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martes, 30 de julio de 2019

STONER, DE JOHN WILLIAMS: UNA NOVELA IMPRESIONANTE

El título de la novela avisa con certeza de que toda ella va a girar en torno a su protagonista Stoner. Williams Stoner, nacido en 1891, crece en una granja de Missouri, entregado estoicamente a las duras labores del campo. En 1910 ingresa en la Universidad de Columbia para estudiar Agricultura y poder mejorar las prácticas agrícolas paternas. De forma inesperada, su destino, que parecía fijado inexorablemente, hace un quiebro y  lo lleva en una dirección inesperada: un profesor de literatura inglesa lee el soneto 73 de Shakespeare, y Stoner tiene una epifanía, un deslumbramiento, un enamoramiento súbito de la literatura que le hará abandonar la azada y quedarse como profesor durante el resto de sus días en la universidad, su refugio irrenunciable en que  lo arropan “ las grandes almas que la muerte ausenta”. Por allí pasará la Histora dejando sus huellas o sus ecos: La Primera Guerra Mundial en la que muere uno de sus dos únicos amigos, el Crac del 29 que lleva a la ruina la granja de sus padres y al negocio de su suegro, la Segunda Guerra Mundial, que destroza por dentro a sus supervivientes. Todos esos terroríficos fracasos  dejan un desaliento perpetuo en la memoria, aunque, después de ellos, haya que seguir viviendo la vida con sus rutinas, sus rencillas, sus mezquinas aspiraciones. A esos fracasos colectivos suma Stoner sus fracasos privados en todas las facetas que para el individuo común vertebran la vida: la integración en una comunidad, su matrimonio, su paternidad, su labor profesional… Todo ello es fuente de un dolor  que Stoner afronta con el estoicismo antiguo de los viejos campesinos hechos a no preguntar a los elementos adversos de la naturaleza por qué suceden y menos aún, por qué les suceden.


La historia de fracasos de un ser gris que caerá en el olvido poco tiempo  después de su muerte ha sido contada miles de veces, pero pocas con la humildad, sencillez y veracidad  con que lo hace John Williams. La trama escrita sin subrayados climáticos, sin una palabra más alta que la otra, sin ningún juego pirotécnico, discurre en un ambiente opresivo de tristeza difusa y  agarra al lector a la silla, no lo suelta, lo mantiene en vilo como nos mantienen en vilo los presagios que tienen la mala costumbre de cumplirse. Pese a su grisura, Stoner destaca por encima de todos los otros personajes en que no se rinde a la destructividad moral de la época.  Él se aferra a la dignidad de su trabajo, a la dignidad de sus ancestros, al principio de no hacer daño a los demás aunque no acierte a hacerles el bien; se aferra a la belleza de los libros que hablan un lenguaje olvidado cuyo latido es casi imposible de recuperar.


Lean esta novela  y, si les ha gustado,  recomiéndenla allá donde estén y adónde vayan. Más de uno de sus amigos puede vivir una epifanía con John Williams.

miércoles, 7 de noviembre de 2018

Apegos feroces, de Vivian Gornick

     La traducción de Apegos feroces de Vivian Gornick llegó a las librerías española 30 años después de su publicación en inglés , algo completamente inexplicable. Sin embargo, su acogida ha sido estupenda en nuestro país, señal de que quizá conecte con una sensibilidad nueva, pendiente de los conflictos de la mujer en la creación de su identidad.


    Gornick hace  materia literaria de su propia vida  dentro del género memorialista: es una profunda indagación a la pregunta no solo de cómo soy sino de cómo he llegado a ser como me percibo ahora, teniendo en cuenta que la percepción del yo es inestable, mudable, de perfiles nebulosos. 


     Con extraordinaria habilidad utiliza el paseo como elemento vertebrador de la narración. Son paseos que hace con su madre en diferentes épocas por Nueva York. En estos paseos  y en sus conversaciones con su madre se disparan los recuerdos en continuos flash-back  que se prolongan en la escritura.

     
     En una conferencia espléndida sobre Virginia Woolf hay un momento en que Laura  Freixas denunciaba que en la literatura escrita por hombres, las relaciones de las mujeres siempre pivotan en torno a un conflicto masculino: las mujeres aparecen como amantes, esposas, hijas...pero no se analizan realmente relaciones entre mujeres. Pues bien, Gornick nos ofrece  una narración en la que indaga sobre las relaciones madre-hija, una relación que podríamos  denominar en muchos casos de “espejo roto”.  De lo que no cabe duda es de que la identidad de la hija se construye en muchas interacciones con la madre, interacciones  marcadas por el rechazo y la necesidad de diferenciación, pero también por una necesidad emocional casi animal de ese vínculo.También es sobresaliente el retrato de la relaciones vecinales femeninas: una solidaridad lastrada por cotilleos, celos, odios, indiferencias y transitoriedad. Menos lograda me parece la narración de la relación de la protagonista con los hombres: ahí es mucho menos profunda. Lo mismo puede decirse del análisis de la relación de la autora con su trabajo intelectual: es un análisis pobre y poco original. 

