Belén Gopegui |
Como se ve es un planteamiento ambicioso que, desgraciadamente, sucumbe al peso de sus pretensiones. La novela hace aguas por muchos motivos, pero todos ellos confluyen en su falta de verosimilitud, principio inapelable de la ficción. Los mecanismos puestos en marcha por la autora no se articulan bien y quedan a la vista del lector como piezas obligadas a encajar por una voluntad externa. No se trata de que Gopegui rompa con los límites de los géneros, sino más bien lo contrario: toma de cada uno de ellos unas características que no sabe integrar en un todo. Domina la impresión de que la autora ha querido escribir un ensayo en que intervenga la dialéctica del diálogo y ha creado dos personajes como soporte de sus reflexiones. La relación afectiva entre Mateo y Olga no es convincente, los atisbos de su vida familiar y de sus problemas sociales son solo pretextos para justificar sus puntos de vista. La misma solicitud de trabajo a Google es un truco torpe para poder hablar de los temas prefigurados antes de empezar la novela: la inteligencia artificial, el poder de Google, la indefensión y colaboración inconsciente de los usuarios, el viejo tema del determinismo y el libre albedrío, los aportes de la mecánica cuántica y la neurociencia en estos temas, la responsabilidad individual o colectiva, la capacidad o incapacidad de inducir cambios sociales, la eutanasia… Por momentos se hace insufrible el tono de la conversación de Mateo y Olga, entre lírico y erudito. Si Gopequi pretendía decirnos que en una bar del extrarradio madrileño se puede hablar con esa altura filosófica y un lenguaje tan alejado de lo coloquial no lo ha conseguido. Sin embargo, cuando faltan pocas páginas para el final, se barrunta que lo peor de la novela está por llegar. La autora se saca de la manga… ¡oh sorpresa! la muerte y el amor para acabar con sus personajes.
En definitiva, si quieren disfrutar de esta novela, léanla como un ensayo lleno de reflexiones interesantes e inquietantes condimentado por una trama novelesca que desmerece de ese nombre, pero que ayuda en su digestión.