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martes, 20 de marzo de 2018

Adonis y Venus en un amanecer en El Prado, de I.P.

Museo del Prado. Penumbra en la gran sala. Fuera humo y rayos de luna, tiroteos y lejano estallar de bombas.
Venus._ (Venus sale del cuadro y mira los exteriores del mundo real en el que se halla; la sala del museo está en penumbra con las luces apagadas.)¿Qué está pasando? ¿En qué lugar me hallo?
Adonis._(Adonis sale del cuadro tras Venus y contempla la sala al igual que ésta, asombrado por lo que le rodea) _¿Venus, eres tú? No puedo creer lo que mis ojos contemplan.
Venus. (La Diosa  corre a los brazos de su amado y siente el calor que tanto añoraba) -Amor mío, por fin nos reunimos. No puedo creer que realmente esté sintiendo el calor  de tu piel; echaba de menos el ardor de nuestros cuerpos al arroparse mutuamente.¡ Oh Adonis! ¡Cuánto te extrañaba!
Adonis:-Tras tantos siglos congelados en aquella pintura  puedo ahora abrazarte, mi bella dama. No sabes lo mucho que deseaba poder moverme y mostrarte mi amor. No pienso volver a soltarte jamás;  no después de tantos siglos paralizados sin poder estar a tu lado. (Adonis abraza a Venus con más fervor, casi parece que sus cuerpos se fusionan en uno.)
Venus. (Se escuchan bombas de fondo y tiroteos)-Amor mío,  creo que algo no anda bien; oigo ruidos de guerra en el exterior y puedo sentir los temblores de las explosiones.
No quie
ro volver a tener que separarme de ti, mi amado; antes prefiero morir.
Adonis. (Adonis protege a Venus entre sus brazos intentando calmar su miedo)
-Tranquila querida, aquí parece que estaremos a salvo. No me separaré de ti, ni siquiera en los confines del Hades.  Yo te protegeré con mi vida y si tenemos que morir, que sea juntos
(Venus se separa de los brazos de Adonis y se acerca a sus labios)
-Te amo Adonis, más de lo que ninguna mujer mortal o inmortal ha amado jamás a un hombre sobre la faz de la tierra.
Adonis.(Adonis besa a Venus) -Yo también te amo.
Venus (Venus vuelve a mirar a su alrededor y se da cuenta de que no son los únicos presentes)-Parece que más gente ha salido de las pinturas. ¿Qué tipo de hechizo es este?
Adonis-No lo sé,  pero me alegro de que los dioses nos hayan dado la oportunidad de estar juntos de nuevo.
Adonis. (Venus mira hacia el suelo de la sala con mirada melancólica. Adonis alza la barbilla de Venus para que esta lo mire directamente a los ojos) _No importa el tiempo que nos quede, debemos aprovechar cada segundo y vivirlo como si fuera el último.
Venus-Tienes razón ¿Qué te parece si recorremos las salas de esta extraña morada?
Adonis:-(Adonis mira a Venus con ternura  empiezan a caminar).Cualquier cosa está bien con tal de estar a tu lado.
(Los dos juntos recorren el museo observando a los diferentes personajes de los cuadros, que al igual que ellos han sido liberados de sus cárceles de oleo.)
Adonis:(Los dos se sitúan frente a una ventada y miran el amanecer) -Parece que  está amaneciendo.
Venus - ¡Qué hermoso paisaje! ¡Qué pena que esté siendo destruido por esta guerra!
Venus:(Venus se da cuenta de que del cuerpo de Adonis con brilla un destello sobrenatural en el que comienza a desaparecer)-¡Oh, no! ¡Adonis ! tu cuerpo se está desvaneciendo; no no, no ahora, necesito más tiempo a tu lado. Es demasiado pronto para perderte de nuevo.
Adonis: (Adonis limpia las lágrimas que Venus derrama desconsoladamente) -No pasa nada amada mía, nos desvanecemos juntos. Parece que esta dulce fantasía toca a su fin.
Venus: -No , no te puedo perder no. Os lo ruego dioses del Olimpo.
Adonis. _Ellos ya nos dieron más tiempo; ahora es nuestra hora. Este ha sido el mejor momento de mi vida aunque haya sido corto, he podido disfrutar de ti una vez más.
Venus: (Venus vuelve a abrazar con fuerza a Adonis, como si no quisiera soltarlo.)-Yo también me alegro de haber  podido sentir tu corazón latir al compás del mio cómo antaño.
Adonis. _Te amo, Venus.
Venus.-Te amo, Adonis.
Y apenas se apagaba el eco de sus palabras cuando un pincel invisible volvió a acabar de pintar sus cuerpos en el lienzo.


domingo, 4 de marzo de 2018

EL ÚLTIMO HOGAR DE LOS BELLENDEN, DE I.P.


