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domingo, 7 de julio de 2019

ORGULLO Y PREJUICIO, DE JANE AUSTEN

Orgullo y prejuicio narra la historia de los  Bennet, una familia de la clase media agraria inglesa  compuesta  por el matrimonio Bennet  y cinco hijas en edad “de merecer”: Jane, Elizabeth, Mary, Kitty y Lydia.  La ley discrimina en la herencia la descendencia femenina; por lo tanto, las posesiones de los Bennet, entre ellas la propiedad de Longbourn,pasarán al pariente masculino  más cercano una vez muera el señor Bennet. Dicho pariente es el señor Collins.

Como para  tantas familias de la época, el peligro de que las hijas caigan en la miseria, hace de un buen matrimonio una necesidad perentoria. La versión descarnada de esa necesidad está representada por la señora Bennet, que se lanza sin rubor alguno y sin sentido del ridículo a la caza de los candidatos para  yernos en cuanto tiene noticia de ellos. El padre vive el asunto con apatía, como quien espera que los problemas se solucionen por sí mismos. Las dos hijas mayores, Jane y Elizabeth, aun comprendiendo la necesidad para su supervivencia de encontrar marido, no están dispuesta a sacrificar  su dignidad, ni a  contraer un  matrimonio que no responda a sus sentimientos y su libertad individual, indisoluble, de todos modos, de su lucha por no descender socialmente. Las otras tres hijas reflejan el romanticismo alocado de funestas consecuencias. Con estos presupuestos, la novela analiza las vicisitudes de las relaciones  de Elizabeth y Darcy, y de Jane y Binglay, sometidos a la tensión de una inclinaciones amorosas que  chocan contra   diferencias de clase.  Eso son los dos ejes de la novela sobre los que pivotan los demás hilos argumentales. 

Con tales mimbres, Jane Austen podría haber tejido una novela convencional en que dos guapas damiselas ascienden socialmente gracias a una calculadora  administración del amor que provocan en dos hombres y una férrea  contención emocional.  Sin embargo, la autora crea un microcosmo convincente que no encubre las tensiones sociales a las que están sometidas las mujeres, pero destaca el papel activo de estas en el único asunto en que la sociedad les ha dicho que les va la vida. Especialmente, esta autoconciencia de su situación es profunda en Elizabeth. La joven conquista a Darcy precisamente por su independencia de criterio, en modo alguno por su sumisión. Austen nos ofrece el despliegue de la introspección del mundo de Elizabeth y de Darcy como escenarios de dos individuos que quieren ejercer un control sobre sus vidas y  evitar las equivocaciones  morales que pueden acarrear el orgullo y el prejuicio, tanto personal como de clase.

Austen consigue que su novela sea como una  partitura en que ningún instrumento emite  estridencias, ni siquiera  en los momentos cómicos y paródicos, y todos cooperan en una pieza llena de mesurada ironía y  profunda comprensión de las pulsiones humanas.  Por lo demás, la captación del microcosmo familiar y de este inserto en la Inglaterra agraria es genial, convincente e inolvidable. Quizá los caballeros de Austen sea demasiado caballeros para nuestra credulidad; sin embargo, la autora,  en esos hombres, no solo describe lo que ve, sino que propone un prototipo emocional de hombre más cercano a las aspiraciones de las mujeres. Lo cual es totalmente lícito, habida cuenta de que la literatura escrita por hombres está plagada de prototipos femeninos  moldeados  en función de expectativas masculinas.

Les recomiendo vivamente esta lectura para el verano; a  veces es bueno tomarse unas vacaciones de nuestra época y viajar a otros territorios temporales salvados por la literatura.

viernes, 7 de junio de 2019

COMENTARIO DE ALGUNOS ASPECTOS DE " EL MAR, EL MAR", DE IRIS MURDOCH


Los nueve años prodigiosos: de “El sueño de Bruno” / 1969) a “El mar, el mar” (1978)

“El mar el mar” ( 1978), de Iris Murdoch es  la culminación de nueve años de intensa labor novelística, desarrollada entre 1959 y 1978,  en los que la autora  escribió  sus mejores novelas : El sueño de Bruno (1969), Un hombre accidental (197o), Una derrota bastante honorable (1971), El príncipe negro (1973), La sagrada y profana máquina del amor (1974), El hijo de las palabras (1975), Henry y Cato (1976).
“El mar el mar” recibió el prestigiosa premio Booker y es considera hoy en día como  una de las mejores novelas del siglo XX, si bien  todavía se le escatima la entrada en el canon literario.

El título

Es esta una novela plagada de innumerables referencias literarias, que empiezan por  el título mismo, que  remite,  por lo menos, a tres obras:  la primera, la Anábasis, de Jenofonte, en la que los miembros de la expedición  de los Diez Mil gritaron ¡ El mar, el mar!” cuando divisaron el Mar Negro y se sintieron a salvo.La referencia a la Anábasis le llega a Murdoch a través de uno de los versos de “Cementerio marino”de Paul Valéry  en cuya última estrofa hay un verso que cita a los griegos gritando “La mer, la mer, toujours recommencée! ( “El mar, el mar, siempre recomenzando”, La tercera referencia es a  “La Tempestad” de Shakespeare, obra que funciona  a modo de plantilla de esta obra de Murdoch. Recordemos  que en “ la Tempestad” la acción transcurre  en el mar mismo y en una isla; la reduplicación aparece además en una cancioncilla  de Esteban, quien botella en mano canta” ¡No me veréis ir al mar, al mar;! Aquí quiero morir en la riberas” 
 El mar es no solo un escenario, sino una metáfora dotada de una  rica polisemia  a lo largo de la novela: refugio, salvación, muerte,  amenaza, totalidad  o realidad  inabarcable, realidad insondable, dios (Poseidón) que da y arrebata la vida, eternidad y fugacidad, cambio y permanencia...
Como en otras novelas anteriores ( “El sueño de Bruno”, “El príncipe negro”) Murdoch utiliza como intertexto una obra de Shakespeare, el ya citado de La Tempestad”.El mar, el mar tiene mucho de relectura de esta última obra de Shakespeare.

