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domingo, 31 de marzo de 2019

Las peregrinaciones de Childe Harold, de Lord Byron


Entre 1812 y 1818 Lord Byron  publicó una de sus más exitosas obras: La peregrinaciones de Childe Harold. Se trata de un largo poema narrativo dividido en cuatro partes.El quinto canto, iniciado en su viaje a Italia, quedó  inacabado. Este poema romántico alterna la descripción de lugares y acontecimientos históricos con  numerosas reflexiones de un joven que busca dar sentido a su vida tras haber caído en la desilusión y la sensación de vacío tras unos años entregado a los placeres mundanos. Es el tema del hastío vital y la huida a los lugares donde se cree que puede volver a sentirse la intensidad de la emoción. La gran acogida de esta obra se debe, seguramente, a que expresa poéticamente la melancolía, la depresión, la desilusión  propias de la generación posterior a la de la Revolución Francesas y las Guerras Napoleónicas.

La obra contiene numerosos elementos autobiográficos, sobre todo de sus expreriencia durante viajes por España, Portugal,  Italia y el mar Egeo entre 1809 y 1811. Había tanto de él en estos cantos, que Byron dudó en publicarlos, si bien lo hizo animado por sus amigos poetas. Como hemos dicho conectó de inmediato  con el  estado de ánimo en sus jóvenes contemporáneos.

Los dos primeros cantos se centran en el vagabundear de Childe Harold por Portugal, España, Albania y Grecia, en ese momento bajo el yugo turco. En el tercer canto encontramos a harold en Bélgica, nada menos que en la víspera de la batalla de Waterloo y después, seguimos sus pasos por Renania, el Jura y los Alpes suizos; el cuarto y último los acompañamos por Venecia y Roma.

Con esta obra, Byron da a la literatura el primer modelo de héroe romántico, dotado de rasgos  bien diferenciados. El héroe románticos tiene una gran inteligencia, una capacidad de percepción agudizada, tendencia al riesgo y al cambio, deseo de expatriación y de desclasamiento, adaptabilidad a cualquier situación en su viaje. Su comportamiento muestra su cosmopolitismo, su educación exquisita y sofisticada. Su ansia de libertad y su extremo individualismo le hace chocar con cualquier figura o forma de autoridad que intente recortar su voluntad y sus deseos, de modo que el héroe romántico tiene a estar fuera de la ley y de las normas sociales convencionales.

Childe Harold, llevado por un indisimulable sentimiento de superioridad, se muestra a menudo orgulloso, arrogante, perdonavidas y cínico. Es consciente de que su comportamiento es autodestructivo, pero no tiene ningún deseo de frenar esa deriva. Seduce a hombres y mujeres, pero solo es atraído fugaz y transitoriamente por ellos. Rodeado de misterio, escarba en sí mismo  buscando las emociones intensas que provoca en los demás y para su desesperación solo encuentra una nuez hueca. 

Este primer héroe romántico será el modelo inspirador de otros muchos héroes, sobre todo de Caín y de Don Juan. En ellos se basarán otros personajes de la literatura europea, el Eugenio Onieguin de Pushkin o  el don Felix de Espronceda.

Antología poética de William Wordsworth



La publicación de las Baladas líricas (1798), obra de William  Wordsworth (1770-1850) y Samuel Taylor Coleridge (1772-1834) marca un hito en la historia literaria inglesa: con esta obra se da por iniciado el  Romanticismo inglés cuyos rasgos  había aparecido aquí y allá, de manera  vaga y dispersa, en algunos poemas de  autores del XVIII. 

Los poemas van precedidos de un prólogo que puede considerarse un manifiesto.  Desde luego, es una reacción contra la literatura neoclásica y su lenguaje ampuloso, perifrástico que se  retroalimentaba siempre en la misma fuente y se alejaba del lenguaje común. Frente a las construcciones intelectuales y racionalistas del XVIII, Wordsworth y Coleridge situararán el sentimiento como la verdadera fuente de la poesía y, por ende, de la naturaleza humana, contraviniendo todo un siglo de racionalismo. El poema surgirá de una emoción subjetiva  que se intentará compartir con el lector.  El lenguaje que utilizará el sentimiento es el lenguaje común, el de las palabras cercanas a la vida cotidiana: no hay palabras poéticas y palabras no poéticas puesto que es el poeta el que las hace ser poesía. Si bien en el prólogo a las Baladas líricas, se sostiene que las situaciones también tienen que ser propias de la vida cotidiana, vistas, esos sí, con una mirada especial, Coleridge, más adelante, defenderá la poesía de lo sobrenatural, de los fantástico, de lo inusual.  Por lo demás, Wordsworth va a incidir especialmente en la relación del poeta con la Naturaleza, el lugar propio del hombre; el  alejamiento de esta  es la fuente del mal; arremete contra la Ciencia y el Arte  y toda la cultura libresca como mediadores de la relación del hombre con la naturaleza; él cree en el conocimiento que procede de la contemplación pasiva del paisaje.  La naturaleza proporciona al poeta  paz, emoción intensa,    sentido a la vida. Esta no sería sino “un desbordamiento de sentimientos poderosos, recordados en la tranquilidad”. Es más, el recuerdo de su contemplación es una reserva de consuelo para el poeta y su única arma para vencer la angustia por la irreversibilidad del tiempo. 