     Para acabar, la novela es altamente recomendable: es imposible no pensar en la influencia que sobre  cada una de nosotras han tenido las relaciones materno-filiales.





jueves, 1 de noviembre de 2018

El corazón es un cazador solitario, de Carson McCullers


Pocos autores han alumbrado, tan jóvenes, una obra de la calidad de "El corazón es un cazador solitario". Sorprende que una mujer de 23 años alcance tal perfección en el estilo y tanta profundidad en la observación de la vida de los que no tienen voz en el mundo real  y la tienen desfigurada por ideologías redentoras en la ficción.


Es la  década de los cuarenta, una época de fuerte crisis económica en los Estados Unidos. En una ciudad del sur, cuyo nombre no se nos dice, pero que puede ser cualquiera de ellas, varios personajes nos muestran sus miserias diarias, sus sueños irrealizables, su soledad sin remedio, su desorientación y su fracaso indefenso.

Todos llevan en sí algún fuego sagrado que se apagará irremediablemente: la niña Mick Kelly, hija de unos hospederos con varios hijos, siente en ella la música y se afana por aprender su lenguaje. La música se calla en su corazón  definitivamente cuando tiene que ayudar a subsistir a su familia trabajando en una tienda de chucherías por un sueldo miserable.

Jake Blount, lector de Karl Marx, quiere propalar la "Verdad" por el mundo, pero, irascible e incluso violento, es incapaz de hacer de él mismo un hombre nuevo. No solo no es capaz de comunicarse (problema común a todos los personajes) sino que produce un rechazo generalizado. Malvive en una atracción de feria donde van los obreros a gastar unas monedas en una diversión que los aleje por unos minutos de una vida horrible de la que no quieren tomar plena conciencia y que consideran, sobre todo, inamovible.

Por  su parte, la cafetería Nueva York, centro donde confluyen varios de los personajes de la novela, está regentada por Briff Brannon. Su bar está abierto las 24 horas del día los 365 días del año, una autoexplotación que refleja muy bien la vida de la pequeña burguesía en tiempos de crisis. Brannon quiere darle un sentido trascendente a sus ocupaciones: siente inclinación por los débiles, los tullidos y de forma algo turbia, por Mike. Lo que les cobra a veces está por debajo del beneficio que le pueden reportar. Brannon parece querer penetrar el alma humana eludiendo la suya propia en la que no indaga ni aun después de la muerte veloz de Alicia, su esposa. Intenta combatir su soledad con su generosidad, aunque inútilmente.

John Singer, sordomudo, vive al principio de la novela con otro sordomudo, Antonapoulos. La relación entre ellos, que veladamente parece ser de atracción sexual, al menos por parte de Singer, es desconcertante. Viven años aislados del mundo, sin necesidad de otra relación, en una extraña simbiosis cuyo mantenimiento se debe a los esfuerzos de Singer. Antonapoulos, un ser que se relaciona con el mundo a través de un apetito insaciable de comida, es encerrado en un manicomio por primo que no quiere que le dé problemas. Singer sobrevive gracias al recuerdo de su amigo y las escasas visitas que puede hacerle. Lo más curioso es que este personaje, tocado de una debilidad funcional impresionante, se convierte en el baluarte de los demás personajes: cada uno se lo imagina tal y como necesita que sea. Proporciona calma y serenidad a todos los demás personajes con sus silencios atentos en los que parece entender y acoger a todos, aunque resulta que no sea así: ni entiende ni le interesa nadie más que su Antonapoulos, un ser que no sabemos qué puede tener para despertar tal fidelidad y amor en Singer. Seguramente es su forma de huir de la soledad extrema.

El doctor Copeland, por su parte, tiene otra verdad que no es capaz de transmitir a los suyos: la necesidad de luchar contra la esclavitud y el desprecio al que los someten los blancos, incluidos los de las clases más bajas. Como Brannon, parece dedicar las 24 horas del día de los 365 días del año a asistir a los negros enfermos, también a blancos. Su derrumbe empieza cuando su hijo William, preso por una minucia que a un blanco no le costaría ni un multa, acaba con los pies amputados en la cárcel. La enfermedad del cuerpo y la enfermedad del alma acaban consumiéndolo.

Es un mundo al que llegan los ecos del nazismo y que espera una voz que los convoque con fuerza y los escuche y no solo un mudo sin mensaje que parezca comprenderlos, pero que es más débil que todos ellos.