La trama

Charles Arrowby decide retirarse del mundo del teatro, donde ha tenido una exitosa carrera de director,  abandonar Londres e instalarse en una destartalada torre solitaria, perteneciente a una pequeña aldea de la costa inglesa . En la primer parte de la novela (Prehistoria) cuenta, en forma de diario, sus actividades cotidianas, la preparación de sus comidas, sus zambullidas en el mar, las reflexiones sobre por qué se ha retirado allí y sobre sus relaciones amorosas fracasadas. El objetivo de su retiro es librarse de su egoísmo y “convertirse en un hombre bueno”. Su tranquilidad se ve alterada cuando descubre que allí cerca vive Hartley, una mujer de su edad, con la que vivió en la infancia y adolescencia una historia de amor.Una historia de amor, que es también una historia de abandono puesto que Harley deja sin explicación alguna a Charles.  Este descubre que la Harley reencontrada está casada con un militar retirado, Fitch, del cual se lleva una pésima impresión.En Arrowby se despierta una obsesión enfermiza por ella, idealiza  su relación adolescente y decide convencerla de  que huya con él para vivir felices sus últimos años. Arrowby incluye en el término “convencer” el acoso y el uso de la fuerza. La situación se complica  cuando aparece Titus, cuya relación son los Fitch, sus padres adoptivos, era tan insoportable que había huido de casa.  Firch tiene la sospecha de que Arrowby es el verdadero padre de Titus y parece ser una obsesión que ha envenenado  la vida de la familia durante años, desde el momento mismo en que Harley le habló de su antigua relación con Charles por miedo a que su marido la descubriera por su cuenta. Una nueva obsesión se suma a la primera y Charles, cuando aparece por su Torre el muchacho, decide hacer de él su hijo. Como Harley no “entra en razón” decide raptarla utilizando para ello de cebo a Titus. Poco después del rapto, la casa empieza a llenarse de visitantes: James, el primo de Charles; Gilbert, un actor cómico, y Peregrine, otro actor. Estos le convencen a Arrowby de que entregue a Harley a su marido. Charles la devuelve, pero su obsesión por Harley y su creencia de que tarde o temprano ella  irá a su encuentro  va en aumento. Poco después se entera de que el matrimonio Fitch ha abandonado la aldea y se ha mudado definitivamente a Australia. Ahí se acaban sus esperanzas, aunque todavía tiene alguna fantasía de perseguirlos. La novela se cierra con el despertar de Charles de su ilusión, con su reconocimiento de que había idealizado su amor  por Harley y de que lo único que tenía idealizado era, en realidad, su propia juventud, de imposible recuperación. En el fondo lo que late en él es el miedo al envejecimiento y a la muerte.

Personajes

Hablando de la obra de Iris Murdoch, afirmaba el autor del “Canon occidental”, Harold Bloom, que la no inclusión de esta autora en dicho canon  se debía  al  hecho de que, siendo un gran escritora, no había introducido en la literatura ningún personaje memorable, no tenía ninguna obra que pudiera considerarse cumbre, y utilizaba un lenguaje y unas técnicas novelísticas anacrónicas, cercanas al realismo de Tolstoi o Henry James  y totalmente alejadas de la revolución de Joyce, Faulkner o Samuel Beckett.

Es cierto que Iris Murdoch parece repetir de unas novelas a otras ciertos personajes que se podría identificar con el mago, el santo, el duende, la bruja, el adolescente desorientado, etc. Eso no quiere decir que carezcan de riqueza, sino que con ellos Iris Murdoch intentaba conectar con tipos tradicionales tanto de las obras de su admirado William Shakespeare, como de los cuentos populares. 
Cabe preguntarse sobre qué plantilla está creado cada uno de los personajes de “El mar, el mar”. Véamos.

Charles Arrowby

Es el protagonista y narrador de la novela. Su referente  es el mago demoníaco, el hechicero maligno, detentador de un poder fascinante sobre los demás. En cierta medida, Murdoch lo identifica también con los malos artistas, con aquellos que no hacen un bien moral con sus obras.  Sería la contrafigura del propio Shakespeare, autor, director y autor teatral, pero de los buenos.  Y es que, en efecto, Arrowby es un artista retirado de teatro donde ha sido director, dramaturgo  y también autor. Arrowby ve el mundo como veía el escenario, un lugar donde él es un  dios, donde tiránicamente reparte papeles y modifica la interpretación de los actores, donde marca cuando tiene que entrar y salir cada uno  del escenario. Es el dios adorado, obedecido, temido para quien el resto son simples mortales vulgares, intercambiable, prescindibles. Como mago del teatro, sabe los trucos más efectistas, los trampantojos más originales. Histriónico, se siente feliz por el mal y el daño que causa; su racionalizaciones son tan grotescas que enseguida se convierte en un narrador sospechoso, no fiable.  Así quiere dirigir también su propia vida, imponiendo a los demás su voluntad como sea, incluida la violencia, el acoso. Su ego es enorme, tanto que piensa que el mundo no es sino una elongación de su yo . En  un momento dice “  en realidad, “...pensándolo bien, casi todo lo que hay en el mundo tiene que ver con mi situación”.  Narra su historia en primera persona, pero para el lector se convierte enseguida en un narrador no fiable. Todo queda sometido a la deformación de sus deseos, de sus ilusiones, de sus mentiras. Incapaz de ver al otro, encerrado en su egocentrismo, no podrá salir nunca de él. No soportando la felicidad en los otros,  ha dedicado  su vida a romper la relación de parejas felices. Envidioso y con complejo de inferioridad hacia James, su primo, es incapaz de percibir el amor de este. Se fue a la torre, junto al mar, a escribir sus memorias y a convertirse en un hombre bueno; evidentemente, no lo consigue.  Su vida acaba siendo, hasta a sus propios ojos, una obra estruendosamente fracasada ; y como un actor despedido de todos los teatros, como un director en sus últimas horas, desfasado y descatalogado,  no sabe vivir porque resulta que se ha quedado sin guión, ese guión en el que él era un mago poderoso, un dios, un hacedor caprichoso. En sus últimos días, desposeído de papel, fuera de la función, verá pasar  las horas en la desesperación. Tampoco entonces se hará bueno. Dicen que Murdoch se inspiró en uno de sus amantes, Elias Canetti, para la construcción de este personaje, y de todos los personajes tiránicos de sus obras. Ella experimentó por Cannetti ese tipo de fascinación al que parece sometida Lizzie o Rosanna, una fascinación por el poder. Como le dice Rosanna a Arrowby: “...esas mujeres llamaron por tu poder, por tu magia, porque has sido un brujo. Y ahora, se acabó. Soy la única que te ha amado por ti mismo y no por tu aureola de invencible.”
Tampoco hay que olvidar las numerosas coincidencias con el protagonista de “La Tempestad”, Próspero.

