esta autora es única y original; su atrevimiento en tratar el tema de  la maternidad saltándose los tabúes es impresionante. Sabemos que las cosas no ocurren exactamente como nos las cuenta Jodie, la protagonista, pero difícilmente aceptaríamos la versión de los otros personajes como la válida. Sea una u otra la interpretación que el lector le dé al final,   lo cierto es que  se  sale de la lectura  dolorido y con muchas preguntas de difícil o imposible respuesta.

sábado, 27 de julio de 2019

De Madrid al cielo, de Ismael Grasa


En “De Madrid al cielo” su protagonista, Cayetano Zenón, excantante y guitarrista callejero primero, tratante de muebles y libros usados después, nos narra en primera persona  los avatares de su vida en unos días de otoño de 1993. Es la narración de un declive, por utilizar las palabras del protagonista, que se niega a vincularse a la situación histórica de crisis que vive el país, aunque evidentemente estén vinculados.
Los horizontes de Zenón no son otros que encontrar qué comer ese día y dónde y cómo conseguir el dinero para pagar el alquiler. Para hacerlo, prescinde de principios morales incómodos. Sus amistades o meros conocidos son desechos de  un desguace social: amistades perdidas de su época de comunista, un expresidiario, caseros inmisericordes, vecinos espías,  jubilados que pasan sus días jugando al ajedrez en el Retiro, libreros graciosillos de la calle Moyano, taberneros que de vez en cuando le fían un vaso de alcohol, drogadictos que se arrastran por la plaza de Santa Ana o Tirso de Molina...

Zenón nos narra los vaivenes de sus días  con una ironía distanciadora impostada, como el pobre que no quiere ni compasión ni siquiera comprensión de su situación. Su narración es salpimentada por citas tomadas de  aquí y allá en esos libros que primero roba y luego malvende en las librería de viejo. Su declive no parece sino la  rutina de la miseria  que lo llevará cuesta abajo a una muerte insignificante. Esa monotonía   la rompe repentinamente el asesinato de una joven que atrae a Zenón, y de la que, como tantos otros, se aprovecha.  La joven Paula, que se prostituye para pagar sus dosis de heroína, aparece brutalmente asesinada  en la cama de Zenón. Libre de las sospechas de la policía, el protagonista se dedicará a buscar al culpable de esa muerte. Cuando lo descubra, se romperán las pocas costuras que unen a Zenón a la sociedad.

Durante la lectura de la novela, hay algo que se hace familiar al lector, aunque sea esta la primera novela que  se lea de Grasa; y es que Zenón es un personaje creado  siguiendo la estela de novelas como "El laberinto de las aceitunas" o "El misterio de la cripta embrujada", de Eduardo Mendoza. El humor desacredita al propio narrador ( un narrador no confiable), incluyéndolo en la crítica de lo que critica. Zenón se vende tan fácilmente como cualquier otro. Sus citas librescas se mezclan en su cerebro como unas páginas rotas en un cubo de basura. Otra influencia detectable, a mi entender, es la de Pío Baroja: los personajes episódicos son descritos con nervio, en pocas palabras y como estereotipos fácilmente reconocibles. Son personajillos oscuros, mediocres, pequeños guijarros  del pavimento pisoteado de Madrid. 

La novela hace pruebas  con algunos recursos del género policiaco o negro, pero como cabos  sueltos que no trenzan  una verdadera investigación o un cuadro de los bajos fondos según esos subgéneros. La impresión es, valga la redundancia, algo impresionista. Quizá  dar la sensación de historia deshilachada esté entre las intenciones del autor. A pesar de todo,  es una novela que se deja leer con facilidad y despierta  cierto interés. Para mí ha sido  un reencuentro con una España, la  de 1993 o 1994, que nos recuerda que en este país las cosas nunca fueron tan bien como a veces pensamos con nostalgia, ahora que estamos sumidos en una crisis  insondable  en que el humor desmitificador de Grasa es un juguetito que ha perdido parte de su gracia.




miércoles, 8 de mayo de 2019

SARA MESA: CICATRIZ (2015)

Hace una semanas acabé la lectura de Cara de Pan, la novela que Sara Mesa publicó en 2018. Me sorprendió su enfoque de un tema del que no es fácil  contar  sin caer en tópicos o visiones manidas.  Pese a algún escamoteo al lector, la obra me pareció bien trazada, con pulso seguro. Así que decidí leer otro título de la autora.
Cicatriz tiene bastantes aspectos en común con Cara de Pan. A Sara Mesa le gustan las distancias cortas en narrativa,  y explora los conflictos entablando una intensa dialéctica entre dos personajes, uno femenino; el otro, masculino. 

Sonia y Knut se conocen en internet, en un foro literario en el que Sonia participa para matar las horas insípidas y absurdas de oficina. Fuera ya del foro, establecen una intensa relación que podemos llamar epistolar ( vía e-mail, principalmente). Knut resulta un ser extraño, un outsider, que empieza a enviarle a Sonia primero libros que roba, hecho que Sonia sabe y acepta y después productos de lujo: perfumes, ropa interior de marca...  Se establece entre ellos  una relación que no deja de ser una lucha de poder, de dominación, de manipulación del lenguaje. Él parece saber muy bien quién es ( solo lo parece, claro); Sonia tiene una visión nebulosa de sí misma.

