martes, 29 de marzo de 2022

ARDE ESTE LIBRO, DE FERNANDO MARÍAS: LA DOBLE DESPEDIDA


 

Hacía tiempo que un novela no me pegaba un bofetón semejante. La leí con el corazón en un puño, con la conciencia de que existen infiernos que solo se pueden narrar si se han visitado, si se ha vivido y casi muerto en ellos. La emoción me llevó a querer tener algún día delante, en carne y hueso a Fernando Marías. Doble puñetazo: murió el 5 de febrero, hace unas semanas; fue otro sobrecogimiento. Leeré de nuevo la novela, sé que ahora de otra manera, rastreando en ella el final del propio autor.

Fernando realiza en Arde este libro uno de los ajustes de cuentas con sus propias culpas más sincero y arrasador de los que he leído nunca. Intenta entender a la mujer que amó durante más de veinte años, y que murió completamente alcoholizada, por una adicción en la que la inició él. Estremece ese historia de amor que estrecha el alcohol y es destruida por él. Enternece ese esfuerzo de Fernando Marías por hacerle "una casa de papel" a la mujer que amó y a la que apenas conoció  o conoció de una manera difícilmente verbalizable. Verónica no deja de ser un ser nebuloso que provoca en nosotros una indecible angustia de vida fracasada, vacía, sin propósito, sin asideros, desarraigada. Los muertos no pueden replicar, ni aclarar, sin desmentir, ni dar a conocer aquello que los demás no percibieron en su vida. Gran tragedia  la de darse cuenta de que no se hizo lo suficiente por descubrir los deseos, los miedos, las aspiraciones, los temores de alguien a quien quisimos, pero no lo suficiente para indagarlos. A mí me queda la sensación de que amar así es amar insuficientemente. El propio autor se da cuenta de que el fondo sus proyectos estuvieron siempre por delante, en la errónea creencia, tan común a muchos hombres, de que el proyecto de ella...era él.

Por otra parte la devastación del alcoholismo está dibujada con maestría estremecedora, así como el ambiente del Madrid de los 80, el prodigioso Madrid de los 80 donde esa vida al filo de la muerte era un juego de jóvenes que se creían inmortales, de jóvenes que sentían que con ellos empezaba otro mundo, otro país, otra historia. Es un bonito ejercicio de nostalgía leer la novela en el propio Madrid, recorriendo las calles de la pareja "feliz". Quizá el mejor lugar para releerla sea la estación de Chamartín, leer allí la lacerante escena de despedida. 

Si no han leído aún esta novela, léanla, léanla, porque pocas como ella tocan tan a fondo la fibra de nuestra vulnerabilidad.


sábado, 2 de enero de 2021

El 2021 QUE NOS VIENE ...NUEVAS LECTURAS PARA UN AÑO DIFERENTE

 Yoga, de Emmanuel  Carrère (Anagrama, febrero). 

El huerto de Emerson, de Luis Landero   (Tusquets, enero-febrero)

Gema, de Milena Busquets (Anagrama, febrero)

Llévame a casa, de Jesús Carrasco ( Seix Barral, febrero)

Miss Marte, de Manuel Jabois ( Alfaguara, febrero)

Tomas Nevison, Javier Marías (Alfaguara, marzo)

Independencia, Javier Cercas ( Tusquets, marzo)

Los ojos cerrados, Edurne Portela (Galaxia Gutenberg, hacia marzo)

Notas para unas memorias que nunca escribí, Juan Marsé  (Lumen, hacia marzo)

Mexicana, de Manuel Arroyo-Stephens ( Acantilado, sin fecha)

Una casa en el desierto, de Javier Fernández Castro ( Alfaguara, sin fecha)

El espectador. Apuntes 1991-2001, de  Imre Kertész (Acantilado, enero)

Domingo, Natalia Ginzburg  (Acantilado, febrero)

Recuerdos de mi no existencia, de  Rebecca Solnit ( Lumen, febrero)

Azulejos,  de Maggie Nelson ( Tres Puntos, febrero)

Desmorir, de Ann Boye  (Impedimenta, primer trimestre)

La deseada,  Maryse Condé (Impedimenta, primer trimestre)

Segundo lugar, de Rachel Cusk (Asteroide, primer trimestre)

El vigilante nocturno, de  Louise Erdrich (Siruela, marzo)

La muerte en sus manos, de  Ottessa Moshfegh ( Alfaguara, abril)

En la casa de los sueños, de Carmen Maria Machado (Anagrama, mayo)

Días apasionantes, de Naoise Dolan (Temas de hoy, enero)

Hamnet, Maggie O’Farrell  (Asteroide, febrero)

 Klara y el sol , de Kazuo Ishiguro  ( Anagrama, abril) 

La anomalía ,Hervé Letellier ( Seix Barral, en abril)

La casa del gobierno, Yuri Slezkine ( Acantilidado, abril) 

Alguien camina sobre tu tumba, de Mariana Enriquez  ( 

Shuggie Bain, de Douglas Stuart (Sexto Piso, otoño)

Cuentas pendientes  de Vivian Gornick( Sexto Piso, otoño)

 Nuevo libro de Orhan Pamuk (Literatura Random House, septiembre)

Inside Story, de Martin Amis (Anagrama, sin fecha)

Primera persona del singular, de Murakami (Tusquets, otoño)

InviernoPrimavera y Verano, de Ali Smith ( Nórdica, sin fecha)

Fuente: El País

Otras propuestas de lectura para 2021

https://www.youtube.com/watch?v=u1K7wzJTCMA

martes, 4 de agosto de 2020

SÓCRATES ENAMORADO, DE ARMAND D`ANGOUR

Hace unos días acaba la novela del psicólogo y novelista  Ignacio  García-Valiño “Las dos muertes de Sócrates”; hoy he acabado  “Sócrates enamorado” de Armand d`Angourd, profesor de Estudios Clásicos en  Oxford. Ambas obras son de diferente género: la primera es una novela con rasgos de dos subgéneros  narrativos(el policiaco y el histórico), la segunda una biografía que juega con la documentación, su interpretación, los intersticios de la historia y la imaginación del autor. Pese a sus diferencias, me ha llamado poderosamente  la atención que ambas subrayen la figura de Aspasia,  su relación con Sócrates  y otros  hombres relevantes de la Grecia clásica, como Alcibíades,  Aristófanes y por supuesto, Pericles.  Lo llamativo de esta nueva visión de Aspasia   es que va mucho más allá de la de   una hetaira que  unía a su belleza física, ciertos encantos intelectuales como complemento o adorno  para el entretenimiento masculino.   Para Armand d`Argout, Aspasia es  la Diotima de “El Banquete” de Platón, una mujer importante en la formación filosófica  de Sócrates. Lo mismo que García-Valiño, el autor británico subraya la influencia de Aspasia en Pericles, el hecho de algunos discursos políticos de este los escribiera ella, que estaba formada  en la retórica. Por lo demás, cada vez es más evidente que la “La Lisístrata” de Aristófanes y su “Asamblea de mujeres” parecen deudoras de la figura de Aspasia y de su  ideas democráticas,  que al conservador  Aristófanes le debieron parecer extravagantes y chuscas.  Sin embargo, los razonamientos de “Lisistrata” no parecen una ocurrencia  ex nihilo  de Aristófanes, más bien el fruto de largas conversaciones con Aspasia, que no olvidemos, fue mujer de uno de los grandes defensores de la democracia ateniense y que la trató,  según todos los testimonios de la época, como a un igual, cosa que, por supuesto le valió muchas críticas.Hoy le hubieran llamado “calzonazos”.


