Noche en el Museo del Prado. La escena está dominada por las sombras y los sonidos de balas cercanas y aviones que se acercan arrojando su carga mortífera. Entre las sombras del Museo, despiertan a la vida humana, Venus y Adonis, que abandonan su bosque asombrados del acontecimiento
Venus. _¡Amado Adonis ! Por fin tu belleza estática despierta ante mis ojos.
Adonis-_¡Si hermosa Venus ! ¡Tanto tiempo mirando fijamente nuestros cuerpos sin podernos abrazar!
Venus._Llegado este momento real no puedo explicar lo que siento.
Adonis-_ La verdad es que lo que surgió entre nosotros debería ser eterno. Debemos darnos prisa; las bombas se acercan. ( Afuera las bombas no cesan ).
Venus-_Me daría igual que ardiera el mundo con tal de estar siempre a tu lado y terminar juntos . ( Los dos abrazados sin importarles lo que estaba ocurriendo).
Adonis-_Debemos buscar la manera de escapar del infierno que se nos avecina.
Venus._(El museo es alcanzado por una bomba caída en la calle del Prado y en algún punto se inicia un incendio). Hay que salvar el cuadro como sea.
Adonis._ ( El cuadro de Tiziano está envuelto en humo, quizá lo alcance el fuego.) Es triste este daño causado por seres insensibles a arte. ¡Nuestro bosque envuelto en humo!
Venus._Debemos protegernos con la belleza del arte y escondernos en alguna otra representación para poder sobrevivir; pero, ¿ en cuál ?
Adonis: (Muchos cuadros del museo están siendo transportados a un carruaje) . Si, esa sería nuestra salvación; sí, quizá en el más cercano en el museo, Dánae.
Venus._Siento miedo. (Cada vez se escucha mas cerca el estruendoso ruido de los bombardeos).
Adonis._No sientas temor amada, pronto estaremos a salvo.
Venus:¿Qué hacemos, amado ? Ya que nuestro cuadro no puede ser rescatado deberemos buscar otra salida.
Adonis._ Si es una gran desgracia que la ira de Marte caiga sobre tanta belleza.
Venus._ No solo sobre la cultura presiento que también caerá sobre nosotros.
Venus: ¡Date prisa! (Los techos del museo se están derrumbando).
Adonis: En el cuadro de Dánae podemos refugiarnos y buscar la libertad.
Venus: Pidamos a Dánae que nos deje compartir su lecho: tal vez con ella podamos escapar de esta terrible situación.
Adonis: Sí, no es mala idea ella también sueña con una ansiada libertad.
Venus:¡Corre entremos en el cuadro! ( Dánae no opondrá resistencia).
Adonis: Adelántate, Venus, vete junto a Dánae y espérame . Acudiré enseguida a tu lado. Debo salvar nuestro cuadro. ( El cuadro de Dánae es transportado por unos miliacianos a un carruaje que espera carruaje aparcada en el exterior del edifico.)
Venus._ Salvar nuestro cuadro es una premonición de la destrucción de nuestro idílio amoroso. (Sus manos sujetaban los brazos de Adonis).
Adonis._ Si eso ocurre no olvides la pasión tan hermosa que hemos vivido, que retratada en el cuadro podrán contemplar todos aquellos que aman el arte. (Dando un beso a su amada se soltó de sus manos y la miró como si nunca volviera a ver tanta belleza ).
( Venus llorando junto a Dánae tuvo un sentimiento desgarrador ya que sabia que sería la última vez que vería a su amado. En el mismo instante en que los milicianos salieron con el cuadro de Dánae
todo se derrumbó museo, belleza, amor y arte)
La ilusión más temible de la escritura es la que consiste en hacerte creer que puede abolir el espacio, y también el tiempo, volver a hacer presente lo que no está, o alcanzable lo que se ha perdido para siempre. Creo que cedí a esa tentación.TEODOR CERIC "Jardines en tiempos de guerra". Crear un blog literario es algo más humilde, pero tiene las mismas pretensiones imposibles.
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miércoles, 21 de marzo de 2018
domingo, 4 de marzo de 2018
VENGANZA DIVINA, DE J.M
Estaba anocheciendo, el viento sonaba con fuerza, no había nadie en la calle; solo se hacía notar la fuente goteando sin cesar en mitad de la plaza. Gota a gota pasaba el tiempo como los segundos en el reloj de la iglesia .
Desde su ventana Samuel observaba la avenida. La presencia de esa casa en ruinas le atraía como un imán; le atraían sus escalones cubiertos de telarañas, sus barandillas rayadas por el tiempo y la madera de sus puertas agujereadas por roedores. Desde su ventana se sentía el espía o el detective de algún suceso terrorífico. Como cada noche, no pudo vencer la atracción y atravesó la avenida hasta llegar a los escalones de caserón.
