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domingo, 29 de diciembre de 2019

TERRA ALTA, DE JAVIER CERCAS

Antes de empezar una novela tendría que recordar aquello que decía el escritor portugués Gonçalo Tavares: quien  lee libros  malos piensa que es inmortal. Se podrá objetar que uno no sabe si un libro es malo o bueno hasta que  lo lee, y  que en todo caso, es un asunto subjetivo.  Poco que añadir salvo  que hay premios literarios, como el Planeta, que nunca han apostado por la buena literatura y sus riesgos, y en su derecho están, que lo suyo es vender y obtener beneficios.  Así que leer Terra Alta, de Javier Cercas, era un pecadillo del que era consciente. La novela no ha defraudado mis expectativas: es mala. Cercas tiene derecho a pensar en su bolsillo y escribir una novela para llenarlo. Los lectores tenemos derecho a alguna pataleta. 

     Toda la novela tiene  tufillo a encargo. ¿Qué triunfa ahora?: la novela policiaca. ¿Qué autor es conocido en nuestra geografía? Javier Cercas. ¿Qué premio se consulta para hacer los regalos de Navidad? El premio Planeta.  Un buen negocio.

    Sin duda, Cercas no necesitaba un manual de “cómo escribir una novela policiaca”, ha debido de leer unas cuantas con aprovechamiento.  Ha seguido los tópicos del género a la perfección. Para crear al detective búsquele usted una afición rara para un poli y unas cuantas manías, un pasado tormentoso, un historia de amor que se frustra, una hijo, preferentemente una hija, un secreto,  una amor a la justicia muy en lo hondo, una cierta tendencia a tomarse la justicia por su mano… Para la escena del crimen inspírese en Pierre Lemaître si necesita truculencia. Como está usted en España, que algún hilo conecte con la Guerra Civil. Como necesitará darle suspense cuando el truño decaiga,  corte una escena en su momento de supuesta  tensión, y vuelva 30 páginas después para contar que no ha pasado nada. Recuérdenos de vez en cuando que estamos en Terra Alta y no en Cerdeña, déle color local… La historia pasa dentro de la Historia, pero no se meta usted en profundidades, aunque, por supuesto,  el protagonista está siempre en el lado bueno de la Historia.En algunas páginas , la novela toma un poco de vuelo, pero es gallináceo. 

     Supongo que Cercas  tendrá muchas reseñas elogiosas. Lo bueno de escribir en un blog que leen cuatro gatos es que me puedo permitir la sinceridad, que nunca hay que confundir con la verdad.  

P.D. Que el nuevo año nos depare otro Planeta mejor .

viernes, 20 de diciembre de 2019

LAS MADRES NO, DE KATIXA AGIRRE

Me parece muy bien que la literatura se ocupe de temas que no han despertado el interés de los escritores varones. Ma parece bien, por tanto, que Katixa Agirre nos acerque a la vivencia de la maternidad desde un punto de vista que se aleja por completo  de la visión, o si se quiere, de la ceguera o la deformación de la pluma masculina. Sin embargo,  es mucho decir que sea una autora original. Hay muchas escritoras que le han clavado  el diente al tema de la maternidad desidealizada  con obras de gran calidad, como las de Vivian Gornick. Por no hablar de que todas las ideas que recorren la novela de esta novela  se han prodigado en ensayos, estudios y artículos desde que el feminismo empezó a dar sus primeros pasitos. Para mí, Aguirre, a estas altura de la Historia, no rompe ningún tabú: hace tiempo que sabemos que la maternidad no es ese sueño de hadas con el que intoxicaban a las niñas,  que no es un estado de perpetua felicidad, abnegación y entrega. Katixa nos viene a contar los que ya sabemos: que  las mujeres viven sentimientos contradictorios y más turbios de lo que la idealización de la maternidad dice: las mujeres se deprimen, a veces detestan a sus vástagos, se aburren, sienten que pasan a ser la madre de...  perdiendo su identidad, no son entendidas por su entorno, que no recibe bien ni sus tristezas ni sus bajones. ¿De verdad esto es algo nuevo para alguna mujer? ¿De verdad no se atreven todavía a expresar estos sentimientos? 

Por lo demás no es suficiente hablar de un tema que se cree arrinconado, ninguneado en la  literatura para  escribir una buena novela.  Técnicamente la novela es deplorable. La protagonista es una  escritora que se propone investigar y escribir sobre una joven madre que ha matado a sus dos hijos. En ese proceso reconoce en ella misma, madre reciente,  pulsiones destructivas. No estaría mal el planteamiento  si la autora no nos mareara con el proceso de buscar la información y sus divagaciones sobre ella. Cansa ya el truco del escritor que narra el proceso mismo de su escritura y su investigación.  Más cuando esa investigación no despierta interés por el personaje investigado.  Llegamos al final no sabiendo por qué Alice mató a sus hijos: que el lector se las componga. Para  este viaje a ninguna parte no se necesitan tantas alforjas.  Si el crimen no es más que la forma extrema en la que deriva la  depresión postparto, es un error  engañar al lector prometiéndole  una trama de suspense que desvelará  algo desconocido.