Desde luego vivimos una época en que se intenta dar visibilidad a mujeres que quedaron en la oscuridad de la historia por los prejuicios e intereses de quienes la contaron. Está claro  que al desvelar su existencia se corre el riesgo de atribuirles unas ideas que no eran tanto suyas como nuestras. Sin embargo, ese es el riesgo que se corre con cualquier aspecto que se estudie del pasado: por otro lado, ese pasado no sería muy interesante si no siguiera interpelándonos en la actualidad. Todo el mundo sabe que “la democracia ateniense” no fue como nuestra democracia. Cualquiera ha de entender que “el feminismo de Aspasia” no es lo mismo que el feminismo de “Simone de Beauvoir”. Pero tan lícito es que nuestro presente busque sus  raíces en el mundo griego para su sistema político o para su arte, como que haya autores que indaguen en la figura de Aspasia como referente de las reivindicaciones de las mujeres. 


“Socrates enamorado”, por supuesto, es mucho más que la relación entre Aspasia y Sócrates.

Armand d`Angour quiere reconstruir las distintas etapas de la vida del filósofo, que no dejó nada escrito. Para ello recurre a toda la documentación del mundo griego y también del romano. Arremete contra la idea fija que tenemos hoy en día de Sócrates, empezando por su aspecto físico. No se entiende muy bien el afán de Armand d`Angour por demostrar que la imagen que nos ha llegado es la de un Sócrates feo  maduro o anciano, pero que en su juventud debió  de ser atractivo. Nos viene a decir  que de carecer de fotos de juventud de nuestros abuelos, pensaríamos que siempre fueron calvos, de mejillas caídas, de orejas grandes y de pelos en la nariz. Por lo demás, que algunos jovencitos y mujeres sintieron por él una fuerte atracción está documentado. He de confesar que no había visto hasta ahora tanto esfuerzo por demostrar que un hombre, además de inteligente, era atractivo. Es como la contramoneda de las mujeres que, siendo guapas tienen que demostrar que no  son tontas. 


También hace el autor un esfuerzo  por aclarar los orígenes sociales y la  formación de Sócrates. Bien es sabido que este filósofo no era santo devoción de Nietzsche. Lo que quizá no sepa tanta gente es  que el filósofo alemán argumentaba contra él por su fealdad y por sus orígenes humildes:


“Sócrates pertenecía, por su ascendencia, a lo más bajo del pueblo: Sócrates era plebe. Se sabe, incluso se ve todavía, qué feo era. Mas la fealdad, en sí una objeción, es casi entre los griegos casi una refutación. ¿Era Sócrates realmente griego? Con bastante frecuencia la fealdad es la expresión de una evolución cruzada, estorbada por el cruce. En ocasiones aparece como una evolución descendente. Los antropólogos entre los criminalistas dicen   que el criminal típico es feo…”  (Crepúsculo de los ídolos.1880)


Parece que Armand d`Argour quisiera defender a Sócrates de un ataque tan bajo de un filósofo al que se le han perdonado demasiadas ideas como las anteriores.  Empleará muchas líneas para convencernos de  que si el padre de Sócrate, Sofronisco, era un mampostero, no era un currela, sino el dueño de un taller. No era aristócrata, pero estaba emparentado con buenas familias; no era élite, pero estaba en contacto con ella. No se le ocurre al autor que precisamente la democracia ateniense, al hacer iguales a los ciudadanos varones, permitiera que el hijo de un mampostero al que le iban bien los negocios pudiera recibir una buena formación. Sócrates recibe la formación de un ciudadano con recursos económicos, aunque no fuera aristócrata: gimnasio, danza, música, lírica,  retórica, entrenamiento marcial. De hecho, tiene por maestro a uno de los discípulos de Anaxágoras, Arquelao; así mismo es hoplita, un ciudadano soldado que tiene que comprarse su propio equipamiento.  Por lo demás, es sabido que educó a muchos de los hijos de la aristocracia griega, a la élite.

En el mismo sentido, Armand d`Argour quiere evitar la visión de Sócrates contemplativo, ajeno al devenir de la polis. Cuenta con detalle algunas de las batallas en las que participó y su fama de soldado valiente,  su disciplina, de enorme resistencia física y mental.  Su pasado de soldado leal no pareció hacer ninguna mella en el tribunal de ciudadanos que lo condenó a muerte. 

Lo que sí es cierto es que no tuvo nunca aspiraciones políticas, al menos, directas: no aspiraba a cargos, tampoco a riquezas.  Armand d`Angour da por sentado que esa pobreza fue una elección del filósofo, en modo alguno algo obligado por su estatus social. De hecho, se podría haber enriquecido como sofista si lo hubiera querido, pero Sócrates despreciaba a quienes cobraban por sus enseñanzas.


De los amores de Sócrates, ocupa un lugar preferente el que sintió por el joven Alcibíades. Indudablemente eran relaciones entre un adulto y un joven cuyo eje no era la sexualidad, que estaba o podía estar incluida, sino la formación. Sería un error contemplar estas relaciones según nuestra visión contemporánea. Sin embargo, el amor que marcó su vida hacia la filosofía fue, según Armand d`Argour, el que sintió por Aspasia de Mileto.


La biografía escrita por Armand d`Angour se lee con interés. El propio autor se cuida una y otra vez de distinguir lo que está documentado, de lo que son interpretaciones, deducciones o simplemente imaginaciones. En todo caso, es un acercamiento interesantes a Sócrates  y a esa Grecia clásica que no deja de fascinarnos.





domingo, 2 de agosto de 2020

RONDA DE GUINARDÓ, DE JUAN MARSÉ


Juan Marsé acotó de manera precisa el espacio y el tiempo en su novela corta “Ronda de Guinardo”: la acción transcurre durante el 8 de mayo de 1945, día en que los periódicos informan que la Alemania nazi se ha rendido a los países aliados y que por tanto está cercano el final de la Segunda Guerra Mundial.  En España hace solo seis años que finalizó la Guerra Civil y el país vive los primeros años de la dictadura franquista, marcada por la miseria, la represión política, que en el caso de Cataluña se manifiesta también como represión lingüística.

Siguiendo las técnicas aprendidas en autores como Joyce, la novela es un deambular por la ciudad de dos personajes, un inspector de policía y una muchacha huérfana, Rosita, recogida en “La Casa de Familia”, regentada por la cuñada del primero. El inspector debe conducirla  al depósito de cadáveres del hospital  para que reconozca el cadáver del hombre que la violó dos años atrás Juntos recorren el distrito de El Guinardó. Rosita, a quien aterra semejante perspectiva, va a ir demorando con mil excusas el momento del reconocimiento del cadáver. En las numerosas paradas por locales, por bares, por los rincones de las calles, delante de verjas de casas… se suceden episodios de una sordidez cotidiana que nos van mostrando el ambiente miserable en que está sumido el pueblo, el miedo de la burguesía catalana y la represión implacable de la policía sobre la población. Rosita, una muchacha de 13  años, llevada a Cataluña después de haber perdido en Andalucía  a toda su familia durante la Guerra,  es el símbolo de todas las vejaciones y explotaciones: se ve obligada a realizar trabajos no retribuidos en diferentes chalés de la ciudad, tiene que contribuir a las cuentas del orfanato, es prostituida...El inspector, enfermo y envejecido, parece que está viviendo su último día de vida, su particular bajada a los infiernos. Le asaltan los recuerdos de sus pasadas atrocidades y repite algunos de sus gestos de abuso ya casi como un autómata. 