Mary Hartley Fitch

Harley viene a ser la princesa cautiva, al menos bajo el punto de vista de Arrowby.En ese sentido, Arrowby se siente como el príncipe llamado a despertarla, como a la bella durmiente. Sin embargo, Harley, que parece pasiva, tiene un férrea voluntad, que al final vence a Arwowby. Es más, consigue deshacerse de este como fantasma del pasado, como sueño de una posibilidad, que conservaba la fascinación de lo irrecuperable.

Titus

Titus representa al doncel, al adolescente desorientado que está a punto de iniciarse en la vida y sobre el que cae el rayo de la desdicha prematuramente. Un hijo del mar ( no sabe quiénes son sus verdaderos padre), muerto en el mar.  Es también el clásico joven que emprende un viaje en busca de sus orígenes. La elección del nombre no es causal, por supuesto. Murdoch hace referencia a los cuadros de Rembrand, en los que pintó a su hijo Titus. El nacimiento de este hijo de Rembrand  vino acompañado por la desgracia, ya que su madre murió a consecuencia  del parto, y para dolor inmenso del padre, Titus morirá muy joven y repentinamente.
Titus buscaba, como todos los personajes, el amor.  En ese sentido, para Titus, sus padres adoptivos eran  seres maléfico, si hemos de creer algo de lo que nos cuenta  Charles Arrowby, quien  quería convertirse en su padre espiritual, en su mentor, cosa para la que, en realidad, le faltaba bondad y generosidad.Al final, Titus no fue sino un arma más en manos de Charles, que habría propiciado su muerte en el reparto.

James Arrowby

El primo de Charles podría  representar  el mago bueno,  el hombre bueno, quizá el santo, dada esa muerte beatífica con la que se fue  voluntariamente del mundo.  Su vida estaba marcada por su fracaso al no lograr salvarle la vida  al hombre del que estaba enamorado, una impotencia del amor que lo desequilibra. Es quien salvará  de las guarras de la muerte, de manera sobrenatural, a Charles, cuando este caiga en  una poza marina. La envidia de Charles a su primo provenía de que nunca había  podido dominarlo ni manipularlo y de que lo sabía  moralmente superior a él, en cierta medida sabía que representaba  al hombre bueno que él  no podrá ser nunca.

Benjamin Fitch

Es hombre, con un configuración física que recuerda la de un toro. Para la mirada de Charles Arrowby, es el ogro que tiene prisionera a la princesa. Bajo otro punto de vista, puede verse como el dragón que la guarda de los príncipes farsantes. Para Arrowby represente el mal supremo, el carcelero, el ser de instintos animales y asesinos, el tirano. Sin darse cuenta, al describir a Fritch nos descubre, en realidad, como es él. 

Gilbert Opian

Gilbert Opian es el esclavo dócil. Actor cómico, representa la máxima plasticidad en manos del director de teatro, la ausencia de queja, de rebelión. Es el bufón o el duende.  Es el gran adorador de Charles, adoptará para él la forma que desee.

Peregrine

Peregrine tiene algo de Hamlet, es el vengador, si bien  como él duda sobre la venganza que debe ejecutar sobre Charles y le muestra una sumisión falsa. Como Hamlet habla más que hace, hasta que es capaz de liberarse y reconquistar su lugar. En este caso, es la recuperación de su matrimonio con Rosina, que Charles había roto concienzudamente, por placer, por ejercer el poder, por gobernar la vida de los otros.

Rosina

Bajo la perspectiva de Charles Arowby, Rosina es la bruja, representa la maldad, el deseo de dominación, la venganza, la amenaza. Escapa al control de Charles; es como Morgana, un hada que acabó siendo una bruja malvada. Al final de la novela se convierte se vuelve a enamorar de  Peregrine, su exmarido, del que había sido separada por la fascinación de Charles. 

Lizzie

Lizzie es  otro duende, es el Ariel de la Tempestad; tiene como él la capacidad de la transformación, del cambio de apariencia.  Atada a Charles por una especie de sentimiento de culpa, de necesidad de agradecimiento,  en el fondo, lucha por deshacerse de ese compromiso. Durante toda la obra hay un tira y afloja , un movimiento de vaivén, hasta que al final, Lizzie se convierte en una protectora voluntaria y ocasional  de Arrowby. 

Temas

 El amor y el bien 

El tema principal de esta novela, como el de la mayoría  de ellas, es el amor  y su relación con el bien. No ha de entenderse este término en el sentido  dado por la novela sentimental, con la que tantas veces se  ha emparentado la obra de Murdoch. Hemos de recordar  que Iris Murdoch era una filósofa y que en la literatura encontró las herramientas para indagar sobre temas de la filosofía moral. Iris Murdoch será uno de los versos sueltos de esa época en que  dicha rama de la filosofía estaba  muy desprestigiada. Y es que su concepción del amor  parte de su concepción ética, muy influida por Platón.  Recordemos que para el  filósofo  griego el amor era la fuerza que mantenía  cohesionado el universo, la mediadora entre hombres y dioses; amar era  una aspiración a la belleza y al bien; amar  era un movimiento del alma hacia el conocimiento de la idea suprema del bien. Para Irish Murdoch, el amor es el sentimiento que hace que salgamos de nuestro solipsismo, del egocentrismo. Ante todo  amar es ver al otro, contemplarlo con atención, percibir la alteridad. Para llegar a ello el yo tiene que despojarse de sus ilusiones, de sus deseos,  de sus fantasías, de sus manipulaciones y autojustificaciones, en definitiva,  de las sombras de la caverna que le impiden conocer verdaderamente. Con Charles Arrowby, Iris Murdoch nos muestra precisamente a un individuo incapaz de salir de la cueva platónica. Tan pagado de sí mismo, tan ególatra, tan tiránico que no ve  el mundo sino como  una extensión de su yo, de su dominio en los dos sentidos de la palabra. Llega a decir  “en realidad, pensándolo bien, casi todo lo que hay en el mundo tiene que ver con mi situación.” página 165  Así pues, Harley es él mismo, una parte de sí mismo, la más pura; por lo tanto, Harley no puede negarse a amarlo, solo tiene que re-conocer que lo ama, despertar a lo que ya es. Su aspiración al bien que declara al principio de la novela se vehicula a través de su pretendido amor por esa anciana que un día fue su amor adolescente. Esta incapacidad de ver al otro, su alteridad es lo que le conduce inevitablemente al fracaso más rotundo. Por otra parte, el amor que inspira en las mujeres, en Lizzie, en Rosana está hecho de fascinación y rechazo. Ellas lo ven tal y como es; su problema es que no son capaces durante años de salir de su influencia maléfica. Solo cuando salen de la sumisión pueden amar a otros, como es el caso de Rosana, que vuelve con su exmarido. Del amor entre Hartley y Ben no podemos saber su índole porque sus actos siempre están sometidos a la interpretación de Charles o de Titus. Al final, sin embargo, parece que ellos también escapan de las influencias malignas y acaban siendo un matrimonio feliz. 