En fin, novela cansina, de lectura fácil, solo indicada para aquellos que a estas alturas no se hagan idea de lo mal que lo pasan  las madres cuando descubren en ellas sentimientos  mucho más feos y turbadores que los que les enseñaron en películas , novelitas o revistas rosas. También indicado para madres jóvenes que no tengan amigas lo suficientemente amigas para contarles la verdad de sus emociones.



lunes, 30 de julio de 2018

EL DOLOR DE LOS DEMÁS, DE MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ



No hay peor sensación al terminar la lectura de un novela  que la de haber perdido el tiempo;  en realidad, antes de la página 30 ya sabía que la novela era mala y que seguir leyéndola no era sino darle oportunidades inútiles. "El dolor de los demás" de Miguel Ángel Hernández es de la peores novelas que he leído en los últimos años. La novela se inscribe en la autoficción; el protagonista narrador, el propio Miguel Ángel,   se propone entender al autor de un  crimen real:  su amigo de la adolescencia, Nicolás, que había asesinado a su propia hermana, Rosi. La novela cuenta  intercaladamente  cómo se va haciendo la novela y cómo realiza   una investigación que le lleva al autor a los lugares de su   infancia y adolescencia; la novela se convierte, por tanto,  en una reflexión sobre su pasado y su presente . Solo mencionaré algunos de los defectos de este novelón de 307.

La novela carece por completo del sentido del ritmo y de clímax parciales.  El narrador hace numerosas trampas anunciado o prometiendo al lector  momentos álgidos, significativos, climáticos, que nunca llegan. En los encuentros que harían avanzar la acción  y crear  un atmósfera de tensión  nos encontramos con conversaciones triviales  que  repiten los tópicos sobre el crimen que ya estaban presentes  en las primera páginas de la novela. La técnica de la repetición, lejos de crear la sensación de la angustia por aquello que sigue oculto, lleva al aburrimiento.

El narrador repite que no sabe si,  en el fondo, quiere conocer  lo que ocurrió aquella Nochevieja de 1995 y por qué ocurrió ; tan poca curiosidad del narrador exaspera al lector, que acaba  no sintiendo  tampoco verdadera curiosidad ni por Nicolás, ni por sus motivaciones, ni por la flojera del autor,  siempre interrumpido por proyectos profesionales más interesantes que el de escribir esta novela.  El narrador no  es capaz  de plantearse   una explicación sobre el crimen alternativa a la oficial,   dando por buena la que dio la guardia civil, el juez y la rumorología.  Un acatamiento realmente extraño y que solo puede entenderse como un acatamiento a la autoridad sobre la interpretación institucional de la realidad. Es más, pasa de refilón por  la explicación de la relación incestuosa entre Nicolás y  Rosi . Ningún investigador pasaría por alto  este dato, menos un escritor. Al narrador esto parece asustarlo y es incapaz de tirar de ese hilo. No se sí es un autor que ideológicamente no está  preparado para tales sordideces pese a que pertenezcan a la realidad. Al final, no es capaz de pasar de  una imagen superficial del amigo adolescente.

El narrador plantea en algún momento que quizá este interés por Nicolás sea un modo de volver a su propio pasado, a un época de la que ha querido huir. Tampoco lo consigue: no sabe imprimir a ese pasado ni emoción, ni densidad. Hay pasajes realmente tediosos, como la narración del paso del Miguel Ángel adolescente por una Hermandad.

También fracasa el autor en sus ejercicios introspectivos ante los dilemas a los que le enfrenta ese retorno al pasado y los descubrimientos sobre su propia psicología. Aún menos logrado  es su intento de  retrartarse en la misma acción de escribir la novela, es decir, en ese viejo truco de  escribir el proceso mismo de  la escritura de  una novela.  Se muestra en muchas ocasiones a punto de abandonar  su proyecto y el lector se dice que quizá hubiera sido lo mejor. Si su pretensión era mostrar lo dubitativa que es toda creación, lo superficial que es aquello que se puede contar sobre lo real, tampoco lo consigue. Es su incapacidad de escritor y no  la imposibilidad epistemológica de aprehender la realidad y el tiempo pasado lo que sentimos una y otra vez.

Hay además muchos momentos narrativamente  inmotivados: no se sabe m
uy bien qué pinta su viaje con su mujer a un balneario de Aragón. No se sabe muy bien a qué viene esa paradita para ver la ciudad de Belchite. Más bien parece un guiño ideológico.

En algún momento, el narrador se refiere a la novela de Emmanuel Carrère, autor de "El adversario". No sé muy bien si, con su  novela,  quería imitar a Carrère o quería rebatirlo. El caso es que la novela de Miguel Ángel Hernández carece de todas las cualidades  que hacen de El adversario una novela estupenda. Carrère crea tal ambiente de tensión y sus cargas son de tal envergadura que sumerge al lector de cabeza en la historia. Hernández parece venir a decir que todo eso son fuegos artificiales y que lo que él muestra son, en realidad, las verdaderas miserias con las que se encuentra un escritor y  que ir más allá es caer en una retórica desvirtuadora de lo que podemos saber y escribir.

ParEs la primera novela que leo de este autor y será la última .