La  novela  se cierra en el depósito de cadáveres, donde el lector hace el último descubrimiento atroz.  En este final, como en toda la novela, Marsé consigue crear un clima deprimente no solo por lo que cuenta sino sobre todo por lo que sugiere.


sábado, 1 de agosto de 2020

MONTAIGNE, DE STEFAN ZWEIG

Stefan Zweig escribió magnificas biografías, la mejor, sin duda la de Fouché. Pero la más estremecedora es la dedicada a Montaigne. Para entender por qué hay que repasar un poquito de historia.

 Cuando Hitler llega al poder en 1933, los libros de Zweig son condenados y luego prohibidos. El fascismo también ganaba terreno en Austria y cuando la policía fue a registrar la casa de Zweig, este la abandonó para no volver jamás. Sin embargo, el Zweig exiliado  no se va a manifestar nunca públicamente  en contra del  nazismo ni en favor de los judíos perseguidos. Esta neutralidad será duramente atacada por intelectuales de la época como Hannah Arent.  Parece ser que su pretensión era seguir su vida sin interferencias en Londres. Aun así,  el sentimiento de que su mundo se había hundido para siempre y que la brutalidad de Hitler se extendería hasta América hizo que ni siquiera se sintiera seguro en Brasil, adonde se dirigió con su segunda esposa. Como es bien sabido, ambos se suicidaron en una habitación de hotel en la ciudad brasileña de Petróplis. En su carta de despedida decía a sus amigos:  "Ojalá puedan ver el amanecer después de esta larga noche. Yo, demasiado impaciente, me voy antes de aquí".


La obra que tenía entre manos y que dejó inacabada era la biografía de Michel de Montaigne. Zweig nos dice desde el principio que había leído los "Ensayos" de este autor  en su juventud y que entonces solamente los apreció literariamente; en ese momento las ideas centrales del filósofo (la libertad de pensamiento, la tolerancia y su defensa del individuo frente al poder)  le parecían ya un hecho histórico, una conquista por  la que se le debía estar agradecido, pero que ya no constituían una  preocupación.


Zweig se rencuentra con Montagine cuando siente que está a punto de naufragar; necesita una voz amiga que lo guíe en la profunda depresión  en la que lo ha sumido el hundimiento de su mundo liberal europeo, cosmopolita, culto, libre. "Ese mundo de ayer" irrecuperable frente a un presente y un mundo de mañana que Zweig creo con horror será una extensión mundial de la barbarie nazi.  En esas circunstancias encuentra un paralelismo histórico entre Montaigne y él. También en Europa a una época de esplendor, de humanismo, de esperanzas ( el llamado Renacimiento) le había sucedido un tiempo oscuro de locura colectiva, de guerras despiadadas. Zweig quisiera adoptar la misma postura que Montaigne: un repliegue en el yo interior y una templanza inquebrantable ante un mundo exterior convulso contra el que nada puede hacer un hombre. Hubiera querido Zweig encontrar la ciudadela interior, la torre de Montaigne para poder estar a salvo de los demonios de la Historia. 


Zweig hace por tanto una lectura de los Ensayos muy apegada a sus necesidades psicológicas en esos meses que precedieron a su suicidio. Utilizará al filósofo para descargarse de culpa por su negativa a condenar públicamente el nazismo. Para él,  Montaigne no se dejó llevar por obligaciones impuestas desde fuera que atentaran contra su "esencia", y no obedecía siquiera a deberes autoimpuestos: si un placer se convertía en un deber,  había que abandonarlo. 


Que el mundo, que los demás le pesaban a Zweig en el ánimo se ve claro en la manera admirativa en que narra dos decisiones del filósofo francés : la primera, su apartamiento de la escena pública, política cuando tenía 38 años . Montaigne pasará diez años en su casa señorial y muchas horas en su torre. Su única misión leer y escribir,  observarse a sí mismo viviendo, saber de sí mismo, gozar de sí mismo.  Cuando esto no fue suficiente porque le agobiaba  la vida de familia y las cargas administrativas de su propiedad, decidió  irse de viaje, sin rumbo, sin plan, abierto a la variedad del mundo y de las situaciones de su trashumancia.   Zweig era también una gran viajero, pero no encontró en su deambular  tras 1934  ese sentimiento de libertad del que hablaba Montaigne. Ciertamente Montaigne no era un desterrado, diferencia psicológica fundamental con Zweig.


Montagine publicó sus Ensayos, pero no pensaba que  hubiera nada transferible  en ellos. Su vida era única y escribió para hacérsela consciente a sí mismo. Según él,  cada cual tenía  que hacer sus propia ciudadela interior. Está claro que el ejemplo de Montaigne no  le fue suficiente  a  Zweig para seguir viviendo y esperar con templanza "el amanecer de la larga noche"  de barbarie que  asolaba Europa en 1942.






viernes, 31 de julio de 2020

LA FIN DE L' AMOUR, DE EVA ILLOUZ


Afortunadamente, el tema del amor hace tiene que dejó de ser un asunto exclusivo  de poetas, de novelistas, películas o revistas del corazón. E
n su  obra  "La fin de l`amour", la socióloga  Eva Illouz  analiza una emoción que está ligada a cambios históricos, es más, es un producto histórico.
Que no sea un tema por el que se inclinan muchos sociólogos  es también un indicativo social: el amor se ha considerado, y se sigue considerando en muchos sentidos,   algo exclusivo del ámbito íntimo y, por tanto, excluido de los estudios centrados en lo objetivo, en  "lo verdaderamente importante".

Eva Illouz demuestra que eso es un prejuicio y hay vínculo  entre "el amor" y  las categorizaciones económicas y sociales  creadas por la evolución capitalista.  Es decir, el  contrato amoroso y sexual  va a  adquirir las características económicas  que va imponiendo el capitalismo en cada una de sus etapas. 
El amor moderno  (el alentado por el Romanticismo) surge vinculado a las ideas políticas y económicas del liberalismo del  siglo XIX.  Se trata de un contrato que se defiende como  un acto libre, llevado a cabo por dos individuos independientes que basan  su pacto en sus deseos y sentimientos y  no en los intereses racionales de la familia. Tiene, pues, las características del mercado liberal: dos individuos libres  e iguales en el acto de la compraventa llegan a intercambios basados en los deseos libres de cada parte. Es la defensa del libre comercio, del deseo individual  como motor del intercambio. Los derechos económicos individuales son también los derechos amorosos.

El liberalismo todavía mantenía unas formas rituales en los contratos: en sus inicios sus  participantes eran gentes que se conocían y la confianza en la lealtad  mutua era un valor básico. En un principio, el matrimonio libre por amor  o el amor libre también presentaban el principio de confianza y de lealtad. Entre los participantes el contrato se hacía con la voluntad de duración; en todo caso, se sabía qué pasos había que dar  para iniciarlo y qué pasos  para rescindirlo. Se actuaba dentro de un marco de referencias claro. Las reivindicaciones del amor libre (es decir libertad emocional)  pronto se iban a  acompañar de las reivindicaciones de libertad sexual. El individuo como propietario único de su cuerpo y, por tanto, como único con derecho a decidir sobre su uso iba  a extenderse por el mundo capitalista. Las mujeres en sus luchas por la libertad sexual no hacían sino llevar a sus últimas consecuencias las propias bases ideológicas del liberalismo y del neoliberalismo. Eva Illouz no niega en ningún momento la necesidad histórica de esa lucha feminista, pero recuerda una y otra vez ese origen y las consecuencias que entraña. 

