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martes, 18 de julio de 2017

RELATOS CONTEMPORÁNEOS: UN BÉCQUER MENOS CONOCIDO


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Gustavo Adolfo Bécquer es un autor al que  nunca le han faltado lectores; algunas de sus  rimas y leyendas han pasado a formar parte del imaginario literario  de nuestro país. Sin embargo, hay otras obras, en concreto, Cartas desde mi celda y  Relatos Contemporáneos, que son mucho menos conocidas y leídas, lo cual no deja de ser una pena.

Entre los años 1862 y 1863, Bécquer iba a publicar en distintos periódicos, con preferencia en el Contemporáneo, relatos que nos muestran  a un escritor en tensión entre las exigencias  de un público de gusto realista  y sus propias pulsiones románticas, unas veces aceptadas y otras vistas con ironía por él mismo.

En este volumen preparado y presentado por Joan Estruch se recopilan  algunas de aquellas narraciones publicadas en  periódicos. Hay varias  en las que el lector se reencuentra  con el tono y el ambiente romántico de las leyendas  sin que en ellas quede cuestionado el Romanticismo.Tal es el caso de  la que lleva por título Tres fechas . La ambientación romántica  de este relato de componentes autobiográficos es deliciosa: una calle misteriosa, una plaza solitaria, una arquitectura en  sugestiva decadencia y una naturaleza caótica y silvestre. Imposible no dejarse llevar embelesado por ese Toledo por el que Bécquer anduvo captando secretos y fantaseando amores. En torno a  las tres fechas a las que alude el título y que son las de tres visitas a Toledo del Poeta, se hila un  tenue argumento : la joven percibida en una ventanuco, casi inventada y por ello  más apetecible, parece tomar  cuerpo , hacerse realidad en la última fecha. El momento en que el sueño  toma cuerpo es el momento en que la amada se pierde definitivamente.


En ¡Es raro!, sin embargo, el Romanticismo está ya puesto en cuestión. El narrador , trasunto de Bécquer,  cuenta a unos amigos en una reunión burguesa la historia de Andrés, un joven  que muere por un desengaño amoroso. Sus oyentes  se encogen de hombros con escepticismo: ya nadie cree  en esos amores que llevan a la muerte; no solo no creen sino que les parecen  personas de mal gusto los que sí creen y  desde luego, los que pretenden hacer literatura con esas creencias.  Bécquer sabe perfectamente que la mentalidad del público está cambiando.

En otro de los mejores relatos, El aderezo de esmeraldas, Gustavo Adolfo conduce al lector por una tópica  historia romántica  en la que el protagonista tiene como reto hacerse con una joya para regalársela manteniendo el anonimato a la misteriosa joven de la que se ha enamorado. Todo indica que el desenlace va a estar ligado a un descubrimiento trágico que imposibilitará ese amor; sin embargo,  Bécquer hace al final  un quiebro inesperado e irónico en el que se diluye la tensión narrativa y da, por decirlo así, un chasco al lector. Es un reconocimiento de la inviabilidad de las historias románticas y la necesidad de distanciarse irónicamente de ellas. Otro  final antirromántico lo encontramos en Un lance pesado, relato en el que, después de predisponer al lector para un final terrorífico, lo lleva a un desenlace ridículo.

El relato más conocido de este volumen es La venta de los gatos. Una narración donde de nuevo encontramos todos los presupuestos románticos aceptados.  Parece ser que el padre de Bécquer había pintado un cuadro costumbrista en el que se recreaba dicha venta. El relato de Bécquer tiene dos partes muy bien delimitadas :  en la primera, la venta sevillana  nos es descrita  en su pintoresco esplendor;  entre los personajes retratados  está una pareja de enamorados a los que el poeta augura una felicidad segura. La segunda parte, separada por varios años de la primera, es el retrato sombrío de la venta y  sus personajes; el narrador nos da a conocer el trágico final de aquella historia amorosa que había previsto, equivocadamente, feliz.

 
Los animo a disfrutar de estos relatos que están entre lo mejorcito del Romanticismo europeo y no solo del Romanticismo español.








domingo, 16 de julio de 2017

AL FILO DE LA NAVAJA,DE W. SOMERSET MAUGHAM



Un narrador, un escritor que toma el apellido del propio autor, nos cuenta las  vidas  entrecruzadas de cuatro personajes americanos: Larry Darrel, Elliott,  Isabel y  Gary  Maturin. De encuentro a encuentro pueden mediar días, semanas, meses  o años. Dichos encuentros se producen en diferentes escenarios: París, Chicago, Londres y la Costa Azul. Los personajes van a vivir diferentes acontecimientos históricos que tienen gran incidencia en sus vidas privadas: La Gran Guerra, los felices años 20 en París, el enriquecimiento rápido en los EEUU, el crac bursátil del  29 y los años previos al desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial.