El arte 

El arte va a ser otro tema que ocupe mucho tiempo en las reflexiones de Iris Murdoch. En uno de sus ensayos filosóficos “ El fuego y el sol” trata de salvar el arte y a los artistas que, como es bien sabido, son expulsados de la República de Platón. Para Platón los artistas no eran sino copiadores de copias, unos engañadores. Murdoch va a introducir la diferencia  entre los malos artistas y los buenos artistas. Efectivamente, los malos artistas son los que nos conducen al engaño;  los buenos, por el contrario, nos guían en el conocimiento y en el camino del bien; lo hacen sobre todo develándonos, precisamente, los engaños que nos impiden ese camino. 
Para Iris Murdoch, el modelo de buen artista es Shakespeare cuya obra, si bien no nos indica el camino de la salvación, nos indica los caminos por los que nos desviamos. En “El fuego y el sol. Por qué Platón desterró a los artistas” (1977) la autora nos lo dice así:“El gran artista, al mismo tiempo que nos muestra lo que no se salva, implícitamente nos enseña lo que significa la salvación” Charles , al igual que Shakespeare, se retira del teatro donde ha sido dramaturgo, director y actor. Pese a su prestigio, parece que al final toda su influencia se disuelve rápidamente en  poco tiempo; no ha sido más que un mago que con sus trucos ha encandilado (engañado) por un tiempo al público, a críticos, a actores…, pero no ha sembrado nada. Arrowby es el mismo farsante en su vida que en su teatro; o dicho de otra manera, todo es una representación  en la que él cree tener el poder de creación y de ejecución. El colmo es que pretende retener esa vida en sus memorias, en su diario. No es que la dedicación al arte haya vaciado su vida y quiera recuperarla después, llenarla con el amor a Hartley: su arte era un arte vacío, una falsificación,  un mal arte, todo en él eran malas artes igual que su vida En palabras de W:H.Auden "Únicamente el arte muy grande infunde vigor sin consolar y hace fracasar nuestros intentos  de utilizarlo como algo mágico" 

El poder

Decíamos que Arrowby  no consigue ni ser bueno,ni ama realmente a Harley. Su motor interno es la voluntad de poder sobre los otros; el individuo que quiere el poder se pone siempre por encima de los demás, se siente superior a ellos y con el derecho de despreciarlos.  Sin embargo, esa convicción de los poderosos sobre lo merecido de su poder ejerce una fascinación durante un tiempo en los otros. Así,  muchas mujeres se “enamoran” de Arrowby guiadas por esa fascinación, que ellas también confunden con el amor. Por eso, cuando Arrowby va perdiendo poder, pierde su magnetismo y permite a algunas mujeres comprender que lo que ellas creían amor no era sino subyugación. 





domingo, 19 de mayo de 2019

IRIS MURDOCH, IN MEMORIAM


VIDA Y OBRA DE IRIS MURDOCH ( 1919-2019)


Entorno familiar

Iris Murdoch nació en Dublín el 15 de julio de 1919. Se cumplirá este año, por lo tanto, el centenario de su nacimiento. Su madre era una mujer jovial, optimista, vital; estaba muy dotada para el canto, si bien abandonó su carrera para casarse. El padre de Iris Murdoch era un humilde funcionario, un funcionario de tercera con escasos ingresos. Cuando Iris era aún una niña, la familia emigró a Londres. El padre tenía una gran afición por los libros y aspiraba a darle a su hija una buena formación académica, para lo cual hizo grandes esfuerzos económicos. Los Murdoch fueron una familia feliz, y fue sin duda en esas vivencias donde la luego filósofa aprendió que el Amor y el Bien existen, aunque no tengamos ninguna certeza avalada por la filosofía o por la ciencia.


Vida académica (Oxford)y reclutamiento para la guerra (39-45), finalización de sus estudios - tesis doctoral 1947-1948 (Cambridge)


En 1938 ingresó en la universidad de Oxford para realizar estudios humanísticos de filología clásica, historia antigua y filosofía. Por estas fechas, muchos intelectuales y académicos alemanes habían huido  de su país por el ascenso del nazismo; algunos de ellos serán profesores de Iris Murdoch. Iris será la alumna predilecta del helenista  Eduard Fraenkel y de Donald M. Mackinnon.  Con Fraenkel, un hombre mucho mayor  que ella, casado, mantendrá una relación que rozará lo erótico y que contiene el esquema de sus futuras relaciones amorosas, basadas, sobre todo, en la admiración intelectual que Iris Murdoch sentía por sus amantes.


 En esta época de estudiante, Iris Murdoch militó en el Partido Comunista, hecho que le va a ocasionar después algún problema: en EEUU se le ofreció un ventajoso contrato para impartir clase; Murdoch no ocultó que había militado en el Partido Comunista, por lo que le fue prohibida la entrada en el país. Nada consiguió una amplia movilización a su favor de numerosos intelectuales, algunos tan sonados como Bertrand Russell. 


Estallido de la Segunda Guerra Mundial 


Iris Murdoch, como la mayoría de las jóvenes de la época, fue reclutada al inicio de la Segunda Guerra Mundial. Trabajará para un organismo  de Naciones Unidas destinado a atender a refugiados, desplazados y gentes desesperadas por la miseria y el hambre. De este trabajo, sin duda, sacó lecciones inolvidables.


Todavía trabajando para Naciones Unidas, en 1945 y en Bruselas conocerá a Jean-Paul Sartre, quien estaba a punto de convertirse en el filósofo estrella de la posguerra. Iris Murdoch quedó impresionada por  Sartre  y será a él a quien dedique su primer libro en 1953  "Sartre, un romántico racionalista".


Reincorporación a la universidad: finalización de sus estudios y trabajo docente. Primera novela, relación don John Bayley.