Con brillantez, muestra que la desregularización económica del neoliberalismo global está detrás de los enormes cambios que  se han dado en las relaciones sexuales y amorosas en las última décadas. Analiza las relaciones que se estabablecen  en las redes sociales, en concreto, en Tinder. Estas relaciones  ( que ella llama " no relaciones ) tienen las mismas características que  los productos financieros: los implicados en el intercambio no tienen por qué conocerse ( es muy habitual en las relaciones surgidas en Tinder que los participantes no sepan ni el nombre de la persona con la que se acuestan), el contrato implica que cada uno busca su propio interés y que si lo ve en peligro, es libre de retirarse de la relación sin explicar los motivos al otro. Son relaciones pensadas como efímeras, sin compromiso y acumulativas: son una acumulación de capital personal que sin embargo siempre hay que estar invirtiendo para que no pierda valor y lo incremente.  Los que participan en el mercado sexual piensan, como los que participan del mercado financiero, que con un solo clic  pueden colocar su capital en otro sitio donde les dé más beneficio.  Todos los individuos entran en un sistema de competencia global.

Por lo demás, el esquema de estas relaciones efímeras sigue siendo patriarcal: los hombres continúan con la  vieja visión  que separa la sexualidad del amor.  Históricamente las mujeres han sido  las encargadas del cuidado emocional del hombre y es frecuente que la libertad sexual y su condicionamiento social choquen entre sí. Por eso, la libertad sexual es, según Eva Illouz, un logro ambiguo para las mujeres: en la sexualidad no encuentran su reafirmación social y en el sexo Tinder no encuentran la realización de sus roles de cuidado emocional. Mientras la oferta sexual es clara y está definida por el intercambio de placer, la emocional se queda sin marco referencial. Los participantes precisan  contrato sexual, pero el emocional queda en la ambigüedad, en el devenir, en la indefinición. La emoción amorosa, emancipada de las obligaciones sociales, familiares y sexuales  se muestra insuficiente para dar por sí misma estabilidad  y consistencia a las relaciones. Se queda sin marcos de referencia y sin rituales. El sexo también emancipado de lo social, lo familiar, lo emocional se convierte en una mercancía. Hombre y mujer, pero especialmente la mujer, es a la vez objeto de consumo y consumidora.

En último término, triunfa  la mercantilización del sexo según la cual cada parte lo ofrece  para obtener del otro un placer que  no compromete a nada emocional, que no está ligado ni al pasado ni a un futuro común. Es la misma relación efímera de usar y tirar que se tiene con cualquier otra mercancía obsolescente.

Eva Illouz  señala el malestar, el sentimiento de soledad, la angustia que generan estas relaciones sin marcos de referencia estables  en las que cada actor se cree libre. Los sujetos  no entienden por qué esa libertad les hace felices tan poco tiempo, por qué para volver a ser felices  otro rato tienen que volver a consumir a otra persona y así en una sucesión que no parece tener fin. No entienden, en definitiva,  que toda su vida emocional está guiada por el fetichismo de las mercancías.




jueves, 30 de julio de 2020

LAS DOS MUERTES DE SÓCRATES, DE IGNACIO GARCÍA-VALIÑO


La novela de Ignacio García-Valiño no acaba de encontrar un buena simbiosis entre los dos subgéneros que maneja. Todo apunta a que el deseo del autor era escribir una novela histórica y que lo policiaco no es  más que un vehículo para mantener el interés de un cierto público. En definitiva,  es en lo histórico (sean hechos  reales o posibles) donde radica el interés de esta novela.

Es un verdadero placer deambular por la Atenas clásica y encontrar “vivos” a  Alcibíades, a Pericles, a Sócrates, a Platón, a Aristófanes, a Protágoras y sobre todo, a Aspasia. Es Aspasia el eje de la novela y su mirada sobre los grandes personajes con los que convivió más o menos íntimamente releva nuevos aspecto sobre ellos. La hetaira se sobrepone a las divisiones y rencillas  excluyentes establecidas por los hombres y es capaz de apreciar a Sócrates, pero también a los denostados sofistas, especialmente a Protágoras. Por tanto, no se conforma García- Valiño con la visión de estos personajes  transmitida por la tradición: así  arroja una sombra de duda sobre la buena fama de Sócrates transmitida por Platón, su gran apologista. Protágoras recupera en la novela una dignidad de la que también le despojó  Platón. Por otra parte el novelista atiende a una reinvindicaciones de las mujeres tratadas marginalmente por los historiadores. Aspasia va a  intentar utilizar toda su influencia para que la democracia  con el tipo a las mujeres.  

Hay momentos para los que García-Vadillo se ha documentado a fondo;  es el caso del juicio contra Sócrates. Pone en duda que la única interpretación sobre la decisión de Sócrates de tomar la cicuta esté basada en la virtud de este.  Revisa,  por tanto,  la imagen de santo laico que nos ha llegado del filósofo que recorría las calles de Atenas haciendo preguntas a todo aquel con el que se cruzaba. Se sugiere que Sócrates  tuvo bastante influencia en la educación de aquellos que hicieron caer la democracia ateniense, régimen político con el que no simpatizaba, como tampoco lo hacía el aristocrático Platón.

 

Con todo, el personaje más rico en su recreación es Aristófanes. Es el cliente más asiduo del burdel de Aspasia. De forma atrevida, García-Valiño atribuye a la hetaira  el encargo de la escritura de la más conocida de las comedias de Aristófanes: “Lisístrata”, una comedia tremendamente transgresora con los valores patriarcales atenienses que cuadra poco con las posiciones conservadoras y misóginas atribuidas del comediógrafo. También aparece como una obra de encargo “La asamblea de mujeres”.

Si algo  queda claro en la novela es que son los hombres los que mandan, pero son las mujeres las que tienen más  inteligencia para hacerlo de una manera más igualitaria; las hetairas son mujeres inteligentes, públicas en los dos sentidos de la palabra, por prostitutas, pero también por ser las únicas que podían tener influencia en los asuntos de la polis, aunque fuera desde la posición a la que las condenaban los hombres. Aspasia intenta crear una escuela de mujeres en el burdel; incapaz de poder formar  a otras mujeres en literatura, ciencia, filosofía en una escuela formal,  se propone formar a las hetairas cuyo éxito  vendrá de ese plus intelectual  en relación a las otras prostitutas. Hoy nos cuesta entender que este fuera el único camino para que los hombres permitieran expresarse en público a las mujeres y no las castigaran por su inteligencia y buen discernimiento.  En el cristianismo esa misma función la ha cumplido el convento durante siglos; era este el único lugar donde una mujer podía cultivarse sin despertar las furias masculinas, y eso no siempre.

