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viernes, 23 de agosto de 2019

SONATA DE OTOÑO, DE RAMÓN DEL VALLE-INCLÁN

“Ni un seductor Mañara ni un Bradomín he sido” reza el quinto verso del famoso retrato de Antonio Machado. Quizá hoy la  referencia al Marqués de Bradomín  se le escape a algunos lectores, pero cuando el poeta  publicó este poema (1908) Bradomín, el personaje de las Sonatas de Valle-Inclán, había entrado ya en la lista literaria de los donjuanes hispanos.

La "Sonata de otoño" pertenece al ciclo  de las cuatro sonatas que publicó Valle-Inclán entre 1902 y 1905. Cada  sonata recoge una aventura erótica del Marqués de Bradomín transcurrida en etapas diferente de su vida ( juventud, madurez, vejez) y en  una de las estaciones del año: "Sonata de primavera", "Sonata de estío", "Sonata de otoño" y "Sonata de invierno". Contrariamente a lo que pudiera pensarse la primera en publicarse fue “Sonata de otoño”.

Se presentan narrativamente como memorias escritas cuando Bradomín es un anciano. Es este uno de los motivos, no el único, por el que la narración rezuma nostalgia. La historia contada en “Sonata de otoño”  transcurre en Galicia, en el Palacio de Brandeso, un pazo tradicional de una familia de hidalgos. Bradomín recibe una carta de una de sus antiguas amantes, Concha, que le suplica que acuda a verla por hallarse muy próxima a la muerte. Bradomín acude y narra los sucesos de esos días que median entre su llegada y la muerte de Concha, además de hacer algunos movimientos de analepsis y prolepsis a lo largo de la narración.  

No es esta  una novela de acción; el argumento, como se ve, es mínimo. Valle-Inclán, siguiendo la estela del Modernismo,  compone una narración ralentizada donde lo que importa  son  las  sensaciones (visuales, olfativas, sonoras,  táctiles.) y las expresiones amorosas  teatralizadas,  dulces y macabras,  del  tardorromanticismo.   El tiempo transcurre con lentitud para que el lector pueda deleitarse    como espectador  de escenas pictóricas crepusculares, como  olfateador de la vegetación  caduca de los jardines nebulosos , como  oyente del repiqueteo  de la lluvia en frondas, telas y cristales  o  del vagar  del viento en caminos y corredores oscuros . Y por encima de todo, está el  deleite del lector  con la palabra poética misma que construye todas las demás sensaciones.

El ambiente la novela  es propio del decadentismo: las rosas son más sugerentes y evocadoras en su marchitez;  la  belleza de la protagonista pálida, enferma y  moribunda es más exquisita y atrayente que la de  su primera juventud, sana y fresca; la aristocracia beata pero viciosa , encerrada en sus viejos palacios y en sus viejas costumbres es más atractiva que la aristocracia aburguesada capitalina.  La religiosidad de la protagonista no es motivo de una reflexión metafísica ni  política ni costumbrista  sino la condición necesaria para que sobreviva la noción de pecado ya que sin  él  el erotismo perdería su encanto, su misterio, su fuerza. Las aventuras de Bradomín necesitan  que el mundo tradicional perdure para poder transgredirlo y gozarlo estéticamente. Ese goce está impregnado de  nostalgia y melancolía  porque la  memoria es una copa de  fino cristal  donde se  conservan la impresiones, las sensaciones y  los recuerdos  que siempre están en a punto de romperse o desvanecerse.

 El personaje de Bradomín está en la línea de los personajes decadentistas, inmorales y estetas que se crean en la literatura europea desde finales del siglo XIX,  como  des Esseintes de la novela  “A contrapelo” de  Huysmans o Dorian Grey, de Oscar Wilde. Como estos autores, Valle-Inclán crea un personaje que  se entrega al culto de la vida como obra de  arte,  que es el último escalón en esa escalera hacia abajo  antes de se embullidos por el vacío existencial.



domingo, 1 de abril de 2018

DE INVIERNO, DE RUBÉN DARÍO, COMENTARIO DE TEXTO COMPLETO





                  
 DE INVIERNO

En invernales horas, mirad a Carolina.
Medio apelotonada, descansa en el sillón,
envuelta con su abrigo de marta cibelina
y no lejos del fuego que brilla en el salón.

