Luisa Carnés nació en Madrid en 1905, en la calle de Lope de Vega, en lo que hoy se conoce como el barrio de las Letras. Nacida en una humilde familia obrera, tuvo que abandonar la escuela a los 10 años y a los 11 años comenzó a trabajar en un taller de sombreros. Se formará, por lo tanto, de manera autodidacta, con la lectura de prensa o de préstamos de biblioteca. Como ella declaró en una entrevista, leía todo lo que caía en sus manos, malo o bueno, sin orientación. Admirará, sobre todo, a los autores rusos Dostoievski, Tolstoi y Gorki. Con solo 18 años publicó su primera novela, “Peregrinos de Calvario” y con 23, su aclama “Natacha”. Trabajó como mecanógrafa en una editorial, en la que conoció a marido.La editorial quiebró y la pareja emigrará a Algeciras. Sin embargo, Carnés regresará a Madrid muy pronto y trabajará en una salón de té cercano a la Puerta del Sol. Pese al escaso tiempo que le dejaba este trabajo, continuará escribiendo cuentos y colaboraciones periodísticas. En 1934 saldrá a la luz “Tea rooms”, novela basada en su experiencia en el salón de té donde trabajó de camarera. En el debate crucial sobre el derecho de voto de las mujeres, Carnés se posicionará junto a Clara Campoamor como lo harán Concha Espina, Teresa de León, Elena Fortún y otras escritoras. También participará en las actividades promovidas por la República. Militante del Partido Comunista, tendrá que exiliarse al final de la Guerra Civil y formará parte de aquella riada de republicanos derrotados que salió de España por la frontera catalana con Francia, entre los que iba Antonio Machado. Ya en México, seguirá con su labor de periodista y novelista. Murió en 1964 en un accidente de tráfico del que salieron ilesos su marido y su hijo.Ignorada durante muchos años, como otros muchos escritores del exilio, se la adscribe a la generación del 27, y dentro de ella a la novela social de preguerra. Formará parte, además, de las “sinsombrero”, esa nómina de escritoras del 27 no hace mucho reivindicadas para nuestra historia literaria.
“Tea rooms” es una peculiar novela- reportaje en la que Luisa Carnés objetiviza su experiencia en el salón de té madrileño en el que trabajó a su vuelta de Algeciras. Puede hablarse de un personaje colectivo, si bien la voz en tercera persona se focaliza en Matilde, un alter ego de la escritora. El hilo conductor de la novela es el trabajo alienante de las empleadas y su lucha diaria por mantener ese trabajo por el que cobran un salario de hambre y que realizan en un clima de miedo, de humillaciones y de acoso. Sus vidas privadas, si se puede hablar de algo que apenas tienen, se limitan o a una vida familiar llena de conflictos y desesperación, donde hace estragos el paro, la violencia, el hambre y un hondo sentimiento de desamparo e impotencia, o la soledad en un cuartucho, o el refugio en ilusiones. El telón de fondo son las calles de Madrid donde se multiplican las huelgas y las protestas reprimidas brutalmente. Estamos en las vísperas del advenimiento de la II República.
Luisa Carnés plantea numerosos temas que todavía nos atañen: la doble carga para las mujeres de la explotación laboral y doméstica; el matrimonio y la maternidad impuestos; el aborto, la prostitución, la exclusión de la educación; la lucha de clases y el papel que en ella tienen las trabajadoras.
El punto de vista de Carnés está orientado, sin tapujos, por su conciencia de clase y de género. Toda la novela está dominada por un deseo de mostrar con nitidez un mundo que es invisibilizado o invisible para las clases medias y altas, y a la vez no es descifrable para las propias afectadas, herederas de siglos de resignación y de impotencia. Carnés no idealiza en ningún momento; las trabajadoras son mujeres de carne y hueso, con sus debilidades, con sus rencillas, con sus diferencias. La nueva idea de la solidaridad que recorre Europa las atrae y las espanta, y sobre todo no saben cómo ubicarse en un movimiento que, aun siendo reivindicativo, tampoco las apela especialmente. Solo en la figura de Matilde expresa Carnés un conciencia reflexiva que observa la realidad sin la mediaciones ideológicas del poder de la élite ni tampoco del patriarcado.
Con un lenguaje directo y estoico en recursos, la novela sorprende por lo inhabitual. En el microcosmos del salón de té las camareras deben moverse como autómatas sonrientes y obedientes a las órdenes siempre agrias y amenazantes de la encargada. No hay tiempo para largos diálogos, ni para largas ensoñaciones, ni para una introspección minuciosa al estilo de Proust o de Woolf. Por eso, el estilo de Carnés tiende a la oración escueta; la frase es rápida y certera como tienen que serlo los movimientos de las trabajadoras. La autora huye del estilo dulzón y empalagoso no queriendo servir un dulce "averiado" como los que se venden disfrazados a los clientes despreciables. No hay tiempo para hilar con hilo de seda historias minuciosas en estas vidas rotas por el engranaje del trabajo alienado. En “Tea rooms”, los señoritos seducen a camareras y a costureras, como cuentan las novelas sentimentales, pero Carnés sabe que en la realidad estas son historias expeditivas con finales a los que solo se presta atención un momento y luego caen en el olvido. Las trabajadoras pueden acabar en la prostitución, pero Carnés, por supuesto, no le encuentra ningún glamour a lo Dumas ni tampoco es motivo para una disquisición moral. La prostitución es presentada como una falsa salida, otra forma de explotación. El matrimonio no es esa institución hecha para los ángeles del hogar, pero Carnés no cae en el regodeo zolesco de mostrar las lacras de las familias obreras. Solo el trabajo digno y el acceso a la educación podrían liberar a las trabajadoras, pero es un horizonte que ni siquiera atisban la inmensa mayoría de ellas.
La verdad es que esta obra me ha impresionado y quizá, por primera vez, he leído una novela escrita por una trabajadora. Es una de esas trabajadoras cuya existencia no registran nuestras miradas y que solo forman parte del decorado de la cafetería donde tranquilamente nos tomamos el café y el cruasán. Carnés, una escritora invisibilizada tantos años, nos muestra a otros seres invisibilizados. Por eso, leer esta novela es, entre otras cosas, un acto de justicia.