La "Sonata de otoño" pertenece al ciclo de las cuatro sonatas que publicó Valle-Inclán entre 1902 y 1905. Cada sonata recoge una aventura erótica del Marqués de Bradomín transcurrida en etapas diferente de su vida ( juventud, madurez, vejez) y en una de las estaciones del año: "Sonata de primavera", "Sonata de estío", "Sonata de otoño" y "Sonata de invierno". Contrariamente a lo que pudiera pensarse la primera en publicarse fue “Sonata de otoño”.
Se presentan narrativamente como memorias escritas cuando Bradomín es un anciano. Es este uno de los motivos, no el único, por el que la narración rezuma nostalgia. La historia contada en “Sonata de otoño” transcurre en Galicia, en el Palacio de Brandeso, un pazo tradicional de una familia de hidalgos. Bradomín recibe una carta de una de sus antiguas amantes, Concha, que le suplica que acuda a verla por hallarse muy próxima a la muerte. Bradomín acude y narra los sucesos de esos días que median entre su llegada y la muerte de Concha, además de hacer algunos movimientos de analepsis y prolepsis a lo largo de la narración.
No es esta una novela de acción; el argumento, como se ve, es mínimo. Valle-Inclán, siguiendo la estela del Modernismo, compone una narración ralentizada donde lo que importa son las sensaciones (visuales, olfativas, sonoras, táctiles.) y las expresiones amorosas teatralizadas, dulces y macabras, del tardorromanticismo. El tiempo transcurre con lentitud para que el lector pueda deleitarse como espectador de escenas pictóricas crepusculares, como olfateador de la vegetación caduca de los jardines nebulosos , como oyente del repiqueteo de la lluvia en frondas, telas y cristales o del vagar del viento en caminos y corredores oscuros . Y por encima de todo, está el deleite del lector con la palabra poética misma que construye todas las demás sensaciones.
El ambiente la novela es propio del decadentismo: las rosas son más sugerentes y evocadoras en su marchitez; la belleza de la protagonista pálida, enferma y moribunda es más exquisita y atrayente que la de su primera juventud, sana y fresca; la aristocracia beata pero viciosa , encerrada en sus viejos palacios y en sus viejas costumbres es más atractiva que la aristocracia aburguesada capitalina. La religiosidad de la protagonista no es motivo de una reflexión metafísica ni política ni costumbrista sino la condición necesaria para que sobreviva la noción de pecado ya que sin él el erotismo perdería su encanto, su misterio, su fuerza. Las aventuras de Bradomín necesitan que el mundo tradicional perdure para poder transgredirlo y gozarlo estéticamente. Ese goce está impregnado de nostalgia y melancolía porque la memoria es una copa de fino cristal donde se conservan la impresiones, las sensaciones y los recuerdos que siempre están en a punto de romperse o desvanecerse.
El personaje de Bradomín está en la línea de los personajes decadentistas, inmorales y estetas que se crean en la literatura europea desde finales del siglo XIX, como des Esseintes de la novela “A contrapelo” de Huysmans o Dorian Grey, de Oscar Wilde. Como estos autores, Valle-Inclán crea un personaje que se entrega al culto de la vida como obra de arte, que es el último escalón en esa escalera hacia abajo antes de se embullidos por el vacío existencial.