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sábado, 27 de abril de 2019

HIMNOS A LA NOCHE. NOVALIS

En el siglo XVIII los ilustrados se entregaron  con denuedo a la tarea de combatir  las supersticiones  y las creencias metafísicas (religiosas o filosóficas) anunciando el reinado de la Razón y del Progreso. La luz de la Razón iba a revelar el mundo, es decir, quitar de él los velos nebulosos  que dificultaban el verdadero conocimiento. Todo aquello que no entraba en el campo de la Razón kantiana  se volvía  una aproximación sospechosa de la realidad o una huida  de esta; era,  sobre todo, una pérdida de tiempo que la emergente sociedad burguesa no  podía permitirse. Para alcanzar la verdad había que ser desapasionado porque la realidad estaba ahí para analizarla, diseccionarla, clasificarla, pesarla, medirla... siempre guiados por el principio de  utilidad. La naturaleza va a convertirse en el objeto de un conocimiento científico que no es sino la premisa necesaria para explotarla económicamente de una manera sistemática y uniforme. La naturaleza quedará dividida en campos de estudio científico ( las especialidades, la división del trabajo dentro de la ciencia)  que facilitarán la tarea de convertirla,  toda ella, en mercancías, valores de cambio.

El Romanticismo es, entre otras cosas, una fuerte reacción contra esa visión de la razón y sobre esa visión de la naturaleza, incluida la del ser humano. No se trata, como en   otras reacciones a la época precedente - recuérdese el caso del Renacimiento contra la Edad Media-,  de una reacción tranquila, sosegada. Uno de los rasgos de esta reacción es que está impregnada de angustia.

En este contexto se inscriben los  Himnos a la noche de Novalis.  Como bien se puede suponer la luz iba a ser el gran símbolo de la Ilustración. La luz era la razón que penetra los objetos para conocerlos e instrumentalizarlos; la luz es además el día , el momento del trabajo, de la vida reglada y pública, expuesta a la mirada de los demás. Por el contrario, la ausencia de luz, la noche era  para el buen burgués el momento del descanso  que nos repara para el trabajo. Aquellos que pululaban entre las sombras nocturnas eran  los antisociales: ladrones, prostitutas, bandidos, espías, tahúres, brujas, alquimistas...  La noche era el ámbito de las malas costumbres, de la desobediencia a las normas y  a las leyes. Era también el tiempo en que se hace lo que debe ser pudorosamente escondido a la sociedad. La noche, dicho de otra manera, es el momento de la marginalidad. Por ello mismo, la noche va a ser el  símbolo  por excelencia del romántico. Por una parte, porque reivindicará todo lo que tiene de antisocial para el burgués, es decir, convertirá en héroes a aquellos que para los bienpensantes son marginados peligrosos o simplemente despreciables. Entre ellos se sitúa el propio poeta, quien presiente desde muy pronto que su producto ( la poesía) es una mercancía que no encontrará sitio en el nuevo mercado, y que pronto será tachada de ejercicio inútil.  Por otra parte, la noche será el momento de la intimidad, de la introspección: en vez de mirar el mundo exterior para dominarlo y cosificarlo, el poeta entra en sí mismo y se ensimisma en la naturaleza.  La noche también es el símbolo con el que se le dice a los diurnos, a los racionalistas,  que habrá siempre misterios infranqueables para la Razón o que esta no eliminará nunca las preguntas de la metafísica  por que no sepa ni pueda ni quiera enfrentarse a sus abismos.

Novalis es quizá el poeta romántico que ha significado de manera más honda y compleja el símbolo  de la noche. En  Himnos a la noche  esta  adquiere dimensiones  místicas.

  El primero de sus  seis cantos se abre con una aparente alabanza a la luz; en ella recoge poéticamente las "razones" que llevan erróneamente a preferirla a la noche para seguir con  un quiebro inesperado "Pero hacia allá me vuelvo/ a la feliz, inexpresable/ Noche, toda misterio..."  La noche es sobre todo la que hace desaparecer la materia, sus multiplicidad abigarrada "Qué pobre y pueril/ se me aparece la luz/ con sus pintarrajeadas cosas;/ qué gozosa y bendita/ la ausencia del día." El día es el momento de la fragmentación, de la separación, de la multiplicación; por el contrario la noche, la oscuridad es el símbolo del  Uno, de la reintegración a la unidad. La materia está rota en pedazos y ha roto también el espíritu, el yo: la tarea del poeta en la noche es retornar al Uno, al Todo  ( Yo y Universo son lo mismo). El  Uno resulta ser la muerte. En ella  se funden el espíritu, dios y el amor. Por eso el camino que emprende Novalis en sus cantos es un camino descendente, al origen, a la eternidad sin tiempo, al espíritu sin materia, al amor sin pérdida, al yo  sin escisiones. Paradójicamente, la muerte es la resurrección, la muerte es la verdadera vida. 