Página a página vemos cómo Knut va tomando el control de la relación ante una Sonia evasiva, insegura, contradictoria, débil y , sobre todo, inhábil en contrarrestar los ataques de la Razón masculina, que el propio Knut define como " directa y recta", frente a las ambigüedades y indirectas de la femenina. 

El reto para el lector es comprender qué pueden buscar cada uno de los personajes en esta relación y , desde luego,  la respuesta de que buscan "sexo" no es la correcta. Podría decirse que ambos están tan profundamente solos y carentes de vínculos estabilizadores  que buscan crear una relación fantasmal que los salve. Como  relación fantasmal que es, no llena al fin el vacío y la desesperanza de ninguno,  pero al menos al Sonia le irá revelando lo poco que se conoce a sí misma, la superficialidad de su pensamiento, lo recóndito de la motivación de sus actos. En Knut encontramos un desesperado  y fracasado intento  de dominar la realidad a través del robo, a través de un examen maniático de la comunicación, a través de la imposición de sus ficciones a otra mente.  

Sara Mesa consigue mantener en la novela un ambiente turbio de tensión. El lector siempre está alerta,  consciente  de que los personajes son funambulistas que se pueden precipitar mortalmente del alambre. Pese a que la novela básicamente está construida sobre estos dos personajes, es bien visible a través de ellos una sociedad líquida, de seres desorientados, que no encuentran en sus vínculos el sentido de la vida, pero que tampoco la encuentran en sí mismos por más que indaguen en ella.

Es, en mi opinión, una novela triste y pesimista, que habla de la imposibilidad de comunión y comunicación  entre los seres humanos, que están, sin embargo, condenados a buscarse.


miércoles, 27 de febrero de 2019

LAS MANOS DE MI MADRE, DE KARMELE JAIO

Las manos de mi madre, novela corta de Karmele Jaio, está escrita en primera persona y narra unos días en la vida de Nerea. El eje narrativo es el ingreso de la madre de la protagonista en el hospital, aquejada de alguna dolencia mental que le ha arrebatado casi toda la memoria. Esta situación  hace que cobren fuerza, por una parte, recuerdos de un pasado no resuelto en la relación madre-hija e  historias del pasado juvenil de la madre; por otra, complica la vida de Nerea, a la que su trabajo de periodista ya hace años  deja sin tiempo para ver a su hija, para estar con su marido, para quedar con su amiga Maite... Solo gracias a su tía materna, Dolores, y a su hermano Xabier,  puede hacer frente, aunque sea en el límite de sus fuerzas, a la nueva situación. Karmele Jaio, además, añade un hilo argumental  sobre la relación de Nerea y su marido inglés, así como el recuerdo traumático de Carlos, un joven que la abandonó de un día para otro sin mediar palabra. En realidad, crea un paralelismo entre el secreto de  madre e hija.

La novela, a pesar de su amenidad y de tocar temas en los que gran parte de las mujeres de clase media  se pueden reconocer, es una novela mediocre. Los personajes no llegan a tomar una entidad que escape del tópico, de lo esperable, de lo previsible. En la trama se plantean bastante bien  los fantasmas del pasado de la madre  de la protagonista y los propios fantasmas de esta; sin embargo, cuando llega el momento del clímax, la autora se escurre con un par de escenas  poco creíbles, rápidas...tan rápidas que el lector puede preguntarse a qué viene  tanto planteamiento para tan flojo desenlace.

En la traducción al castellano (el original está en euskera) el estilo se resiente mucho. Quizá, en vez de la propia autora, hubiera sido aconsejable que fuera un profesional quien la hubiera traducido. Karmele Jaio utiliza un castellano pobre, inexpresivo, en el  que la lengua del original   emerge una y otra vez. 

En definitiva, una novelita para pasar un rato agradable y darse de bruces con los problemas de las mujeres profesionales  vascas que rondan los 35 y tienen hijos que apenas ven, trabajos que las agobian, maridos que ya no las apasionan, recuerdos que les obsesionan y padres mayores que, cuando enferman gravemente, hacen que el mundo casi se hunda. Un momento muy apropiado para que los fantasmas, propios o familiares, hagan más ruido que nunca.



lunes, 28 de enero de 2019

CARA DE PAN, DE SARA MESA: UNA MASA A MEDIO HACER





No hay escaparate de librería en el que falte Cara de Pan, de Sara Mesa. Siempre le cabe a uno la sospecha de que, a más de los méritos de la escritora, hay detrás un potente trabajo de mercadeo, como lo llaman los argentinos. Es precisamente esa sospecha la que me había hecho dudar a la hora de leer esta novela breve. Mi impresiones, tras su lectura, son ambiguas. La novela tiene bastantes fortalezas y algunas debilidades.

Empecemos por las fortalezas: Sara Mesa se atreve con una historia que puede resultar muy espinosa y sale bien parada del atrevimiento. La relación entre una niña y un viejo está vinculada en el imaginario literario a Lolita y  a las noticias periodísticas sobre abusos a menores. Mesa juega con esa tensión heredada; sin embargo, la historia está escrita con claves muy diferentes: sus dos personajes, la niña Casi y el  Viejo, son dos desarraigados de un mundo donde no encajan, y  que se encuentran por casualidad en un rincón "secreto" del parque. La relación toma un rumbo inesperado, aunque su colapso traumático sobrevuela continuamente la narración. ¿En qué consiste esa relación entre Casi y Viejo? La respuesta a eso es el motivo por el merece la pena leer la novela.