En la antología  editada por  Ediciones Júcar y  prologada por Paul  de Reul se hace una selección de la obra de Wordsworth que incluye algunos de los poemas de Baladas líricas. Sorprendentemente en ella  faltan dos poemas que se consideran sin duda los mejores de la producción de este poeta: La abadía de Tintern,  Preludio, Indicios de inmortalidad en los recuerdos de la primera infancia.

Como muestra aquí tienen algunos poemas de la antología.

Líneas escritas en primavera temprana

Oí mil notas mezcladas,
mientras en una arboleda me sentaba reclinado,
en ese dulce ánimo en que los pensamientos placenteros
traen ideas de tristeza al pensamiento.
A sus bellas obras la naturaleza unió
el alma humana que por mí fluía;
y mi corazón se angustiaba mucho al pensar
lo que el hombre ha hecho del hombre.
A través de matas de prímulas, en aquella dulce enramada,
tejía la pervinca sus guirnaldas;
y doy fe que cada flor
se deleita en el aire que respira.
Los pájaros a mi alrededor saltaban y jugaban,
no puedo yo medir sus pensamientos,
pero el menor de sus revuelos,
parecía un placer estremecido.
Las ramas que retoñan extienden su abanico,
para capturar el aire de la brisa;
y debo pensar, y hago cuanto puedo,
que había placer en aquel lugar.
Si no puedo evitar tales pensamientos,
si tal fuese la intención de mis creencias,
¿no tengo acaso razón para lamentar
lo que el hombre ha hecho del hombre?

Reconvención y respuesta

“¿Por qué, William,  sobre esa piedra gris
 tanto tiempo como la mitad de un día,
 por qué,  William,  te sientas solo,  así,
 y pasas las horas soñando?

 ¿Dónde están tus libros? ¡ Esa luz legada
 a Seres  que, si no, estaría remotos y ciegos
¡Arriba!, ¡Arriba!, y bébete ese espíritu insuflado
 por los muertos a su especie.

 Miras alrededor a tu Madre Tierra,
 como si sin motivo te hubiera parido;
 como si fueras su primer parto,
 y nadie, antes que tú coma hubiera sido!”

 Así, una mañana,  junto al lago  Esthwaite,
 cuando mi vida era dulce, y no sabía por qué,
 me habló mi buen amigo Matthew;
 y así yo le respondí:

“ El ojo no puede elegir sino ver;
 no podemos ordenar qué oído esté quedo;
 nuestros cuerpos sienten, estén donde estén,
 contra, o a nuestra voluntad.

 No menos creo yo que hay Poderes
 que por sí mismos impresionan nuestras mentes;
 que podemos alimentar esta alma nuestra
 en una sabia pasividad.

 ¿Piensas, entre toda esta suma portentosa
 de cosas que hablan sin  cesar,
 que nada proviene de sí mismo,
 sino que aún debemos seguir buscando?

 Entonces no preguntes por qué, aquí, solo,
 conversando como pueda,
 me siento en esta piedra gris y vieja
 y paso las horas soñando.”

Las mesas se volcaron

¡Arriba!, ¡arriba!, amigo mío, y deja tus libros;
 seguro que  crecerás el doble:
 ¡arriba!,¡ arriba!, amigo mío, y aclara tu mirada,
¿por qué todo este afán y estos problemas?

 El sol, sobre la cabeza de la montaña,
 un lustre refrescante y maduro,
 a través de todos los campos largos y verdes ha extendido
 su primer dulce rayo amarillo de la tarde.

 ¡Libros!  Es una lucha aburrida y sin fin :
 ver, escucha al verderón del bosque:
¡ cuán dulce su música! , por mi vida
 que hay más sabiduría en él.

¡ Y escucha! ¡ Cuán alegre canta el tordo!
 Tampoco es mal predicador:
 ven hacia la luz de las cosas
 deja a la Naturaleza ser tu profesor.

 Tiene un mundo de presta riqueza,
 nuestras almas y corazones para bendecir,
 sabiduría espontánea respirada con salud,
 verdad respira da con alegría.

 Un impulso de un bosque vernal
 quizás te enseñe más del hombre, 
 del mal y el bien, de la moral,
 que cuanto todos los sabios pueden.

 Dulce es el sabor que trae la naturaleza;
 nuestro retorcido intelecto
 desfigura las formas bellas de las cosas:
 asesinamos para disecar.

 Basta de Ciencia y Arte;
 cierra esas hojas yermas;
 ven, y tráete un corazón
 que vigile y reciba.


