Emmanuel Carrère se han convertido en un verdadero maestro de la novela testimonio o novela de no ficción. Constreñido por lo que "realmente" les sucedió a unos individuos y a él mismo en su contacto con ellos, es capaz de "ficcionalizarlo" como si partiera de la imaginación. Esa es la magia: si el lector lee el libro sin haber sido advertido de que es una "historia real" y que esos seres existieron o existen, lo leerá como una ficción que cumple con todos los requisitos novelescos. Da la impresión de que Carrère es capaz de darle forma al caos de la vida de cualquiera, la de usted o la mía.
Con "De vidas ajenas" se atreve Carrère con un tema difícil y doloroso: la enfermedad y la muerte, es decir, nuestra extrema vulnerabilidad. Siguiendo una larga tradición, esta novela testimonio se alza como el único muro de contención contra el olvido, contra el triunfo definitivo de la muerte, que es, al fin y al cabo, el tema último de la literatura.
El escritor acepta el encargo de escribir dos historias de sufrimiento y de muerte. Una joven pareja de turistas pierde en Sri Lanka a su pequeña hija Juliette. La arrastró el tsunami que asoló las costas del sureste asiático en 2004, cuando Carrère estaba pasando en Sri Lanka unas tediosas vacaciones que parecían el preludio de su separación de Hélène, su mujer. En estas mismas fechas, Hélène recibe la noticia del ingreso hospitalario de su hermana Juliette. De regreso a Francia, comienza el doloroso calvario de esta hacia su muerte.
Carrère traza con mano firme la historia, sin caer en sentimentalismos, más bien bajo la indisoluble sombra de que la historia que está contando, con alguna variación, será la suya propia, la de todos nosotros. La variante más importante es la del amor: Juliette lo conoció hasta el final; Patrice, su marido, la protegió hasta donde es humanamente posible. Por eso, la sombra amenazante que recorre toda la narración no es solo la muerte, sino la del pavor de vivir y morir sin el amor de otros, como si el verdadero trío apocalíptico fueran enfermedad, soledad y muerte.
Pese a la indudable calidad de la narración, hay dos aspectos que reprocharía al autor: a pesar de haber narrado con tanta brillantez la relación de Patrice y Juliette, ha sido muy torpe narrando su propia relación con Hélène; además, no están justificadas muchas de las páginas que dedica a un compañero de trabajo de Juliette , un juez de nombre Etienne. Su presencia durante tantas páginas resta tensión a la historia principal, que es la de Juliette y tienen mucho de relleno. Etienne es un personaje interesante que nos permite entender mejor a Juliette, pero no deja de ser colateral. Quizá se mereciera otro libro.
No recomiendo esta novela para quienes estén pasando un enfermedad o un duelo. Carrère muestra magistralmente el sufrimiento y el miedo ante la enfermedad y la muerte, pero no aporta ni un solo gramo de consuelo.
La ilusión más temible de la escritura es la que consiste en hacerte creer que puede abolir el espacio, y también el tiempo, volver a hacer presente lo que no está, o alcanzable lo que se ha perdido para siempre. Creo que cedí a esa tentación.TEODOR CERIC "Jardines en tiempos de guerra". Crear un blog literario es algo más humilde, pero tiene las mismas pretensiones imposibles.
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