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martes, 4 de agosto de 2020

SÓCRATES ENAMORADO, DE ARMAND D`ANGOUR

Hace unos días acaba la novela del psicólogo y novelista  Ignacio  García-Valiño “Las dos muertes de Sócrates”; hoy he acabado  “Sócrates enamorado” de Armand d`Angourd, profesor de Estudios Clásicos en  Oxford. Ambas obras son de diferente género: la primera es una novela con rasgos de dos subgéneros  narrativos(el policiaco y el histórico), la segunda una biografía que juega con la documentación, su interpretación, los intersticios de la historia y la imaginación del autor. Pese a sus diferencias, me ha llamado poderosamente  la atención que ambas subrayen la figura de Aspasia,  su relación con Sócrates  y otros  hombres relevantes de la Grecia clásica, como Alcibíades,  Aristófanes y por supuesto, Pericles.  Lo llamativo de esta nueva visión de Aspasia   es que va mucho más allá de la de   una hetaira que  unía a su belleza física, ciertos encantos intelectuales como complemento o adorno  para el entretenimiento masculino.   Para Armand d`Argout, Aspasia es  la Diotima de “El Banquete” de Platón, una mujer importante en la formación filosófica  de Sócrates. Lo mismo que García-Valiño, el autor británico subraya la influencia de Aspasia en Pericles, el hecho de algunos discursos políticos de este los escribiera ella, que estaba formada  en la retórica. Por lo demás, cada vez es más evidente que la “La Lisístrata” de Aristófanes y su “Asamblea de mujeres” parecen deudoras de la figura de Aspasia y de su  ideas democráticas,  que al conservador  Aristófanes le debieron parecer extravagantes y chuscas.  Sin embargo, los razonamientos de “Lisistrata” no parecen una ocurrencia  ex nihilo  de Aristófanes, más bien el fruto de largas conversaciones con Aspasia, que no olvidemos, fue mujer de uno de los grandes defensores de la democracia ateniense y que la trató,  según todos los testimonios de la época, como a un igual, cosa que, por supuesto le valió muchas críticas.Hoy le hubieran llamado “calzonazos”.


Desde luego vivimos una época en que se intenta dar visibilidad a mujeres que quedaron en la oscuridad de la historia por los prejuicios e intereses de quienes la contaron. Está claro  que al desvelar su existencia se corre el riesgo de atribuirles unas ideas que no eran tanto suyas como nuestras. Sin embargo, ese es el riesgo que se corre con cualquier aspecto que se estudie del pasado: por otro lado, ese pasado no sería muy interesante si no siguiera interpelándonos en la actualidad. Todo el mundo sabe que “la democracia ateniense” no fue como nuestra democracia. Cualquiera ha de entender que “el feminismo de Aspasia” no es lo mismo que el feminismo de “Simone de Beauvoir”. Pero tan lícito es que nuestro presente busque sus  raíces en el mundo griego para su sistema político o para su arte, como que haya autores que indaguen en la figura de Aspasia como referente de las reivindicaciones de las mujeres. 


“Socrates enamorado”, por supuesto, es mucho más que la relación entre Aspasia y Sócrates.

Armand d`Angour quiere reconstruir las distintas etapas de la vida del filósofo, que no dejó nada escrito. Para ello recurre a toda la documentación del mundo griego y también del romano. Arremete contra la idea fija que tenemos hoy en día de Sócrates, empezando por su aspecto físico. No se entiende muy bien el afán de Armand d`Angour por demostrar que la imagen que nos ha llegado es la de un Sócrates feo  maduro o anciano, pero que en su juventud debió  de ser atractivo. Nos viene a decir  que de carecer de fotos de juventud de nuestros abuelos, pensaríamos que siempre fueron calvos, de mejillas caídas, de orejas grandes y de pelos en la nariz. Por lo demás, que algunos jovencitos y mujeres sintieron por él una fuerte atracción está documentado. He de confesar que no había visto hasta ahora tanto esfuerzo por demostrar que un hombre, además de inteligente, era atractivo. Es como la contramoneda de las mujeres que, siendo guapas tienen que demostrar que no  son tontas. 