Acabada la guerra, se reincorpora a la universidad ( a Cambridge) para acabar sus estudios. El mismo año de su reincorporación se había retirado de ella Wittgenstein. Sin embargo, en la universidad quedó un círculo de alumnos y profesores que trató asiduamente Iris Murdoch, por lo que sin duda conocerá perfectamente sus teorías sobre el lenguaje. Murdoch, en más de una ocasión recordó los años estudiantiles como los de una juventud llena de movimiento, acrobacias y muchos lances sexuales, con hombres y también, con mujeres.

Entre 1948 y 1963 va a ejercer la docencia como profesora de filosofía en Oxford. En 1954, cuando tenía 35 años, Murdoch publica su primera novela, "Bajo la red". Por esa misma época conoce a John Bayley, un estudiante universitario, varios años menor que ella, con el que se casaría dos años después de conocerlo. Bayley se convertirá posteriormente en un excelente crítico literario.



En 1963, Murdoch abandona la universidad alegando que quiere dedicarse a la literatura. Sin embargo, el motivo real parece ser que se descubrió su relación amorosa con una colega, hecho que fue un enorme escándalo. Para calmarlo, se propuso la salida de Iris de la universidad.

Desde 1969 y en toda la década de los 70, Iris Murdoch se va a entregar a un vendaval creativo. Son las novelas de su plenitud como escritora:



  • El sueño de Bruno (1969)
  • Un hombre accidental (197o)
  • Una derrota bastante honorable (1971)
  • El príncipe negro (1973)
  • La sagrada y profana máquina del amor (1974)
  • El hijo de las palabras (1975)
  • Henry y Cato (1976)
  • El mar, el mar (1978)

Enfermedad

En 1995,  Iris Murdoch estaba dando una conferencia en Jerusalén. En el coloquio con el público, alguien le hizo una pregunta; Iris se quedó muda, balbuceante: no había entendido lo que le preguntaban y fue incapaz de articular palabras. Episodios de este tipo se irán repitiendo llenando de preocupación a marido  y amigos. En 1997 le diagnosticaron Alzhéimer . Su marido la cuidará hasta que su mujer muere en 1999. John Bayley publicará ese mismo año  unas memorias que había empezado a escribir durante la enfermedad  de Iris en las que además de contarnos esos años de asistencia  a su mujer, irá más atrás en el tiempo. El título que les dio fue "Elegía a Iris", y constituyeron un enorme éxito.

La vida amorosa de Iris Murdoch 

Iris Murdoch vivió numerosos enredos, líos o historias amorosas ya desde sus años de estudiante en Oxford. Estos no disminuyeron al iniciarse su relación con John Bayley ni tampoco tras  su matrimonio que fue un matrimonio feliz, según sus propios testimonios y los de su entorno.  Para entender la novela de Iris Murdoch es interesante conocer su concepción de estas relaciones. El propio marido, en su obra "Elegía a Iris" dice :

"...yo sabía que Iris tenía varios amantes con los que jugaba  al mismo tiempo. También intuí - no se muy bien cómo, pero acerté- que ella concedía sus favores por admiración o respeto, en virtud , más de los atributos divinos que de los físicos de los hombres que la solicitaba. A los hombres que eran dioses para ella, ella también los consideraba eróticos, pero el sexo le parecía un elemento marginal, no un fin en sí mismo" ( Elegía a Iris, pág. 55)

La promiscuidad de Iris era una forma de relacionarse con la gente a la que admiraba, hombres o mujeres. Una de esas personas fue Elías Canetti, con quien tuvo una larguísima relación. Canetti, sin embargo, escribirá una páginas repugnantes, insultantes, mezquinas sobre Iris. Aun así hay en el capítulo que le dedica en sus memorias unos párrafos que coinciden con la percepción que el propio Bayley tenía de la promiscuidad amorosa de Iris . Así dice en "Fiesta bajo las bombas":

"Era insaciable en su impulso de enredarse en relaciones difíciles y complicadas; pronto supe cuando un hombre era importante para ella. En realidad, todo eran aventuras; su sed de conocimiento era grande. Los amigos que tenía en Oxford eran, por lo general, especialistas en alguna materia, algunos realmente brillantes, de los que ella aprendía cuanto cabe aprender en el curso de una relación amorosa; nunca renunciaba a uno por otro, y así se metía en los mayores líos; le resultaba imposible renunciar a nada. Es justo añadir que,a su manera, Iris se sentía muy agradecida hacia aquellos a quienes había robado el espíritu, y que en el transcurso de los años no olvidó a nadie que alguna vez le hubiera hecho bien. (...) En sus sentimientos hacia todos Iris era una poeta; nunca olvidó a quienes había comprendido." ("Fiesta bajo las bombas. Los años ingleses")

En otro lugar de "Elegía a Iris", John Bayley completa esa visión de la vida amorosa multiforme de Iris:

" Cuando nuestra relación se hizo más seria, y nos dimos cuenta de que nos encaminábamos inevitablemente o bien a una separación  o bien hacia una solución que por entonces todavía no podíamos prever, Iris mencionó una o dos veces el mito de Proteo. Fue una respuesta a mi desesperado comentario de que no la entendía o que no entendía en la mujer en la que se transformaba  para las numerosas personas con las que se relacionaba. "Acuérdate de Proteo", solía decirme, "tú no me sueltes y todo irá bien."

Proteo es un personaje de la mitología griega que tenía el poder de cambiar de forma a voluntad: en león, en serpiente, en monstruo, en pez...hasta que, un día, Hércules lo agarró y lo obligó a tomar su forma humana.

Iris Murdoch y la filosofía

Iris Murdoch, pese a su dedicación a la novela, no dejó nunca de estudiar y escribir filosofía. Su formación, de hecho, es filosófica. Sus dos obras fundamentales son "el fuego y el sol" y  "La soberanía del bien".

En  "El fuego y el sol", basado en las conferencias que dictó en Roma en 1976, Iris Murdoch examina la visión de Platón sobre el arte y, en particular, las razones de la manifiesta hostilidad del filósofo hacia él. Para ello la autora, al tiempo que realiza un sintético recorrido por los elementos que fundamentan las teorías platónicas sobre la Belleza, busca una explicación al hecho de que el pensador griego atribuyera tanta importancia en su obra al papel que desempeña la Belleza, pero, paradójicamente, denigrara a los artistas. Apoyándose en el contraste entre las engañosas sombras del fuego de la Caverna y la luz del sol, iluminadora de la Verdad, Murdoch pone de relieve la labor primordial que desempeñan los creadores en la revelación de lo trascendente.Su certero examen se ve además enriquecido con las ideas sobre esta inagotable y apasionante cuestión de figuras tan destacadas como Kant, Kierkegaard, Freud, Tolstói o Jane Austen.