Lucía Gray; o la soledad

A menudo he oído hablar de Lucía Gray;
 y, cuando cruzaba el páramo,
 vi al azar al romper el día
 a la niña solitaria.

Ni  camarada mi compañero conoció Lucía;
 moraba en un ancho páramo.
 ¡La cosa más dulce que jamás creció
 junto a una puerta humana!

 Se puede espiar al cervatillo jugando,
 a la liebre sobre el verde;
 pero la dulce cara de Lucía Gray
 nunca más será vista.

“ Esta noche será una noche tempestuosa,
 tú, a la ciudad has de ir;
 y coge una linterna, Niña, para alumbrar
 a tu madre a través de la nieve.”

“Eso, Padre, lo haré con gusto:
 apenas comienza la tarde,
 el reloj de la iglesia ha dado las dos,
¡ y la luna está a lo lejos!”

 Ante esto, El padre  levantó  el gancho
 y partió un haz de leña;
 Acabó  su trabajo; __ y Lucía cogió
 la linterna en su mano.

 No es más alegre el corzo de la montaña:
 con muchos brincos juguetones
 sus pies dispersan en la nieve en polvo,
 que se levanta como humo.

 La tormenta llegó antes de tiempo:
 pero ella arriba y abajo;
 y muchas colinas escaló  Lucía:
 pero nunca alcanzó el poblado.

 Los desdichados padres, toda aquella noche
 fueron gritando a lo largo y a lo ancho;
 pero no hubo sonido ni vista
 que les sirviera de guía.

 Al romper el día de pie en una colina estaban
 que contemplaba el páramo;
 y desde allí vieron el puente de madera,
 a un estadio de su puerta.

 Lloraron, y de vuelta a casa, gimieron:
“ En el cielo todos nos reuniremos”,
 cuando la nieve la madre vio
 la huella de los pies de Lucía.

 Entonces, bajando desde el borde la empinada colina
 siguieron las pequeñas pisadas;
 y a través de la cerca rota de espinos,
 y por la larga pared de piedra.

Y  luego cruzaron un campo abierto:
 las huellas aún eran las mismas.
 las  las siguieron adelante, sin perderlas nunca;
 y llegaron junto al puente.

 Siguieron desde la orilla nevada
 aquellos pasos, uno a uno,
 hasta en medio del  tablaje.
¡ Y más allá no había más!

 Pero algunos sostienen que hasta hoy mismo
la niña continúa estando viva;
 que  se puede ver a la dulce Lucía Gray
 en el yermo solitario.

 Por montes y llanuras viaja,
 y nunca mira atrás;
 y canta una canción solitaria
 que silba en el viento. 


El verderón

Bajo estas ramas frutales que extienden
 sus flores blancas como nieve sobre mi cabeza, 
 con la más brillante luz del sol a mi derredor esparcida
 por el tiempo despejado de la primavera,
 en este remoto rincón,  ¡cuán  dulce
 sentarme en el asiento de mi huerto!
 Y a pájaros y flores de nuevo saludar,
 del año postrero mis amigos juntos.

 Uno es señalado, el más alegre huésped
 de todo este refugio de los bienaventurados:
¡ te saludo a ti, más alto que el resto,
 en la alegría de voz y de alas!
 Tú, verderón,  en  en tu verde traje,
 espíritu que gobierna hoy aquí,
 que encabeza las fiestas de mayo:
 este es tu dominio.

 Mientras pájaros, mariposas y flores
 hacen todos una banda de amantes,
 tú, recorriendo, arriba y abajo, arboledas,
 estás solo en tu contento:
 una vida, una presencia como aire,
 esparciendo tu alegría sin cuidado,
 demasiada buena ventura para que nadie se compare:
 tú eres tu propio recreo.

 Allá, entre la mancha de avellanos
 que se mueven con la ráfaga de brisa,
  contempladle  posado en éxtasis,
 y aún parece que planea;
¡ allí!, donde el aleteo de sus alas
 sobre su espalda y cuerpo arroja
 sombras y destellos de sol
 que le cubren por completo.

A mi deslumbrada  vista engaña a menudo
 ese hermano de las hojas que bailan;
 entonces, revolotea, y desde los aleros de la casa
 lanza su canción en torrentes,
 como si con esa canción exultante
 se burla se tratara con desdén
 a la forma sin voz que eligió fingir
 mientras aletea en los arbustos.

Un adiós

Adiós, a ti, pequeño rincón de tierra de montaña,
Aquí, rocosa esquina en el más bajo  escalón
 de ese magnífico templo que limita
 un costado de nuestro valle entero con raro esplendor;
 dulce jardín, huerto, sumamente bello,
 el más querido lugar que el hombre haya encontrado.
¡Adiós!, te abandonamos a los tranquilos cuidados del
 Cielo
 a ti, y a la quinta que rodeas.

