La novela parece una terrible alegoría, una nueva danza en que la muerte llega en figura apocalíptica, pero sin que haya una lección de Dios que los moribundos deban aprender antes de abandonar el mundo camino del infierno o del cielo. Solo existe el infierno, y está aquí. Y si no existe consolación del más allá con sus promesas celestiales, tampoco existe consolación del más acá en forma de amor, empatía, cuidados paliativos, filantropía o solidaridad. Bellatin presenta un mundo en el que no solo Dios ha muerto , sino todas las creencias humanísticas. El peluquero se ríe de las oenegés, de las hermanitas de la caridad, de las ayudas estatales y del sursuncorda.
La muerte de un ser humano no se diferencia en nada de la de un pez, y por eso Bellatin hace un continuo narrativo en que va de peces a hombres sin transición alguna. Tan imperturbable se queda el peluquero ante la crueldad de los peces que se devoran entre sí, como por la crueldad de los hombres, que ni siquiera en las puertas de la muerte abandonan sus malas costumbres. Otra muestra de esa crueldad es lo que ocurre en los baños de vapor adonde acude el peluquero de vez en cuando o las calles donde ejerce la prostitución: allí la violencia es tan connatural como en una pecera. Al ser cruel, el peluquero sabe que está dentro de la lógica social, y que no tiene nada que reprocharse ni de lo que arrepentirse.
Podría ser que Ballatin esté refiriéndose aquí al sistema sanitario mexicano, incluso al sistema mexicano sin más. También puede leerse la obra como una alegoría de nuestras sociedades capitalistas terminales cuyos “salones de belleza”, lugares ilusorios donde se lucha contra la decadencia y se adora lo superfluo, se han convertido en morideros sin fe y sin esperanza. En ellos, los guardianes de la pecera global, siguiendo su lógica de que todo es negocio, arrancan sus últimos beneficios a un mundo a punto de acabarse. Ellos, los últimos supervivientes, morirán de su propia peste cuando ya no quede ni un solo peluquero para darles la sopa y limpiarles el culo.
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