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lunes, 26 de febrero de 2018

El espejo, de A.G.

Laura era una chica orgullosa, no muy buena amiga; le gustaba hacer bromas de muy mal gusto. Una chica con muy buen aspecto, pero con una extraña fijación con los espejos: no podía parar de mirarse en ellos.

Resultado de imagen de espejo rotoUn día como otro cualquiera, decidió retar a sus amigos y compañeros de instituto. Este reto consistía en visitar una casa que llevaba 43 años abandonada y en la que habían desaparecido varias personas.    Como toda casa abandonada, estaba muy deteriorada: la luz estaba cortada, la maleza crecía por doquier, sus muebles estaban empolvados, la madera carcomida, el tejado lleno de goteras...

Esa casa tenía dos plantas y un ático muy amplio, que estaba cerrado desde que se fueron los último inquilinos.El escenario era perfecto para la broma de Laura. Pensaba llegar antes  que sus víctimas para poder preparar cada detalle.
Ella llegó una hora antes. Fue colocando todas las trampas  por la planta baja, luego siguió con el piso superior: allí estaba cuando, de repente, al final del pasillo escuchó el rechinar de las ventanas  golpeadas  por el viento. Después vio un fugaz brillo por debajo de la puerta y decidió abrirla muy poco a poco. Según la abría, sintió un ligero cosquilleo en los pies, bajó la vista y de pronto, dos ratas salieron corriendo del cuarto oscuro. Soltó un grito agudo y saltó hacía atrás con pánico. La puerta acabó de abrirse produciendo un sonido terrorífico.

Controlando como pudo sus nervios, decidió entrar  despacio en la habitación del fondo y enseguida notó, por la decoración, que era la habitación de una niña: estaba llena de muñecas cubiertas de telarañas; un peluche, negro y carcomido por pequeños mordiscos de ratas,  estaba recostado sobre la vieja cama. Al fondo, había un gran espejo  luminoso  en el que Laura era incapaz de no mirarse.

Dejó todas sus cosas a un lado; solo le faltaba esa habitación por colocar las bromas. Sin pensarlo,  se acercó al espejo y empezó a posar frente a él. Repentinamente, empezó a sonar  el cuco de un anticuado reloj de pared.  Ya eran las 12; entonces Laura se giró hacia la puerta pensando que sus amigos habrían llegado ya.

Al volverse hacia el espejo, tanto Laura como la habitación se quedaron paralizados.Lo que Laura tenía enfrente era el espíritu de la niña que habitó en esa habitación hacía 55  años: estaba muy delgada, tenía el pelo largo y muy oscuro, las uñas desgarradas como si hubiera destrozado algo con ellas antes de morir. Empezó a abrir la boca y a hacer ruidos extraños.  Magenizandola con la mirada se apoderó  del alma  de Laura y la encerró  en el espejo.

La niña misteriosa  se asomó por la ventana y vio un grupo de amigos, los amigos de Laura que pronto pensaron que la broma consistía en dejarlos plantados  y se marcharon.  El fantasma de la niña  los vio marchar y miró hacia el espejo; con un joyero  macizo lo rompió dejando a Laura repartida en pequeños trozos de cristal. Solo si alguien los  recomponía  como si de un rompecabezas se tratara tendría la muchacha una oportunidad de volver a la vida;  quizá alguna vez alguien lo hiciera, pero era poco probable. Unos americanos ricos compraron la mansión y los trozos del cristal dispersos  acabaron  triturados  en un lejano vertedero de Dakota.

viernes, 24 de noviembre de 2017

Odio, de A. G.




Odio


El odio son las cosas
que te gustaría hacer
a esas personas
en que confías,
pero te terminan
fallando.


El odio son las cosas
que te gustaría hacer
cuando el amor
no te corresponde.


El odio son las cosas
que te gustaría hacer
a ese dichoso
vecino
que te despierta 
a la una de la mañana
con sus gritos
y portazos.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
a toda esa gente
que no te deja
expresar
tus sentimientos.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
a toda esa gente
que se burla 
y se ríe
de ti.

                                            A. G.