El fino angora blanco junto a ella se reclina,
rozando con su hocico la falda de Alençón,
no lejos de las jarras de porcelana china
que medio oculta un biombo de seda del Japón.

Con sus sutiles filtros la invade un dulce sueño;
entro, sin hacer ruido; dejo mi abrigo gris;
voy a besar su rostro, rosado y halagüeño

como una rosa roja que fuera flor de lis.
Abre los ojos, mírame con su mirar risueño,
y en tanto cae la nieve del cielo de París.

                                                                                      (Azul  de Rubén Darío.)






CONTEXTUALIZACIÓN AMPLIA

     El  poema que vamos a comentar, del nicaragüense  Rubén Darío (1867-1916), se inscribe en el Modernismo, un movimiento  cuya manifestación literaria en castellano, fundamentalmente lírica, se originó en Hispanoamérica por influencia de la cultura francesa. Es un movimiento finisecular que se enmarca, para la literatura en castellano, entre 1888, año de publicación de “Azul”  y 1916, año de la muerte  de Darío. Hay críticos  que proponen la  Segunda Guerra Mundial como punto final del Modernismo a nivel europeo.

     Este  arte supone una respuesta evasiva y esteticista a su contexto histórico, marcado en Europa por  el  desarrollo acelerado  de la sociedad capitalista  con  sus numerosas  crisis  económicas, sociales y políticas. Citemos como referentes  de la época, La  Exposición Universal de París en 1900 ,- verdadera exhibición del  poder tecnológico  y económico   del Capitalismo-  y la  Gran Guerra de 1914, fruto de sus terribles contradicciones.

     En España, las crisis se enmarcan en la Restauración borbónica,  especialmente  en el reinado de Alfonso XIII,  (1885-1931) cuando  se presentan las tensiones  de una industrialización  parcial y tardía en un país de estructuras agrarias paupérrimas, dominado por el caciquismo y  que además ha perdido sus últimas colonias ( Cuba, Puerto  Rico, Filipinas) .Este último  acontecimiento dio nombre, precisamente, a  la Generación del 98 ,contemporánea en España  a la de los modernistas y con la que tiene algunos puntos en común.

      En Hispanoamerica, donde la industrialización apenas había  comenzado, se inicia un periodo en que  sus países se convierten  en  exportadores  de materias primas .Las élites hispanoamericanas, enriquecidas por este comercio, se convierten en importadoras  de manufacturas de lujo  europeas, norteamericanas o de otras partes del mundos. Rubén Darío  sentía una verdadera fascinación por estas mercancías  de lujo (recuérdese el “ Art Nouveau”)  obviando  que la estructura socioeconómica que permitía su producción y  consumo  era  la misma que producía los objetos vulgares, mediocres, repetidos,  que detestaba .

Al rechazo  de la burguesía por parte de los modernistas   se une  el rechazo a su correlato literario: el realismo y el naturalismo. Los modernistas rechazan ambos, burguesía y realismo, por su vulgaridad y su mediocridad   Ya no creen los  artistas  que la razón y  la ciencia burguesas  sirvan de  base al  arte. Rechazan que  en sus obras puedan  o deban reflejar el mundo vulgar  en el que  les ha tocado vivir. Por lo demás, los poetas sufrirán especialmente la marginación en una sociedad  donde lo que no rinde beneficios económicos se ve  depreciado/despreciado   por el Capitalismo. Los poetas se rebelan y se refugian  en el concepto de · “El arte por el arte”, en tu torre de marfil , en el aristocratismo artístico ( rechazan tanto al burgués como al proletario)  en la bohemia como forma de vida superior. En todo caso, coquetearán con el llamado lumpemproletariado.