También hace el autor un esfuerzo  por aclarar los orígenes sociales y la  formación de Sócrates. Bien es sabido que este filósofo no era santo devoción de Nietzsche. Lo que quizá no sepa tanta gente es  que el filósofo alemán argumentaba contra él por su fealdad y por sus orígenes humildes:


“Sócrates pertenecía, por su ascendencia, a lo más bajo del pueblo: Sócrates era plebe. Se sabe, incluso se ve todavía, qué feo era. Mas la fealdad, en sí una objeción, es casi entre los griegos casi una refutación. ¿Era Sócrates realmente griego? Con bastante frecuencia la fealdad es la expresión de una evolución cruzada, estorbada por el cruce. En ocasiones aparece como una evolución descendente. Los antropólogos entre los criminalistas dicen   que el criminal típico es feo…”  (Crepúsculo de los ídolos.1880)


Parece que Armand d`Argour quisiera defender a Sócrates de un ataque tan bajo de un filósofo al que se le han perdonado demasiadas ideas como las anteriores.  Empleará muchas líneas para convencernos de  que si el padre de Sócrate, Sofronisco, era un mampostero, no era un currela, sino el dueño de un taller. No era aristócrata, pero estaba emparentado con buenas familias; no era élite, pero estaba en contacto con ella. No se le ocurre al autor que precisamente la democracia ateniense, al hacer iguales a los ciudadanos varones, permitiera que el hijo de un mampostero al que le iban bien los negocios pudiera recibir una buena formación. Sócrates recibe la formación de un ciudadano con recursos económicos, aunque no fuera aristócrata: gimnasio, danza, música, lírica,  retórica, entrenamiento marcial. De hecho, tiene por maestro a uno de los discípulos de Anaxágoras, Arquelao; así mismo es hoplita, un ciudadano soldado que tiene que comprarse su propio equipamiento.  Por lo demás, es sabido que educó a muchos de los hijos de la aristocracia griega, a la élite.

En el mismo sentido, Armand d`Argour quiere evitar la visión de Sócrates contemplativo, ajeno al devenir de la polis. Cuenta con detalle algunas de las batallas en las que participó y su fama de soldado valiente,  su disciplina, de enorme resistencia física y mental.  Su pasado de soldado leal no pareció hacer ninguna mella en el tribunal de ciudadanos que lo condenó a muerte. 

Lo que sí es cierto es que no tuvo nunca aspiraciones políticas, al menos, directas: no aspiraba a cargos, tampoco a riquezas.  Armand d`Angour da por sentado que esa pobreza fue una elección del filósofo, en modo alguno algo obligado por su estatus social. De hecho, se podría haber enriquecido como sofista si lo hubiera querido, pero Sócrates despreciaba a quienes cobraban por sus enseñanzas.


De los amores de Sócrates, ocupa un lugar preferente el que sintió por el joven Alcibíades. Indudablemente eran relaciones entre un adulto y un joven cuyo eje no era la sexualidad, que estaba o podía estar incluida, sino la formación. Sería un error contemplar estas relaciones según nuestra visión contemporánea. Sin embargo, el amor que marcó su vida hacia la filosofía fue, según Armand d`Argour, el que sintió por Aspasia de Mileto.


La biografía escrita por Armand d`Angour se lee con interés. El propio autor se cuida una y otra vez de distinguir lo que está documentado, de lo que son interpretaciones, deducciones o simplemente imaginaciones. En todo caso, es un acercamiento interesantes a Sócrates  y a esa Grecia clásica que no deja de fascinarnos.





sábado, 2 de noviembre de 2019

SEÑOR DE LAS PERIFERIAS, DE JESÚS MONTIEL

Señor de las periferias de Jesús Montiel es una de esas delicadas joyas que de tarde en tarde  nos reconcilia con la lectura. No importa mucho saber si es una biografía poética o una novela biográfica de Robert Walser. Lo importante es el latido poético y auténtico que ha conseguido darle Montiel a sus palabras.

