Las manos de mi madre, novela corta de Karmele Jaio, está escrita en primera persona y narra unos días en la vida de Nerea. El eje narrativo es el ingreso de la madre de la protagonista en el hospital, aquejada de alguna dolencia mental que le ha arrebatado casi toda la memoria. Esta situación hace que cobren fuerza, por una parte, recuerdos de un pasado no resuelto en la relación madre-hija e historias del pasado juvenil de la madre; por otra, complica la vida de Nerea, a la que su trabajo de periodista ya hace años deja sin tiempo para ver a su hija, para estar con su marido, para quedar con su amiga Maite... Solo gracias a su tía materna, Dolores, y a su hermano Xabier, puede hacer frente, aunque sea en el límite de sus fuerzas, a la nueva situación. Karmele Jaio, además, añade un hilo argumental sobre la relación de Nerea y su marido inglés, así como el recuerdo traumático de Carlos, un joven que la abandonó de un día para otro sin mediar palabra. En realidad, crea un paralelismo entre el secreto de madre e hija.
La novela, a pesar de su amenidad y de tocar temas en los que gran parte de las mujeres de clase media se pueden reconocer, es una novela mediocre. Los personajes no llegan a tomar una entidad que escape del tópico, de lo esperable, de lo previsible. En la trama se plantean bastante bien los fantasmas del pasado de la madre de la protagonista y los propios fantasmas de esta; sin embargo, cuando llega el momento del clímax, la autora se escurre con un par de escenas poco creíbles, rápidas...tan rápidas que el lector puede preguntarse a qué viene tanto planteamiento para tan flojo desenlace.
En la traducción al castellano (el original está en euskera) el estilo se resiente mucho. Quizá, en vez de la propia autora, hubiera sido aconsejable que fuera un profesional quien la hubiera traducido. Karmele Jaio utiliza un castellano pobre, inexpresivo, en el que la lengua del original emerge una y otra vez.
En definitiva, una novelita para pasar un rato agradable y darse de bruces con los problemas de las mujeres profesionales vascas que rondan los 35 y tienen hijos que apenas ven, trabajos que las agobian, maridos que ya no las apasionan, recuerdos que les obsesionan y padres mayores que, cuando enferman gravemente, hacen que el mundo casi se hunda. Un momento muy apropiado para que los fantasmas, propios o familiares, hagan más ruido que nunca.
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