    El rechazo del realismo burgués ya se había iniciado en Francia con dos movimientos literarios, el Parnasianismo ( Teófilo de Gautier, Leconte de Lisle )  y el Simbolismo (Rimbaud, Verlaine y Mallarmé). En esta tendencia fue indiscutible el magisterio de Charles Baudelaire y su obra “ Las flores del mal”. Rubén Darío, que  como diplomático y periodista vivió varios años en Europa ( París y Madrid)  está fuertemente influidos por estos poetas. Panarsianismo y simbolismo conectan, por lo demás, con  la literatura romántica, lo cual no es extraño si tenemos en cuenta que    el Romanticismo también acabaría siendo  un movimiento de evasión de la realidad  después de que la burguesía triunfante de la Revolución Francesa, y de la Revolución de 1830 ,abandonara sus exaltados ideales políticos y sentimentales por una exhibición  descarnada de sus verdaderos intereses económicos y sociales.

     Con “Azul”, libro al que pertenece el poema que comentaremos,  inició Darío, como ya hemos dicho,  el Modernismo en la literatura en castellano. Su segunda obra,  en la que lo perfecciona, “Prosas profanas” apareció en 1896. Sin embargo, en “Cantos de vida y esperanza” de 1905, Darío dio un nuevo giro a su poesía, abandonando el preciosismo formal anterior y dando  paso a una poesía más reflexiva, de preocupaciones existenciales . Su magisterio fue grande en la literatura española del momento. Recuérdese su influencia en Juan Ramón Jiménez ( “Ninfeas” y “ Almas de violeta”), en Antonio Machado (“ Soledades, galerías y otros poemas”), en Manuel Machado ( “Alma”) o en Ramón del Valle-inclán ( “Sonatas”  “Aromas de leyenda”).


Pasemos ya al texto.

 RESUMEN  Y TEMÁTICA

     El contenido de este texto del género lírico puede resumirse así:
En invierno, Carolina se protege del frío con un abrigo de  marta y el fuego de una chimenea, mientras se arrebuja en un sillón. En ese ambiente, todo es refinado y caro: la ropa de Carolina, el gato, los jarrones, etc. Mientras que ella se adormece, llega su amante, que la despierta con un beso. Fuera, nieva en París.
                                   
    Este soneto de Rubén Darío concentra muchos de los temas del modernismo que evidentemente se interrelacionan entre sí:

EL erotismo,  la sensualidad o  el placer en ambientes  refinados  y exóticos
La languidez, el sueño, la ensoñación
La pasividad y la belleza de la mujer como objeto erótico a contemplar (Cosificación de la mujer que es  el objeto más bello entre los objetos bellos)
La belleza y el refinamiento materiales como símbolo de la belleza y refinamiento interiores
El anhelo de huida de la realidad gris, dolorosa y mediocre hacia un mundo ideal
Rechazo del utilitarismo burgués
El gusto por lo aristocrático y elitista
La creación de paraísos donde no existen las preocupaciones vulgares
El cosmopolitismo

Véamos cómo se interrelacionan estos temas . El tema  que engloba  a todos los demás es la descripción del ambiente cálido y lujoso en que una mujer de gustos refinados  aguarda a su amante.

El texto muestra , por tanto,  uno de los temas preferidos del Modernismo. Una mujer, hermosa (“su rostro rosado... como una rosa roja que fuera flor de lis”) y ajena a las preocupaciones de la vida ( evasión  de la realidad), dispuesta a recibir con alegría a su amante (“su rostro... halagüeño”,  “su mirar risueño”), espera en un ambiente donde todo está consagrado al placer( ( sensualismo).  Los objetos que hay en el salón son ornamentales (“jarras”, “biombo”) ;si tienen alguna utilidad, esa utilidad queda oculta por la belleza, (el arte por el arte) de modo que del abrigo se destaca su calidad (“de marta cibelina”), del fuego, su luz y no su calor (“del fuego que brilla”) y de la falda, su origen (“de Alençón”). La belleza se acrecienta por la rareza de esos mismos objetos( lujo y exotismo). En cada elemento, se resaltan varios rasgos que por sí mismo ya lo convertirían en algo extraordinario ( Rechazo de la mediocridad). Los objetos son hermosos no sólo por ser decorativos, además lo son por su composición (“porcelana”, “seda”) y su procedencia (“China”, “Japón”). No basta que el gato sea de angora, también ha de ser “fino” y “blanco”. Hay un interés en destacar, con esta acumulación de rasgos, que la exquisitez del ambiente es única, la mayor que se puede alcanzar.

