sábado, 30 de diciembre de 2017

1 de enero de 1818: el nacimiento de un mito: "Frankenstein o el moderno Prometeo"



El 25 de abril de 1816, a sus 28 años,  Lord Byron abandonó  definitivamente Inglaterra. Con él partieron  su sirviente, Fletcher,  y su médico,  el Dr John William Polidori. A fines de mayo,  tras viajar por Bélgica y visitar el campo de batalla de Waterloo,  llegó  a Ginebra,  y ya en el mes de junio alquiló  allí la Villa Diodati,  a orillas del lago Leman.

    Dos años antes, en 1814, Percy Bysse Shelley, había huido a su vez de Inglaterra,  y también de su mujer, Harriet Westbrook. Lo acompañaban su amante Mary Godwin (que se convirtió oficialmente en Mary Shelley, es decir, en su esposa en otoño de 1816 tras la muerte de Harriet, y que añadió a su firma el apellido de su madre, Wollstonecraft)y la hermanastra de esta, la quinceañera Jane Clermont, llamada Claire.Viajaron un tiempo por Francia, Suiza y Alemania antes de regresar a Londres, donde prosiguieron su compleja relación triangular, que duraría hasta la muerte de  Shelley. En la capital inglesa, a principios de abril de 1816, Claire se convirtió en amante de Lord Byron.

     No debió de ser del todo casual, por lo tanto,  que aquel verano, cuando Lord Byron se estableció en Ginebra,  se encontrará allí a Shelley Mary y Claire, que muy pronto ocuparon otra villa cercana. Shelley y Byron, los dos poetas,  no tardaron en intimar y emprendieron juntos la vuelta al lago. Los lazos entre aquella pequeña colonia inglesa se estrecharon a diario con visitas, excursiones y paseos en barca. Parece que solo empañaban la vida del grupo la tristeza de Claire,  embarazada y desdeñada por Byron y las tiranteces entre este y su médico. El verano era frío y lluvioso,  y a menudo se veían todos confinados dentro de la villa durante días;  conversaban y discutían al calor de un buen fuego de leña, y a veces se distraían con la lectura compartida de ciertos relatos de fantasmas traducido del alemán al francés que habían caído en sus manos. Una anotación  que Polidori hizo en su diario,  la que corresponde al 18 de junio, revela claramente hasta qué punto les interesaba e impresionaba esa clase de literatura fantástica.

“Después del té, a las doce en punto,  empezamos en serioa  hablar de fantasmas. Lord Byron recitó  unos versos de “Christabel” de Coleridge, sobre el pecho de la bruja. Cuando  se hizo el silencio, Shelley,  gritando de repente,  se llevó las manos a la cabeza y salió corriendo de la sala con una vela. Le  echamos agua en la cara y luego le dimos éter. Miraba a  la señora Shelley  y,  de repente pensó en una mujer de la que había oído hablar, que tenía ojos en lugar de pezones, lo cual, al apoderarse de su mente lo horrorizó.”

    Según el testimonio de Mary Shelley,  fue Byron quien propuso que escribieran cada uno un relato de fantasmas como los leían; tanto los Shelley  como Polidori aceptaron el reto. Los tres hombres se pusieron de inmediato a la tarea. Byron esbozó su historia  -la de dos viajeros, uno de los cuales resulta ser un vampiro que, al morir,hace jurar a su amigo que cumplirá una extraña petición- pero escribió solo un fragmento que publicó  al final de su poema Mazeppa (1819) con el título de “El entierro”. Shelley  empezó un relato basado en experiencias de la primera etapa de su vida, pero enseguida desistió de terminarlo (los  ilustres poetas,al decir de Mary Shelley, se sentían “incómodos con la trivialidad de la prosa “) Polidori dio  con la idea de una dama que espiaba por el ojo de una cerradura y recibía como castigo la conversión de su cabeza en calavera, pero tampoco llegó a completar su cuento. Mary, por su parte, fue quien tardó más en encontrar el punto de arranque de su historia. Mientras los demás ya trabajaban en sus respectivos relatos, ella sentía “esa vacía incapacidad de invención que es la mayor desdicha del autor”,hasta que una noche,tras asistir a una discusión filosófica sobre la naturaleza del principio vital entre Byron y Shelley, su imaginación le procuró por fin el nudo argumental que deseaba:” Vi - con los ojos cerrados, pero con la aguda visión mental-  vi  al estudiante de artes impías,  de rodillas junto al ser que había ensamblado. Vi el horrendo fantasma de un hombre que estaba tendido, y luego, por obra  de algún ingenio poderoso,  manifestaba signos de vida y se agitaba con movimiento torpe y semivital.  A la mañana siguiente, Mary refirió el sueño a los demás y empezó a escribir el relato. Según contó ella misma, Shelley  insistió en que desarrollara su idea más allá de las pocas páginas del breve cuento que había previsto en principio. Le  hizo caso y al cabo de un año, en septiembre de 1817, dio por terminada la obra por la que más es recordada, la novela “Frankenstein o el Prometeo moderno” ( 1818) Ese fue, a la postre,  el fruto más destacado de las reuniones ginebrinas de aquel lluvioso mes de junio.

    Hubo otro, sin embargo;  el que introdujo por primera vez al vampiro. la legendaria criatura nocturna succionadora de sangre en la literatura inglesa. Antes de que terminara el verano de 1816, Byron despidió a Polidori  “(lo exasperaban los constantes desatinos, la vacuidad, el mal humor y la vanidad de ese joven)  y el médico regresó a Inglaterra. Allí,tras un breve periodo de ejercicio de su profesión, trató de hacerse famoso en el campo de las letras, pero sus ensayos y sus poesías cayeron de inmediato en  el olvido: fracasado como escritor y endeudado por el juego, Polidori se suicidó en agosto de 1821. Antes tuvo un fugaz atisbo de la celebridad que anhelaba cuando la New Monthly Magazine,  en 1819, publicó  el relato “El vampiro”,  atribuyéndolo a Lord Byron. Este protestó enérgicamente ante el editor  (“No soy el autor y jamás había oído hablar de la obra en cuestión hasta ahora”); también lo hizo Polidori quien consiguió que se reconociera que era él quien había escrito el vampiro, aunque basándose en “ El entierro”, el relato inacabado de Byron. Con el tiempo, la narración de Polidori se convirtió en piedra de toque para la elaboración literaria de la figura del vampiro, y su protagonista, dio  forma al arquetipo del héroe maligno de esa clase de relatos.


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