Nadie que haya leído las páginas de Señor de las periferias permanecerá indiferente  a la figura del poeta   suizo aún poco conocido entre nosotros y,  sin duda, sentirá una gran curiosidad por  su obra. He de confesar que de Robert Walser he leído únicamente “El paseo” por imposibilidad de encontrar ninguna otra obra traducida. Después de leer la obrita de Montiel, no me cabe duda de que el gran atractivo  de  Walser es esa hipersensibilidad que le impidió adaptarse a un mundo que, en realidad,  deforma profundamente  a los seres humanos, los aleja de la naturaleza y los hace trizas en una vida cuyo tiempo está concebido como una maquinaria económica a cuyas exigencias y aceleración constante nadie puede escapar,  salvo los niños, los locos y los poetas; sobre todo los poetas que por no dejar nunca el asombro ante la vida de los niños fueron encerrados por locos.

P.D. 1 Le agradezco mucho a mi amiga M.J. habérmelo dado a conocer en su blog.

P.D. 2 Les dejo una página del libro de Montiel que me parece extraordinaria:



domingo, 19 de mayo de 2019

IRIS MURDOCH, IN MEMORIAM


VIDA Y OBRA DE IRIS MURDOCH ( 1919-2019)


Entorno familiar

Iris Murdoch nació en Dublín el 15 de julio de 1919. Se cumplirá este año, por lo tanto, el centenario de su nacimiento. Su madre era una mujer jovial, optimista, vital; estaba muy dotada para el canto, si bien abandonó su carrera para casarse. El padre de Iris Murdoch era un humilde funcionario, un funcionario de tercera con escasos ingresos. Cuando Iris era aún una niña, la familia emigró a Londres. El padre tenía una gran afición por los libros y aspiraba a darle a su hija una buena formación académica, para lo cual hizo grandes esfuerzos económicos. Los Murdoch fueron una familia feliz, y fue sin duda en esas vivencias donde la luego filósofa aprendió que el Amor y el Bien existen, aunque no tengamos ninguna certeza avalada por la filosofía o por la ciencia.


Vida académica (Oxford)y reclutamiento para la guerra (39-45), finalización de sus estudios - tesis doctoral 1947-1948 (Cambridge)


En 1938 ingresó en la universidad de Oxford para realizar estudios humanísticos de filología clásica, historia antigua y filosofía. Por estas fechas, muchos intelectuales y académicos alemanes habían huido  de su país por el ascenso del nazismo; algunos de ellos serán profesores de Iris Murdoch. Iris será la alumna predilecta del helenista  Eduard Fraenkel y de Donald M. Mackinnon.  Con Fraenkel, un hombre mucho mayor  que ella, casado, mantendrá una relación que rozará lo erótico y que contiene el esquema de sus futuras relaciones amorosas, basadas, sobre todo, en la admiración intelectual que Iris Murdoch sentía por sus amantes.


 En esta época de estudiante, Iris Murdoch militó en el Partido Comunista, hecho que le va a ocasionar después algún problema: en EEUU se le ofreció un ventajoso contrato para impartir clase; Murdoch no ocultó que había militado en el Partido Comunista, por lo que le fue prohibida la entrada en el país. Nada consiguió una amplia movilización a su favor de numerosos intelectuales, algunos tan sonados como Bertrand Russell. 


Estallido de la Segunda Guerra Mundial 


Iris Murdoch, como la mayoría de las jóvenes de la época, fue reclutada al inicio de la Segunda Guerra Mundial. Trabajará para un organismo  de Naciones Unidas destinado a atender a refugiados, desplazados y gentes desesperadas por la miseria y el hambre. De este trabajo, sin duda, sacó lecciones inolvidables.