 

En cuanto a la trama detectivesca,   el autor comete varios errores, el más grave el  que los griegos llamaban “deus ex machina”. Consigue despertar la curiosidad del lector, pero la  resolución del caso es retorcida, artificial y sobre todo, inverosímil. Este defecto no impide, sin embargo, disfrutar de la estupenda ambientación histórica que consigue el novelista.  Si pueden, léanla.



miércoles, 29 de julio de 2020

LOS MILLONES, DE SANTIAGO LORENZO



“Los asquerosos” dio a conocer a Santiago Lorenzo a miles de lectores que no tenían noticia alguna de la existencia de este autor vizcaíno. El éxito de su corrosiva novela ha tenido el efecto de que muchos nos hayamos puesto a buscar otras novelas del autor con la esperanza de divertirnos de nuevo con su prosa delirante e incisiva. “Los millones” es un buen título: una mención a nuestra pasión por el dinero que no se anda con rodeos. Uno presiente, con razón, que no le van a hablar de finanzas, ni de ricos a los que les sale el dinero por las orejas, sino de esa gente para quien recibirlos es un milagro. Esa forma milagrosa es un premio en un juego de azar, esa esperanza tan española... Santiago Lorenzo tiene una idea brillante y jocosa: los millones le tocan a alguien que nunca antes había jugado a la loto y que se halla en situación de no poder cobrar el pastizal por vivir en la clandestinidad como miembro del GRAPO. La novela es una sátira divertida y ácida sobre la militancia en ese grupúsculo chapucero donde el protagonista es un verdadero don nadie en perpetua espera de un acción con repercusión. Es una parodia de la pretendida heroicidad revolucionaria no exenta de compasión por ese cordero solitario, desgraciado y miserable que se cree un lobo a punto de cambiar la trayectoria de la historia de España con la explosión de un artefacto casero, cuya metralla son los irrisorios utensilios de cocina de los que dispone. No menos divertida es la parodia sobre el golpe de suerte que puede cambiarle la vida a cualquiera menos a él. Parte de la novela será una lucha contra el reloj que marca el final del plazo en que puede cobrar el décimo, es decir, transformar su vida. Una metáfora hilarante sobre la ventana de oportunidad de la que hablaban los teóricos de la Revolución. Es esta la primera novela de Santiago Lorenzo , y para quien haya leído “Los asquerosos” salta a la vista que el autor está haciéndose todavía con las claves de la parodia. No siempre acierta con el tono ni con el ritmo. No siempre acierta con la frase rotunda y efectista que provoca una sonrisa a la vez que hace un rasguño en la moral complaciente del lector. Los episodios son demasiado repetitivos y previsibles; la historia amorosa entre la periodista y el miembro del GRAPO oscila entre lo cursi y lo sentimental, no solo porque los talluditos personajes parezcan torpes adolescentes sin experiencia sino porque el autor se muestra indeciso en el punto de vista del narrador. Muestran, eso sí, el gusto de Santiago Lorenzo por los personajes marginados, incapaces de integrarse en una sociedad en la que, por lo demás, integrarse significa sumarse al rebaño de imbéciles que la componen/componemos. El final es de un optimismo que nada hacía presagiar. Quizá sea irónico, no lo sé. Pese a sus defectos, es una novela entretenida, apropiada para reírnos de nuestros rancios defectos nacionales sin que nos duelan demasiado.

martes, 28 de julio de 2020

MONTAIGNE : NO EXISTEN VERDADES ABSOLUTAS O DURADERAS, SOLO OPINIONES



Conservo, pese a todo, un moderado  optimismo sobre la influencia a largo plazo de los profesores  sobre sus alumnos. A veces nos desesperamos porque no vemos frutos inmediatos, como si  no fuera importante dejar puertas abiertas para que los jóvenes pueden pasar por ellas el día en que personalmente quieran o lo necesiten. Viene esto a cuento de una lectura que tenía aplazada desde hace 16 años. Una profesora de la UPV comentó en una clase  que su lectura preferida  para el verano eran los ensayos de Montaigne. Son tres hermosos tomos, así que le habrán dado para muchos agostos. Cuando atisbamos con curiosidad qué lee el vecino de toalla, no solemos encontrarnos con los ensayos de este filósofo. Fue  esta anécdota la que fijó ese momento en mi memoria y el propósito de acercarme a esa obra que hacía sonreír tantas veces a mi seria profesora de Literatura francesa.

De eso, como decía, han pasado 16 años. Este extraño verano de movilidad temerosa he pasado una semana en Madrid. Nunca antes había sido tan dichosa en esta ciudad cuyo ritmo se ha vuelto  provinciano y reflexivo.  Había mucho negocio cerrado, desde luego, pero quioscos y librerías estaban  abiertos y por lo que vi, hay entre los lectores una bulimia de lecturas, una necesidad táctil, sensitiva de volver al  ritual de las librerías. 

Fue precisamente en el quiosco de la calle Atocha donde me sorprendió  un librito  sobre Montaigne: era de una colección de divulgación filosófica, apropiado para hacer una aproximación antes de entrar en la obra monumental del filósofo.

Cerrado el libro, mi primera conclusión ha sido   que hay  que leer a Montaigne para entender la formación del pensamiento de la Modernidad, incluso el  de la Posmodernidad en la que dicen que estamos hoy, que no es otra cosa  que  la agudización y la desintegración de los pilares de la primera.

La obra de Montaigne es una reivindicación continua del yo  como  el mejor objeto para el análisis: el sujeto toma un cierto distanciamiento de sí mismo para observarse continuamente y dar cuenta de todo lo que pasa por su conciencia sin discriminar lo que  pertenece a los altos pensamientos de la filosofía o a las meditaciones menudas de la cotidianidad: el hecho de  pertenecer a la existencia del sujeto lo convierte en tema pertinente :  todo es interesante en cuanto que  el yo habla del yo. Los ensayos de este filósofo son el cumplimiento exhaustivo del axioma que décadas más tarde marcaría el rumbo de la filosofía occidental "Pienso luego, existo". La existencia  queda garantizada por el acto de pensar y el acto de pensarse. En nuestra época de individualismo exacerbado, quizá está idea nos parezca trillada; en su época supuso una verdadera revolución. Poner al yo en el centro del mundo suponía desplazar de él no solo a Dios sino al mundo objetivo exterior al sujeto. El yo se convierte en la fuente de certezas provisionales  al precio de  ir descubriendo la inestablilidad del propio yo.

En efecto, en su autoanálisis, Montaigne  descubre que el yo es una entidad cambiante, contradictoria, que está siempre en proceso de hacerse y de deshacerse: es un fluido, no un sólido. La idea de una identidad fija, estática, conformada de una vez para siempre  o incluso conformada en el nacimiento,   no es más que una ilusión del yo. Por consiguiente, si el yo es cambiante, contradictorio, difícilmente puede creer que la sociedad no lo sea también. Y es aquí donde Montaigne  siente vértigo. No se le escapa que dicha concepción individualista  abre una concepción inestable para los estados y otras instituciones; es desde este vértigo desde donde hay que entender el conservadurismo de Montaigne, que excluye al Catolicismo y a la Monarquía del libre examen del individuo. Él puede pueda vivir sin grandes sistemas de creencias; él  puede ejercer la libertad de pensamiento, pero es evidente que no cree deseable que los fieles  y los súbditos lo hagan. Cuestionarlo todo es un privilegio del yo interior, todavía no es un derecho democrático. Montaigne, como escéptico que es, no creía que existiesen verdades absolutas y duraderas, pero  como tantos otros pensadores posteriores, creyó conveniente que la masa sí creyera en ellas, que conservara rituales colectivos, que se sintiera anclada  en normas y usos que le dieran sentido a la vida. Montagine encontró el sentido de su vida en observarla, en alcanzar un alto grado de conciencia de ella y plasmarla por escrito.No parece que esa solución pueda convertirse en  un modo general de darle sentido a la vida. En el siglo XVI parece que Montaigne ya temía esa situación que tan bien describe Byung-Chul Han en su ensayo más reciente "El abandono de los rituales":  la ausencia de rituales colectivos, de creencias comunitarias sume al individuo en la angustia existencial. El mercado necesita esa angustia para que los individuos intenten llenar el vacío con mercancías, es decir, con relaciones fetichistas.