Bianca y su hermano mellizo, Lucas, se dirigían en coche al que sería su próximo hogar. Lo único que ocupaba sus jóvenes mentes era el número de veces que habían hecho ese mismo camino. Se sentían abrumados. Era el tercer "familiar cercano" al que visitaban ese mes y como  de todos los anteriores solo esperaban que éste también saliera despavorido.

Habían pasado ya dos años desde el misterioso incendio de la villa Bellenden en que  fallecieron sus padres  y habían empezado su deambular de familia en familia. Sus padres provenían de la nobleza,  pero  ninguno de sus parientes  mostraba los modales caballerescos  que se suponía distinguían a esta clase social. Uno a uno fueron negándose a hacerse  cargo de los huérfanos.

Imagen relacionadaDe nuevo  Bianca veía cómo el coche estacionaba frente a una antigua casona de  ambiente demasiado  lúgubre para su gusto. El temporal tampoco ayudaba: el día  gris  había reemplazado  al soleado cielo bajo el que habían  iniciado  el viaje y  una  fuerte lluvia  tintineaba sobre el  techo del vehículo. En la parte trasera del  mismo,  Lucas examinaba  la casona con  mucho detalle:  esta constaba de dos pisos y un desván  que  tenía una pequeña ventana circular  bajo el  alero. La casa se veía tan desgastada  y descuidada  como el parque que la rodeaba. Lo que más sorprendía a Lucas eran las ventanas polvorientas y de cristales oscuros  que le daban al lugar un aura maligna.  Al muchacho le  recordaban  las casas encantadas de los libros que él tanto amaba leer. La Sra. Perkins, la agente de servicios sociales,  desbloqueó el coche para que los niños salieran. Tras llamar al timbre, la vieja puerta de la casona se abrió  y apareció a sus ojos  un chico de cuerpo larguirucho.



 Buenas tardes, mi nombre es Amanda Perkins y trabajo para los servicios sociales. Llamé hace unos días anunciando de mi visita a la señora y el señor Giddens.
-Muy buenas,  señora, en efecto los señores la están esperando en el salón.
-Gracias.

Los mellizos y  la Sra. Perkins, precedidos por el sirviente,  se adentraron en el domicilio, con los ojos maravillados por  todo:  el exterior no dejaba presagiar   el lujo y la ostentación  del interior de la mansión.  Mientras avanzaban hacia la estancia principal, Bianca registraba con su mirada todos los muebles caros y decoraciones  suntuosas  que los rodeaban. 

Por fin, aparecieron ante ellos  dos altas figuras que parecían sacadas de un cuadro de época.El señor y la señora Giddens, con un elegante gesto, indicaron a sus invitados que se sentaran en  un sofá tapizado de raso azul.


-Muy buenas- dijo Perkins- soy…
-Sabemos de usted señora Perkins - comentó arrogantemente el señor Giddens- hemos hablado antes por teléfono.
-Estamos encantados de que por fin estéis aquí,  niños;  teníamos muchas ganas de conoceros- dijo la señora Giddens rápidamente - Disculpad a mi esposo; en ocasiones resulta un tanto brusco, pero no siempre es así.
Este pequeño gesto tranquilizó a los dos jóvenes, que ya temían que sus futuros tutores fueran unos tiranos.
-Bueno… comenzemos. Según tengo entendido ustedes están de acuerdo con que los niños se queden a su cargo.
-Así es, nada nos hará  más felices que los mellizos formen parte de nuestra familia. ¿No es cierto, Howard?
La atenta mirada del hombre dejó de analizar a los dos críos para dirigirla a su esposa, a la que amaba si había que creer  el brillo de sus ojos al mirarla.
-Estás en lo cierto querida, nada nos hará  más felices.- de nuevo, dirigió  una intensa mirada a los niños, que, temerosos de lo que ese hombre  querría de ellos, no formularon ni una sola palabra-.