Todavía trabajando para Naciones Unidas, en 1945 y en Bruselas conocerá a Jean-Paul Sartre, quien estaba a punto de convertirse en el filósofo estrella de la posguerra. Iris Murdoch quedó impresionada por  Sartre  y será a él a quien dedique su primer libro en 1953  "Sartre, un romántico racionalista".


Reincorporación a la universidad: finalización de sus estudios y trabajo docente. Primera novela, relación don John Bayley.

Acabada la guerra, se reincorpora a la universidad ( a Cambridge) para acabar sus estudios. El mismo año de su reincorporación se había retirado de ella Wittgenstein. Sin embargo, en la universidad quedó un círculo de alumnos y profesores que trató asiduamente Iris Murdoch, por lo que sin duda conocerá perfectamente sus teorías sobre el lenguaje. Murdoch, en más de una ocasión recordó los años estudiantiles como los de una juventud llena de movimiento, acrobacias y muchos lances sexuales, con hombres y también, con mujeres.

Entre 1948 y 1963 va a ejercer la docencia como profesora de filosofía en Oxford. En 1954, cuando tenía 35 años, Murdoch publica su primera novela, "Bajo la red". Por esa misma época conoce a John Bayley, un estudiante universitario, varios años menor que ella, con el que se casaría dos años después de conocerlo. Bayley se convertirá posteriormente en un excelente crítico literario.



En 1963, Murdoch abandona la universidad alegando que quiere dedicarse a la literatura. Sin embargo, el motivo real parece ser que se descubrió su relación amorosa con una colega, hecho que fue un enorme escándalo. Para calmarlo, se propuso la salida de Iris de la universidad.

Desde 1969 y en toda la década de los 70, Iris Murdoch se va a entregar a un vendaval creativo. Son las novelas de su plenitud como escritora:



  • El sueño de Bruno (1969)
  • Un hombre accidental (197o)
  • Una derrota bastante honorable (1971)
  • El príncipe negro (1973)
  • La sagrada y profana máquina del amor (1974)
  • El hijo de las palabras (1975)
  • Henry y Cato (1976)
  • El mar, el mar (1978)

Enfermedad

En 1995,  Iris Murdoch estaba dando una conferencia en Jerusalén. En el coloquio con el público, alguien le hizo una pregunta; Iris se quedó muda, balbuceante: no había entendido lo que le preguntaban y fue incapaz de articular palabras. Episodios de este tipo se irán repitiendo llenando de preocupación a marido  y amigos. En 1997 le diagnosticaron Alzhéimer . Su marido la cuidará hasta que su mujer muere en 1999. John Bayley publicará ese mismo año  unas memorias que había empezado a escribir durante la enfermedad  de Iris en las que además de contarnos esos años de asistencia  a su mujer, irá más atrás en el tiempo. El título que les dio fue "Elegía a Iris", y constituyeron un enorme éxito.

La vida amorosa de Iris Murdoch 

Iris Murdoch vivió numerosos enredos, líos o historias amorosas ya desde sus años de estudiante en Oxford. Estos no disminuyeron al iniciarse su relación con John Bayley ni tampoco tras  su matrimonio que fue un matrimonio feliz, según sus propios testimonios y los de su entorno.  Para entender la novela de Iris Murdoch es interesante conocer su concepción de estas relaciones. El propio marido, en su obra "Elegía a Iris" dice :

"...yo sabía que Iris tenía varios amantes con los que jugaba  al mismo tiempo. También intuí - no se muy bien cómo, pero acerté- que ella concedía sus favores por admiración o respeto, en virtud , más de los atributos divinos que de los físicos de los hombres que la solicitaba. A los hombres que eran dioses para ella, ella también los consideraba eróticos, pero el sexo le parecía un elemento marginal, no un fin en sí mismo" ( Elegía a Iris, pág. 55)

