Antiguamente, los rituales sociales tenían reglada la forma en que afrontar el duelo, su expresión, su duración, su valor. Hoy en día, como para otras vivencias carecemos de ritos de tránsito. Ante la muerte de un ser querido, la pena se vive en la intimidad mientras socialmente se funciona al cabo de unos días como si nada hubiera pasado. Se considera incluso de mal gusto detenerse en el tema. Cada uno lo afronta como puede, en silencio. Por eso son tan valiosas estas obras que hoy propongo como lectura: en ellas encontramos tanto, tanto que es también nuestro. Son testimonios fieramente humanos.
- Lo que no tiene nombre, Piedad Bonnet
- También esto pasará, Milena Busquets
- El libro de mi madre, Albert Cohen
- Una muerte muy dulce, Simone de Beauvoir
- La ceremonia del adiós, Simone de Beauvoir
- Una pena en observación, C.S. Lewis
- Desgracia impeorable, Peter Handke
- Mortal y rosa, Paco Umbral
- La invención de la soledad, Paul Auster
- Mi madre, in memoriam, Richard Ford
- La ridícula idea de no volver a verte, Rosa Montero
- Tiempo de vida, Marcos Giralt Torrente
- El olvido que seremos, Héctor Abad Faciolince
- La hora violeta, Sergio del Molino
- Di su nombre, Francisco Goldman
- Canción de tumba, Julián Herbert
- Memorias de una viuda, Joyce Carol Oates
- Un mar de muerte, David Rieff
- Mi libro enterrado, Mauro Libertella
- Ojalá octubre, Juan Cruz Ruiz
- Diario de un duelo, Roland Barthes
- Mi abuela, Marta Rivas González, Rafael Gumucio
- El año del pensamiento mágico, Jean Didion
- Noches azules, Jean Didion
- Los que miran, Remedios Zafra
- Ordesa, Manuel Vilas
- Idea de la ceniza, María Virginia Jaua
- Cartas de amor a los muertos, Ava Dellaira
- La muerte: un amanecer, Elisabeth Kubler
- La memoria de la lavanda, Reyes Monforte