Sara Mesa se ha propuesto romper con esquemas preconcebidos y con tópicos, y solo lo ha conseguido a medias. En la creación del personaje del Viejo es brillante: vemos, sentimos, nos creemos a ese personaje; casi esperamos  encontrarlo por el parque de nuestra ciudad.  La primera debilidad de la novela es la creación del personaje de Casi, que es  un poco más estereotipada, más previsible de lo deseable, aunque Mesa haya hecho un gran esfuerzo por salirse de lo trillado. Donde falla estrepitosamente la autora es en los personajes secundarios: topicazos sobre los docentes de Casi, topicazos sobre los psicólogos de Viejo, topicazos sobre los padres de la adolescente.  

Se nota en la novela que Sara Mesa ha hecho un gran esfuerzo por encontrar el tono y el ritmo narrativo adecuados. Lo consigue en las 100 primeras páginas: terso y tenso, el tono y el ritmo nos avisan de que nos precipitamos a un conflicto que no crean los personajes sino la mirada exterior que los va a juzgar. El lector sabe que un conflicto grave espera agazapado detrás de algún arbusto. Pero... Sara Mesa le esmotea al lector la parte  de más interés: el desarrollo del conflicto. Es como si no hubiera tenido fuerzas para llevarnos a la ciénaga en la que embarrarán a la adolescente y al viejo. Así que hace una gran elipsis para llevarnos al desenlace. A Mesa le faltan tablas para  desarrollar esa parte donde sí que explotan los estereotipos y la sociedad se muestra vengadora. Claro, se hubiera perdido el tono ligeramente lírico de la narración... El final es, pues, decepcionante, propio de una autora que aún no tiene maestría para mantener el tipo en los episodios de fuerte conflictividad de la historia.

En resumen, es una novela que me merece la pena ser leída, sobre todo, porque sus aspectos brillantes auguran a una gran escritora.

viernes, 2 de noviembre de 2018

Las noches de Flores, de César Aira o la literatura como broma

Lean ustedes "Las noches de Flores" y díganme si han acabado con un0 o varios de estos pensamientos:
  1. Hasta la mitad de la novela, pensaba que era un relato "naïf" de dos maduritos argentinos que se convierten en repartidores de pizzas para sacar un extra. En la segunda mitad de la novela pensé que César Aira se había vuelto loco.
  2. Cuando "descubrí" que Rosa era ciega, volví ingenuamente a páginas anteriores buscando la afirmación inequívoca de que Rosa contemplaba el paisaje. La encontré: Aira juega intencionadamente a las contradicciones y no al modo de Borges, porque piense que en un universo Rosa es ciega y en otro ve.
  3. Que Rosa resultara ser  un hombre con un miembro descomunal me pareció un chiste de mal gusto.
  4. Que ancianitos buenos resultaran ser delicuentes  es la metáfora de que todo lo que parece no es. Pero ya está muy vista.
  5. El final es lo más chusco de la obra y no es muy brillante: no sé si Aira no sabía cómo cerrar su desfiladero de disparates.
  6. Las reflexiones que hacen Ricardo, Zenón y su esposa sobre el arte no están mal.
  7. Nos descubre que para sobrevivir en Argentina la realidad puede convertirse en puro surrealismo.
  8. Ciertas truculencias, como la de la cabeza de Jonathan, el  adolescente secuestrado y descabezado son de una gratuidad extrema. Bueno, Aira juega con la gratuidad, con lo que no viene a cuento y por eso incluye en el cuento.
  9. No sé si volveré a leer una novela de César Aira. Con la mayoría de los autores no tengo esta duda.





sábado, 28 de octubre de 2017

EL AMOR DE ERIKA EWALD, DE STEFAN ZWEIG, UN RELATO LLENO DE ESTEREOTIPOS



El título de esta entrada merece una explicación. No es fácil encontrar hoy críticas adversas a este autor cuyas dotes narrativas son indudables. La que me dispongo a hacer lo es. Algunas de las novelas cortas de Zweig descansan sobre unos estereotipos de género que requieren una lectura atenta para no darlos por buenos, arrastrados por la fluidez verbal del autor. Empecemos por recordar con cierto detalle el argumento del relato:

“Erika Ewald es una joven  con escaso conocimiento del mundo y ninguna inquietud por  adquirirlo. Miembro de una familia fría y poco comunicativa, se ha ido convirtiendo en una mujer solitaria y soñadora. De exquisita sensibilidad para todo lo etéreo, ama la música  y se dedica a ella como profesora de piano en el Conservatorio de Viena. En este círculo conoce a  un joven violinista de éxito que, en un principio,  parece compartir con la  muchacha el mundo vaporoso de los sentimientos  indefinidos y   sin aristas. Tras meses de charla culta, de silencios delicados y de éxtasis musicales, el joven le declara su deseo sexual. Con el deseo declarado llega el conflicto.  Erika, después de una  aceptación  que entiende como un  sacrificio romántico de entrega,  retrocede  espantada en la escalera que conduce al cuarto del  joven; huye despavorida   de la experiencia sexual que considera algo sucio. Tras este episodio de rechazo, el joven no se pone en contacto con ella y es ella  la que, pasado un tiempo  quiere verlo de nuevo,  bien porque  presienta  que ha malogrado la única relación amorosa que la vida iba a ofrecerle, bien  porque sus deseos se hayan despertado superando la contención a la que los tenía sometidos.  La ocasión  de volver a ver al joven se le presenta en un concierto.  Al final de este , el violinista ejecuta una canción amorosa que es la misma que recreó para Erika  en sus días felices.  La joven deduce que el joven la sigue amando. Amparada por la oscuridad, lo  espera al final de la escalera de la salida de la sala . Sin embargo, el exitoso violinista va  acompañado de otra joven en actitud que no deja lugar a dudas sobre  la naturaleza de su relación. El  joven  acaba percibiéndola  y,  sin saludarla, se aleja de ella con una sonrisa burlona. Esto desencadena en la joven  una crisis, un deseo de venganza que se concreta en el intento de arrojarse, borracha, a los brazos de un desconocido. Tampoco la relación se consuma  por los escrúpulos del improvisado amante. Recuperada del desengaño,  Erika pasará el resto de sus días tranquilos , resignados y monótonos  como soltera virgen , entregada a la música, dedicada a dar clases de piano a niños y lamentando solamente  no haber sido madre.”

El amor de Erika Ewald fue recibida clamorosamente por los lectores burgueses de su época, lo cual testimonia, más que ninguna otra cosa,  que  estos no  vieron en ella   nada amenazante para su moral, sus  gustos  y sus intereses. En efecto, en esta novela breve se entrelazan y refuerzan tres concepciones sexuales con más puntos en común de lo que puede parecer a primera vista: la moral judeocristiana, el idealismo romántico y la visión freudiana. Véamoslos por partes:

Recordemos que para la moralidad judeocristiana el  deseo  sexual  es una fuente de pecado. Ante él solo caben tres posturas: la renuncia, el matrimonio o la expiación de la culpa. Pese a que  esta moral se predica para hombres y mujeres,  es a ellas   a quienes  se les exige  su cumplimiento con rigor  punitivo. En la novela de Zweig es inconfundible  ese tufillo pecaminoso. La protagonista es una mujer puritana que  se representa el acto sexual como algo sucio y se echa atrás espantada cuando está a punto de entrar en el cuarto del joven al que desea. Luego, dispuesta a " caer" con un desconocido necesita emborracharse -perder su conciencia moral puritana- . Alguna mano divina parece salvarla, porque en  ambos casos se detiene o la detienen en el borde del “precipicio".  El autor eligió un final en  el que Erika Ewald, aún joven y virgen, renuncia felizmente  a la sexualidad y parece entregarse a un nuevo noviciado espiritual, la música.

En el  idealismo romántico,  por su parte,  el amor es una sublimación erótico-emotiva. Esta idealización  aboca la relación al desastre, tanto si no hay relación sexual como si la hay. En todo caso, el fracaso del amor ideal  corre a cuenta de la mujer,  bien porque niega “la  prueba suprema del amor” y conduce al  ardiente enamorado  a la desesperación, incluso al suicidio; bien porque sí  concede el  “favor” y el amor   se  “real-iza”  y  se materializa es decir,  se “corrompe”. Erika se recrea en la etapa de idealización y sublimación erótica, imposible de mantener indefinidamente, a no ser que se renuncie   por completo a las relaciones adultas. Precisamente es esto último lo que hace la protagonista  cuando el amor se redirige a objetos no sexuales , sus alumnos infantiles y  la música.

Por último,  para el psicoanálisis freudiano, una novedad que Zweig conoció enseguida y admiró enormemente,  la pulsión sexual es una   fuerza inconsciente, irracional y destructiva  que hay  que reprimir a favor de la civilización,  pese a los  enormes costes que acarrea dicha  represión. Indudablemente, quien tiene que reprimir su sexualidad  con más fuerza es la mujer, puesto que su papel en la familia  es una clave esencial en el mantenimiento del orden social y la prosperidad de la civilización; por ello, el deseo sexual femenino será tratado como una patología cuando no se conforme con ese   orden social.  Que Erika, una muchacha joven, se avenga a vivir toda su  vida sin sexualidad y ello no le provoque, además,  ninguna "histeria",  que asuma esa vida sin reproches, con resignación  era un final creíble y tranquilizador para los lectores de su época.

Tampoco los valores literarios de la novela la colocan entre las mejores de Zweig y mucho menos, entre la mejores de su época. Para empezar, el ritmo  de la narración es lento, tedioso y cargante.  En parte esto se debe a la forma de catálogo  que adoptan  los tópicos  románticos de  atardeceres,  sueños y timideces adolescentes, soledades en habitación iluminada por la luna, comunión musical de  dos almas gemelas, paseos por sendas primaverales ; hay, además, demasiado déjà vu en todo ello. Se dice del estilo de Zweig, no sin razón, que es elegante y fluido . Sin embargo,  en esta novela abusa de la vacuidad florida de los adjetivos,  como si la protagonista le hubiera contagiado de su ñoñez .