La promiscuidad de Iris era una forma de relacionarse con la gente a la que admiraba, hombres o mujeres. Una de esas personas fue Elías Canetti, con quien tuvo una larguísima relación. Canetti, sin embargo, escribirá una páginas repugnantes, insultantes, mezquinas sobre Iris. Aun así hay en el capítulo que le dedica en sus memorias unos párrafos que coinciden con la percepción que el propio Bayley tenía de la promiscuidad amorosa de Iris . Así dice en "Fiesta bajo las bombas":

"Era insaciable en su impulso de enredarse en relaciones difíciles y complicadas; pronto supe cuando un hombre era importante para ella. En realidad, todo eran aventuras; su sed de conocimiento era grande. Los amigos que tenía en Oxford eran, por lo general, especialistas en alguna materia, algunos realmente brillantes, de los que ella aprendía cuanto cabe aprender en el curso de una relación amorosa; nunca renunciaba a uno por otro, y así se metía en los mayores líos; le resultaba imposible renunciar a nada. Es justo añadir que,a su manera, Iris se sentía muy agradecida hacia aquellos a quienes había robado el espíritu, y que en el transcurso de los años no olvidó a nadie que alguna vez le hubiera hecho bien. (...) En sus sentimientos hacia todos Iris era una poeta; nunca olvidó a quienes había comprendido." ("Fiesta bajo las bombas. Los años ingleses")

En otro lugar de "Elegía a Iris", John Bayley completa esa visión de la vida amorosa multiforme de Iris:

" Cuando nuestra relación se hizo más seria, y nos dimos cuenta de que nos encaminábamos inevitablemente o bien a una separación  o bien hacia una solución que por entonces todavía no podíamos prever, Iris mencionó una o dos veces el mito de Proteo. Fue una respuesta a mi desesperado comentario de que no la entendía o que no entendía en la mujer en la que se transformaba  para las numerosas personas con las que se relacionaba. "Acuérdate de Proteo", solía decirme, "tú no me sueltes y todo irá bien."

Proteo es un personaje de la mitología griega que tenía el poder de cambiar de forma a voluntad: en león, en serpiente, en monstruo, en pez...hasta que, un día, Hércules lo agarró y lo obligó a tomar su forma humana.

Iris Murdoch y la filosofía

Iris Murdoch, pese a su dedicación a la novela, no dejó nunca de estudiar y escribir filosofía. Su formación, de hecho, es filosófica. Sus dos obras fundamentales son "el fuego y el sol" y  "La soberanía del bien".

En  "El fuego y el sol", basado en las conferencias que dictó en Roma en 1976, Iris Murdoch examina la visión de Platón sobre el arte y, en particular, las razones de la manifiesta hostilidad del filósofo hacia él. Para ello la autora, al tiempo que realiza un sintético recorrido por los elementos que fundamentan las teorías platónicas sobre la Belleza, busca una explicación al hecho de que el pensador griego atribuyera tanta importancia en su obra al papel que desempeña la Belleza, pero, paradójicamente, denigrara a los artistas. Apoyándose en el contraste entre las engañosas sombras del fuego de la Caverna y la luz del sol, iluminadora de la Verdad, Murdoch pone de relieve la labor primordial que desempeñan los creadores en la revelación de lo trascendente.Su certero examen se ve además enriquecido con las ideas sobre esta inagotable y apasionante cuestión de figuras tan destacadas como Kant, Kierkegaard, Freud, Tolstói o Jane Austen.


 La soberanía del bien.Especialista en Platón, relacionada con la escuela de Wittgenstein, pero siempre radicalmente independiente, Murdoch reunió en "La soberanía del bien" (1970) tres conferencias que resumen lo que había sido su investigación filosófica desde la década de 1950.A diferencia de la mayoría de sus colegas en Oxford y Cambridge, Murdoch estaba interesada sobre todo en la vida moral y en las posibilidades reales que el ser humano tiene de hacerse mejor persona. La idea del Bien en un mundo sin Dios fue siempre su principal preocupación y a ella le dedica estos tres ensayos combativos y edificantes.