La luz misma es materia  ( contrariamente a lo que vemos en la poesía de Hölderlin, que la asimila al espíritu)  por lo que también ella acabará muriendo y , por lo tanto, reintegrándose  en el Uno.  Así le dice a la luz:

"Algún día indicará tu reloj
el fin del tiempo;
entonces tú llegarás a ser
como uno de nosotros,
y, llena de añoranza,
te extinguirás y morirás."

La religiosidad de Novalis, nada convencional, integra la figura de Jesucristo en ese proceso, de modo que el camino que sigue el Yo en su total espiritualización  es el mismo que siguió Cristo. Cristo no murió para resucitarnos a una nueva vida material, sino para hacernos saber que es la misma muerte el lugar de la salvación  y plenitud del espíritu. 

"Ahora sé cuándo vendrá la última mañana; cuando la luz no ahuyente  la noche y el amor;  cuando haya un dormir eterno, y solo un inacabable sueño. Celestial fatiga no me abandona nunca. Largo y penoso fue  el camino hasta la sagrada tumba , y la cruz era pesada."

Breve biografía de Novalis

Friedrich Leopold von Hardenberg (conocido como Novalis, palabra que significa “tierra virgen cultivable”) nació el 2 de mayo  de 1772 en el condado de Mansfeld ( Alta Sajonia), en la finca paterna de Oberwiederstedt. Su padre, perteneciente a la aristocracia alemana culta,  inculcó a la familia su religiosidad pietista. Pese a su estatus social, la familia Handerberg no disfrutaba de una situación económica holgada que le permitiera vivir en su castillo señorial. Cuando Novalis tiene seis años, la familia se traslada a Weissenfels donde el padre  ha sido nombrado director de salinas.

Debido a la enfermedad mental y física de su madre, la familia envía  a Friedrich Leopold a la casa de un tío paterno, a Lucklum. Con trece años ingresa en el Gimnasio ( colegio) de Eisleben, con 18  en la universidad de Jena para  cursar derecho (1790). Esta ciudad, uno de los centros culturales más activos de Alemania, entusiamará al joven Novalis. Allí tendrá por profesor a Friedrich Schiller, a quien se sentirá unido por una profunda amistad. Más tarde completará sus estudios en otra ciudad de gran influencia intelectual, Leipzig

Allí hará amistad con los hombres que conformarán el Romanticismo temprano: Tieck, los hermanos Schlegel, Fichte…  con quienes colaboró más adelante en algunos proyectos, como la revista Athenaeum, una de las primeras manifestaciones del Romanticismo.   Acabados sus estudios universitarios, estudia minería en Freiberg para poder aspirar al cargo de director de salinas de Sajonia.

En 1794  tendrá lugar un hecho trascendental para su vida y su obra: conoce a una muchacha de 12 años de la que se enamora inmediatamente. Es Sophie von Kühn.Tras dos años de relaciones y un compromiso matrimonial secreto,  la joven muere. Unos dos meses después muere también uno de sus hermanos. Estos dos muertes marcarán profundamente a Novalis.   En su diario contará un fenómeno extraordinario que vivió en el cementerio de Grüningen: “ Me sobrecogieron relámpagos de entusiasmo. La tumba se desvanecía ante mí como una polvareda. Los siglos eran como instante. Su presencia era sensible y yo creía, a cada momento, que ella iba a aparecer”.

Acabados sus estudios profesionales en Wittenberg e iniciado su trabajo en la administración de Turingia, Novalis siente la necesidad de fundar un hogar propio:  el recuerdo de Sophie y su anhelo de muerte parece ir alejándose. Se compromete con Julie von Charpentier y en 1800 se traslada a Dresde donde aspira a una plaza de jefe de administración. Sin embargo, su tuberculosis ha empeorado y, velado por  su amigo Schlegel,  muere el 15 de marzo de 1801. Tenía tan solo 29 años.

De sus obras, destacan sus Himnos a la noche y  su novela inacabada Enrique de Ofterdingen.





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