El título de la novela avisa con certeza de que toda ella va a girar en torno a su protagonista Stoner. Williams Stoner, nacido en 1891, crece en una granja de Missouri, entregado estoicamente a las duras labores del campo. En 1910 ingresa en la Universidad de Columbia para estudiar Agricultura y poder mejorar las prácticas agrícolas paternas. De forma inesperada, su destino, que parecía fijado inexorablemente, hace un quiebro y lo lleva en una dirección inesperada: un profesor de literatura inglesa lee el soneto 73 de Shakespeare, y Stoner tiene una epifanía, un deslumbramiento, un enamoramiento súbito de la literatura que le hará abandonar la azada y quedarse como profesor durante el resto de sus días en la universidad, su refugio irrenunciable en que lo arropan “ las grandes almas que la muerte ausenta”. Por allí pasará la Histora dejando sus huellas o sus ecos: La Primera Guerra Mundial en la que muere uno de sus dos únicos amigos, el Crac del 29 que lleva a la ruina la granja de sus padres y al negocio de su suegro, la Segunda Guerra Mundial, que destroza por dentro a sus supervivientes. Todos esos terroríficos fracasos dejan un desaliento perpetuo en la memoria, aunque, después de ellos, haya que seguir viviendo la vida con sus rutinas, sus rencillas, sus mezquinas aspiraciones. A esos fracasos colectivos suma Stoner sus fracasos privados en todas las facetas que para el individuo común vertebran la vida: la integración en una comunidad, su matrimonio, su paternidad, su labor profesional… Todo ello es fuente de un dolor que Stoner afronta con el estoicismo antiguo de los viejos campesinos hechos a no preguntar a los elementos adversos de la naturaleza por qué suceden y menos aún, por qué les suceden.
La historia de fracasos de un ser gris que caerá en el olvido poco tiempo después de su muerte ha sido contada miles de veces, pero pocas con la humildad, sencillez y veracidad con que lo hace John Williams. La trama escrita sin subrayados climáticos, sin una palabra más alta que la otra, sin ningún juego pirotécnico, discurre en un ambiente opresivo de tristeza difusa y agarra al lector a la silla, no lo suelta, lo mantiene en vilo como nos mantienen en vilo los presagios que tienen la mala costumbre de cumplirse. Pese a su grisura, Stoner destaca por encima de todos los otros personajes en que no se rinde a la destructividad moral de la época. Él se aferra a la dignidad de su trabajo, a la dignidad de sus ancestros, al principio de no hacer daño a los demás aunque no acierte a hacerles el bien; se aferra a la belleza de los libros que hablan un lenguaje olvidado cuyo latido es casi imposible de recuperar.
Lean esta novela y, si les ha gustado, recomiéndenla allá donde estén y adónde vayan. Más de uno de sus amigos puede vivir una epifanía con John Williams.
3 comentarios:
Deje está novela a medias porque pertenecía a la biblioteca. Solamente leí un buen puñado de páginas pero se entrevé el genio narrativo, el oficio que atrapa al lector. Hará como dos años que estaba en todas las bocas y la tenía olvidada, así que se agradece el recuerdo.
La leí -y comenté- hace varios años y aún hoy no dejo de ponderarla. Es una novela que todo docente -y su entorno familiar- debieran leer. Los primeros, para reafirmarnos en aquel viejo motivo por el que abrazamos la carrera; los segundos, para que pudieran comprender más acabadamente nuestro pasión por enseñar. Y por aprender.
En otro orden, me sorprende que no tengas comentarios. Al menos en tan buenos libros como éste.
Un abrazo, Squirrel.
Marcelo, acabo de leer la reseña de esta novela en tu blog; no me enteré por aquellos años del revuelo que había causado la novela de John Williams. En realidad, he llegado a ella un poco por ese azar tan propio de internet; es decir, buscando otras cosas.
A mí también me ha llamado la atención el tema de la vocación docente y en concreto, esos primeros años en que el protagonista no podía transmitir su entusiasmo en el aula. En cuanto a lo de la falta de comentarios en este blog, lo veo normal. Hay tantísimos blogs literarios en internet que este no es más que un pequeño alfiler, por lo demás, poco imantado.
Un saludo.
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