¿Por qué esta necesidad de crear un escenario tan poco común?  Porque el poeta no aspira simplemente a describir un espacio. El salón es el reflejo de la mujer ( la  mujer como objeto bello ,  aristocrático, exótico -cosificación ); la delicadeza del gato reposando en la falda es la de Carolina poseída por un “dulce sueño”; el brillo del fuego es el del rostro “rosado”; el exotismo de las jarras y el biombo es tan poco vulgar como la aristocracia del rostro de Carolina (“que fuera flor de lis”: la flor de lis es el símbolo de la casa real de Francia). En la mujer y en el salón, el poeta está recreando un mundo de ensueño, de perfección. La misma actitud de la mujer produce esa sensación de hallarse en un paraíso alejado de las necesidades comunes: “descansa”, mientras la “invade un dulce sueño”, “apelotonada” y “envuelta” como si se recogiera sobre sí misma para que nada perturbe su paz. La primera persona del poema (“entro”, “dejo mi abrigo”) muestra al poeta entrando en un mundo ideal, donde la realidad, simbolizada por la nieve que cae fuera, no tiene cabida.
Al dejar el abrigo, el poeta se está desprendiendo del vínculo con   la realidad: ya no lo necesita en ese mundo ajeno al dolor, representado por el frío de la calle. El poema refleja ese anhelo de huir de la realidad que los modernistas tomaron de los parnasianos; aquí están los medios para llevar a cabo esa huida: el erotismo (Carolina y su lánguida espera), el lujo (el abrigo “de marta cibelina”, “el fino angora blanco”, “las jarras de porcelana”, “el biombo de seda”), el exotismo (“China”, “Japón”) y el cosmopolitismo (la referencia a París, patria espiritual de los modernistas).


 ESTRUCTURA. INTERNA

El texto se puede dividir en dos partes:

La primera está constituida por los dos serventesios (versos 1-8): esta parte se inicia con la fijación del tiempo en que transcurre la escena del poema, “en invernales horas”, y la invitación del  yo poético  a lector interno ( receptor ficticio) a contemplarla, “mirad”.  El yo poético  utiliza ese verbo porque esta primera parte es la descripción  de un salón y de la mujer que en él está; su intención es mostrar el refugio que ofrece ese ambiente acogedor contra las “invernales horas” del exterior.

La  segunda parte la constituyen los dos tercetos encadenados (versos 9-14): en ella se narra la llegada del amante; el verbo “entro” sugiere que lo descrito en la primera parte es lo que él contemplaba desde la puerta del salón, y la acción de “dejo mi abrigo” indica que viene de la calle. Él es quien aprecia ese contraste entre el tiempo helado de París y el calor del salón.

ESTRUCTURA EXTERNA

     El poema de Rubén Darío constituye una de las composiciones habituales del Modernismo: un soneto  en versos alejandrinos, imitando el metro francés en lugar de utilizar el endecasílabo clásico español, y con dos serventesios, estrofas menos habituales en el soneto que los cuartetos.
     Los modernistas buscan  con esta innovación obtener un ritmo más majestuoso, que permita reforzar la musicalidad del verso: un ejemplo es la armonía constante del acento en las sílabas 6ª, 8ª y 13ª de  cada verso y el empleo de la rima aguda, más sonora que la llana, en la mitad de los versos del poema.