Esa noche se encontró con el pomo de la puerta arrancado como si alguien hubiese invadido su interior violentamente. Una vez dentro, subiendo las escaleras hacia el lugar donde cada noche se acurrucaba, escuchó unos ruidos tenebrosos y lastimeros que a medida que se acercaba a su escondite se hacían más intensos. A través de la enorme mirilla de la puerta pudo observar la sombra de una figura alargada arrancando los periódicos antiguos que forraban la pared. Atónito con lo que veía y conteniendo la respiración observó que la figura se acercaba a un cuadro que estaba colgado en la pared y que representaba la imagen de una dama; Samuel la saludaba cada noche como si fuese el único testigo de su presencia allí. El extraño visitante extrajo de detrás del cuadro una urna crematoria.
El miedo y la incertidumbre anidaron en el cerebro de Samuel. Nadie del pueblo tenía información alguna sobre la desaparicón de la dama del cuadro; nadie sabía por qué abandonó el lugar.
Quizá lo que a él le atrajera de la casa era ese misterio sin resolver y la esperanza de resolverlo un día.
La figura alargada se fue empequeñeciendo a medida que se acercaba a la claridad de la ventana ; por la mirilla sólo podía percibir sus delgadas y finas manos donde resaltaba el brillo de un sello colocado en el dedo meñique de su mano derecha. Enseguida vino a su mente la imagen de Don Anselmo, el cura del pueblo. Pero, ¿qué contenía la urna que había extraído de detrás del cuadro? ¿Serian cenizas de restos humanos? A Samuel, en ese momento, le recorrió un escalofrío por todo el cuerpo; le entraron ganas de abrir la puerta y descubrir quién era el misterioso personaje y qué estaba escondiendo, pero un golpe seco hizo que el miedo de Samuel se convirtiera en terror. Escondido en el rellano de la escalera esperó con su cuerpo tembloroso a que la figura sin rostro saliese de la habitación. Samuel enseguida se dio cuenta de que el viento había sido culpable de tal ruido. Bajó corriendo las escaleras y salió por el portón. No había recorrido ni cinco metros cuando se dio cuenta de que había dejado su linterna olvidada dentro.
Esa noche Samuel no pudo conciliar el sueño y agarrado a su almohada no paraba de preguntarse si era verdad lo que había visto o era un sueño. A la mañana siguiente, Samuel acudió a la iglesia como un domingo más. Esta vez no solo iba a hablar con Dios, iba a descubrir alguna pista que se relacionara con lo vivido la noche anterior. Cuando Don Anselmo salió de la sacristía y se colocó en el altar para dar su homilía, Samuel descubrió la única pista que le identificaba como el autor de los hechos. Don Anselmo, mientras daba el sermón a sus creyentes, pasó la hoja de la Biblia con aquella mano en la cual brillaba el mismo anillo que Samuel había visto la noche pasada en la habitación de la dama.
Samuel, camino de su casa, se encontró con un anciano Por llevar compañía decidió acercarse a él y en el trayecto hablaron largo rato de la casa abandonada. Habló de la dama del cuadro como ejemplo de mujer hermosa elegante y adinerada que tuvo muchos amantes. Incluso decían que alguno de ellos fue el causante de su desaparición ya que su belleza fue motivo de muchos corazones rotos.
Llegó el joven a su casa satisfecho y preocupado a la vez ya que parecía ser el único conocedor del autor y de las causas de la muerte de la dama. Esa noche volvió a la casa abandonada y nada más entrar una luz cegó sus ojos. No pudo ver el rostro de quien sostenía la linterna, pero sí
escuchó una voz que le decía: “ Sé lo que te atrae de esta casa, como ha atraído a tantos.” La luz se acercó a Samuel y prosiguió “pero la única forma de ver de verdad a la diosa que habitaba la casa es esta”. Y una cuchillada atravesó el corazón de Samuel.
Desde su ventana Samuel observaba la avenida. La presencia de esa casa en ruinas le atraía como un imán; le atraían sus escalones cubiertos de telarañas, sus barandillas rayadas por el tiempo y la madera de sus puertas agujereadas por roedores. Desde su ventana se sentía el espía o el detective de algún suceso terrorífico. Como cada noche, no pudo vencer la atracción y atravesó la avenida hasta llegar a los escalones de caserón.
Esa noche se encontró con el pomo de la puerta arrancado como si alguien hubiese invadido su interior violentamente. Una vez dentro, subiendo las escaleras hacia el lugar donde cada noche se acurrucaba, escuchó unos ruidos tenebrosos y lastimeros que a medida que se acercaba a su escondite se hacían más intensos. A través de la enorme mirilla de la puerta pudo observar la sombra de una figura alargada arrancando los periódicos antiguos que forraban la pared. Atónito con lo que veía y conteniendo la respiración observó que la figura se acercaba a un cuadro que estaba colgado en la pared y que representaba la imagen de una dama; Samuel la saludaba cada noche como si fuese el único testigo de su presencia allí. El extraño visitante extrajo de detrás del cuadro una urna crematoria.