 Nuestra barca está segura, anclada junto a la orilla,
 y allí, segura cabalgará cuando nos hayamos ido;
 los arbustos en flor que engalanan nuestra humilde puerta
prosperarán, aunque sin atenciones y solos;
 campos, bienes y lejanos  objetos no tenemos:
 estos estrechos límites encierran nuestra privada despensa
 de las cosas que da la tierra, y sobre las que luce el sol;
 aquí están a nuestra vista, no tenemos nada más.

¡Sol y lluvia estén con vosotros, capullo y campanilla!
 Por dos  meses ya en vano seremos buscados. 
 Os dejamos aquí, en soledad vivir
 con estos nuestros últimos regalos de cariñoso recuerdo;
 tú, como la mañana, con tu capa de azafrán,
 brillante margarita, y caléndula, ¡adiós!
a quienes de las riberas del lago trajimos
 y plantamos juntas cerca del pozo de roca.

 Nos vamos con Una  a quien seríais gratas;
 ella apreciaría está enramada, este cobertizo indio,
 de nuestro propio artificio, ¡edificio sin par!
 Una gentil doncella, cuyo corazón es de baja cuna,
 cuyos  placeres están en campo salvajes reunidos,
 con alegría, y con un reflexivo entusiasmo,
 vendrá a vosotros, y con vosotros casará;
 y  amará  la vida bendita que aquí llevamos.

 ¡Querido rincón!, que hemos contemplado con cariñoso
 cuidado,
 trayendote plantas elegidas y flores marchitas
 de las  distantes montañas, flor y yerba,
 que has tomado para ti como propias,
 haciendo toda bondad escrita y conocida;
 tú, en nuestra atención, más en verdad hija de la Naturaleza
hermosa por ti misma, y bella en  solitario,
 has aceptado regalos que poco necesitabas.

 Y, oh el más constante y a la vez más caprichoso lugar,
 que tienes humores volubles, como muestras
 a quienes no miran a diario tu rostro;
 quién, siendo amado, en el amor no conoce límites,
 y dices, cuando te abandonamos: “ ¡que se vayan!”
Tú,  cosa de sencillo corazón,  con tu raza salvaje
 de hierbas y flores, hasta que volvamos detente,
 y viaja con el año, a paso quedo.

Ayúdanos a contarle cuentos de años pasados,
 y esta dulce primavera, la más querida y mejor
 la alegría será lanzada en su condición mortal;
 algo debe perdurar para contarnos el resto.
 Aquí, atestado de primaveras, el escarpado pecho de la roca
 brilló  en la tarde como un cielo estrellado;
 y en este arbusto, nuestro gorrión hizo su nido,
 del que canté una canción que no morirá.

¡Oh,  Jardín feliz, cuya seducción profunda
 ha sido tan amable a las horas laboriosas;
 y a dulces sueños, que apaciblemente elevaron
 nuestros espíritus, llevando con ellos sueños de flores,
 y notas salvajes gorjeadas entre enramadas frondosas;
 dos ardientes meses deja saltar el verano,
 y volviendo con Aquella que será nuestra,
 en tu regazo de nuevo nos deslizaremos.

