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martes, 29 de marzo de 2022

ARDE ESTE LIBRO, DE FERNANDO MARÍAS: LA DOBLE DESPEDIDA


 

Hacía tiempo que un novela no me pegaba un bofetón semejante. La leí con el corazón en un puño, con la conciencia de que existen infiernos que solo se pueden narrar si se han visitado, si se ha vivido y casi muerto en ellos. La emoción me llevó a querer tener algún día delante, en carne y hueso a Fernando Marías. Doble puñetazo: murió el 5 de febrero, hace unas semanas; fue otro sobrecogimiento. Leeré de nuevo la novela, sé que ahora de otra manera, rastreando en ella el final del propio autor.

Fernando realiza en Arde este libro uno de los ajustes de cuentas con sus propias culpas más sincero y arrasador de los que he leído nunca. Intenta entender a la mujer que amó durante más de veinte años, y que murió completamente alcoholizada, por una adicción en la que la inició él. Estremece ese historia de amor que estrecha el alcohol y es destruida por él. Enternece ese esfuerzo de Fernando Marías por hacerle "una casa de papel" a la mujer que amó y a la que apenas conoció  o conoció de una manera difícilmente verbalizable. Verónica no deja de ser un ser nebuloso que provoca en nosotros una indecible angustia de vida fracasada, vacía, sin propósito, sin asideros, desarraigada. Los muertos no pueden replicar, ni aclarar, sin desmentir, ni dar a conocer aquello que los demás no percibieron en su vida. Gran tragedia  la de darse cuenta de que no se hizo lo suficiente por descubrir los deseos, los miedos, las aspiraciones, los temores de alguien a quien quisimos, pero no lo suficiente para indagarlos. A mí me queda la sensación de que amar así es amar insuficientemente. El propio autor se da cuenta de que el fondo sus proyectos estuvieron siempre por delante, en la errónea creencia, tan común a muchos hombres, de que el proyecto de ella...era él.

Por otra parte la devastación del alcoholismo está dibujada con maestría estremecedora, así como el ambiente del Madrid de los 80, el prodigioso Madrid de los 80 donde esa vida al filo de la muerte era un juego de jóvenes que se creían inmortales, de jóvenes que sentían que con ellos empezaba otro mundo, otro país, otra historia. Es un bonito ejercicio de nostalgía leer la novela en el propio Madrid, recorriendo las calles de la pareja "feliz". Quizá el mejor lugar para releerla sea la estación de Chamartín, leer allí la lacerante escena de despedida. 

Si no han leído aún esta novela, léanla, léanla, porque pocas como ella tocan tan a fondo la fibra de nuestra vulnerabilidad.


lunes, 8 de julio de 2019

TIERRA DE MUJERES, DE MARÍA SÁNCHEZ



Tierra de mujeres es una mezcla de testimonio biográfico y de ensayo que propone una visión del campo, del mundo rural que se aparta por igual del idealismo bucólico, tan frecuente en la literatura desde Teócrito o Virgilio,  como del tremendismo rural, tan frecuente en crónicas periodísticas y novelas como las Vida de Pascual Duarte.  Bien es cierto que en la parte  de la obra dedicada a tres mujeres de su familia (una tatarabuela paterna, su abuela materna y su madre) la autora adopta un  tono lírico de  rememoración  que embellece la realidad aunque siempre sin dar la impresión de falsearla.

María Sánchez sigue una tradición masculina de la familia: es veterinaria como lo fueron su abuelo y su padre. El punto neurálgico de este testimonio es  la toma de conciencia de que su  admiración de las figuras masculinas de su familia es sospechosamente correlativa  a su desconocimiento y a un poco de desprecio de la línea femenina. María Sánchez reconoce que es el momento histórico que vive, con un movimiento feminista ascendente  y combativo, el que le hace dirigir una mirada crítica a su propia actitud de ninguneo hacia la rama femenina de su familia. Maneja por ello el concepto de invisibilización. Las mujeres del campo son invisibles para todos, incluso para ellas mismas, que no han podido construir un relato, un discurso de sus vidas en la convicción  de que no se lo merecen. 

 Este hilo argumental, la invisibilización de las mujeres, se cruza con la invisibilización del mundo rural. Las mujeres del campo no tienen voz y las voces masculinas que han contado la vida del campo siempre han sido de autores ajenos a este mundo, siempre  han sido forasteros que han visto en este mundo un refugio de la ciudad o han ido a ese mundo a resolver conflictos internos: han dejado también sin voz propia a los campesinos que casi siempre caricaturizan. 

María Sánchez no se siente una voz ajena a ese mundo sino alguien  enraizado  en él por las vivencias de su infancia y por su propio trabajo de veterinaria.  No está tampoco sola en la reivindicación de la mujer del campo y del mundo rural. Nos revela  que hay todo un movimiento en la Península que lucha  por darse a conocer, por salir de las sombras, por reivindicar el mundo rural y a ellas mismas  en este. 

El ensayo está escrito de una manera más convincente y emotiva de lo que conseguirá nunca un ecologista urbano. En las palabras de María Sánchez hay autenticidad, convicción y sobre todo, mucho amor. Una obra a la que merece la pena dedicarle unas horas de lectura. Como poco, el lector  no volverá a pasar por estos pueblos rurales consultando tan solo las opiniones de Tripadvisor sobre sus hoteles con encanto y su restaurantes con productos de la tierra.