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sábado, 28 de diciembre de 2019

CANCIÓN DULCE, DE LEILA SLIMANI




Historia aterradora escrita con un estilo sencillo, elegante, sin estridencias. Leila Slimani se atreve  en “Canción dulce “con una estructura circular que es una apuesta arriesgada. Sabemos  el final de la novela  desde el principio, es  decir, nos sirve como primer plato el espeluznante asesinato de dos niños, y a su culpable, la niñera. Es la misma estructura que utilizó Pierre Carrère en El adversario  o Ruth Rundell en La mujer de piedra, con la que tiene muchas concomitancias. Seguramente la última novela de Katixa Agirre Las madres, no, está influida por la novela de Slimani, aunque la autora vasca no consigue mantener la tensión a la que esta estructura obliga si se quiere mantener el interés del lector.



El argumento en sí es también de los trillados, lo que requiere unas dosis de originalidad mayor  en el estilo y la atmósfera narrativa que envuelve al lector: una familia de clase media formada por un joven matrimonio (Myriam y Paul) y sus dos niños ( Mila y Adam) pasa por una crisis. Myriam, una brillante licenciada en   Derecho, se había quedado al cuidado de los niños mientras Adam estaba inmerso en una carrera profesional brillante. Myriam, pese a las reticencias de su marido,  decide iniciar su carrera profesional en el gabinete de un compañero de carrera. Esto crea la necesidad de contratar a una niñera. Cuando contratan a Louise creen haber encontrado a la niñera perfecta. La dedicación plena de Louise y su buen hacer como niñera y como ama de casa, liberan a  Myriam y a Paul de cargas y de preocupaciones; les permite centrarse en sus carrera y recuperar tiempo de ocio y relaciones sociales.Todo parece ir bien, por lo tanto. Louise es adorada por los dos niños y admirada por los padres. Sería el paraíso en la tierra si no fuera porque Louise se aferra a ese trabajo para huir de la soledad, de la desesperación, de la exclusión social brutal, de la depresión y de una desequilibrio mental cuya primera manifestación es su obsesión por el control de lo doméstico, su obsesión por la limpieza y el orden. Louise no tiene vida propia, ni un solo vínculo que la una a la tierra, ni una sola oportunidad de integración social para no acabar en la calle.

El talento de Leila Slimani consiste en que la necesidad de saber del lector va en aumento, obliga a este a una observación minuciosa del comportamiento de la niñera y a percibir las señales del desastre en pequeñas cosas que suelen pasar desapercibidas. La tensión aumenta porque el lector siempre tiene más información, más perspectiva que Myriam y Paul, y que los niños, por supuesto. Vemos cómo se va gestando la amenaza y como, sin quererlo, la pareja la precipita.
Otro reto que supera bien Slimani es el de no presentarnos a la niñera como un monstruo. Ciertamente la niñera acaba dando miedo, pero también da miedo que nuestras sociedades lancen a la nada social absoluta a este ser dispuesto a una entrega total para evitar el infierno de su exclusión, de su soledad y finalmente de la locura.
Les recomiendo vivamente la lectura de esta novela. Nada de lo que se diga en una reseña puede “spoilearla”, solo leyéndola se puede entrar en esa atmósfera enrarecida e inquietante que la autora crea con un estilo impecable.