Algunos vídeos sobre la poesía de Wordsworth









domingo, 28 de octubre de 2018

Frankenstein o el moderno Prometeo, de Mary Shelley

Cuando Mary Shelley publicó" Frankenstein" su primera novela, era una joven de 20 años  y  lo hizo ocultando su nombre, algo habitual en la época, sobre todo tratándose de escritoras.. Nada hacía presagiar  que aquella novela  primeriza pudiera convertirse en uno de los grandes mitos de la contemporaneidad europea. A finales del siglo XVIII, un estudiante llamado Victor Frankenstein,  un apasionado de las ciencias naturales, concibió la idea de crear un ser humano  aplicando la investigación sobre el origen y el funcionamiento. El ser  que finalmente logró  crear  resultó monstruoso y, al mismo tiempo, estremecedoramente lúcido.
Esta novela es, sin duda, una representación acabada  del Romanticismo del XIX. Veamos cómo en ella se dan las características de ese  movimiento:
  1. El rechazo al racionalismo y el cientifismo dominante ya en las élites tras el triunfo del discurso de la Ilustración      En efecto, en la novela de Shelley aparece de una manera nítida algo que va a ser marca indiscutible del Romanticismo y que acompañará a la Modernidad occidental desde entonces. El monstruo que crea el doctor Frankesntein  es el resultado de optimismo sobre el poder sin consecuencias del desarrollo científico, de su fe ciega en que solo podía ir asociado al bien y al progreso. El Romanticismo creará muchos monstruos, muchas pesadillas, pero es Shelley quien inaugura la ciencia ficción con esta distopía sobre los peligros de tal progreso científico, que se convierte en realidad en una regresión.      
  2.    El origen del mal. Entra Shelley  en uno de los temas fundamentales al que Rousseau dio singular empuje. El enfoque de la autora es que la naturaleza humana, sin haber entrado en contacto con la sociedad, es buena. Las primeras acciones del monstruo sin nombre son bondadosas, desea imitar y aprender luego de los seres humanos que considera mejores. Claramente es el rechazo y el hostigamiento el que le hacen tomar conscientemente la decisión de ser malvado; porque Shelley presenta en último término la maldad como dependiente del libre albedrío, como una decisión a la que, eso sí, pueden empujar las circunstancias sociales adversas.
  3. La soledad. De una manera magistral, la escritora nos hace sentir que todos nacemos solos, dolorosamente solos, y que solo el amor puede atenuar esa herida. El monstruo está condenado a la soledad y le exige a su creador una compañera, que le es primero concendida y luego terminantemente negada. Analizándolo desde una perspectiva histórica, el monstruo representa la soledad alienada en la que ha entrado el individuo en la sociedad burguesa en la que despega el capitalismo.
  4.   La naturaleza bella, sublime y terrorífica.  La naturaleza aparece en la novela una y otra vez: una naturaleza montañosa o marítima, sublime, terrorífica, plena de belleza. Por ella vaga Víctor Frankestein en su viaje de huida, por ella vaga el monstruo en su vagabundeo primero y en la persecución de su creador, después. Terror y belleza, entremezclados.
  5.   El individualismo: glorificación y cuestionamiento: el doctor Víctor Frankenstein  actúa desde el individualismo. Obsesionado durante una época de su juventud por un interés propio ( su creación de una criatura a partir de trozos muertos de otros  humanos) no piensa en ninguna de sus consecuencia para los demás. Solo se hace consciente de su error cuando le afecta a él. Pone en peligro a su familia, a sus amigos, a la sociedad entera, por un deseo individual, por una pasión egoísta. Primero se ve a sí mismo como el científico que con sus solas fuerzas alcanza la gloria por una creación que ningún otro individuo ha alcanzado nunca; después, condena a su propia criatura a un individualismo forzado: sentirse único e irrepetible.
  6. El amor. La fuerza del amor de Beatriz parece ser el único asidero que se le ofrece al Víctor Frankenstein en su desesperación, pero ni este es capaz de salvarlo. El amor no es todopoderoso.
  7. La muerte y el suicidio. La historia está presidida por la muerte: el monstruo está hecho de trozos muertos obtenidos en cementerios y salas de disección, la muerte violenta se cierne sobre Víctor y todos aquellos a quienes quiere. Por fin, el monstruo, consumada su venganza, se  despide anunciando su suicidio.  Se convierte así la muerte, no como un hecho natural, sino como una condena  mítica que se han creído que son dioses, que son Prometeo.
  8. Lo monstruoso, las pesadillas.  En la literatura los monstruos ya existían: Shelley es la primera en hacerlos nacer de las pretensiones científicas. El monstruo, como víctima de los desvaríos racionalistas humanos, tiene por ello una extraña belleza, mueve a la compasión tanto como al terror al lector. Los sueños de la razón engendran monstruos, podría ser el mensaje de Mary Shelley.
  9. El lenguaje como aquello que nos crea. Una de las partes más interesantes de la novela es ver cómo el monstruo se enamora del lenguaje, de las palabras e inicia un aprendizaje con el que espera poder hacerse humano, igual a aquellos que imita. Aquí sin duda se encontró Shelley con un problema no resuelto: la relación entre lenguaje y pensamiento, porque el monstruo parece haber "pensado" antes de poder hablar. 







jueves, 4 de octubre de 2018

LAS OLAS, DE VIRGINIA WOOLF

La lectura de Las olas, de Virginia Woolf requiere de un lector  disciplinado y abierto, dispuesto a salirse de los cauces convencionales de la narrativa. Si ustedes son de los que dejan  las líneas de una novela  para irse a buscar un yogur en el frigorífico o de los que alzan cien veces la vista del libro en el metro, piensen que a la vuelta de tan triviales acciones  es difícil subirse otra vez a la ola de la consciencia del personaje que les hablaba en el momento de la interrupción.

Para calibrar la dificultad de esta genial novela, haré una lista de lo que NO van a encontrar en esta novela de Virginia Woolf y a continuación alguna aproximación imprecisa de lo que yo he percibido, que es lógicamente muy poco. Pero empecemos con lo  van a encontrar:


1. En cuanto a los personajes. En la novela oímos las voces de seis personajes, tres  masculinos (Bernard, Louis y Neville) y tres femeninos ( Susan, Jinny y Rhoda). Hay otro personaje sin voz, Percival, cuyo significado en la novela es difícil de determinar.  No tenemos a ningún narrador (sea omnisciente  o testigo)  que nos lleve de la manita para conocerlos con sus descripciones o sus juicios. Tampoco podemos llegar a ellos a través de diálogos: no hay un solo diálogo entre los personajes.  Más difícil todavía: no hay apenas hechos o acontecimientos en  los que, estando implicados los personajes, se vayan definiendo como cobardes, impacientes, cínicos, etc. Virginia Woolf nos ofrece a los personajes como voces de unas conciencias en flujo. El resultado es seguramente el que pretende la autora: no los podemos categorizar ni fijar en unos rasgos relevantes claros y delimitados sin traicinarlos. Todo lo que diga un lector de estos personajes es una reducción pobre y desfiguradora. Por tanto,  el lector percibe desde el principio que no puede reducir  los personajes a unos pocos rasgos claros como acostumbra. Con ello advierto que lo que voy a decir de cada uno de ellos son impresiones parcialísimas de estos y ,desde luego, muy subjetivas.