Además, en nombre de la elegancia y el decoro burgués,  el análisis psicológico, presuntamente profundo, se queda en la superficie como la hojarasca; no va a la raíz. Está claro que en cuestiones sexuales para el autor había  un universo léxico y mental que le estaba prohibido. Envuelve los hechos con palabras como un algodón envuelve las piedras puntiagudas: todo queda amortiguado y blando. En el mismo sentido, el final feliz es una deplorable concesión al gusto del público. Los finales felices tal vez se den en la vida, cosa dudosa vista en su conjunto; en la literatura, los finales sin resolución feliz  no son obligatorios, claro,  pero son más verosímiles si partimos del hecho de que la literatura está para plantear los conflictos humanos y es una traición a su misión darle una solución facilona y casi siempre falsa. Sorprende que Zweig admirara tanto a Balzac y no hubiera aprendido nada de Eugenia Grandet, por poner un ejemplo.

En conlusión, El amor de Erika Ewald es una novelita menor de Zweig cuya reedición por la editorial Acantilado entra en su lógica de aprovechar el tirón de ventas que siempre tuvo este autor sin hacer una selección en su extensa e irregular obra.




jueves, 7 de septiembre de 2017

EL CORONAL CHABERT O HAY OTRAS COSAS PEORES QUE ESTAR MUERTO

                                             
                                                                 

 Leí esta novela breve  por primera vez allá por la década de los 90. Recuerdo el escalofrío que me produjo la historia del retorno a la sociedad de los vivos  de un individuo civilmente muerto. No era un novela gótica, no, su terror era   peor porque respondía  a una situación  muy  real. Chabert había sufrido una de esas atrocidades de la guerra en que muertos, moribundos  y heridos graves son arrojados a una fosa común sin mayor certificado que su pinta  de muertos . Chabert logró salir de la fosa, aunque descubrirá que la pérdida de identidad, la anulación social y la miseria económica  son peores que la muerte.

El interés por releer esta novela  se lo debo a Enamoramientos de   Javier Marías. El largo pasaje que Marías dedica a El Coronel Chabert  es uno de los mejores análisis de la novela del autor francés. El personaje  de Enamoramientos concluye  que nadie desea, en el fondo más oscuro de sí mismo, que un muerto recobre su vida y perturbe la de aquellos que han rehecho la suya sin contar con él, definitivamente.

Magistralmente Balzac interrelaciona la historia- con minúscula- del individuo  Chabert  con los cambios colectivos de la Historia-con mayúscula- que se  produjeron en Francia entre El Imperio napoleónico y La Restauración borbónica. Chabert  fue un hijo más de la Revolución Francesa . Esta había catapultado a jóvenes del campesinado, de la pequeña burguesía, incluso de los grupos marginados y del  lumpen  a cargos  medios y altos  del ejército y de la burocracia. Junto al ascenso  social y económico, les dio una nueva identidad. Chabert, un pobre hospiciano, se convertirá en un héroe patrio cuyo nombre recogerán  los libros de Historia. En su intento de recuperar su identidad, sus logros sociales y económicos y su matrimonio   verá que su pequeño universo  individual se ha derrumbado junto con las glorias y las ilusiones   del Imperio. Descubrirá también  que pese al retorno de los Borbones( El Antiguo Régimen contra el que lucharon )  la sociedad parisina vive en la vorágine de una sociedad burguesa  cuyo valor supremo es el enriquecimiento a toda costa y por cualquier medio. El supuesto triunfo moral de Chabert sobre esa sociedad inmisericorde, que tan bien representa  su propia mujer,  tiene el amargo regusto de un gesto completamente inútil.

Una noticia que nos dice que hechos como este pueden seguir ocurriendo
https://www.eldiario.es/fotos/Campos-Olvega-Miguel-Angel-Garcia_EDIIMA20180315_0014_19.jpg

viernes, 1 de septiembre de 2017

HISTORIA DE UN OCASO, DE STEFAN ZWEIG

Este volumen que lleva el título de Amok, contiene otros relatos, entre ellos Historia de un ocaso

Historia de un ocaso  es  un título de connotaciones un poco  épico-apocalípticas; es leerlo  y pensar en la decadencia de un imperio, de una civilización o, cuanto menos, de algún césar. No tanto, no tanto, pero tampoco es  la caída de un personaje de tres al cuarto. Stefan Zweig  se sintió atraído por  la historia  de una joven  aristócrata  de cierta relevancia en la corte de Luis XV,  Madame de Prie,  la favorita durante dos años de este rey de Francia.  El narrador no nos va a  introducir en  el mundillo de intrigas palaciegas  o en las  cuestiones de Estado que cambiaron la suerte y la vida  de esta dama, sino que, con gran acierto,  nos la presenta  prácticamente haciendo las maletas- es un decir-  tras recibir un billet  perfumado  en que el Rey la invita, no muy  cortésmente, a cuidar su salud en  la verde y lejana Normandía. Allí pasará unas semanas (desde su llegada en el verano de 1727 hasta el  7 de octubre) en que dos imposibilidades - la de  vivir en el destierro  y la de volver a la  situación anterior a él-  producirán  su derrumbe psicológico.

