Tierra de mujeres es una mezcla de testimonio biográfico y de ensayo que propone una visión del campo, del mundo rural que se aparta por igual del idealismo bucólico, tan frecuente en la literatura desde Teócrito o Virgilio, como del tremendismo rural, tan frecuente en crónicas periodísticas y novelas como las Vida de Pascual Duarte. Bien es cierto que en la parte de la obra dedicada a tres mujeres de su familia (una tatarabuela paterna, su abuela materna y su madre) la autora adopta un tono lírico de rememoración que embellece la realidad aunque siempre sin dar la impresión de falsearla.
María Sánchez sigue una tradición masculina de la familia: es veterinaria como lo fueron su abuelo y su padre. El punto neurálgico de este testimonio es la toma de conciencia de que su admiración de las figuras masculinas de su familia es sospechosamente correlativa a su desconocimiento y a un poco de desprecio de la línea femenina. María Sánchez reconoce que es el momento histórico que vive, con un movimiento feminista ascendente y combativo, el que le hace dirigir una mirada crítica a su propia actitud de ninguneo hacia la rama femenina de su familia. Maneja por ello el concepto de invisibilización. Las mujeres del campo son invisibles para todos, incluso para ellas mismas, que no han podido construir un relato, un discurso de sus vidas en la convicción de que no se lo merecen.
Este hilo argumental, la invisibilización de las mujeres, se cruza con la invisibilización del mundo rural. Las mujeres del campo no tienen voz y las voces masculinas que han contado la vida del campo siempre han sido de autores ajenos a este mundo, siempre han sido forasteros que han visto en este mundo un refugio de la ciudad o han ido a ese mundo a resolver conflictos internos: han dejado también sin voz propia a los campesinos que casi siempre caricaturizan.
María Sánchez no se siente una voz ajena a ese mundo sino alguien enraizado en él por las vivencias de su infancia y por su propio trabajo de veterinaria. No está tampoco sola en la reivindicación de la mujer del campo y del mundo rural. Nos revela que hay todo un movimiento en la Península que lucha por darse a conocer, por salir de las sombras, por reivindicar el mundo rural y a ellas mismas en este.
El ensayo está escrito de una manera más convincente y emotiva de lo que conseguirá nunca un ecologista urbano. En las palabras de María Sánchez hay autenticidad, convicción y sobre todo, mucho amor. Una obra a la que merece la pena dedicarle unas horas de lectura. Como poco, el lector no volverá a pasar por estos pueblos rurales consultando tan solo las opiniones de Tripadvisor sobre sus hoteles con encanto y su restaurantes con productos de la tierra.