Desde su ventana Samuel observaba la avenida. La presencia de esa casa en ruinas le atraía como un imán; le atraían sus escalones cubiertos de telarañas, sus barandillas rayadas por el tiempo y la madera de sus puertas agujereadas por roedores. Desde su ventana se sentía el espía o el detective de algún suceso terrorífico. Como cada noche, no pudo vencer la atracción y atravesó la avenida hasta llegar a los escalones de caserón.
Esa noche se encontró con el pomo de la puerta arrancado como si alguien hubiese invadido su interior violentamente. Una vez dentro, subiendo las escaleras hacia el lugar donde cada noche se acurrucaba, escuchó unos ruidos tenebrosos y lastimeros que a medida que se acercaba a su escondite se hacían más intensos. A través de la enorme mirilla de la puerta pudo observar la sombra de una figura alargada arrancando los periódicos antiguos que forraban la pared. Atónito con lo que veía y conteniendo la respiración observó que la figura se acercaba a un cuadro que estaba colgado en la pared y que representaba la imagen de una dama; Samuel la saludaba cada noche como si fuese el único testigo de su presencia allí. El extraño visitante extrajo de detrás del cuadro una urna crematoria.
El miedo y la incertidumbre anidaron en el cerebro de Samuel. Nadie del pueblo tenía información alguna sobre la desaparicón de la dama del cuadro; nadie sabía por qué abandonó el lugar.
Quizá lo que a él le atrajera de la casa era ese misterio sin resolver y la esperanza de resolverlo un día.
La figura alargada se fue empequeñeciendo a medida que se acercaba a la claridad de la ventana ; por la mirilla sólo podía percibir sus delgadas y finas manos donde resaltaba el brillo de un sello colocado en el dedo meñique de su mano derecha. Enseguida vino a su mente la imagen de Don Anselmo, el cura del pueblo. Pero, ¿qué contenía la urna que había extraído de detrás del cuadro? ¿Serian cenizas de restos humanos? A Samuel, en ese momento, le recorrió un escalofrío por todo el cuerpo; le entraron ganas de abrir la puerta y descubrir quién era el misterioso personaje y qué estaba escondiendo, pero un golpe seco hizo que el miedo de Samuel se convirtiera en terror. Escondido en el rellano de la escalera esperó con su cuerpo tembloroso a que la figura sin rostro saliese de la habitación. Samuel enseguida se dio cuenta de que el viento había sido culpable de tal ruido. Bajó corriendo las escaleras y salió por el portón. No había recorrido ni cinco metros cuando se dio cuenta de que había dejado su linterna olvidada dentro.
Esa noche Samuel no pudo conciliar el sueño y agarrado a su almohada no paraba de preguntarse si era verdad lo que había visto o era un sueño. A la mañana siguiente, Samuel acudió a la iglesia como un domingo más. Esta vez no solo iba a hablar con Dios, iba a descubrir alguna pista que se relacionara con lo vivido la noche anterior. Cuando Don Anselmo salió de la sacristía y se colocó en el altar para dar su homilía, Samuel descubrió la única pista que le identificaba como el autor de los hechos. Don Anselmo, mientras daba el sermón a sus creyentes, pasó la hoja de la Biblia con aquella mano en la cual brillaba el mismo anillo que Samuel había visto la noche pasada en la habitación de la dama.
Samuel, camino de su casa, se encontró con un anciano Por llevar compañía decidió acercarse a él y en el trayecto hablaron largo rato de la casa abandonada. Habló de la dama del cuadro como ejemplo de mujer hermosa elegante y adinerada que tuvo muchos amantes. Incluso decían que alguno de ellos fue el causante de su desaparición ya que su belleza fue motivo de muchos corazones rotos.
Llegó el joven a su casa satisfecho y preocupado a la vez ya que parecía ser el único conocedor del autor y de las causas de la muerte de la dama. Esa noche volvió a la casa abandonada y nada más entrar una luz cegó sus ojos. No pudo ver el rostro de quien sostenía la linterna, pero sí
escuchó una voz que le decía: “ Sé lo que te atrae de esta casa, como ha atraído a tantos.” La luz se acercó a Samuel y prosiguió “pero la única forma de ver de verdad a la diosa que habitaba la casa es esta”. Y una cuchillada atravesó el corazón de Samuel.
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