Porque esta novela, además de histórica, es una magistral novela psicológica. Así, en frío, una, que es plebeya, piensa  que el modo de castigar  que se gastaban los reyes  con nobles y favoritas era bastante benévolo y hasta flojillo : una estancia en un palacio (en el culo del mundo, sí, pero palacio), servidos  ricamente. Pero ahí está Zweig que  nos hace sentir realmente qué significa el poder para los poderosos, qué significa   pasar en un instante de estar  en el  centro del mundo  a estar  en su borde, allí desde donde solo se vislumbra el abismo. El destierro acaba siendo un castigo peor que la muerte.  Madame de Prie  es despojada de su identidad al ser despojada de  sus circunstancias. Ortega y Gasset decía aquello de " yo soy yo y mis circunstancias"; pues bien, Madame de Prie no es nadie sin ellas  y no  puede rehacerse  puesto que no dispone de los recursos espirituales para la empresa. Ella ya no es ella sino un vacío que ocupan  la debilidad, el  miedo, la rabia y la desesperación. Madame de Prie carece de mundo interior, al menos, en el sentido en que  lo entendemos desde la modernidad romántica y posromántica ;  toda ella, bajo sus ropajes de seda y su peluca empolvada, es superficial, frívola, artificial, teatral y cruel. Para esta aristócrata los demás  seres humanos no son sino  juguetes cuyos resortes  manipula  por crueldad, cálculo o, simplemente,  para  matar el aburrimiento.  Su gran tragedia será  descubrir que necesita a esos juguetes  humanos para ser  alguien, que necesita enredar en  sus fibras y, sobre todo, que necesita que  finjan con ella  - ya que sentirlos es imposible- admiración, amistad o amor.

Que la dama acaba mal, ya se lo  han ido barruntando ustedes; lo que no imaginan, ni yo tengo  la capacidad de transmitírselo, es  lo soberbias que son las últimas páginas de la narración. Muchas veces Zweig defrauda con sus finales; no es el caso de este relato.


martes, 11 de julio de 2017

DOÑA BERTA, DE CLARÍN, OTROS OJOS PARA MIRAR MADRID


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Doña Berta, de Leopoldo Alas, Clarín


Hoy les invito a viajar literariamente a ese Madrid que Clarín conoció  muy bien y  que en Doña Berta nos es descrito  a través de la mirada  de una viejecilla provinciana a la que solo un asunto de vital importancia ha podido sacar de su verde Asturias.

Para quienes aún no hayan leído esta deliciosa novela breve, no estará de más anticiparles  un poco de su argumento:

Doña Berta es una anciana  hidalga asturiana que vive  aislada del mundo en su  mermada heredad, acompañada únicamente de una sirvienta, también añosa. Jamás ha salido de la tierra en que naciera,  ni concibe hacerlo, orgullosa como está de ese terruño suyo donde nunca llegaron  invasiones que atentaran contra la limpieza de sangre de sus antepasados, o en sus palabras , "donde nunca llegaron ni los romanos ni los moros". Lo único nuevo que entró en su casa, allá en su lejana  juventud, fueron las novelas románticas que ella creyó a pies juntillas.

Pese a la gustosa monotonía de su vida de anciana,  hay un secreto  que aún la perturba: de joven la sedujo, al modo romántico, un guapo militar liberal  al que los cinco hermanos varones de Berta, fanáticos carlistas,  acogieron en su casa y con el que simpatizaron pese a sus diferencias políticas. El joven liberal volvió a la guerra,  no sin antes haber prometido a Berta que regresaría a casarse con ella en cuanto ésta acabara, pero nunca volvió. La joven quedó embarazada de esa relación  y sus hermanos, temerosos del escándalo y de la mancha contra el honor de la familia, hicieron desaparecer al hijo. La  joven, dividida entre su amor y su sentimiento de culpa  nada pudo hacer -o quiso hacer-  contra la decisión familiar. El tiempo fue diluyendo el recuerdo y con él,  la culpa. Sin embargo, el encuentro con un joven  pintor en el postigo del huerto de su heredad va a trastornar radicalmente la vida de la anciana... y llevarla a Madrid.
Y ahora veamos cómo era ese Madrid a los ojos de doña Berta.

Madrid de finales del siglo XIX, visto por una vieja provinciana


A lo que parece, la estancia de Berta Rondaliego en Madrid sucedió en algún año de finales de la década de los 80  y principios de la de los 90 del siglo XIX, antes de la muerte, en  1897, de Antonio Canóvas _citado en la novela_  Este parece el contexto histórico más probable ya  que la protagonista se enamoró de un militar liberal en algún momento de la Segunda Guerra Carlista, transcurrida entre 1846 y 1849  y, en la narración se nos dice que cuando está en Madrid era una septuagenaria. También hay que tener presente que los tranvías que tanto teme Berta no empezaron a funcionar en Madrid hasta 1871 y hacia 1885 la red se había extendido considerablemente.



Madrid en 1885
Puerta del Sol en 1891

Este debería ser, por lo tanto, el aspecto que tenía el Madrid por el que anduvo Doña Berta.
La primera imagen que nos ofrece Clarín es esta de la Puerta del Sol:

"Amanecía, y la nieve caía a montones, con su silencio felino que tiene el aire traidor del andar del gato, iba echando, capa sobre capa, por toda la anchura de la Puerta del Sol, paletadas de armiño, que ya habían borrado desde horas atrás las huellas de los transeúntes trasnochadores. Todas las puertas estaban cerradas. Sólo había una entreabierta, la del Principal; una mesa de  buñuelos, que alguien había intentado sacar al aire libre, la habían retirado al portal de la Gobernación".


