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martes, 2 de julio de 2019

Lo que no tiene nombre, de Piedad Bonnett

     Son numerosos los escritores que han intentado conjurar la pérdida de un ser querido con  lo que alguien llamó  "una tumba de papel". La tarea no es fácil porque de lo que se trata es de salvar del olvido definitivo a un ser que se siente como único e irrepetible, pese  a que es uno más en la masacre cotidiana de la muerte. Quien escribe también intenta singularizar su duelo, su dolor, sin caer en tópicos de manual de autoayuda o repetición de lo que otros muchos ya han dicho. Piedad Bennet  lucha por  encontrar  palabras para nombrar lo que no tiene nombre ( como dice Peter Handke), es decir, para el sufrimiento, el horror, la impotencia ante la desaparición de un ser querido y también, para sus años agónicos de enfermedad.

     Daniel, el hijo de  la autora , se suicidó quizás empujado  por los sufrimientos de  una enfermedad mental, la esquizofrenia, enfermedad que Bonnett también se niega a nombrar para no etiquetar  hasta muy avanzado el texto. La obra es un recorrido por los años en que su hijo y la familia luchó, llena de desaliento y de breves rayos de esperanza, contra esa terrible enfermedad y los presagios de un final trágico. Hay un afán de explorar con templanza el camino recorrido por su hijo como si en algún punto de la trayectoria se hubiera podido desviar el desenlace. No es que Bonnet caiga en un flagelante " si yo hubiera hecho esto, si hubiera sido más observadora, si hubiera tomado otra decisión...", pero el afán de comprender a Daniel y de comprenderse a ella misma son evidentes. El libro es también un intento de evitar que en su propia  memoria quede una imagen fija y pobre de su hijo; las palabras le permiten realizar  -llega a decir-  un retrato fluido, móvil, vivo.  Es el último regalo que le puede hacer a su hijo, algo así  como un segundo parto.

     El libro nos muestra, como dirá Héctor Abad Faciolince " que no hay consuelo. Y que sin embargo vale la pena escribir que no hay consolación..." Al lector sin embargo le desconsuela no poder hacer lo mismo por sus seres queridos que no tendrán "ni una tumba de papel de aquí a no muchos años.