LENGUAJE Y ESTILO

     Rubén Darío consigue transmitir el  goce de  los sentidos ( vista, oído, tacto), el realce de la belleza   femenina y la construcción de un refugio contra la mediocre y dura realidad con un uso  genial de los recursos retóricos.
Como en otros poemas de este autor,  el gusto por la musicalidad se revela en la aliteración. Esta figura se emplea sobre todo en los versos dedicados a Carolina: en el primero, la aliteración de la “r simple” (“En invernales horas, mirad a Carolina”) concentra la atención en el nombre de la protagonista; en los versos 11º y 12º, la aliteración de la “r” hace sobresalir la belleza de la cara (“voy a besar su rostro, rosado y halagüeño/ como una rosa roja que fuera flor de lis”); en el 13º, la aliteración de la “m” y de la “r”(“mírame con su mirar risueño”, unida al políptoton  (“mírame...mirar”), muestra la suavidad del despertar, como si se insinuara que ni la nueva presencia puede romper, con una sorpresa brusca o una alegría repentina, la armonía de la habitación.

     Las calidades de los ambientes, el exterior y el interior, se destacan mediante los hipérbatos: en el primer verso y en el último, se adelanta el complemento circunstancial de tiempo (“en invernales horas”, “y en tanto”) y se marca la simultaneidad de las dos ambientes opuestos, el frío del exterior y el cálido del interior; en el verso 2º y en el 9º (“Medio apelotonada, descansa en el sillón”, “Con sus sutiles filtros la invade un dulce sueño”), el complemento circunstancial de modo muestra, antes que ninguna otra cosa, la placidez que rodea a Carolina.

En esa placidez se insiste con  un sema común  de adjetivos (“fino”, “blanco”, “sutiles”, “dulce”, “gris”, “rosado”, “risueño”), verbos (“descansa”, “se reclina”, “rozando”) y de los  sustantivos (“porcelana”, “seda”, “filtros”, “sueño”, “flor de lis”), puesto que todos ellos llevan implícita la idea de delicadeza. Es lógico que el amante entre “sin hacer ruido”.  En realidad la red de campos semánticos y de campos asociativos está muy bien trabada:  los objetos  de lujo  (“la porcelana  de China”, el angora”,” la marta cibelina”, “el biombo de seda “) apelan tanto al placer visual como al táctil .El angora y la marta cibelina, además, al calor frente al frío exterior, como lo hace “ el fuego  que brilla  en el salón”. La blancura del gato y la blancura ( flor de lis) de Carolina, ambos símbolo de pureza, de sensualidad y aristocratismo entran en antítesis con el color “ sucio” del gris: el color del abrigo  burgués del amante, que va allí a quitárselo.


Este relajamiento gozoso  y  la atmósfera sensual y aristocrática  también se enfatiza con:

-el paralelismo entre los versos 3º - 4º y 6º - 7º (“envuelta con su abrigo de marta cibelina/ y no lejos del fuego que brilla en el salón” y “rozando con su hocico la falda de Alençón,/no lejos de las jarras de porcelana china”: la estructura de los versos 3º y 6º es verbo + complemento + complemento; la de los versos 4º y 7º es complemento c. de lugar + complemento del adverbio + adyacente o complemento del nombre);
-la enumeración de acciones pasivas con que se describe la actitud de Carolina (“Medio apelotonada, (...)/envuelta con su abrigo de marta cibelina/ y no lejos del fuego que brilla en el salón”) y del gato (“... junto a ella se reclina, rozando con su hocico la falda de Alençón,/no lejos de las jarras de porcelana china”);
-la anteposición de adjetivos: “sutiles filtros”, “dulces sueños”.
-la metáfora (“con sutiles filtros”: los filtros son bebidas destinadas a generar encantamientos) y la personificación (“la invade un dulce sueño”) con que se representa el adormecimiento de Carolina.
La belleza de Carolina se describe mediante un símil (“como una rosa roja”) que a su vez encierra una metáfora (“que fuera flor de lis”), con esa insistencia constante en el poema por recrear un mundo donde la belleza se da en toda su pureza.
El pleonasmo del último verso (“cae la nieve del cielo”) parece mostrar la vastedad del frío exterior (del dolor, si interpretamos el poema desde una perspectiva simbólica), en contraste con el pequeño (se repite dos veces “no lejos”) y cálido refugio del salón.

En conclusión, es este soneto de Darío, una muestra logradísima de los postulados del Modernismo y del genio del poeta.