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sábado, 27 de julio de 2019

De Madrid al cielo, de Ismael Grasa


En “De Madrid al cielo” su protagonista, Cayetano Zenón, excantante y guitarrista callejero primero, tratante de muebles y libros usados después, nos narra en primera persona  los avatares de su vida en unos días de otoño de 1993. Es la narración de un declive, por utilizar las palabras del protagonista, que se niega a vincularse a la situación histórica de crisis que vive el país, aunque evidentemente estén vinculados.
Los horizontes de Zenón no son otros que encontrar qué comer ese día y dónde y cómo conseguir el dinero para pagar el alquiler. Para hacerlo, prescinde de principios morales incómodos. Sus amistades o meros conocidos son desechos de  un desguace social: amistades perdidas de su época de comunista, un expresidiario, caseros inmisericordes, vecinos espías,  jubilados que pasan sus días jugando al ajedrez en el Retiro, libreros graciosillos de la calle Moyano, taberneros que de vez en cuando le fían un vaso de alcohol, drogadictos que se arrastran por la plaza de Santa Ana o Tirso de Molina...

Zenón nos narra los vaivenes de sus días  con una ironía distanciadora impostada, como el pobre que no quiere ni compasión ni siquiera comprensión de su situación. Su narración es salpimentada por citas tomadas de  aquí y allá en esos libros que primero roba y luego malvende en las librería de viejo. Su declive no parece sino la  rutina de la miseria  que lo llevará cuesta abajo a una muerte insignificante. Esa monotonía   la rompe repentinamente el asesinato de una joven que atrae a Zenón, y de la que, como tantos otros, se aprovecha.  La joven Paula, que se prostituye para pagar sus dosis de heroína, aparece brutalmente asesinada  en la cama de Zenón. Libre de las sospechas de la policía, el protagonista se dedicará a buscar al culpable de esa muerte. Cuando lo descubra, se romperán las pocas costuras que unen a Zenón a la sociedad.

Durante la lectura de la novela, hay algo que se hace familiar al lector, aunque sea esta la primera novela que  se lea de Grasa; y es que Zenón es un personaje creado  siguiendo la estela de novelas como "El laberinto de las aceitunas" o "El misterio de la cripta embrujada", de Eduardo Mendoza. El humor desacredita al propio narrador ( un narrador no confiable), incluyéndolo en la crítica de lo que critica. Zenón se vende tan fácilmente como cualquier otro. Sus citas librescas se mezclan en su cerebro como unas páginas rotas en un cubo de basura. Otra influencia detectable, a mi entender, es la de Pío Baroja: los personajes episódicos son descritos con nervio, en pocas palabras y como estereotipos fácilmente reconocibles. Son personajillos oscuros, mediocres, pequeños guijarros  del pavimento pisoteado de Madrid. 

La novela hace pruebas  con algunos recursos del género policiaco o negro, pero como cabos  sueltos que no trenzan  una verdadera investigación o un cuadro de los bajos fondos según esos subgéneros. La impresión es, valga la redundancia, algo impresionista. Quizá  dar la sensación de historia deshilachada esté entre las intenciones del autor. A pesar de todo,  es una novela que se deja leer con facilidad y despierta  cierto interés. Para mí ha sido  un reencuentro con una España, la  de 1993 o 1994, que nos recuerda que en este país las cosas nunca fueron tan bien como a veces pensamos con nostalgia, ahora que estamos sumidos en una crisis  insondable  en que el humor desmitificador de Grasa es un juguetito que ha perdido parte de su gracia.




viernes, 19 de julio de 2019

Nadie nos oye, de Nando López


Un adolescente de diecisiete años aparece muerto a  causa de una feroz paliza. El hecho causa estupor y terror entre los compañeros del joven y entre algunos adultos del Zayas, colegio que destaca por su equipo de waterpolo, del que formaba parte el asesinado.

Ni un solo testigo, ni una sola prueba que señale al culpable. Los primeras investigaciones y las primeras iras se desatan contra el colegio Távora, donde es numeroso el alumnado inmigrante: hay reciente episodios que revelan la hostilidad existen entre el Zayas y el Távora. Dos personas del Távora intentarán desentrañar lo sucedido: Emma, una psicóloga contratada por su vieja amigo Víctor para que intente mejorar la moral del equipo de waterpolo e indaga en las causas que lo están haciendo bajar de nivel, y Quique, uno de los miembros del equipo de waterpolo, e hijo de Ernesto, el jefe de estudio quijotesco del Távora. Tanto Emma como Quique perciben demasiados silencios fuera y dentro del equipo, demasiados comportamientos evasivos y demasiados miedos a punto de eclosionar.