El contexto en el que escribe Iris Murdoch es el de una Europa filosófica exhausta, una Europa  física y espiritualmente  en ruinas. Hannah  Arendt  vio la raíz del malestar en que la filosofía occidental que se había apoyado desde Plantón en los conceptos, había llegado a una completa desconfianza de ellos .De la mano de Wittgenstein se había llegado también  a la  desconfianza en el  lenguaje. Martín Heidegger, por su parte,  había desmantelado los últimos restos de la metafísica occidental sin ser capaz de proponer nada en su sustitución. El sujeto había desaparecido de las consideraciones filosóficas.  

Las corrientes que dominaban en la época en que Iris Murdoch escribe son la filosofía analítica, el existencialismo francés, el marxismo y el psicoanálisis. Con ninguna de ellas se identifica Iris Murdoch. Va a elegir una rama de la filosofía, la filosofía  moral, totalmente desprestigiada en los círculos filosóficos, que nunca se había recuperado del golpe asestado por Kant en "La crítica de la razón práctica" ni del golpe de  Nietzsche en su "Genealogía de la moral". Wittgenstein y  Bertrand Russell, entre otros,  afirmaban que los juicios  morales no son fácticos, ni comprobables y, por lo tanto, quedan fuera del campo de la filosofía. Solo podemos hablar de los actos morales. Las motivaciones, las razones morales quedaban fuera del campo de la filosofía por darse en ese lugar tan dudoso  que se llamaba  el yo o mundo interior.

Las ideas filosóficas de Iris Murdoch van a contracorriente. Ella defiende no solo la necesidad de la filosofía moral, sino también que la vida moral interior existe aunque no sea visible en actos externos. Defiende la idea del Bien como lo Real y lo Verdadero en la línea de su admirado Platón. Acceder al Bien, es decir, a lo real, es un proceso que parte de destruir las ilusiones que nos impiden verlo, sobre todo, las ilusiones construidas por el yo. El Bien es para Iris Murdoch una idea casi innata de la naturaleza humana y hay una tendencia natural hacia él. El filósofo, y por ende, cualquier ser humano tiene que hacer un esfuerzo para ver el No-yo, rasgar su conciencia egoísta y unirse al mundo tal cual este es. Se trata de mirar el mundo con atención, prestarle atención. Esta noción de "atención" a lo que está fuera de nosotros, la toma Murdoch de la filosofía de Simone Weil. El prototipo de hombre atento al mundo, que sale de sí mismo, es el artista, y  más en concreto, el pintor, quien pone toda su atención en la realidad, se olvida de sí mismo y nos ofrece una nueva mirada sobre las cosas. La gran tarea del ser humano es llegar a ser mejor a ser "real", a ser "verdadero". Ese  interés por el hombre bueno, moralmente bueno, late tanto en la filosofía como en la literatura de la autora irlandesa.

La literatura de Iris Murdoch. 

Como hemos dicho, la carrera novelística de Murdoch  empieza con la publicación en 1954 de "Bajo la red". A lo largo de su vida escribirá 26 novelas,  seis obras de teatro y  libros de poemas.
Sus novelas no son novelas filosóficas en el sentido de que incorpore a ellas discurso y terminología de la filosofía; sin embargo, la novela es para ella un modo de indagación de lo que también le preocupaba como filósofa: la moral.Sus novelas indagan en la moral a través de innumerables situaciones. Pensaba Iris Murdoch que la novela tenía unas herramientas para indagar en la moral de las que carecía la filosofía.

No es de extrañar que le gustaran tanto a Iris Murdoch las novelas que más habían indagado en la dimensión moral íntima de los personajes: la novela decimonónica de Henry James, de Tolstoi o post-realista de Proust.



