Quien ha leído algo de la narrativa de Luis Mateo Díez conoce su escaso gusto por el tono del yo íntimo de la primera persona. Así que al acometer el reto de hablar de algo tan personal e intransferible como el duelo por la pérdida de dos seres queridos, el esfuerzo ha tenido que ser notable. Ese esfuerzo se nota en el estilo de la obra. No me cuesta nada imaginar a Mateo Díez suprimiendo palabras, acortando la oración, sopesando el uso de cada término, como quien teme caer en el sentimentalismo, pero también en la sequedad emocional. El tono es de una contenida emoción que nunca cae en el exhibicionismo ni en el impudor. Este libro, escrito, parece, como búsqueda de un consuelo imposible y de un homenaje posible, busca singularizar ese dolor que se puede parecer al de muchos de los que viven un duelo, pero que es, lógicamente, diferente.
Desde luego, quien busque un libro de autoayuda, que se olvide: en el balance entre el dolor y la aceptación, lo que pesa irremediablemente para siempre es el vacío dejado. Vivir con las ausencias no es un aprendizaje es el resultado de que el tiempo sigue, la rutina debe imponerse, aunque ya nada pueda volver a ser igual.
El empeño en que ha salido victoriosos Mateo Díez es en el de transmitirnos su cariño por esos dos seres que se le fueron: su sobrina Sonia, una joven fotógrafa que puso fin a su vida en una de sus crisis, y su cuñada Charo, a quien arrebata la vida una enfermedad inmisericorde en un mes. Entre la muerte de una y otra transcurren seis meses, sucesión que anonada el ánimo más estoico.
Esas dos muertes le llevan al escritor a la convocatoria de otras sombras del pasado, otros seres queridos (padres y tíos) que se fueron y que solamente en las palabras del escritor pueden mantener algo de lo que fueron en este mundo: Aquí el tono del narrador es más nostálgico que doliente. Esas ausencias son las previstas por el decurso de la vida mientras que las de Sonia y Charo son una traición a lo que la vida creemos que nos tiene casi asegurado. La rebelión contra ese poder tan arbitrario sea quizá el origen de la necesidad de hacer a nuestros seres queridos, como decía Delphine de Vigan, una tumba de papel.
La ilusión más temible de la escritura es la que consiste en hacerte creer que puede abolir el espacio, y también el tiempo, volver a hacer presente lo que no está, o alcanzable lo que se ha perdido para siempre. Creo que cedí a esa tentación.TEODOR CERIC "Jardines en tiempos de guerra". Crear un blog literario es algo más humilde, pero tiene las mismas pretensiones imposibles.
Mostrando entradas con la etiqueta duelo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta duelo. Mostrar todas las entradas
domingo, 3 de febrero de 2019
domingo, 2 de diciembre de 2018
30 obras sobre el duelo y la pérdida
Antiguamente, los rituales sociales tenían reglada la forma en que afrontar el duelo, su expresión, su duración, su valor. Hoy en día, como para otras vivencias carecemos de ritos de tránsito. Ante la muerte de un ser querido, la pena se vive en la intimidad mientras socialmente se funciona al cabo de unos días como si nada hubiera pasado. Se considera incluso de mal gusto detenerse en el tema. Cada uno lo afronta como puede, en silencio. Por eso son tan valiosas estas obras que hoy propongo como lectura: en ellas encontramos tanto, tanto que es también nuestro. Son testimonios fieramente humanos.
- Lo que no tiene nombre, Piedad Bonnet
- También esto pasará, Milena Busquets
- El libro de mi madre, Albert Cohen
- Una muerte muy dulce, Simone de Beauvoir
- La ceremonia del adiós, Simone de Beauvoir
- Una pena en observación, C.S. Lewis
- Desgracia impeorable, Peter Handke
- Mortal y rosa, Paco Umbral
- La invención de la soledad, Paul Auster
- Mi madre, in memoriam, Richard Ford
- La ridícula idea de no volver a verte, Rosa Montero
- Tiempo de vida, Marcos Giralt Torrente
- El olvido que seremos, Héctor Abad Faciolince
- La hora violeta, Sergio del Molino
- Di su nombre, Francisco Goldman
- Canción de tumba, Julián Herbert
- Memorias de una viuda, Joyce Carol Oates
- Un mar de muerte, David Rieff
- Mi libro enterrado, Mauro Libertella
- Ojalá octubre, Juan Cruz Ruiz
- Diario de un duelo, Roland Barthes
- Mi abuela, Marta Rivas González, Rafael Gumucio
- El año del pensamiento mágico, Jean Didion
- Noches azules, Jean Didion
- Los que miran, Remedios Zafra
- Ordesa, Manuel Vilas
- Idea de la ceniza, María Virginia Jaua
- Cartas de amor a los muertos, Ava Dellaira
- La muerte: un amanecer, Elisabeth Kubler
- La memoria de la lavanda, Reyes Monforte
Suscribirse a:
Entradas (Atom)