 La soberanía del bien.Especialista en Platón, relacionada con la escuela de Wittgenstein, pero siempre radicalmente independiente, Murdoch reunió en "La soberanía del bien" (1970) tres conferencias que resumen lo que había sido su investigación filosófica desde la década de 1950.A diferencia de la mayoría de sus colegas en Oxford y Cambridge, Murdoch estaba interesada sobre todo en la vida moral y en las posibilidades reales que el ser humano tiene de hacerse mejor persona. La idea del Bien en un mundo sin Dios fue siempre su principal preocupación y a ella le dedica estos tres ensayos combativos y edificantes.


El contexto en el que escribe Iris Murdoch es el de una Europa filosófica exhausta, una Europa  física y espiritualmente  en ruinas. Hannah  Arendt  vio la raíz del malestar en que la filosofía occidental que se había apoyado desde Plantón en los conceptos, había llegado a una completa desconfianza de ellos .De la mano de Wittgenstein se había llegado también  a la  desconfianza en el  lenguaje. Martín Heidegger, por su parte,  había desmantelado los últimos restos de la metafísica occidental sin ser capaz de proponer nada en su sustitución. El sujeto había desaparecido de las consideraciones filosóficas.  

Las corrientes que dominaban en la época en que Iris Murdoch escribe son la filosofía analítica, el existencialismo francés, el marxismo y el psicoanálisis. Con ninguna de ellas se identifica Iris Murdoch. Va a elegir una rama de la filosofía, la filosofía  moral, totalmente desprestigiada en los círculos filosóficos, que nunca se había recuperado del golpe asestado por Kant en "La crítica de la razón práctica" ni del golpe de  Nietzsche en su "Genealogía de la moral". Wittgenstein y  Bertrand Russell, entre otros,  afirmaban que los juicios  morales no son fácticos, ni comprobables y, por lo tanto, quedan fuera del campo de la filosofía. Solo podemos hablar de los actos morales. Las motivaciones, las razones morales quedaban fuera del campo de la filosofía por darse en ese lugar tan dudoso  que se llamaba  el yo o mundo interior.

Las ideas filosóficas de Iris Murdoch van a contracorriente. Ella defiende no solo la necesidad de la filosofía moral, sino también que la vida moral interior existe aunque no sea visible en actos externos. Defiende la idea del Bien como lo Real y lo Verdadero en la línea de su admirado Platón. Acceder al Bien, es decir, a lo real, es un proceso que parte de destruir las ilusiones que nos impiden verlo, sobre todo, las ilusiones construidas por el yo. El Bien es para Iris Murdoch una idea casi innata de la naturaleza humana y hay una tendencia natural hacia él. El filósofo, y por ende, cualquier ser humano tiene que hacer un esfuerzo para ver el No-yo, rasgar su conciencia egoísta y unirse al mundo tal cual este es. Se trata de mirar el mundo con atención, prestarle atención. Esta noción de "atención" a lo que está fuera de nosotros, la toma Murdoch de la filosofía de Simone Weil. El prototipo de hombre atento al mundo, que sale de sí mismo, es el artista, y  más en concreto, el pintor, quien pone toda su atención en la realidad, se olvida de sí mismo y nos ofrece una nueva mirada sobre las cosas. La gran tarea del ser humano es llegar a ser mejor a ser "real", a ser "verdadero". Ese  interés por el hombre bueno, moralmente bueno, late tanto en la filosofía como en la literatura de la autora irlandesa.

La literatura de Iris Murdoch. 

Como hemos dicho, la carrera novelística de Murdoch  empieza con la publicación en 1954 de "Bajo la red". A lo largo de su vida escribirá 26 novelas,  seis obras de teatro y  libros de poemas.
Sus novelas no son novelas filosóficas en el sentido de que incorpore a ellas discurso y terminología de la filosofía; sin embargo, la novela es para ella un modo de indagación de lo que también le preocupaba como filósofa: la moral.Sus novelas indagan en la moral a través de innumerables situaciones. Pensaba Iris Murdoch que la novela tenía unas herramientas para indagar en la moral de las que carecía la filosofía.

No es de extrañar que le gustaran tanto a Iris Murdoch las novelas que más habían indagado en la dimensión moral íntima de los personajes: la novela decimonónica de Henry James, de Tolstoi o post-realista de Proust.



Contrariamente  a sus amigos filósofos, ella tenía  una total confianza en la palabra como representación de lo real, en el lenguaje como instrumento de la conciencia moral. En una época en que la imagen de lo humano estaba copada por las ciencias ( utilitario y conductista) ella reivindicaba al  hombre como un agente moral más que como un ser científico.

Esta búsqueda del ser moral hace que todas sus novelas se parezcan bastante. Harold Bloom, el autor de "El canon occidental", le decía que su problema para no entrar en el canon estaba en que no había escrito una novela cumbre, sino que su calidad se encontraba repartida entre varias de  ellas. Tampoco había creado un personaje inolvidable, un nuevo tipo literario. De hecho, en todas sus novelas vamos a encontrar tipos que representan al mago, al ser intelectualmente poderoso, el adolescente que aún desconoce el mundo, el hombre bueno, el santo, el ángel, el duende...

Para que sus personajes se enfrenten a situaciones y dilemas morales siempre escoge el tablero del amor, en el que según ella misma era toda una experta. 



Muchas veces sus novelas se asimilan a las novelas sentimentales, sobre todo por los enredos amorosos; sin embargo, de donde bebe Iris Murdoch es  de las comedias de enredos de la primera época de Shakespeare, autor  al que admiraba infinitamente. Son esas comedias como "Las alegres comadres de Windsor", "La comedia de las equivocaciones", "Noche de Reyes", "Como gustéis", "La fierecilla domada"... en las que aparecen confusiones, encuentros sorprendentes,  casualidades inverosímiles, mujeres que se disfrazan de hombres, emparejamientos imposibles, enamoramientos súbitos... De hecho algunas novelas tienen como plantilla una obra de Shakespeare: "El sueño de Bruno" a "Sueño de una noche de  verano"; "El príncipe negro" a "Hamlet, príncipe de Dinamarca"; "El mar, el mar" a  "La tempestad".