Tras finalizar el papeleo estipulado para la adopción, los hermanos fueron llevados hasta la que, desde ese momento,  sería su nuevo hogar.  Fueron avisados unos minutos después para bajar a cenar.  Bianca no paraba de temblar por los nervios, Lucas,  en cambio,  estaba  calmado.
La cena fue tranquila a ratos, todos participaron en la charla dando a  conocer sus opiniones y gustos.  La Sra. Giddens se esforzaba por  que los Bellenden se sintieran  a gusto. El señor Giddens, en cambio,  pasaba de la cordialidad al desprecio sin que hubiera causa aparente para ello.

Los días posteriores a la llegada de los hermanos el comportamiento del Sr. Giddens empezó a  ser menos amenazante y terminó ,al igual que su esposa, cayendo rendido a los encantos de los Bellenden.
Los días fueron transcurriendo. Poco a poco los mellizos  estrechaban  lazos con Marta y Howard Giddens, sintiéndose  protegidos y queridos después de estos años de orfandad.Pero no todo era felicidad en la casona Giddens, pues estos  se comportaban a veces como quienes guardan un secreto.

 Este secreto, sin embargo, sería descubierto. Si algo distiguía a los mellizos era su osadía y su inmensa curiosidad, y  en esa casona  no faltaban rincones donde escudriñar.

La primera en chismear fue Bianca que  no podía  resistir  la tentación de desvelar  un misterio.  Desde el primer día, la muchacha  se había preguntado qué escondía aquel polvoriento desván. Los señores Giddens lo mantenían  bajo llave sin dejar nunca que los hermanos se acercaron a aquella puerta.  Lo que iba a suceder sucedió por casualidades del destino y  por  una cualidad poco común  de los dos mellizos, que era  abrir cualquier puerta fuera cual fuera su tipo de cerradura.  Con la ayuda de unas tenazillas Bianca comenzó a forzar la cerradura  herrumbrosa  de la puerta del desván y estaba a punto de que esta cediera  cuando  escuchó unos pasos que provenían de las escaleras.  La joven, asustada,  se escondió tras una columna y espero lo peor. Aquellos segundos en que recordó la mirada penetrante del señor Giddens  cuando les  advertía sobre aquel desván,  se le hicieron muy largos.
Bianca  apenas  podía respirar por el terror,  cuando, de repente su hermano Lucas  apareció detrás de la columna dándole un susto de muerte.

  
-¿Qué haces ahí escondida?-le preguntó Lucas-.
-¡Dios!,  Lucas, pensaba que había llegado mi final. Estaba forzando la puerta del desván. Hay algo en esta casa que me huele mal.
-¿Hablas de “la puerta prohibida”? Nos matarán, Bianca. Pero ya sabes que la curiosidad la llevamos en la sangre, hermana. Vamos, entremos, ¿a que esperas?
-Las niñas, primero,  Lucasito.

La mugrosa puerta chirrió y un olor putrefacto llegó a sus fosas nasales nada más entornarla. Sin más escrúpulos, los mellizos comenzaron a husmear entre los distintos objetos del desván:  muebles victorianos, cuadros y todo tipo de chismes extraños  atestaban  el desván. Una densa capa de polvo cubría todo y un olor a humedad, pero lo que más  inquietante era aquel olor pútrido del comienzo que no se disipaba. Tras un buen rato de husmeo, Bianca halló en la parte trasera del desvan un cúmulo o de sábanas que tapaban lo que parecía ser un objeto enorme. Sin esperar ni un segundo más, Lucas quitó la sábana de encima de los bultos. Los cadáveres   medio descompuestos  de  los señores Giddens  yacían frente a los horrorizados Bellenden.  Los dos cuerpos habían sido degollados y  golpeados de manera feroz.

-Si los  verdaderos señores Giddens están muertos.  ¿Quiénes son esos?, preguntó Lucas


Pero ya era demasiado tarde para que encontrar  una respuesta  que sirviera de algo:  la puerta del desván se cerró para  siempre   y  los mellizos encontraron por primera y última vez en sus vidas una cerradura  que eran incapaces de abrir.




jueves, 23 de noviembre de 2017

Odio, poema de I. P.




Odio

Odio a mi vecina,
la de arriba
que tiene complejo
de bailaora.

Odio a las inquilinas
del 3ºB 
que cada vez que me ven
me ametrallan
con preguntas privadas.

Odio a ese hombre 
del bar
que cada vez que me habla
tiene tendencia
a agarrarme del brazo.


Odio la sonrisa
falsa
que las dependientas ponen
cuando entro en una tienda,
como si en cualquier
momento
se les fuera a saltar un empaste.


Odio a esa chica 
del tren
que me mira como si quisiera
agujerearme
la nuca.