Ah, el amor, el amor, ese don que parece que se le otorga a quien no lo busca. Abuela lo buscaba, se entregaba en alma a sus pretendientes, que huían despavoridos. El amor tampoco le llegó con el matrimonio, pese a ser él un buen hombre; quizá le llegaría allí donde no lo buscaba, quizá.
La historia está narrada en tercera persona por la nieta, quien reconstruye la historia de su abuela paterna con material variado: las narraciones de la propia abuela y de otros miembros de la familia y otras fuentes escritas. Es toda una tarea de investigación, hecha desde la empatía. Abuela es la principal fuente, pero lógicamente oculta lo que le resultó más doloroso; el punto de vista de la nieta, desde luego, es diferente al de otros miembros de la familia. Acierta la autora con la voz narradora: una nieta que quiere a su abuela y que está al lado de ella contra los prejuicios patriarcales de la época.
La abuela, nacida a finales del XIX en Cerdeña, tenía una afición a la escritura que ocultó y vivió clandestinamente. Hubo oscuros episodios amorosos en su vida y no se casó hasta los 30, considerada ya una solterona. Fue un matrimonio sin amor, pero no desgraciado en el uso tradicional del término. El verdadero amor, la otra cara de su matrimonio, lo encontrará en un balneario al que acudirá a tratar su mal de piedra. Allí encuentra al hombre de su vida: sensible, atento, buen conocedor de la música y de la literatura, estupendo amante, y de una extraordinaria belleza física a pesar de haber perdido una pierna en la guerra, o quizá por haberla perdido.
Es la nieta con su último descubrimiento, oculto en la paredes de la casa familiar que está restaurando, quien nos dará una nueva clave para interpretar a la abuela. La novela , con tantas fuentes y voces, cumple con su misión de no ofrecer una sola verdad sobre la protagonista , y queda abierta a la interpretación del lector.
La prosa de Milena Agnus es de una ternura que nunca llega a la cursilería, de una aparente sencillez, que, sin embargo, va acumulando finas capas de realidad, mostrando que la Realidad no se deja atrapar en fórmulas comunes , y que es más rica y polifónica de lo que quieren los guardianes de lo correcto y de lo normativo.
La prosa de Milena Agnus es de una ternura que nunca llega a la cursilería, de una aparente sencillez, que, sin embargo, va acumulando finas capas de realidad, mostrando que la Realidad no se deja atrapar en fórmulas comunes , y que es más rica y polifónica de lo que quieren los guardianes de lo correcto y de lo normativo.