El miedo y la incertidumbre anidaron en el cerebro de Samuel. Nadie del pueblo tenía información alguna sobre la desaparicón de la dama del cuadro; nadie sabía por qué abandonó el lugar.
Quizá lo que a él le atrajera de la casa era ese misterio sin resolver y la esperanza de resolverlo un día.
La figura alargada se fue empequeñeciendo a medida que se acercaba a la claridad de la ventana ; por la mirilla sólo podía percibir sus delgadas y finas manos donde resaltaba el brillo de un sello colocado en el dedo meñique de su mano derecha. Enseguida vino a su mente la imagen de Don Anselmo, el cura del pueblo. Pero, ¿qué contenía la urna que había extraído de detrás del cuadro? ¿Serian cenizas de restos humanos? A Samuel, en ese momento, le recorrió un escalofrío por todo el cuerpo; le entraron ganas de abrir la puerta y descubrir quién era el misterioso personaje y qué estaba escondiendo, pero un golpe seco hizo que el miedo de Samuel se convirtiera en terror. Escondido en el rellano de la escalera esperó con su cuerpo tembloroso a que la figura sin rostro saliese de la habitación. Samuel enseguida se dio cuenta de que el viento había sido culpable de tal ruido. Bajó corriendo las escaleras y salió por el portón. No había recorrido ni cinco metros cuando se dio cuenta de que había dejado su linterna olvidada dentro.
Esa noche Samuel no pudo conciliar el sueño y agarrado a su almohada no paraba de preguntarse si era verdad lo que había visto o era un sueño. A la mañana siguiente, Samuel acudió a la iglesia como un domingo más. Esta vez no solo iba a hablar con Dios, iba a descubrir alguna pista que se relacionara con lo vivido la noche anterior. Cuando Don Anselmo salió de la sacristía y se colocó en el altar para dar su homilía, Samuel descubrió la única pista que le identificaba como el autor de los hechos. Don Anselmo, mientras daba el sermón a sus creyentes, pasó la hoja de la Biblia con aquella mano en la cual brillaba el mismo anillo que Samuel había visto la noche pasada en la habitación de la dama.
Samuel, camino de su casa, se encontró con un anciano Por llevar compañía decidió acercarse a él y en el trayecto hablaron largo rato de la casa abandonada. Habló de la dama del cuadro como ejemplo de mujer hermosa elegante y adinerada que tuvo muchos amantes. Incluso decían que alguno de ellos fue el causante de su desaparición ya que su belleza fue motivo de muchos corazones rotos.
Llegó el joven a su casa satisfecho y preocupado a la vez ya que parecía ser el único conocedor del autor y de las causas de la muerte de la dama. Esa noche volvió a la casa abandonada y nada más entrar una luz cegó sus ojos. No pudo ver el rostro de quien sostenía la linterna, pero sí
escuchó una voz que le decía: “ Sé lo que te atrae de esta casa, como ha atraído a tantos.” La luz se acercó a Samuel y prosiguió “pero la única forma de ver de verdad a la diosa que habitaba la casa es esta”. Y una cuchillada atravesó el corazón de Samuel.
martes, 19 de diciembre de 2017
Nostalgia de mi rincón, de J.M.
Nostalgia de mi rincón
Dichoso aquel que, como Ulises, ha recorrido
un camino y ha descubierto nuevas tierras
volviendo a su morada con ricos conocimientos
y ganas de abrazar a su gente hasta el final de sus días.
¿Quién sabrá cómo estará mi pueblo
con sus frías callejuelas y qué hará
que vuelva a ver el rincón acogedor
donde solía pasar las frescas tardes
pintando junto al fuego?
Deseo más mi cama mullida y cálida
que las sábanas de seda gélidas y solitarias,
más el olor a pan recién hecho
que los mejores manjares del mundo.
Añoro más los lápices recién estrenados
que las plumas con su tinta goteando
y el susurro de mi Nervión entre sus piedras
que el gemido del océano sin fin.
martes, 28 de noviembre de 2017
Odio, de J.M.
Odio
El odio es descubrir
los sentimientos que uno tiene
cuando sientes que te rompen
la ilusión.
El odio es descubrir que te han quitado
lo que tú más quieres.
El odio es descubrir
que las personas en que confías
te traicionan
por menos interés.
El odio es también descubrir
que en una hamburguesa
no te han puesto
la mayonesa.
El odio es percibir
el ruido repetitivo
de ciertas obras callejeras,
justo cuando tu mente
se dispone a relajarse
tras un día
agotador.
J.M
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