La resolución del crimen, el desenmascaramiento del asesino es el motor que impulsa la novela; el autor va entrecruzando con bastante habilidad temas muy cercanos a los adolescentes: las inseguridades y timideces, las dudas existenciales, la preocupación por la aceptación en los grupos, la homofobia más o menos agresiva, el abuso del alcohol, la irrupción de la extrema derecha en los institutos, el acoso escolar, las discriminaciones por clase social o por   étnica, la violencia de género,  la cobardía de los adultos ante los problemas, los intereses ocultos tras las vocaciones, las amistades que ya no serán nunca jamás para siempre… Un cóctel  bien mezclado y bastante bien dosificado, si bien es imposible que una novela juvenil no caiga en ciertos tópicos y, sobre todo, en el lenguaje políticamente correcto.

Para evitar dar únicamente la visión de un adulto, el autor alterna las voces de la psicóloga Emma y de Quique, uno de los componentes del equipo de waterpolo. La elección es inteligente porque así el lector está en situación de completar y matizar la información y las opiniones de una y de otro. Esto también ayuda a que el ritmo sea más ágil y no se caiga en la rutina pese a las repeticiones a las que asistimos.

Las tensiones que va creciendo en el grupo de waterpolo están trazadas con mucho tiento, y hacen que descubramos el desenlace como inevitable, aunque no solo por  los determinantes emocionales de los personajes, sino también porque a veces el azar hace que coincidan en el mismo espacio-tiempo varios individuos que hubiera sido mejor que no hubieran coincidido.

No diré que es una novela que, siendo del ámbito juvenil, alcanza tanta calidad que puede entrar en la categoría de literatura a secas. Sin embargo, es una obra que se lee fácilmente y no aburre. A los chavales de 17 años estoy segura de que les encantará.

sábado, 30 de septiembre de 2017

EL ADVERSARIO, DE EMMANUEL CARRÈRE


Esta novela de Emmanuel Carrère se publicó en el 2000 y fue muy pronto adaptada al cine por Nicole Garcia. La base argumental es un caso real que el propio Carrère siguió como periodista contratado por Le Nouvel Observateur. Los hechos eran, por tanto, del dominio público y en esta novela de no ficción se ponen en conocimiento del lector también con prontitud. El caso tiene tales componentes novelescos que quien lea la obra  sin saber que se basa en hechos reales pensará  que el autor inventó un argumento muy poderoso y original. De creer que es una novela de ficción el lector también le reprochará  al autor “descuidos” o “ inverosimilitudes” : difícilmente estamos dispuestos a creer que en la era digital alguien puede mantener  un secreto tan complejo por tanto tiempo sin cometer un solo error y arropado una y otra vez por la credulidad de los demás y por la suerte.

Los hechos son los siguientes: en 1993, Jean-Claude Romand asesinó a su mujer, a sus dos hijos y a sus padres, antes de un intento fallido de suicidio. Enseguida, los investigadores descubrieron que Romand había construido su vida sobre una mentira increíble: se  hacía pasar por médico investigador de la OMS en la ciudad suiza de Ginebra. Mientras  su familia y conocidos  lo creían  en su despacho o viajando por todo el mundo requerido para dar conferencias, él vagabundea por bosques, aparcamientos, hoteles y  cafeterías donde leía  revistas especializadas  de medicina (de hecho, había estudiado dos cursos de Medicina, pero nunca llegó a presentarse al examen de Segundo) que alimentaban a su personaje ficticio. El dinero para mantener el estatus social que le correspondería de ser cierto su trabajo, lo obtuvo estafando a sus propios familiares y a su amante quienes pusieron en sus manos grandes sumas de dinero en la seguridad de que Romand las colocaba en fondos suizos de gran rentabilidad.

A Carrère le fascinó  esta historia para cuya construcción tuvo que enfrentarse a problemas de técnica narrativa, especialmente el  del punto de vista y y el del tono. En  la novela utiliza   la autobiografía en primera persona del protagonista  y la de la biografía en tercera  persona realizada unas veces por un narrador omnisciente y otras por un narrador testigo;   incluye  también parte del propio proceso de  creación:  sus reflexiones teóricas, sus miedos de que se confunda comprensión con justificación, su miedo de que ser personaje literario dote de otra identidad a Jean-Claude Romand, su  presencia como periodista en el juicio , las cartas que intercambió con el preso... Lo interesante de esta novela negra es el intento de ver al personaje por dentro sin justificarlo. En definitiva, trata de  responder a esas  preguntas que nos hacemos todos ante acontecimientos que exceden nuestra comprensión racional: ¿Qué ocurre en el interior de un ser humano para llegar a asesinar a cinco seres queridos, aceptando que efectivamente sí los quería? ¿Qué impulsa a un individuo a sostener una mentira que le causará mil veces más problemas que confesarla? ¿Realmente llega un momento en el que no hay marcha atrás y todo está determinado por lo hecho anteriormente? ¿Hasta qué punto podemos vivir con una identidad creada para los otros?

Una novela de lectura apasionante que nos ofrece una imagen de Jean-Claude Romand alejada de los clichés que encontramos en cualquier artículo o reportaje de la época. Como muestra pueden ver, antes o después de leer la novela, este reportaje: