Por la mañana temprano en Cesena, una ciudad italiana de la región de Emilia- Romagna, la plaza del mercado está tranquila bajo el cálido sol matinal. Pero en el centro de la plaza, un espectáculo terrible se ofrece a los ojos de los ciudadanos. Allí yace muerto el antiguo gobernador Remirro de Orco. Junto a él, un cuchillo ensangrentado con el que han cortado su cuerpo en dos.
Esta acción había sido ordenada por el duque de la región de Romagna: César Borgia. Él había nombrado a De Orco como gobernador en un momento en que el ducado resultaba prácticamente ingobernable a causa de los levantamientos populares. De Orco había conseguido restablecer la paz y el orden en muy poco tiempo, si bien de una forma tan brutal como para atraer sobre sí el odio de toda la población. Borgia había advertido, entonces, que el pueblo pronto comenzaría a detestarle tanto como hizo con Orco, a menos que lograra deshacerse de él. Y quiso que la acción sirviera de ejemplo: hizo asesinar a De Orco pública y espantosamente.Esto Impresionó a la población, que reaccionó con una mezcla de desagravio y reverencia por Borgia.
Maquiavelo recoge este episodio como paradigma de la actuación política. Para el autor italiano, Borgia es el modelo de príncipe que sabe cómo mantener su poder e incrementarlo. Los postulados de Maquiavelo a favor de un ejercicio frío y despiadado del poder le han granjeado mala fama. El florentino es, hasta nuestros días, sinónimo de la más absoluta falta de moral. Su nombre va unido a conceptos como frialdad en el cálculo, cinismo y conductas despiadadas y carentes del menor escrúpulo. En los Estados Unidos, los candidatos a entrar en una unidad de élite tienen que superar una semana sometidos a diversas pruebas de aptitud: después de arrastrarse por el barro, sin dormir ni comer durante días, sometidos a vejaciones, han de un redactar un informe sobre el sentido de El príncipe de Maquiavelo. La pregunta que se les plantea a estos: “¿qué enseñanzas prácticas puedo extraer para la próxima misión? En el Teatro Isabelino, un maquiavélico suponía la encarnación suprema de un bellaco cuya maldad era imposible de superar. Sin embargo, se malinterpreta a Maquiavelo cuando se afirma que ensalza la tiranía y el modelo de político desalmado. Hay que reconocer, no obstante, que la teoría política de Maquiavelo se caracteriza sobre todo por su frialdad.
Para Maquiavelo la política nada tiene que ver con la moral. Un buen soberano debe ser capaz de actuar como una mala persona. La revolución que Maquiavelo provocó en el pensamiento político se debe a su máxima de que los estados precisan soberanos fuertes, que puedan garantizar la paz, la seguridad y el bien del país. Extrajo esta enseñanza de los años en que estuvo al servicio del gobierno de la República de Florencia. Allí tuvo la oportunidad de conocer a los seres más poderosos de Italia. Pudo observar el gobierno de cerca y los continuos desórdenes políticos. Maquiavelo reflexionó sobre la fórmula para mantener un poder estable, y coligió que toda acción política debe estar dirigida a la conquista y a la conservación del poder. Para este fin, cualquier medio es válido.
Una de las primeras lecciones que debe aprender un príncipe es que no ha de ser bondadoso si la situación así lo exige. La conclusión de Maquiavelo era pesimista: actuar de manera inmoral es necesario con mucha más frecuencia que lo contrario. Un príncipe, al menos el que acceda por primera vez al poder, no debe proceder de acuerdo con lo que la gente considera correcto porque muchas ocasiones se verá obligado - a fin de asegurar su poder- a actuar en contra de la fidelidad, la misericordia, la compasión y la religión-.
En lugar de las virtudes cardinales que la tradición atribuye a un regente, esto es, sabiduría, equidad, valor y templanza, Maquiavelo propone la “ virtud” del príncipe, concepto con el que se refiere a una mixtura de pragmatismo, cálculo y realismo. Un príncipe no debe preocuparse por su predicamento: en cualquier caso, es imposible satisfacer a todos. El único crédito que no debe descuidar es el de ser quién sabe mantener el poder. El príncipe no puede pretender ser amado por sus súbditos aunque, de igual manera, tampoco -como hizo César Borgia- provocar el odio extremo.
La principal virtud de un príncipe consiste en dominar el arte del disimulo. En este punto es donde Maquiavelo sobrepasa los límites de lo razonable: si bien el soberano ha de ser capaz de actuar sin escrúpulos cuando la situación así lo requiere, no puede permitir que esto trascienda. Debe impedir que lo tachen de malvado o abyecto. Lo más deseable no es que personifique todas las cualidades positivas, pero si es especialmente importante que actúe como si las poseyera.
Aquí se presenta el abismo del mal: el príncipe no solo debe aprender a obrar de manera inmoral, sino que también ha de esconder su vileza bajo una máscara de suavidad, amabilidad y decencia. Era conocido capítulo 18 de El príncipe: Maquiavelo compara al soberano con un zorro que emplea su astucia, y con un león, que muestra su fuerza. El príncipe debe disimular siempre sus acciones: es necesario que sea hipócrita y debe saber mentir, negar y no cumplir con su palabra.
Nada de lo anterior suena precisamente bien. Esperamos otras cualidades de los políticos. Si despojamos de cinismo las ideas de Maquiavelo sobre lo de un político pragmático y las disociamos del contexto de la sociedad renacentista, de la que la crueldad era parte de la vida cotidiana, quedan varios pensamientos muy modernos: Maquiavelo afirma que un soberano actuar tomando distancia de sí mismo. Es posible que algunas decisiones se resuelvan de manera diferente o, incluso, no sean adoptadas, de emplearse otros criterios. En la misma situación, se toman determinaciones diferentes si se actúa desde la posición de un padre o la de un amigo. Sin embargo, como político es necesario someterse a puntos de vista que no deben estar relacionados con preferencias personales. El príncipe es el primer intento de demostrar que en el ámbito de la política solo se adoptan resoluciones políticas. Lo único que vale es aquello que permite retener el poder.
En el marco de la literatura, el ejemplo clásico del político moderno que ha aprendido esta lección del príncipe es Enrique, el personaje de Enrique IV, el drama histórico de Shakespeare. Una conocida escena de la obra es la del final de la segunda parte, en la que el príncipe Enrique, una vez coronado como heredero, reniega de su amigo y antiguo compañero de correrías Falstaff. La actitud es inmisericorde pero altamente profesional. El futuro rey no puede permitirse tener como amigo al disoluto Falstaff. En Maquiavelo desaparece la humanidad detrás de lo político, po eso resulta tan fría su teoría política.
Maquiavelo realizó una importante aportación: mostró como el príncipe puedes subyugar e impresionar a sus súbditos utilizando los engaños y disimulo. Puso de manifiesto cómo funciona realmente el poder. Entonces todavía no era moralmente justificable el príncipe fuera un hipócrita, pero, por lo menos, pudo saberse. El poder se volvió transparente.
Un análisis interesante de la obra la hizo José Porfirio Miranda.
Fuentes: Libros, Christiana Zschirnt
Canal : José Porfirio Miranda