Doña Berta contempla la plaza nevada y observa las maniobras con la mesa de buñuelos desde una esquina de la calle del Carmen. En la iglesia del Carmen, precisamente, es donde doña Berta oirá misa al alba:
Iglesia del Carmen, Madrid


"Iba a misa del alba. La iglesia era un refugio; solo allí se encontraba algo parecido a lo de allá. Sólo se sentía unida a sus semejantes de la corte por el vínculo religioso. "Al fin, se decía, todos católicos, todos hermanos." Y esta reflexión le quitaba algo del miedo que le inspiraban todos los desconocidos, más que uno a uno, considerados en conjunto, como multitud, como gente".


Las entonces afueras de Madrid le sugerían estos pensamientos a la protagonista:

"Había querido pasear por las afueras ..., ¡pero estaban tan lejos! ¡Las piernas suyas eran tan flacas , y los coches tan caros y peligrosos! Por fin, una, dos veces, llegó a los límites de aquel caserío que se le antojaba inacabable...; pero renunció a tales descubrimientos, porque el campo no era campo, era un desierto; ¡todo pardo! ¡todo seco!  Se le apretaba el corazón, y se tenía una lástima infinita. "Yo debía haberme muerto sin ver esto, sin saber que había esta desolación en el mundo; para una pobre vieja de Susacasa, aquel rincón de la verde alegría, es demasiada pena estar tan lejos del verdadero mundo, de la verdadera tierra, y estar separada de la frescura, de la hierba, de las ramas , por esta leguas y leguas de piedra y polvo."


En su último peregrinaje por la capital, Doña  Berta , pasará de la Carrera de San Jerónimo, a la calle de Alcalá,  luego a la calle de Montera y a la red de San Luis y acabará en los primeros números de la calle de Fuencarral, frente a la casa de Cánovas:

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Por boca de  su personaje, Clarín reflexiona sobre la modernidad urbana .  Sin embargo, el Madrid que atemorizó a doña Berta  a nosotros nos parece hoy un vecindario abarcable, donde todo el mundo sabía quién era quién.  Lo que sí puede seguir vigente es el sentimiento de insignificancia  del individuo en la multitud que expresa el personaje:

"¡Y qué fugitiva le parecía la existencia de todos los demás, de todos aquellos desconocidos sin historia, tan indiferentes, que entraban y salían en el coche de segunda en el que iba ella, que le pedían billetes, que le ofrecían servicios, que le llevaban en un cochecito a una posada ¡Estaba perdida, perdida en el gran mundo, en el infinito universo, en un universo poblado de fantasmas! Se le figuraba que habiendo tanta gente en la tierra, perdía valor cada cual; y así debían de pensar las demás gentes, a juzgar por la indiferencia con que se veían, se hablaban y se separaban para siempre. Aquel teje maneje de la vida; aquella fusión de las gentes, se le antojaba como los enjambres de mosquitos de que ella huía en el bosque y junto al río en verano."


Si algún día van ustedes  por Madrid, recuerden a la señora Berta al pisar estos lugares.








lunes, 10 de julio de 2017

EL CAPOTE, DE NICOLAI GÓGOL, UNA VERSIÓN LIBRE



Siempre me ha parecido que el cuento de este autor ruso tenía mucho de los cuentos para niños. Permítanme que se lo cuente  a mi manera y con las licencias que me han parecido oportunas y que Gógol me perdone.


"Había una vez un hombre, bajito y feo, que vivía en  un  lejano reino donde nevaba a paletadas y  hacía siempre frío. Su  madre, Marina Ivanova, lo había hecho bautizar con el nombre de Akaki,  sin saber -o tal ve sí lo sabía-  que una  maldición caería infaliblemente sobre quien portara de nuevo ese nombre: acabaría metido en una oscura covacha  del  Palacio de Invierno, cubierto de un capote harapiento y copiaría, hora tras hora, un legajo del Zar, siempre el mismo  legajo en que se dictaba  La Ley. La maldición se cumplió  puntualmente  el decimosexto cumpleaños de Akaki.

Desde el primer día al antepenúltimo de la vida trabajosa del copista ,  los bufones  y enanos  del Zar desfilaron   por delante  de su mesa  remedando el gesto de los emperadores ante el excitado público  del Coliseo ; el  pobre amanuense, ya añoso,   no pedía sino que le dejaran copiar y copiar y copiar en en paz . Ninguna queja más que esta y ningún deseo más que el que sabrán enseguida se le oyó proferir a Akaki. Solamente una vez, una noche en que se dirigía a su tabuco,   le asaltó un anhelo: quería sentir  el calorcito  del que hablaban  los transeúntes  que corrían  a sus casas  tras acabar su jornada de trabajo.

Una sastre,  conocido desde la noche de los tiempos como Gregorio,  iba a concederle  el deseo, no sin antes hacerle pasar a Akaki las de Tántalo. El caso es que al alba de un día de abril, el copista,  demacrado y lívido, se levantó a tientas de su camastro, encendió un fósforo  y  vio, deslumbrado, un capote de elegante paño en el gancho de la puerta donde hasta entonces había colgado su raído capote . La visión reapareció con cada cerilla hasta que Akaki creyó el hecho sin preguntarse por la causa, puesto que Akaki no estaba para filosofías . Al final, se vistió del capote y de inmediato sintió  que su cuerpo y su alma  ganaban en altura y corpulencia, incluso, si me apuráis, en belleza.