En mi opinión, los tres personajes femeninos  constituyen  una especie de triangulo: huye así Woolf  de las construcciones binarias propias de la narrativa tradicional.

Susan representaría:


La naturaleza, la firmeza, lo sólido

La determinación, la duración

Jenny representaría:


Lo artificial, lo efímero, la cultura, la civilización


 Rhoda representaría:


La exclusión, la marginalidad,  la situación fuera del tiempo,

lo irresoluto, lo  indefinido. 

Susan manifiesta una convicción granítica sobre su pertenencia a la Naturaleza. Aunque, incluso esta plenitud, no está exenta de problemas. En manos de otro escritor, Susan puede convertirse en el tópico de la mujer  primitiva, ligada a la naturaleza: disfruta entregándose al servicio de los demás,  reivindica la maternidad con una fuerza por encima de la moral humana, prepara galletitas para los vecinos, hornea el pan, madruga con las gallinas, reniega de las frivolidades urbanas. Woolf la dota de una fuerza impresionante como si fuera una ola de impulso irrefrenable. Segura de lo que siente, de lo que piensa, de lo que decide. Se pliega plenamente a  la naturaleza y no necesita la poetización de esta. La naturaleza es la verdad. Sin embargo, cuando está en presencia de  Jinny esconde avergonzada sus manos rudas y rojas, desgastadas por el trabajo. En ella también cabe la duda.


Jinny, por su parte, es la fuerza de la belleza reforzada por todo lo que la civilización ha creado de artificial para remodelarla o resaltarla. Frente a Susan que reivindica su vida como una parte en el todo que es la  naturaleza y se sujeta a sus procesos cíclicos y lineales, Jenny elige el instante: el tiempo es una sucesión de instantes, cada uno diferente al anterior, irrepetible: nada permanece, todo es efímero y vivir es decir  "ven" apasionadamente a cada instante. Su belleza es el imán del tiempo, del instante.


Por último Rodha expresa la carencia, la exclusión, una asimilación temprana del rechazo.  Es incapaz de encontrarle una coherencia a la sucesión de los minutos, de las horas. De hecho, no entiende las matemáticas, esas que son el lenguaje de la naturaleza. En nadie encuentra su modelo: ni puede imitar a Susan ni a Jinny: las envidia y las desprecia. Rhoda representa más que ninguna de las otras dos  el desasosiego por encontrar una respuesta al sentido de la vida  y al de la identidad  que sabe desde el principio que no existe.



Los personajes masculinos también se oponen entre sí en ciertos rasgos:


Louis representa

Ennoblecimiento del destino que desprecia
El comercio, el dinero

Neville represetna

Conocimientos del pasado
El estudio, la disciplina, lo organizados, lo cerrado, lo acabado

Bernard representa

La búsqueda de  relato
El discurso
La necesidad de lo otro para todo discurso
La conciencia de la mutiplicidad de los yoes

Louis tiene en común con Rhoda su sentimiento de ser rechazado, su lucha por encontrar un sitio propio en el mundo sin que llegue realmente a conseguirlo nunca. Le persigue desde niño su sentimiento de ser  despreciado por su acento y por ser hijo de un banquero. Neville, débil de cuerpo, enfermizo, fortalece su inteligencia con el estudio, con los textos de los clásicos; intenta acotar su vida al dominio donde puede controlarla, pero como todos ellos fracasa.                             


2. En cuanto al argumento y la trama. Muchos lectores se quejan de que en las novelas experimentales de Virginia Woolf no pasa nada. En efecto, la autora no pone de relieve ciertos acontecimientos que otros consideran los hechos importantes de toda vida: por ejemplo, apenas dice nada del matrimonio de Bernard, que a todas luces no le libera de su soledad, ni de sus hijos, por los que tiene que aceptar un trabajo. De Jinny, que vive muchas aventuras amorosas no conocemos ni un solo episodio; de Louis, que vive su trabajo comercial como un suplicio no conocemos ninguna crisis relevante. No hay acontecimientos destacados,  como si Woolf nos dijera que aquello que la novela tradicional considera como relevante  y  destacable para que las tramas funcionen no son más que acontecimientos de la conciencia en flujo con otros acontecimientos del mismo valor. Porque Woolf va recogiendo aquello que los demás escritores dejan como  superfluo en sus narraciones porque no tiene interés o no tiene tradición. Por tanto,  en el discurso de la conciencia que se va creando a sí misma con el lenguaje, el discurso es lo importante. Ciertamente sabemos que pasan muchas cosas entre los personajes, pero estas acaban diluyéndose en un fluir fantasmal y poético. Al final el tema de la obra es la captación de la conciencia  multiforme y del tiempo en el fluir del discurso.