A Montaigne, la fluidez del yo, su condición inacabada, cambiante, contradictoria no lo sumirá  ni en la perplejidad ni en la angustia; todo lo contrario, lo mismo que declarará incansablemente su goce por la variedad del mundo, de las culturas, de los individuos, gozará de su yo cambiante y estará atento a la percepción de esos cambios. El placer de la vida consistía para él en estar plenamente consciente el mayor tiempo posible; en ese sentido lamentaba el sueño que le privaba de la atención consciente a su mente. Dicho de otro modo, la autoobservación iba unida a un tópico querido del Renacimiento, el "carpe diem".

No me cabe duda que la lectura de los "Ensayos" será  para muchos un encuentro sorprendente con  "un contemporáneo"; también será imposible no leer sus experiencias desde el desencanto de nuestra Posmodernidad.











domingo, 1 de marzo de 2020

EL ENTENADO, DE JUAN JOSÉ SAER

“Esta novela es café para muy cafeteros”. Así se expresaba uno de los participantes en la tertulia sobre “El entenado” que celebramos el mes pasado. La expresión resume mi opinión sobre esta extraordinaria novela.  Es una novela para quienes no van a la novela exclusivamente a que un  historia  interesante los arrastre, los entretenga, sino para  aquellos degustadores de la forma literaria que leen y releen un párrafo deslumbrados por los hallazgos verbales del autor. Y es que el castellano de Saer es de una belleza y una riqueza que te dejan pegada a la silla. He  leído esta novela  sin dejar de darle las gracias a Saer  por  escribir en castellano  reivindicando en cada línea que esa es  la  lengua de Cervantes.

No es esa la única maravilla de la novela. Saer nos interpela sobre la forma de ver el mundo, sobre la forma de estar y ser  en él.  El protagonista es un grumete de una expedición española al Río de la  Plata que, a principios del siglo XVI, es capturado por una tribu india.. El muchacho no  entiende por qué escapa al destino de todos sus compañeros  capturados,  que es ser devorados en un banquete. Esta con los indios diez años  y  asiste como espectador a la vida cotidiana y a  los rituales de canibalismo y orgías de la tribu sin  juzgarlos. Saer reta al lector occidental a no hacer intervenir de inmediato sus prejuicios y  no juzgar a la tribu. Le reta, en definitiva,   a ver desde dentro a la tribu como intenta hacer el grumete sin éxito. El protagonista, ya muy anciano,  rememora aquellos años y nos narra los posteriores a su vuelta a España. Con una fina ironía, nos plantea la pregunta de si “nuestra tribu” vista  desde fuera no parecerá  tan incomprensible y condenable como  la de  esos indios del Río de la Plata. La  novela  está recorrida por  preguntas de calado existencial y filosófico  sobre el ser, la realidad, la desaparición, la muerte, la nada…  No entiendo cómo este autor es tan poco conocido en España, cuando está a la altura  de Borges y Cortázar. ¡Ojalá se animen a leer esta obra!




miércoles, 26 de febrero de 2020

EL FILTRO BURBUJA, DE ELI PARISER


Creía que este libro me iba a sorprender más, a desvelarme tejemanejes oscuros en internet. El caso es que nada  de lo dice me ha chocado como nuevo. Algunos aspectos los conocía de lecturas aquí y allá; otros son fácilmente imaginables. Y es que a estas alturas nos queda poca inocencia. Sabemos que Google no nos ofrece sus servicios por un afán altruista, que cuando el servicio es gratis, el cliente es la mercancía. 

     El autor hace mucho hincapié  en las consecuencias de las recomendaciones personalizadas que hace Google y el peligro de crear una burbuja en que siempre estemos metidos en nuestros supuestos intereses.  Google hace esto para que cliquemos más, para que estemos más tiempo en la red. Por lo general el usuario se siente complacido de que sus gustos "estén" atendidos y no examina los efectos perniciosos de tal complacencia. Desde luego, efectos tiene muchos. El primero el de ponernos unas orejeras para todo aquello que no nos complace o "que no va con nosotros"; es más, hay todo un mundo que queda excluido de nuestro conocimiento puesto que nuestros clics iniciales nos encaminan por unos derroteros y nos apartan casi definitivamente de otros. La realidad no funciona así, allí tenemos que hacer frente a situaciones, problemas  y personas que no podemos apartar con un clic. El engaño mayor es pensar que el mundo es así, como nos los configura Google a través de sus recomendaciones.  Incide mucho el autor en que en este mundo donde todo se vuelve mercancía, también lo son las ofertas políticas, y ahí la Red está teniendo una influencia manipuladora estremecedora.  Como individuos poco podemos hacer para resistir a dicho poder de influencia. Al final, pensamos lo que nos inducen a pensar.  Esto no es nuevo, pero con las redes ha cobrado una carácter masivo y exponencial.

   Que esto es imparable no se le escapa a nadie, tampoco al autor.  Sin embargo, nunca se había acumulado tanto poder   en tan pocas manos,  un poder arbitrario y que se desentiende de  cualquier  exigencia ética y de cualquier intento de fijarle límites;  son las compañías las que se creen con derecho a ponerlos siempre en su propio beneficio monetario. Quien tiene un gran poder, tiene una gran responsabilidad, pero los gurús cibernéticos se la sacuden diciendo que esto es un juego en el que entra quien quiere, y que a ellos no les interesa la política. 

Recomiendo el libro para saber, por lo menos, dónde nos metemos, aunque, como prueba esta reseña, hasta las críticas se hagan usando sus herramientas.

sábado, 1 de febrero de 2020

MAL DE PIEDRAS, DE MILENA AGUS




Ah, el amor, el amor, ese don que parece que se le otorga a quien no lo busca. Abuela lo buscaba, se entregaba en alma a sus pretendientes, que huían despavoridos. El amor tampoco le llegó con el matrimonio, pese a ser él un buen hombre; quizá le llegaría allí donde no lo buscaba, quizá.

La historia  está narrada en tercera persona por la nieta, quien reconstruye la historia de su abuela paterna con material variado: las narraciones de la propia abuela y de otros miembros de la familia  y otras fuentes escritas. Es toda una tarea de investigación, hecha desde la empatía. Abuela es la principal fuente, pero lógicamente oculta lo que le resultó más doloroso; el punto de vista de la nieta, desde luego, es diferente al de otros miembros de la familia. Acierta la autora con la voz narradora: una nieta que quiere a su abuela y que está al lado de ella contra los prejuicios patriarcales de la época.


La abuela, nacida  a finales del XIX en Cerdeña, tenía una afición a la escritura que ocultó y  vivió clandestinamente. Hubo oscuros episodios amorosos en su vida y no se casó hasta los 30, considerada ya una solterona. Fue un matrimonio sin amor, pero no desgraciado en el uso tradicional del término. El verdadero amor, la otra cara de su matrimonio, lo encontrará  en un balneario al que acudirá a tratar su mal de piedra. Allí encuentra al hombre de su vida: sensible, atento, buen conocedor de la música y de la literatura, estupendo amante, y de una extraordinaria belleza física a pesar de haber perdido una pierna en la guerra, o quizá por haberla perdido. 