Entusiasmado, palpándose el pecho  con  sorpresa, se encaminó esa mañana  a la oficina como si fuera un hombre nuevo. Bufones y oficinistas suspendieron hostilidades y lo recibieron alborozados y bondadosos;  el propio  Soberano que- conjeturan- había suspendido su terrible   ley  por unas horas,  le permitió acudir a una fiesta en un saloncito de Palacio en cuya chimenea chisporroteaban  el roble y el sándalo.  Bebió, comió y fue dichoso.   Con las campanadas de medianoche, cuando el fuego aún danzaba con desverngüenza, Akaki,  poco trasnochador por naturaleza,  abandonó a hurtadillas la fiesta. Todavía un poco achispado, se encaminó al guardarropa en busca de su capote,  lo recogió del suelo donde alguien lo había pateado  y se sumergió de nuevo en la penumbra de las calles.

A cuatro manzanas del  Palacio, entre la tenue luz amarillenta de dos  farolas, unas sombras peludas le arrebataron el capote sin que de nada le sirviera revolverse  y revolverse como un pelele en la horca. Abatido, Akaki recorrió  durante tres días los despachos de jefazos y jefecillos  suplicándoles que  hicieran su deber para que él,  fiel copista  de su Majestad, recuperara su capote. Por fin, fue recibido  a regañadientes por  un  ministro,  íntimo consejero  del Zar, que no tardó en echarlo a empellones, puñetazos y patadas. Akaki salió de allí maltrecho de alma y de cuerpo.  No se sabe cómo logró llegar a su guardilla; dice su patrona que solo   sacó fuerzas  de  flaqueza por no acabar como perro sarnoso en  medio de la calle.  La noticia de su muerte no ocupó  ni preocupó  mucho tiempo  en los atareadas recámaras de Palacio. El Servidor de la Ley  había oído hablar del suceso  y había sentido como un amago de arrepentimiento por sus patadas , pero no sería sino  dos semanas después cuando iba a cobrar conciencia de su falta.

Una noche de abril, cuando El Alto Representante se dirigía a la casa de su amante Carolina Ivanovna , al pasar por el puente de Kalenik, se levantó un viento feroz que alzó su elegante capote. Se volvió enfurecido, como si el viento también estuviera bajo su jurisprudencia, y el horror paralizó los músculos de su rostro: como un espectro, Akaki  le sonreía sardónico mientras apreciaba el paño del capote del Señor Ministro, amigo íntimo de su Majestad: "Se parece mucho al mío, ese que usted no quiso recuperar y... yo necesito un capote",  reseñó fríamente y desapareció  súbitamente  tras los árboles de la noche.  En la capital del Reino, no quedó nadie que no especulara sobre las apariciones del Muerto y hasta se hizo un itinerario con chinchetas clavadas en el mapa de la capital.  Se habló de Akaki más de lo que se hubiera hablado en vida  aunque hubiera tenido siete.


Los transeúntes nocturnos  que se apresuraban  a refugiarse al calor de sus hogares volvían  su cabeza a los cuatro puntos cardinales, temerosos de la aparición del fantasma del copista. Innumerables capotes fueron arrebatados en los último días de abril. Sin que nadie supiera a qué atribuir el cambio, el Ministro de su Majestad hablaba en  un susurro respetuoso  a sus subordinados, como si temiera  que ellos también se convirtieran un en fantasmas robacapotes. Un día, nadie sabe precisar  cuál, el alma de Akaki descansó  en paz, aunque todavía hay  quien afirma que, de vez en cuando, vuelve a robar algún capote a los transeúntes  para que sepan,  aunque solo sea por unas horas, qué es el frío."

Aquí tiene el texto, muchísimo más valioso de Gógol

http://ciudadseva.com/texto/el-capote/

Y aquí un vídeo de Youtube donde pueden escucharlo:

https://www.youtube.com/watch?v=Q2wx0fM5lcw





sábado, 8 de julio de 2017

5 MOTIVOS HETERODOXOS POR LOS QUE LEER LOS PAPELES DE ASPERN DE HENRY JAMES






A veces encontramos  una de esas joyas literarias de tanto valor que la queremos regalar a quien apreciamos, seguros de su  sensibilidad para disfrutarla. En este momento tengo en mente a esa persona .Los papeles de Aspern  es un hermoso  obsequio para ella:

1. Porque  seguiría   la historia evidente ( la que entiende el lector apresurado) y esa otra que discurre como un río subterráneo del que solo se escucha un leve murmullo.

2.Porque en toda ciudad a la que llega busca dos tipos de lugares : sus librerías y sus jardines más íntimos. Estoy segura de que le gustaría que existiera el jardín de Venecia donde crecen las   flores envenenadas  de la novela.

3. Porque  tiene un poco la moral de Juliana en relación a los vestigios del amor .
4. Porque  detesta Venecia  y cambiaría de opinión leyendo esta novela de James Henry.
5. Porque me preguntaría si realmente existió un poeta llamado Jeffrey  Aspern  y se alegraría mucho de escuchar mi respuesta.