3.  En cuanto al espacio. No cabe esperar en esta novela descripciones de lugares.Los espacios tienen un valor sobre todo simbólico: no solo la playa, el mar, las olas, como evidencia el titulo, sino otros lugares como el jardín, Elvidon, donde escribe una dama, el bosque,  el aula, la escuela, el restaurante donde se reúnen los seis amigos, la casa de Susan... Los lugares toman sentido en la conciencia. La perspectiva subjetiva del espacio hace que  parezca perder su solidez y cobrar un aspecto fantasmal, onírico. Los personajes nombran las cosas, muchas veces metafóricamente, en el aquí y en el ahora, como si quisieran fijarlas, salvarlas de su fugacidad en su aparición en la conciencia y de su fugacidad en cuanto sometidas al flujo temporal de la entropía.


4. En cuanto al tiempo. El tiempo no es un mero modo de organización de los sucesos, no es cronología. En realidad el tiempo es el mismo meollo de la novela: su captación por la conciencia como un fluir que no se puede parar y en el que se suceden las ondas de la conciencia que luchan por dar una forma a la identidad, al yo. La obra sigue las etapas de los seis personajes: niñez, adolescencia, juventud, madurez, vejez. Cada parte se abre con una descripción del mar y del nacimiento, la elevación, la decadencia y el ocaso del sol. Una articulación realmente hermosa.


5. En cuanto al lenguaje. Sin duda aquí está una de los rasgos fundamentales de la novela. Virginia Woolf  hace que cada monólogo interior de los personajes sea un largo poema: un lenguaje cargado de símbolos, de metáforas, de asociaciones imprevistas, de frases de oscuro significado. Además, el ritmo es fundamental ( no hay traducción alguna que pueda reproducir el del original). Las oraciones reproducen el vaivén de las olas. El discurso como un flujo no como una fijación.


Para acabar este post me gustaría hablar de otros dos aspectos de la novela: el título y el personaje de Percival.


1.El título es uno de los más acertados de la literatura universal: 


a) se refiere  a las características del lenguaje: su ritmo, su fluidez, su búsqueda  de adoptar lo multiforme de las olas.


b) se refiere a los rasgos de la conciencia y de su expresión en los monólogos interiores: la identidad es un flujo que no puede adoptar una sola forma, que no deja de cambiar en el tiempo, que fluye con otras conciencias y que busca, sin embargo, algo de permanente en ella.


c) se refiere al tiempo como un fluir incontenible que no tiene sentido en sí mismo. La vida  humana en el tiempo no se parece a los ríos con su nacimiento, su recorrido por un cauce bien delimito y su final en el mar: el tiempo no tiene forma lineal, pero tampoco circular. Nada avanza en línea hacia ningún tiempo, nada vuelve a ser lo mismo que fue.


2. El personaje de Percival


a) El nombre remite a un personaje del ciclo artúrico. Percival era uno de los caballeros de la Mesa Redonda.  Es aquel que sale en búsqueda del  Grial.


b) No escuchamos la voz de la conciencia de Percival; sabemos de él por la conciencia de los demás. Es decir, somos también construidos por los otros.


c) Percival  sería el mito, el héroe que unifica, armoniza a los otros personajes:  es admirado y querido unanimemente. Representa, por tanto, un tiempo de la unicidad de la conciencia, de su visión mítica suprasubjetiva.


d) La muerte de Percival, cuando los personajes están en su juventud, simboliza la entrada de estos en la disolución, la pérdida de toda posibilidad de unión. La muerte de Percival es el aviso de la de cada uno de ellos.






                                                                                         

viernes, 20 de abril de 2018

T. S. Eliot: La Tierra Baldía (1922)


    Tierra baldía es el poema más conocido de la primera mitad del siglo XX. Fue publicado en 1922  _ el mismo año en que apareció la novela más relevante de la modernidad, Ulises de James Joyce. La aparición simultánea de dos gigantes de la literatura moderna ha conferido a ese año un halo casi mágico.

Resultado de imagen de tierra baldía     Thomas  Stearns Eliot, cuyos nombres se abrevian generalmente utilizando sus dos iniciales T. S., era estadounidense de nacimiento, aunque inglés por elección. En el verano de 1914, siendo estudiante, realizó un viaje de estudios por Europa. En Londres conoció el Godfather  ( “padrino”) de la lírica vanguardista, su compatriota Ezra Pound. Éste, que no se dejaba impresionar fácilmente, leyó algunos poemas de Eliot y constató fascinado que el autor se había “modernizado”  lejos de los círculos de las élites literarias. Eliot permaneció en Inglaterra durante la Primera Guerra Mundial, y en los años siguientes logró acceder a los elegantes ambientes de los intelectuales ingleses,  entre ellos, destacaba el grupo de Bloomsbury, del que formaba parte Virginia Woolf, cuya editorial publicó  en 1918 algunos de los poemas de Eliot. El autor, siempre inmaculadamente vestido, escoge a sus palabras con mucho cuidado y a veces parecía algo indebido. Resultaba más inglés que los propios ingleses. Se acostumbró a  hablar con acento británico, se convirtió a la Iglesia Anglicana y, finalmente, adoptó la nacionalidad británica.

