Acabo de leer Léxico familiar. Mi lectura había sido precedida de varias recomendaciones personales y de elogiosas reseñas. Tanto elogio me causa un cierto rubor a la hora de escribir esta reseña, y es que la obra de Natalia Ginzburg me ha aburrido, y me ha parecido una novela mediocre: no recuerdo ninguna otra novela que me haya provocado tal tedio, y llevo décadas leyendo novela. Quizá haya influido el hecho de que hace unas semanas leí La conjura contra América, de Philip Roth, y que soy una rendida admiradora de Si esto es un hombre, de Primo Levi, una víctima del fascismo, tema del que también trata la Ginzburg.
Léxico familiar me ha provocado el mismo tedio de una larga llamada telefónica en que una conocida te mantiene a la escucha cinco horas para contarte su vida sin ahorrarte ningún detalle que recuerde, solo por eso, porque lo recuerda. Algunos de ustedes lo habrán vivido alguna vez: una narración llena de pasajes anodinos que solo interesan a la comunicante, mientras el sufrido oyente se pregunta cuándo contará algo que además de interesarle a ella, le interesa también a él. Imaginen a esa amiga quejándose de que la vecina del cuarto siempre pasa la aspiradora a las cinco de la mañana, de que su marido se echa ventosidades en público, de que al pan muy blando en su familia lo llaman "yoyitas", de que ha ido al dentista y se ha encontrado con Jaime, y que Jaime es cuñado de Marisol... de que está preparando una muda de calzoncillos para llevársela a su Ramón, que está en la cárcel, ¡ah! y que se le olvidaba, el tabaco ha vuelto a subir.
Otra de las analogías que me ha venido a la mente mientras padecía la narración de la Ginzburg es la siguiente: imaginen la casa de unos padres; ellos han muerto, y su hija tiene que vaciarla. Los objetos que hay en la casa familiar están llenos de recuerdos... para la hija: transmitir interés a otros por esa porcelana quebrada, por el platito donde comía la abuela, por el sofá donde se dormía Paquito, por el tenedor con el que Luisito jugaba a espadachín, por las sábanas que bordó la bisabuela... solo lo consiguen los escritores que saben darle a lo particular significado universal y que saben que no todo material es narrativamente relevante. Para suscitar interés por nuestras pequeñas vidas, se necesita ser un genio, o al menos, tener talento.
Tercera analogía: escribieron un diario y lo leen al cabo de los años: es su vida, pero algunas páginas se las saltarán, creanme, porque incluso para ustedes carecerán de interés. Otras hojas los emocionarán simplemente porque eso les sucedió a ustedes. Si el propósito de Ginzburg era despojar a la narración de la profundidad y relieve que parecen darle muchos autores... enhorabuena, lo ha conseguido. Que la mayoría de las vidas, en realidad, carecen de argumentos arrebatadores y no son sino una suma desarticulada de detalles que vamos olvidando, Ginzburg lo hace sentir a la perfección, pese a que ella le tocó vivir una etapa histórica que sí hizo reflexionar a otros sobre el sentido de la vida y sobre nuestra conexión con el devenir histórico. El paso del fascismo por la vida de estos personajes tuvo que ser significativo, sí, pero no basta con decirlo, con enunciarlo, hay que recrearlo. He leído recreaciones de peleas callejeras que transmiten mucha más verdad que la de la madre de Ginzburg cuando los fascistas arrestaban a amigos y familiares.
En cuanto al estilo, sin duda, está en la línea de los escritores que abandonan " los artificios" y "el efectismo". Dicen que esta autora logra una aparente sencillez, que lleva mucho trabajo. Opino que lo que consigue, más bien, es un estilo plano, monótono, anémico, sin pulso.
Por lo que ido leyendo en internet, sé que esta opinión mía es minoritaria. Sin embargo, desde hace algunos años, me importa cada vez menos disentir de la consideración de obra maestra de la que gozan tantas novelas hoy día y que, probablemente, dentro de cincuenta años,habrán caído en el olvido.
La ilusión más temible de la escritura es la que consiste en hacerte creer que puede abolir el espacio, y también el tiempo, volver a hacer presente lo que no está, o alcanzable lo que se ha perdido para siempre. Creo que cedí a esa tentación.TEODOR CERIC "Jardines en tiempos de guerra". Crear un blog literario es algo más humilde, pero tiene las mismas pretensiones imposibles.
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