Es la nieta con su último descubrimiento, oculto en la paredes de la casa familiar que está restaurando, quien nos dará  una nueva clave para interpretar a la abuela. La novela , con tantas fuentes y voces, cumple con su misión de no ofrecer una sola verdad sobre la protagonista , y queda abierta a la interpretación del lector.

La prosa de Milena Agnus es de una ternura que nunca llega a la cursilería, de una aparente sencillez, que, sin embargo, va acumulando finas capas de realidad, mostrando que la Realidad no se deja atrapar en fórmulas comunes , y que es más rica y polifónica de lo que quieren los guardianes de lo correcto y de lo normativo.



domingo, 19 de enero de 2020

INSOLACIÓN, DE EMILIA PARDO BAZÁN

Atrevida, la novela se abre con la protagonista de la novela bajo los efectos de una terrible resaca etílica que ella se empeña en atribuir a una insolación.
¡Qué escándalo, una mujer que ha vuelto a casa borracha y que ha tenido una aventura con un hombre al que apenas conocía! Además en una feria popular, rodeada de vinazos y murgas populares. El caso es que ha perdido la honra; como no se acuerda de todo lo ocurrido, el lector también se queda a dos velas sin saber a qué atenerse sobre el alcance de la aventura.


Esa noche de  resaca Pardo Bazán pone en marcha la artillería con  que las mujeres intentan mentirse a sí mismas sobre sus actos.  Lo curioso es que la moralina que la marquesa de Andrade se aplica   no la convence , no se la cree, y ese es otro acierto de la narrativa de la escritora gallega. No sé si ese era el propósito de Pardo Bazán, pero realmente  no se aprecia ( o, al menos, yo no aprecio) sentido verdadero de culpa; más bien ocurre que Asís no confunde el deseo y el amor, y contra las convenciones de la época, se da cuenta de que lo suyo es deseo sexual, aunque luego nazca el amor. En ese orden no estaba permitido para las mujeres, mejor dicho, no estaba admitido el deseo sexual femenino nunca.

A partir de esa noche de resaca, toda la novela gira en torno a las rehuidas y a las “caídas” de la marquesa, cercada por Pacheco, el galán gaditano que incita a la dama a dar paseos por la periferia madrileña, la ladera de San Isidro o las Ventas del Espíritu Santo. Pacheco es de un derroche galante que hoy consideraríamos propio de un pesado. En su intento de reproducir el habla gaditana, Pacheco queda un pelín estereotipado. Pardo Bazán podría estar parodiando un poquito  a alguno de sus amantes ¿Quizá a Galdós? 


Adentrarse en esta novela es, sobre todo, volver al lenguaje amoroso  de la época. Visto desde nuestra perspectiva, no se entiende que se utilizaran tantísimas palabras, tanto circunloquio y  tanto pleonasmo para un asunto que hoy abreviamos en un guasap, nosotros que ya no tenemos novelas de galanteo sino de rupturas amorosas. También es verdad que  era la de Pardo Bazán una época en la que la burguesía tenía entre sus diversiones la conversación. Desde luego, a Pardo Bazán palabras no le faltaban. Sea como sea, a mí me  encantan esos largos paseos por el Prado y Recoletos en que los personajes no callan. 


Por lo demás, con Pardo Bazán sentimos el Madrid arrabalero de finales del siglo XIX, su bullicio, su miseria, su vitalidad. No tiene aún ese aire oscuro y delicuescente que presentará Pios Baroja en La busca.


En definitiva, esta novela está entre mis máquinas del tiempo, el único recurso para visitar el pasado.

domingo, 12 de enero de 2020

COMETIERRA, DE DOLORES REYES





Cometierra es el apodo de una joven flaca, de largos cabellos que tiene la extraña costumbre de comer tierra. Y esa tierra le habla de los muertos, de los desaparecidos que un día la pisaron, o mejor dicho, le provocan visiones de los últimos y terribles  instantes de unas criaturas, niños o mujeres que a  nadie importan más allá de sus padres o hermanos. Estos acuden desesperados  a la muchacha después de sentir el desprecio y la orfandad en la que los  deja una policía, un estado que está para otros asuntos. 

El lugar podría ser cualquiera de los barrios de la periferia bonaerense. Allí  se amontonan hacinados, expuestos a la violencia muchachos y muchachas sin futuro; la muerte es ese acontecimientos con el que pueden encontrarse en cualquier esquina, porque la vida no vale muy poco y la locura acecha a todos sus habitantes. 

Dolores Reyes cuenta todo este espanto sin recurrir a la truculencia; hay en su estilo una sencilla belleza lírica que no oculta  el infierno sino que dignifica a sus víctimas. 

En definitiva, una primera novela llena de sensibilidad que reivindica a los olvidados y acusa a un estado que hace tiempo que condenó a muerte a esos ciudadanos de tercera que son las mujeres de las barriadas pobres.



lunes, 6 de enero de 2020

LA DE BRINGAS (1884), DE BENITO PÉREZ GALDÓS


La de Bringas (1884) es la tercera de la novelas de la trilogía compuesta por El Doctor Centeno y Tormento. Se pueden leer independientemente, pero sin Tormento no es posible entender la fina ironía de Galdós en esta novela centrada en Rosalía Pipaón. Tampoco se entenderá plenamente si no se tienen en cuenta los diferentes paralelismos que hace el autor entre la historia privada de los Bringas   y la Historia que transcurre durante los cinco meses que preceden a la caída de Isabel II, es decir, a la Revolución del 1868.

 Los  Bringas viven en la segunda planta del Palacio Real, en un dédalo de pasillos y habitaciones  donde se alojan servidores de la administradores de palacio y acogidos casi por el favor regio y recomendaciones.  La familia, que antes vivía en la cercana  Costanilla de los Ángeles, está pletórica puesto que su nueva vivienda y el nuevo puesto de Bringas son un ascenso social que no les saca de la pobreza, pero les permite dorarla, y para la esposa, disimularla con más ahínco. Por lo tanto,  los Bringas están cerca de la Reina, a la que tratan personalmente. Esto permite a Galdós pasar ágilmente del plano público al plano privado.Durante toda la novela, en las conversaciones está el run run de que el descontento en las calles y en los cuarteles  está alcanzando una temperatura insoportable, ante la ceguera de la propia Reina y Francisco de Asís, el consorte. 