El tema fundamental es el amor, el enredo amoroso. Iris Murdoch diferenciaba el enamoramiento del amor: el enamoramiento se debe al azar, es inevitable, nos sorprende, nos asalta y hace que fijemos nuestra atención en el exterior, fuera de nosotros;   el amor es una construcción épica  del sentimiento surgido en el enamoramiento.

El amor  conduce al bien, una idea platónica muy querida a Murdoch; pero a veces también nos conduce a la obnubilación, al egoísmo, al desvarío, al mal . Es decir, el amor nos pone en una bifurcación moral, aunque su tendencia es llevarnos al bien. El enamoramiento desata comportamientos y situaciones imprevistas para el sujeto, disparatadas a veces, divertidas, cómicas. 



Iris Murdoch no estuvo nunca interesada por la innovación formal de las vanguardias; sus novelas pueden parecer convencionales, si bien en muchos momentos llevan al lector al límite de la verosimilitud. Por lo demás, Iris Murdoch está lejos de ese lenguaje abroncado, seco, angustiado, distante que adoptó mucha de la novelística de su época.  Es una literatura escrita con alegría, con optimismo, con vena cómica e incluso absurda. Porque para Iris Murdoch el ser humano no es un ser trágico sino cómico, burlesco, aunque ella misma había visto en la guerra que la tragedia también es parte de la vida. No ha de pensarse que este gusto por el enredo implica complejidad; Murdoch alababa la claridad, la nitidez tanto en el pensamiento como en el lenguaje, claridad que no quiere decir simplicidad. 



En un entrevista le preguntaron a Iris Murdoch sobre cuál era para ella el lector ideal. Contestó que aquel que se viera arrebatado por el placer de  la lectura, que disfrutara de la trama , y que reflexionara sobre problemas morales. Sin duda, buscaba un lector con las mismas emociones  que a ella le suscitaba escribir novelas.














miércoles, 24 de abril de 2019

Formas de estar lejos, de Edurne Portela

A veces  me sorprenden las casualidades como si tuviera que buscarles un sentido. En cuestión de quince días he leído dos novelas con muchos puntos en común: las  protagonistas  son  profesoras de literatura, trabajan  en un centro de alumnos de clase alta en el que ocurren cosas terrible, y   viven en un ambiente de miedo, de amenaza y de soledad. La primera de esas novelas es Mandíbula, de la ecuatoriana Mónica Ojeda; la segunda, Formas de estar lejos, de la española Edurne Portela.

Mónica Ojeda prescinde de personajes masculinos como fuente oculta o evidente de terror y violencia puesto que en su novela es en la red de relaciones femeninas donde se teje estos; Edurne Portela, por su parte, intenta plasmar las formas  de la violencia masculina en el interior de la pareja, huyendo de  esquematismos y procurando desvelar, por una parte,  por qué a Alicia, la protagonista, se le hace tan difícil percibir los síntomas que van anunciando desde las primeras etapas de la relación el carácter destructivo de su pareja y por otra, de dónde proceden las pulsiones dominantes, controladoras y violentas de Matty, el marido. En definitiva, indaga en la pregunta sobre  qué mecanismo hacen que  una mujer inteligente en su vida profesional se deje llevar de manera casi inerme por una relación de dominación en su vida privada y qué hace que un hombre acabe por creer que  es amor el deseo de dominación y de sometimiento de su pareja.

 La trama se enriquece por el hecho de que Alicia trabaje en los Estados Unidos, se haya casado con un estadounidense y haya sido incapaz de hacerse de una red de relaciones afectivas que amortigüen el alejamiento de su familia y de sus amistades. Y es que bajo la superficie  quebradiza de su  éxito profesional, el sentimiento de aislamiento y de soledad  de Alicia es demoledor. La joven  intenta protegerse  mediante  el trabajo, pero también se aísla  y se  enajena  en él.  La literatura ( recordemos que es profesora de literatura española)  es para ella  otro modo de enajenación que  la inhibe  de tener que mirar su propia  realidad, si bien es  la literatura (su conversión en escritora), la que le permitirá, finalmente,  enfrentarse a ella. 

En mi opinión, es un gran acierto que  la autora  haya convertido a su protagonista en una extranjera, una "hispana", en Estados Unidos, porque,  si bien Portela se centra en la génesis y desarrollo de la relación destructiva de Alicia y Matty, su marido, el lector percibe con nitidez el ambiente de violencia  en este país norteamericano, una sociedad marcada por un  racismo estructural  y por una fuerte división de clases. La propia Universidad aparece como un lugar inhóspito, brillante en la superficie, tenebroso en el fondo,  donde estudiantes y profesores de Humanidades muestran todo menos humanidad. La literatura ( su lectura, su interpretación)  aparece como un ejercicio laboral  o como un adorno individual de pedantes. Es significativo que la protagonista, ávida lectora y laureada intérprete de textos, sea tan incapaz de leer la realidad y esté tan incapacitada  para actuar sobre otra cosa que no sea  su currículum profesional. Porque Alicia no es solo víctima de un hombre incapaz de controlar sus impulsos violentos de dominación, sino que  es  a la vez  alguien incapaz de posicionarse  activamente a favor de otras víctimas de violencias  que ella descubre en el campus universitario o fuera de él  y para las  que no tiene sino una pasajera y huidiza reacción de empatía, cuando la tiene. Una reacción muy semejante, por otra parte, a la que tenía parte de la sociedad vasca ante las víctimas del terrorismo. Porque otro dato que no se puede olvidar para interpretar esta novela es que Alicia es una joven vasca que se va a EEUU en la década de los 90 y que lleva en su equipaje, para abrigarse,   una mantilla de su amama ( "abuela"en euskera) en la que aparece el logotipo  EAJ/PNV ( Partido Nacionalista Vasco).  Este subtema no es un pegote en la novela, se articula bien en ella, aunque para aquellos que no conozcan un poco de la historia del País Vasco en esas décadas  pueda pasar algo desapercibido.

Concluyendo, me ha parecido una novela francamente interesante que huye de los estereotipos en un tema espinoso y difícil, si bien la autora se excede en su afán de análisis  dejando poco campo al propio análisis del lector. Las tramas secundarias, que  no desarrolla y que aparecen y desaparecen un poco injustificadamente, también son un problema de la estructura de la novela.Sin embargo, todo anuncia en esta novela a una gran escritora.

miércoles, 17 de abril de 2019

MANDÍBULA, DE MÓNICA OJEDA

Decía Laura Freixas en una conferencia que la literatura, patriarcal desde que existe, no había explorado las relaciones entre mujeres sin que estas cobraran  significado con el vértice más importante: un hombre. Entre la temática esquinada por los autores hombres señalaba el de la relación madre-hija. La misma Freixas colaboraría con la recopilación de textos de escritoras que habían abordado este tema en Madres e hijas. En esa importante exploración puede inscribirse la novela de Mónica Ojeda, Mandíbula.  También aborda otro ámbito de luchas femeninas poco frecuentado por escritores varones: la relación maestra-alumnas.

