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domingo, 25 de agosto de 2019

ANTOLOGÍA POÉTICA, DE GIACOMO LEOPARDI



Con motivo del segundo centenario del nacimiento de Giacomo Leopardi ( Recanati, 1798 - Nápoles, 1837) la editorial Pre-textos publicó un antología poética de este romántico italiano, traducida y prologada por otro poeta, Eloy Sánchez Rosillo. El prólogo revela la pasión del traductor por la  poesía  de  Leopardi;  su traducción pone de manifiesto  su profundo conocimiento de  la  obra de este  y su  gran  sensibilidad.

Giacomo Leopardi es quizá el poeta  más dolorido y pesimista  del Romanticismo, puesto difícil de ocupar en una generación que vive la vida como  naufragio, para unos lento, para otros largo,  y la poesía como una tabla de salvación que acaba por quebrarse. No hay una relación mecánica y directa entre biografía  y poesía, cierto, pero es imposible no relacionarlas cuando los propios poetas hacen de sus sentimientos la materia para escritura. 

Leopardi nació en un pueblecito, Recanati, localizado  a unos 10 kilómetros de Loreto y  a unos 15 de la costa adriática, del  Porto Recanati. En aquella época , la localidad  formaba parte de los  Estados Pontificios. Su familia, perteneciente a la más  rancia aristocracia italiana, no va a ser una fuente  de cariño y felicidad para Giacomo. Seca y avara hasta la patología,  su madre se alegró de la muerte de uno de sus hijos recién nacidos por el ahorro económico que tal muerte proporcionaba. Ni que decir tiene que el ahorro en caricias y calor maternal fue total. No tuvo mejor suerte el poeta  con su padre, un tipo derrochador con el dinero,  rígido  moral e ideológicamente y carcelario con sus hijos; sin embargo,  por su afán erudito, formó una extraordinaria biblioteca  que alimentó el ansia desmedida de lectura de  Leopardi desde su más tierna infancia.  Durante la época napoleónica, la familia vivió arruinada, sometida a una austeridad asfixiante para  que no se conociera  su miseria de puertas para fuera. Por si esto fuera poco, el poeta  sufrió de tuberculosis vertebral, que le combó la espalda, y de raquitismo. Las muchas horas que desde la infancia dedicó al estudio y a la lectura acabaron dañando su vista. La formación de Leopardi es apabullante: con 15 años ya dominaba siete lenguas y escribía sesudos ensayos eruditos. Educado en un catolicismo fanático, perdió la fe tras la lectura de los enciclopedistas franceses. Sin embargo, nunca penetró en él la fe en el progreso de aquellos, por  cuyas ideas siempre sintió desprecio y  por cuyas buenas intenciones sintió compasión. A los 20 años compone sus primeros poemas; con 21 intenta fugarse de su casa, en la que prácticamente vivía prisionero, intento que abortó su padre, quien controlaba toda su correspondencia.  Para entonces su espíritu estaba poseído de ese pesimismo que los críticos han calificado de "cósmico". Su vida, a partir de 1822, se convierte en un círculo viciosos de huidas y regresos a Recanati: Roma (1822 y 1823), Bolonia (1825), Milán (1825), Florencia (1830), Nápoles (1833) ciudad en la que muere en 1837.

Para sobrevivir en estas ciudades, no contaba, como puede suponerse, del apoyo de sus padres. Se dedicó a dar clases particulares y contó con la inestimable amistad de Antonio Ranieri, quien sería su primer biógrafo  y quien evitó que el cuerpo de Leopardi acabara enterrado en una fosa común durante la epidemia de cólera que arrasó Nápoles en 1836 y 1837. Si poca fortuna tuvo Leopardi con su familia y con sus paisanos, que se burlaban de su cuerpo contrahecho y de su afición al estudio, poca  tuvo también  en el amor. Dos mujeres destacan por la repercusión que tuvieron en su poesía: Silvia,  nombre que encumbre  a Teresa Fattorini, hija de un criado de sus padres en el palacio de Recanati, y Aspasia, es decir, Fanny Targioni Tozzetti, una dama , liberal e inteligente, que brillaba en los salones de Florencia. Silvia murió muy joven de tuberculosis y a ella le dedica Leopardi, 10 años después, uno de sus poemas más bellos titulado "A Silvia" en el que melancólicamente recuerda aquel amor inocente y la incomprensión ante una naturaleza que acaba con sus propias obras, incluso las más bellas y jóvenes.  Aspasia, de la que estuvo enamorado sin esperanza alguna durante dos años, merece varios poemas que constituye "El ciclo a Aspasia".  No solo no correspondió nunca Fanny a Leopardi, sino que parece ser que lo hizo diana de burlas y desprecios. Hay un poema en que Leopardi manifiesta todo su resentimiento y dolor por esta desgraciada historia; se titula, precisamente, ASPASIA.

Si el desengaño  vital es una característica común a la mayoría de los poetas románticos, lo definitorio de Leopardi es su  desengaño  temprano  y su radicalidad. Todavía en su más famoso poema "El infinito" estaba  inmerso  en el encantamiento de la naturaleza nocturna y en la celebración de la imaginación  como superadora de los límites del espacio y el tiempo. Su soledad, que en su vida fue  más una imposición que una elección, todavía está llena de melancólica belleza en algunas de sus  poemas donde reina la luna, su compañera, la amada del poeta, como diría Machado.  Pronto, sin embargo, esa soledad será  un estar aparte, excluido de las sencillas alegrías del pueblo o de la inconsciencia de otros seres de la naturaleza, que no se preguntan por el sentido de sus existencias, ni saben de la muerte. La naturaleza, por  lo tanto, no es en la poesía de Leopardi, la madre acogedora, el refugio, la divinidad panteísta... o lo es muy pocas veces; por el contrario, la naturaleza es  cruel en su propia indiferencia hacia los humanos, a los que les tiene reservada, absurdamente, la muerte y aún peor que esta, el envejecimiento. En  el tema de la muerte  su poesía  anticipa  los tonos existencialistas de la poesía del siglo XX.    Ante el dictado irrevocable de la Naturaleza, le parecen ridículas las vanidades de los hombres, y sobre todas ellas, la de creerse dioses, genios, potencias creadoras. Incluso la Tierra  no es sino una mota de polvo en la infinitud del  Cosmos.  Leopardi ama la poesía, sí, pero no ve tampoco en ella un modo de sobrevivir a la muerte, de alcanzar una condición divina diferente a la del resto de los mortales. En uno de sus últimos poemas y uno de los más bellos,  "La retama o la flor del desierto", Leopardi concluye  que no cabe rebelión contra el poder de la naturaleza, simbolizada aquí por el Vesubio, ni menos un autoengaño que hace del hombre centro, rey y dios del universo.  Ante la naturaleza solo cabe la actitud de la flor del desierto, que resiste, pero que no combate ni disputa el poder a la naturaleza, e inclina su cabeza humildemente en el momento en que le toca morir, sin aspavientos. Es la aceptación.

Les dejo aquí unos enlaces  en los que pueden escuchar varios poemas recitados de Leopardi . Les recomiendo, sin embargo, leerlos también  en la cuidada edición de Pre-textos.

CANTO NOCTURNO DE UN PASTOR ERRANTE DE ASIA 

EL INFINITO 

A SILVIA

LA NOCHE DEL DÍA DE FIESTA 

LA RETAMA O LA FLOR DEL DESIERTO