Contrariamente  a sus amigos filósofos, ella tenía  una total confianza en la palabra como representación de lo real, en el lenguaje como instrumento de la conciencia moral. En una época en que la imagen de lo humano estaba copada por las ciencias ( utilitario y conductista) ella reivindicaba al  hombre como un agente moral más que como un ser científico.

Esta búsqueda del ser moral hace que todas sus novelas se parezcan bastante. Harold Bloom, el autor de "El canon occidental", le decía que su problema para no entrar en el canon estaba en que no había escrito una novela cumbre, sino que su calidad se encontraba repartida entre varias de  ellas. Tampoco había creado un personaje inolvidable, un nuevo tipo literario. De hecho, en todas sus novelas vamos a encontrar tipos que representan al mago, al ser intelectualmente poderoso, el adolescente que aún desconoce el mundo, el hombre bueno, el santo, el ángel, el duende...

Para que sus personajes se enfrenten a situaciones y dilemas morales siempre escoge el tablero del amor, en el que según ella misma era toda una experta. 



Muchas veces sus novelas se asimilan a las novelas sentimentales, sobre todo por los enredos amorosos; sin embargo, de donde bebe Iris Murdoch es  de las comedias de enredos de la primera época de Shakespeare, autor  al que admiraba infinitamente. Son esas comedias como "Las alegres comadres de Windsor", "La comedia de las equivocaciones", "Noche de Reyes", "Como gustéis", "La fierecilla domada"... en las que aparecen confusiones, encuentros sorprendentes,  casualidades inverosímiles, mujeres que se disfrazan de hombres, emparejamientos imposibles, enamoramientos súbitos... De hecho algunas novelas tienen como plantilla una obra de Shakespeare: "El sueño de Bruno" a "Sueño de una noche de  verano"; "El príncipe negro" a "Hamlet, príncipe de Dinamarca"; "El mar, el mar" a  "La tempestad".



El tema fundamental es el amor, el enredo amoroso. Iris Murdoch diferenciaba el enamoramiento del amor: el enamoramiento se debe al azar, es inevitable, nos sorprende, nos asalta y hace que fijemos nuestra atención en el exterior, fuera de nosotros;   el amor es una construcción épica  del sentimiento surgido en el enamoramiento.

El amor  conduce al bien, una idea platónica muy querida a Murdoch; pero a veces también nos conduce a la obnubilación, al egoísmo, al desvarío, al mal . Es decir, el amor nos pone en una bifurcación moral, aunque su tendencia es llevarnos al bien. El enamoramiento desata comportamientos y situaciones imprevistas para el sujeto, disparatadas a veces, divertidas, cómicas. 



Iris Murdoch no estuvo nunca interesada por la innovación formal de las vanguardias; sus novelas pueden parecer convencionales, si bien en muchos momentos llevan al lector al límite de la verosimilitud. Por lo demás, Iris Murdoch está lejos de ese lenguaje abroncado, seco, angustiado, distante que adoptó mucha de la novelística de su época.  Es una literatura escrita con alegría, con optimismo, con vena cómica e incluso absurda. Porque para Iris Murdoch el ser humano no es un ser trágico sino cómico, burlesco, aunque ella misma había visto en la guerra que la tragedia también es parte de la vida. No ha de pensarse que este gusto por el enredo implica complejidad; Murdoch alababa la claridad, la nitidez tanto en el pensamiento como en el lenguaje, claridad que no quiere decir simplicidad. 



En un entrevista le preguntaron a Iris Murdoch sobre cuál era para ella el lector ideal. Contestó que aquel que se viera arrebatado por el placer de  la lectura, que disfrutara de la trama , y que reflexionara sobre problemas morales. Sin duda, buscaba un lector con las mismas emociones  que a ella le suscitaba escribir novelas.