En buena medida, la visión que tiene de sus padres, de sus compañeros de estudios, de la sociedad, no viene dada por el trazo de situaciones concretas, ni por problemas y conflictos que vayan tejiendo red sino a través de la crítica a la música dominante, la que escuchan sus padres y sus amigos . En vez de buscar un nuevo lenguaje en la literatura o en la filosofía o en la política, la protagonista lo busca en la música, en las canciones, de ahí el título de “Deseo de ser punk”.
Francamente la novela me ha decepcionado y aburrido. En la narrativa de Gopegui siempre encuentro el mismo fallo: parece que la madrileña parte de una tesis ideológica y después busca la forma en que embutirla. La consecuencia es que el mensaje no surge de la propia lógica interna de la novela sino que se convierte en algo impuesto a ella. Por lo demás, la autora no acaba de meterse en la mente de la adolescente ni da con el estilo de escribir de una chavala de dieciséis años: una veces imita torpemente su forma de hablar y otras le da una madurez expresiva inesperada, con pensamientos que son de un adulto, que son de la propia autora. La relación entre los personajes, especialmente de Martina con sus padres está superficialmente explorada. Si sentimos que Martina está desorientada, sola, llena de rabia y huérfana de referentes, es por el método de la insistencia y de la repetición, es decir, porque la protagonista nos lo dice machaconamente. Que la muerte del padre de su amiga Vera le haya supuesto un cataclismo tenemos que aceptarlo igualmente bajo palabra, y no porque se hayan construido sólidos fundamentos narrativos.
Cada vez que leo un novela de Gopegui, no deja de apenarme que, coincidiendo generalmente con las críticas sociales de la autora, me defraude su forma literaria.