Leída superficialmente La de Bringas parece una mera novela costumbrista en la que se pone al descubierto la frivolidad de las mujeres en su querencia de trapitos para aparentar una riqueza y un estatus social que no tienen. Es, por supuesto, mucho más. Rosalía Pipaón muestra la verdadera catadura moral de la época y el estado económico del país. El marido, un tiranillo doméstico que somete a la familia a humillantes privaciones para poder acumular un dinero “muerto” en el fondo del escritorio representa el viejo modo de la acumulación precapitalista: la que todavía no entiende el dinero como la mercancía suprema que aumenta en su circulación, es decir,  por  el interés o por las plusvalías.  La esposa,  Rosalía Pipaón,  representa esa mentalidad de la burguesía hispana , que piensa que la riqueza se genera por la circulación del dinero ( y no en la producción de bienes y servicios)  y que solo ve en el capitalismo, el consumismo, la compra de mercancías que vienen, por ejemplo, de Francia, país que abastece los comercios de la capital de esos trapitos que vuelven loca a Rosalía Papión.  Con la Revolución burguesa del 68 cae el sistema Bringas y triunfa el sistema Pipaón; es ella la que se hará cargo de la economía familiar; para entender la transformación y su coste les invito a disfrutar de esta excelente novela decimonónica, que tanto nos puede decir de nuestro propio tiempo.




domingo, 5 de enero de 2020

CREA CADA UNO DE TUS POEMAS, de Blaga Dimitrova (Bulgaria)

Crea cada uno de tus poemas
como si fuera el último.
En este siglo saturado de estroncio,
lleno de terrorismo,
en el que todo ha echado a volar con velocidad supersónica
la muerte viene aún mas rápida.
Manda cada una de tus palabras
como si fuera la última carta antes de la ejecución,
como un mensaje en el muro de la prisión.
No tienes derecho a mentir,
ni el derecho a los juegos infantiles.
Simplemente no tienes tiempo
para corregir tus errores.
Escribe cada uno de tus poemas,
lacónicos y despiadados,
con sangre, como una despedida.


viernes, 3 de enero de 2020

2020, AÑO GALDOSIANO:



Entre 1980 y 1986 leí prácticamente todas las novelas de Galdós; era entonces una jovencita  que hacía mucho caso de las   recomendaciones de lectura de sus profesores, y Galdós figuraba en el número uno de la lista.  Mis  circunstancias familiares de aquellos años quisieron también que pasara los tres meses de verano en Madrid, con mucho tiempo para leer y recorrer las calles madrileñas siguiendo los pasos de los personajes que había conocido en el papel. Madrid y Galdós quedaron indisolublemente unidos en mis recuerdos. Después he releído con fruición algunas de las obras del autor canario, y por supuesto, este año me propongo dedicarle muchas horas; ese será mi homenaje en este 2020, centenario de su muerte.  Espero, además, que sus obras aparezcan con más frecuencia por la blogesfera, donde está bastante abandonado.

https://www.infolibre.es/noticias/cultura/2020/01/04/francisco_canovas_sanchez_galdos_fue_protofeminista_102499_1026.html


https://elpais.com/elpais/2019/11/01/album/1572637596_586434.html?rel=str_articulo#foto_gal_1


https://elpais.com/cultura/2020/01/03/actualidad/1578059139_077727.html


https://www.lavanguardia.com/historiayvida/historia-contemporanea/20200104/472670383488/perez-galdos-siglo-xix-electra-teatro.html


https://www.traveler.es/experiencias/articulos/actividades-ano-galdos-en-madrid-y-gran-canaria-que-hacer/17016


https://algunoslibrosbuenos.com/2020-ano-galdos


https://www.dondeirenmadrid.com/madrid-homenajeara-a-galdos-durante-todo-el-ano-2020/


https://www.eldiario.es/cultura/libros/Galdos-novelista-XIX-franquismo-republicano_0_979902359.html

jueves, 2 de enero de 2020

A UN POETA FUTURO, DE LUIS CERNUDA

No conozco a los hombres. Años llevo
De buscarles y huirles sin remedio.
¿No les comprendo? ¿O acaso les comprendo
Demasiado? Antes que en estas formas
Evidentes, de brusca carne y hueso,
Súbitamente rotas por un resorte débil
Si alguien apasionado les allega,
Muertos en la leyenda les comprendo
Mejor. Y regreso de ellos a los vivos,
Fortalecido amigo solitario,
Como quien va del manantial latente
Al río que sin pulso desemboca.

No comprendo a los ríos. Con prisa errante pasan
Desde la fuente al mar, en ocio atareado.
Llenos de su importancia, bien fabril o agrícola;
La fuente, que es promesa, el mar sólo la cumple,
El multiforme mar, incierto y sempiterno.
Como en fuente lejana, en el futuro
Duermen las formas posibles de la vida
En un sueño sin sueños, nulas e inconscientes,
Prontas a reflejar la idea de los dioses.
Y entre los seres que serán un día
Sueñas tu sueño, mi imposible amigo.

No comprendo a los hombres. Mas algo en mí responde
Que te comprendería, lo mismo que comprendo
Los animales, las hojas y las piedras,
Compañeros de siempre silenciosos y fieles.
Todo es cuestión de tiempo en esta vida,
Un tiempo cuyo ritmo no se acuerda,
Por largo y vasto, al otro pobre ritmo
De nuestro tiempo humano corto y débil.
Si el tiempo de los hombres y el tiempo de los dioses
Fuera uno, esta nota que en mí inaugura el ritmo,
Unida con la tuya se acordaría en cadencia,
No callando sin eco entre el mudo auditorio.

Mas no me cuido de ser desconocido
En medio de estos cuerpos casi contemporáneos,
Vivos de modo diferente al de mi cuerpo
De tierra loca que pugna por ser ala
Y alcanzar aquel muro del espacio
Separando mis años de los tuyos futuros.
Sólo quiero mi brazo sobre otro brazo amigo,
Que otros ojos compartan lo que miran los míos.
Aunque tú no sabrás con cuánto amor hoy busco
Por ese abismo blanco del tiempo venidero
La sombra de tu alma, para aprender de ella
A ordenar mi pasión según nueva medida.

Ahora, cuando me catalogan ya los hombres
Bajo sus clasificaciones y sus fechas,
Disgusto a unos por frío y a los otros por raro,
Y en mi temblor humano hallan reminiscencias
Muertas. Nunca han de comprender que si mi lengua
El mundo cantó un día, fue amor quien la inspiraba.
Yo no podré decirte cuánto llevo luchando
Para que mi palabra no se muera
Silenciosa conmigo, y vaya como un eco
A ti, como tormenta que ha pasado
Y un son vago recuerda por el aire tranquilo.

Tú no conocerás cómo domo mi miedo
Para hacer de mi voz mi valentía,
Dando al olvido inútiles desastres
Que pululan en torno y pisotean
Nuestra vida con estúpido gozo,
La vida que serás y que yo casi he sido.
Porque presiento en este alejamiento humano
Cuan míos habrán de ser los hombres venideros,
Cómo esta soledad será poblada un día.
Aunque sin mí, de camaradas puros a tu imagen.
Si renuncio a la vida es para hallarla luego
Conforme a mi deseo, en tu memoria.

Cuando en hora tardía, aún leyendo
Bajo la lámpara luego me interrumpo
Para escuchar la lluvia, pesada tal borracho
Que orina en la tiniebla helada de la calle,
Algo débil en mí susurra entonces:
Los elementos libres que aprisiona mi cuerpo
¿Fueron sobre la tierra convocados
Por esto sólo? ¿Hay más? Y si lo hay ¿adonde
Hallarlo? No conozco otro mundo si no es éste,
Y sin ti es triste a veces. Ámame con nostalgia,
Como a una sombra, como yo he amado
La verdad del poeta bajo nombres ya idos.

Cuando en días venideros, libre el hombre
Del mundo primitivo a que hemos vuelto
De tiniebla y de horror, lleve el destino
Tu mano hacia el volumen donde yazcan
Olvidados mis versos, y lo abras,
Yo sé que sentirás mi voz llegarte,
No de la letra vieja, mas del fondo
Vivo en tu entraña, con un afán sin nombre
Que tú dominarás. Escúchame y comprende.
En sus limbos mi alma quizá recuerde algo,
Y entonces en ti mismo mis sueños y deseos
Tendrán razón al fin, y habré vivido.

De "Como quien espera el alba" ( 1941-1944)