A veces me sorprenden las casualidades como si tuviera que buscarles un sentido. En cuestión de quince días he leído dos novelas con muchos puntos en común: las protagonistas son profesoras de literatura, trabajan en un centro de alumnos de clase alta en el que ocurren cosas terrible, y viven en un ambiente de miedo, de amenaza y de soledad. La primera de esas novelas es Mandíbula, de la ecuatoriana Mónica Ojeda; la segunda, Formas de estar lejos, de la española Edurne Portela.
Mónica Ojeda prescinde de personajes masculinos como fuente oculta o evidente de terror y violencia puesto que en su novela es en la red de relaciones femeninas donde se teje estos; Edurne Portela, por su parte, intenta plasmar las formas de la violencia masculina en el interior de la pareja, huyendo de esquematismos y procurando desvelar, por una parte, por qué a Alicia, la protagonista, se le hace tan difícil percibir los síntomas que van anunciando desde las primeras etapas de la relación el carácter destructivo de su pareja y por otra, de dónde proceden las pulsiones dominantes, controladoras y violentas de Matty, el marido. En definitiva, indaga en la pregunta sobre qué mecanismo hacen que una mujer inteligente en su vida profesional se deje llevar de manera casi inerme por una relación de dominación en su vida privada y qué hace que un hombre acabe por creer que es amor el deseo de dominación y de sometimiento de su pareja.
La trama se enriquece por el hecho de que Alicia trabaje en los Estados Unidos, se haya casado con un estadounidense y haya sido incapaz de hacerse de una red de relaciones afectivas que amortigüen el alejamiento de su familia y de sus amistades. Y es que bajo la superficie quebradiza de su éxito profesional, el sentimiento de aislamiento y de soledad de Alicia es demoledor. La joven intenta protegerse mediante el trabajo, pero también se aísla y se enajena en él. La literatura ( recordemos que es profesora de literatura española) es para ella otro modo de enajenación que la inhibe de tener que mirar su propia realidad, si bien es la literatura (su conversión en escritora), la que le permitirá, finalmente, enfrentarse a ella.
En mi opinión, es un gran acierto que la autora haya convertido a su protagonista en una extranjera, una "hispana", en Estados Unidos, porque, si bien Portela se centra en la génesis y desarrollo de la relación destructiva de Alicia y Matty, su marido, el lector percibe con nitidez el ambiente de violencia en este país norteamericano, una sociedad marcada por un racismo estructural y por una fuerte división de clases. La propia Universidad aparece como un lugar inhóspito, brillante en la superficie, tenebroso en el fondo, donde estudiantes y profesores de Humanidades muestran todo menos humanidad. La literatura ( su lectura, su interpretación) aparece como un ejercicio laboral o como un adorno individual de pedantes. Es significativo que la protagonista, ávida lectora y laureada intérprete de textos, sea tan incapaz de leer la realidad y esté tan incapacitada para actuar sobre otra cosa que no sea su currículum profesional. Porque Alicia no es solo víctima de un hombre incapaz de controlar sus impulsos violentos de dominación, sino que es a la vez alguien incapaz de posicionarse activamente a favor de otras víctimas de violencias que ella descubre en el campus universitario o fuera de él y para las que no tiene sino una pasajera y huidiza reacción de empatía, cuando la tiene. Una reacción muy semejante, por otra parte, a la que tenía parte de la sociedad vasca ante las víctimas del terrorismo. Porque otro dato que no se puede olvidar para interpretar esta novela es que Alicia es una joven vasca que se va a EEUU en la década de los 90 y que lleva en su equipaje, para abrigarse, una mantilla de su amama ( "abuela"en euskera) en la que aparece el logotipo EAJ/PNV ( Partido Nacionalista Vasco). Este subtema no es un pegote en la novela, se articula bien en ella, aunque para aquellos que no conozcan un poco de la historia del País Vasco en esas décadas pueda pasar algo desapercibido.
Concluyendo, me ha parecido una novela francamente interesante que huye de los estereotipos en un tema espinoso y difícil, si bien la autora se excede en su afán de análisis dejando poco campo al propio análisis del lector. Las tramas secundarias, que no desarrolla y que aparecen y desaparecen un poco injustificadamente, también son un problema de la estructura de la novela.Sin embargo, todo anuncia en esta novela a una gran escritora.
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