     Tierra baldía es una poesía tan complicada que la primera lectura provoca una confusión total al lector desprevenido. En cualquier caso, uno debería intentar leer la versión original en inglés al menos una vez  (y si solo posee conocimientos medios del idioma puede consolarse pensando que la gente que lo habla fluidamente tampoco entiende gran cosa al principio). Una forma de acceder al poema de Eliot es a través de su sonoridad. Los críticos contemporáneos compararon el ritmo de los versos con la música jazz de los años 20. Existe una grabación  en la que el propio Eliot  lee su poema:  puede encontrarse  en Internet. Elliot calificó su poema como una suerte de “refunfuñó rítmico”,  definición que supone algo más que relativizar la importancia de un texto tan difícil como para confundir a los asistentes a los seminarios literarios de todo el mundo desde hace más de medio siglo.

      Este “refunfuño” supone una crítica a la civilización. Tierra baldía es una visión sombría de la sociedad a principios del siglo XX. Constituye una respuesta pesimista a los acontecimientos que habían conmocionado a la civilización occidental en las dos primeras décadas del siglo. Expresa la desesperación sobre la imposibilidad de comprender la sociedad moderna y sobre el impacto de la Primera Guerra Mundial. Elliot puso en escena una especie de paisaje en ruinas de la cultura europea. Esta es la razón por la cual el poema está hecho de trozos de palabras y fragmentos de frases:  es una reunión de muchas voces diferentes, que aparecen tan bruscamente como desaparecen, sin que ninguna de ellas “señale” el tono . También reúne una cantidad aparentemente inabarcable de  alusiones a las grandes obras de la historia intelectual europea:  desde Ovidio, pasando por San Agustín hasta Shakespeare.  Para proporcionar al lector una mínima posibilidad de reconocer las citas Eliot fue previsor y agregó las 7 páginas que conforman el capítulo de notas.
     El largo poema de 433 versos de Eliot está dividido en 5 capítulos. La primera parte (“ el entierro de los muertos” ) comienza con una mujer  recordando melancólicamente un tiempo pasado, prosigue con una escena amorosa y describe, a continuación, una visita a una echadora de cartas. Finaliza con la  escena de una fantasma corriente detrás de  transeúntes en Londres. La segunda parte  (“ Una partida de ajedrez”) empieza parodiando el célebre monólogo del drama de Shakespeare Antonio y Cleopatra. Describe a una dama distinguida que se irrita por la actitud reservada de su pretendiente. Seguidamente, toman la palabra dos mujeres del pueblo. Una de ellas ha abortado y su marido la engaña. En la tercera parte  (“el sermón del fuego”)  el vidente ciego Tiresias relata la desoladora escena amorosa entre una secretaria y un joven lleno de forúnculos a la que sigue, como imagen contrapuesta, el romántico paseo por el Támesis de la reina Isabel I y su amante.

     Tiresias es la figura más importante del poema. Es un vidente ciego, un ser andrógino, hombre y mujer a la vez. Superando los límites del tiempo y espacio, navega entre la antigüedad y la gran ciudad moderna. De una extraña manera Tiresias es capaz de reunir dimensiones que son incompatibles con el pensamiento lógico de Occidente. De ahí su papel central en la visión de Eliot de un panorama cultural sin unidad visible.

     La cuarta parte,  ( “Muerte por agua”)  articula  su discurso en torno a la muerte como precursora de un nuevo comienzo. La quinta parte,   (“lo que dijo el trueno”), describe un viaje a través de una región desierta y pedregosa, en la que ruge la tormenta que no trae lluvia. Solo al final se anuncia la llegada  del aguacero.  Termina repitiendo tres veces la palabra sagrada hindú   Shantif  ( “paz” ).

     Las cinco partes están unidas por una serie de motivos que aparecen una y otra vez:  la infertilidad, la decadencia y el aislamiento. Aparte de la tristeza del ambiente, no hay ningún hilo narrativo entre los temas:  los episodios comienzan y terminan, las voces hablan y se callan. De esta  estructura  se deriva la “ inteligibilidad” del poema.  Pero una vez que se ha asimilado que Tierra baldía es la expresión de la fragmentación del mundo moderno se entiende por qué resulta tan poco accesible aunque uno continúe sin comprender cada verso aislado.

     Eliot  recibió el Premio Nobel de Literatura en 1948. Hoy todo el mundo recuerda el nombre de un musical inspirado en una obra suya titulada old possum's book of practical cats más conocido,  como cats.










Fuente: Libros, de  Christian Zschirnt