La sonata a Kreutzer de León Tolstoi
Han pasado más de tres décadas de mi primera lectura de La sonata a Kreutzer. En esos años, mi biblioteca ha sufrido cribas: muchos de los libros que pasaron por mis manos estarán hoy en otras sin que yo los haya echado de menos. Sin embargo, esta novela breve de Tolstoi ha resistido en mis estanterías .
Recordaba solamente que sonaba en la obra una sonata de Beethoven que busqué ardorosamente por Madrid en un tiempo en que no existían las facilidades de Youtube. No obstante, si me hice el propósito de releerla, la debí de catalogar de muy buena o,tal vez, algo hubiera quedado pendiente en ese diálogo que es toda obra literaria. Me inclino por esto último. Por los subrayados que he encontrado en la vieja y defectuosa edición de SARPE, comprendo que a aquella joven universitaria que era yo entonces la perturbó y la indignó la visión de la sexualidad del protagonista, trasunto inequívoco de un Tolstoi en crisis religiosa, ya viejo, y con una relación matrimonial, a lo que parece, infernal. Hoy, 3 de julio de 2017, he alzado varias veces la ceja derecha al leer algunos párrafos de la novela, pero más por el intento de entender cómo se originan estas ideas que por indignación. En esta segunda lectura he pensado también que es una obra estupenda para leerla en grupo, en una tertulia inteligente donde cada lector aporte su punto de vista, el que nace de su experiencia lectora y humana, porque el tema planteado por Tolstoi no ha, ni mucho menos ,caducado.
Desde un punto de vista literario, veo hoy el sermoneo de gran parte de la novela como un gran defecto, propio de autores principiantes del Realismo, a quienes dominaba el deseo de convencer de una tesis y utilizaban técnicas literarias que sirven para su imposición. Durante muchos capítulos desaparece el gran novelista y aparece un predicador pesado y poco convincente, pese a toda la cancha que le da el autor al protagonista no permitiendo que otros puntos de vista se le opongan seriamente: los otros personajes que se reúnen en el compartimento del tren, tras una pobre intervención, se duermen o se apean, con lo que su presencia no enriquece en nada el relato. En tono confesional el protagonista, Pozdnyshev, le narra su historia a otro viajero del tren que lo escucha con empatía. El protagonista, tan convencido de que ha alcanzado una gran verdad, no lamenta sino que la sociedad corrupta y depravada en la que vive no sea capaz de entenderla y vea en él solo un tipo movido por un sentido del honor convencional y melodramático. Afortunadamente, el gran novelista reaparece cuando el protagonista rememora la escena en que su mujer y su presunto amante Trujachevsky ejecutan la sonata a Kreutzer. Luego, su estado emocional alterado, su viaje de vuelta a casa para sorprender a su mujer con su amante, el estado de caos de la casa...todo está escrito magistralmente. Solo por esta parte merece la pena leer la novela e incluso releerla.
2 comentarios:
Ahora se la está leyendo mi mujer. No tardaré en releerla porque, fíjate, la leí con pasión y la recuerdo a cada rato pero en realidad apenas se me quedaron grabadas unas cuantas de sus escenas. Estoy seguro de que hoy, más de cien años después, parecerá subversiva y agitará las mentes. ¡Oh, Tolstoi! Cualquiera de sus novelas me ha fascinado, desde Guerra y Paz hasta sus relatos cortos.
Saludos
Tolstoi es un valor seguro. Siempre se encuentran en él algo nuevo que aprender y disfrutar. Un saludo
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