Lo sorprendente de la novela es que aborda esta relaciones con las claves de la novela de terror psicológico sin caer en tópico alguno.  Toda novela es en el fondo la búsqueda de una mirada nueva sobre la realidad que  desprovea a esta del velo de Maya que nos la oculta. Sin embargo, para todo lector veterano, esa operación la ha visto realizada tantas veces que la realidad que se le desvela ha perdido la capacidad de sorprenderle. Por eso, la novela de Mónica Ojeda  me ha sorprendido tanto, porque su mirada ha ido más lejos, más hondo. 

Los mimbres del argumento son sencillos: una joven profesora, obsesionada por parecerse en todo a su madre, abandona su primer trabajo tras un penoso episodio con unas alumnas. Cargada de todas sus angustias, pasará  a formar parte de un nuevo claustro en un prestigioso centro educativo del Opus Dei al que acuden hijas de la élite ecuatoriana. A ese colegio acuden dos alumnas que están viviendo una adolescencia "difícil" y que han formado una especie de Club. Ojeda desmonta todas nuestras mistificaciones sobre la Educación y sobre la sororidad creando un ambiente de tal perturbación que por momentos puede resultar insoportable. En esa red de luchas monstruosas nada remite a un hombre. Suprimido este de la ecuación, vemos surgir el terror de la humanidad misma de lo femenino con toda su capacidad destructiva  y autodestructiva. El mismo estilo de Ojeda muchas veces  se aleja de las imágenes habituales en el género de terror y crea unas poderosísimas metáforas, una profundas analogías que hacen pausar la lectura para inclinarse ante su profundidad, ante el precipicio que abren en nuestra mente.

Lean este libro, y nunca más entrarán en un aula o asistirán a una escena materno-filial con una mirada inocente.



jueves, 1 de noviembre de 2018

El corazón es un cazador solitario, de Carson McCullers


Pocos autores han alumbrado, tan jóvenes, una obra de la calidad de "El corazón es un cazador solitario". Sorprende que una mujer de 23 años alcance tal perfección en el estilo y tanta profundidad en la observación de la vida de los que no tienen voz en el mundo real  y la tienen desfigurada por ideologías redentoras en la ficción.


Es la  década de los cuarenta, una época de fuerte crisis económica en los Estados Unidos. En una ciudad del sur, cuyo nombre no se nos dice, pero que puede ser cualquiera de ellas, varios personajes nos muestran sus miserias diarias, sus sueños irrealizables, su soledad sin remedio, su desorientación y su fracaso indefenso.

Todos llevan en sí algún fuego sagrado que se apagará irremediablemente: la niña Mick Kelly, hija de unos hospederos con varios hijos, siente en ella la música y se afana por aprender su lenguaje. La música se calla en su corazón  definitivamente cuando tiene que ayudar a subsistir a su familia trabajando en una tienda de chucherías por un sueldo miserable.

Jake Blount, lector de Karl Marx, quiere propalar la "Verdad" por el mundo, pero, irascible e incluso violento, es incapaz de hacer de él mismo un hombre nuevo. No solo no es capaz de comunicarse (problema común a todos los personajes) sino que produce un rechazo generalizado. Malvive en una atracción de feria donde van los obreros a gastar unas monedas en una diversión que los aleje por unos minutos de una vida horrible de la que no quieren tomar plena conciencia y que consideran, sobre todo, inamovible.

Por  su parte, la cafetería Nueva York, centro donde confluyen varios de los personajes de la novela, está regentada por Briff Brannon. Su bar está abierto las 24 horas del día los 365 días del año, una autoexplotación que refleja muy bien la vida de la pequeña burguesía en tiempos de crisis. Brannon quiere darle un sentido trascendente a sus ocupaciones: siente inclinación por los débiles, los tullidos y de forma algo turbia, por Mike. Lo que les cobra a veces está por debajo del beneficio que le pueden reportar. Brannon parece querer penetrar el alma humana eludiendo la suya propia en la que no indaga ni aun después de la muerte veloz de Alicia, su esposa. Intenta combatir su soledad con su generosidad, aunque inútilmente.

John Singer, sordomudo, vive al principio de la novela con otro sordomudo, Antonapoulos. La relación entre ellos, que veladamente parece ser de atracción sexual, al menos por parte de Singer, es desconcertante. Viven años aislados del mundo, sin necesidad de otra relación, en una extraña simbiosis cuyo mantenimiento se debe a los esfuerzos de Singer. Antonapoulos, un ser que se relaciona con el mundo a través de un apetito insaciable de comida, es encerrado en un manicomio por primo que no quiere que le dé problemas. Singer sobrevive gracias al recuerdo de su amigo y las escasas visitas que puede hacerle. Lo más curioso es que este personaje, tocado de una debilidad funcional impresionante, se convierte en el baluarte de los demás personajes: cada uno se lo imagina tal y como necesita que sea. Proporciona calma y serenidad a todos los demás personajes con sus silencios atentos en los que parece entender y acoger a todos, aunque resulta que no sea así: ni entiende ni le interesa nadie más que su Antonapoulos, un ser que no sabemos qué puede tener para despertar tal fidelidad y amor en Singer. Seguramente es su forma de huir de la soledad extrema.

El doctor Copeland, por su parte, tiene otra verdad que no es capaz de transmitir a los suyos: la necesidad de luchar contra la esclavitud y el desprecio al que los someten los blancos, incluidos los de las clases más bajas. Como Brannon, parece dedicar las 24 horas del día de los 365 días del año a asistir a los negros enfermos, también a blancos. Su derrumbe empieza cuando su hijo William, preso por una minucia que a un blanco no le costaría ni un multa, acaba con los pies amputados en la cárcel. La enfermedad del cuerpo y la enfermedad del alma acaban consumiéndolo.

Es un mundo al que llegan los ecos del nazismo y que espera una voz que los convoque con fuerza y los escuche y no solo un mudo sin mensaje que parezca comprenderlos, pero que es más débil que todos ellos.