Un narrador, un escritor que toma el apellido del propio autor, nos cuenta las vidas entrecruzadas de cuatro personajes americanos: Larry Darrel, Elliott, Isabel y Gary Maturin. De encuentro a encuentro pueden mediar días, semanas, meses o años. Dichos encuentros se producen en diferentes escenarios: París, Chicago, Londres y la Costa Azul. Los personajes van a vivir diferentes acontecimientos históricos que tienen gran incidencia en sus vidas privadas: La Gran Guerra, los felices años 20 en París, el enriquecimiento rápido en los EEUU, el crac bursátil del 29 y los años previos al desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial.
En cada uno de estos cuatro personajes, presenta Maugham un camino diferente en su búsqueda común de la felicidad. Larry Darrel, después de su participación en la Gran Guerra, sufre una transformación radical que lo lleva a buscar un sentido espiritual a la vida. Sacrifica para ello el camino convencional al que todos quieren empujarle, especialmente su novia Isabel. Esta sabe con toda precisión cuál es el camino que la lleva a la felicidad, una felicidad que está inexorablemente ligada al disfrute material y social de todo lo que el Capitalismo en expansión puede ofrecer a aquellos que están en posición y predisposición de enriquecerse con él. Gary Maturin representa al americano convencido de todos los principios del joven y voraz Capitalismo de su nación. Ni por un momento se le ocurre cuestionarlo. Elliott, tío de Isabel, representa el espíritu refinado de la Belle Époque francesa. De joven supo introducirse en los medios aristocráticos en los que se convierte en el perfecto caballero, en el perfecto invitado y anfitrión.Su vida es un banquete en el sentido literal y figurado Es, en ese sentido, el americano que ama el snobismo aristocŕatico europeo y hace de él su razón de existir y su razón para enriquecerse ( vende obras de arte a ricachones americanos). En ciertos rasgos recuerda al Swann de Proust.
La novela está escrita con maestría y mantiene el interés del lector sin desfallecer en buena parte de su recorrido. Hacia el final, se produce una quiebra en su calidad, sobre todo, en el seguimiento de la historia de Larry, personaje por el que el narrador hace surgir un vivo interés que se desvanece cuando nos endosa como un ladrillo, las reflexiones filosóficas del joven. Larry, tan comedido en palabras a lo largo de la novela, envuelto en un aura de misterio, pierde mucho con ese afán ensayístico de Maugham. Exquisito, en mi opinión, es el trazado de otro personaje, Elliott. Al contrario de lo que ocurre con Larry, el interés por él se acrecienta en la parte final de la novela.
Pese a su irregularidad, es una novela cuya lectura es muy recomendable. Una pena que el autor no hubiera sacrificado esas páginas que hacen descender la intensidad de la narración.
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