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jueves, 21 de marzo de 2019

Fouché. Retrato de un hombre político, de Stefan Zweig

Fue Stefan Zweig un escritor de grandes aciertos en todos los géneros en que escribió: la novela corta (Novela de ajedrezAmokVeinticuatro horas en la vida de una mujer), la novela (La impaciencia del corazón), las memorias ( El mundo de ayer), el ensayo ( Momentos estelares de la humanidad) y en las biografías. En estas últimas nos desvela tanto a grandes personajes de la cultura ( Nietzsche, Hölderlin, Balzac, Dostoievski…) como de la historia política. A este último grupo pertenece Fouché.  Zweig prefería no centrarse en el héroe o figura central de un periodo, sino dar a conocer el periodo de manera que podríamos llamar más  “lateral”. En vez de centrarse en Luis XVI, elige a su esposa María Antonieta; en lugar de Lutero, a Erasmo de Róterdam; en lugar de Robespierre o Napoleón,  a Fouché. 

En el estudio de Fouché, Zweig retrata al hombre político por excelencia; el animal político cuyo patrimonio es la información, la sangre fría, la falta de escrúpulos, la paciencia incombustible  y el instinto para olfatear los cambios de ciclo y empujarlos, protegiéndose siempre hasta que se decanta la victoria hacia un lado. Fouché encarna por ello mismo todos los periodos de la Revolución francesa: forma parte de la Asamblea Constituyente y Legislativa, atraviesa la Convención basculando del poder de los girondinos a los jacobinos, olfatea el final de Robespierre y lo organiza en la sombra, se hace imprescindible para el Barrás del Directorio, se convierte en imprescindible para  Napoleón tanto en el  Consulado como en Imperio y, por último, facilita el retorno de los Borbones, si bien la fortuna de Fouché se eclipsa con ellos. 

Zweig, con mano magistral, retrata las pasiones que están en juego sin faltar al rigor histórico, y consigue un retrato vivo de Fouché sin que este llegue a resultar monstruoso al lector, siempre sorprendido por la falta de ideología de este personaje cuyo único instinto era estar al lado del vencedor y servirlo siempre en una medida que no perjudicara su inevitable cambio de bando y su propia supervivencia. Así vemos las metamorfosis de Fouché: oscuro profesor en un seminario, moderado con los girondinos, terrorífico con los jacobinos,  más astuto que el astuto Napoleón… La verdadera pasión de Fouché era la intriga en la sombra para la cual desplegó una inteligencia quizá solo igualada por su contrincante en las bambalinas del poder, Talleyrand.

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