En cada uno de  estos cuatro personajes, presenta Maugham un camino diferente en su búsqueda común de la felicidad. Larry Darrel, después de su participación en la Gran Guerra, sufre una transformación radical  que lo lleva a buscar un sentido espiritual a la vida. Sacrifica para ello el camino convencional al que todos quieren empujarle, especialmente su novia Isabel. Esta sabe con toda precisión cuál es el camino que la lleva a la felicidad, una felicidad que está inexorablemente ligada al disfrute material y social  de todo lo que el Capitalismo en expansión puede ofrecer a aquellos que están en posición y predisposición de enriquecerse con él. Gary Maturin representa al americano  convencido de todos los principios del joven y voraz Capitalismo de su nación. Ni por un momento se le ocurre cuestionarlo. Elliott, tío de Isabel, representa el espíritu  refinado de la Belle Époque francesa. De joven supo introducirse en los medios aristocráticos en los que se convierte en el perfecto caballero, en el perfecto invitado y anfitrión.Su vida es un banquete  en el sentido literal y figurado Es, en ese sentido, el americano que ama el snobismo aristocŕatico europeo y hace de él su razón de existir y su razón para enriquecerse ( vende obras de arte a ricachones americanos). En ciertos rasgos recuerda al Swann de Proust.

La novela está escrita con  maestría y mantiene el interés del lector sin desfallecer  en buena parte de su recorrido. Hacia el final, se produce una quiebra en su calidad, sobre todo, en el seguimiento de la historia de Larry, personaje por el que el narrador hace surgir  un vivo interés que se desvanece cuando  nos endosa como un ladrillo, las reflexiones filosóficas del joven. Larry, tan comedido en palabras a lo largo de la novela, envuelto en un aura de misterio, pierde mucho con ese afán ensayístico de Maugham. Exquisito, en mi opinión, es el trazado de otro personaje, Elliott. Al contrario de lo que ocurre con Larry, el interés por él se acrecienta en la parte final de la novela.

Pese a su irregularidad, es una novela cuya lectura es muy recomendable. Una pena que el autor no hubiera sacrificado esas páginas que hacen descender la intensidad de  la narración.

jueves, 13 de julio de 2017

RECURSOS INHUMANOS DE PIERRE LEMAITRE, UNA NOVELA NEGRA FRANCESA CON UN RITMO MUY AMERICANO


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Alain Delambre, en otro  tiempo  exitoso  director de recursos humanos  al que no le faltaba  ni el amor de su mujer ni el cariño de sus dos hijas  vive, en cuatro años de paro, un descenso a los infiernos. A sus  57 años,  cuando la desesperanza y  las pulsiones violentas se van apoderando de él , es -contra toda lógica empresarial- admitido  como candidato en un proceso de selección cuya última e inquietante prueba es el simulacro de  una toma de rehenes. Delambre se aferra a esta esperanza como a un último cartucho y para conseguir ese empleo  está dispuesto a todo, aunque ese todo  incluya poner en peligro su relación con su mujer, Nicole, y con sus dos hijas. El juego de rol se va a revelar como  un macabro juego de muerte…
Pierre Lemaître demuestra que un escritor europeo  puede aprender mucho del trepidante thriller americano sin perder el gusto por el autoanálisis francés. Aúna bien la acción y la reflexión. La primera parte de la novela es magnífica: en ella el lector no puede sino preguntarse cómo lo transformaría a él una situación como la  que vive Alain Delambre, un individuo representante de la clase media francesa que ni en sus peores pesadillas se hubiera visto reflejada  a sí misma en el tipo que vive en un coche o en el delincuente sin  remordimientos. Es fácil contagiarse de la rabia que siente el protagonista. Lemaitre prepara al lector a fondo para el momento de la prueba de selección de personal a la que acude el protagonista. A partir de ahí la acción se complica de una manera un tanto rocambolesca, menos creíble que la parte anterior al simulacro, pero igualmente adictiva.

miércoles, 12 de julio de 2017

EL ÚLTIMO TERCIO DEL SIGLO (1968-1998) (1) ANTONIO MARTINEZ CARRIÓN




Con esta entrada comienzo una serie de entregas sobre poetas y poemas que aparecen en la excelente antología que publicó Visor en 1998. Es tal su calidad que no me he resistido a dar a conocer aquí algunos de los poemas, los que más me han impresionado a mí . Espero que igualmente los disfruten ustedes.


ANTONIO MARTINEZ CARRIÓN (Albacete,1939)


En el  poema titulado el cine de los sábados, Martínez  Carrión han  conseguido, en un puñado de versos, hacer sentir al lector la emoción de un hombre que, ya cercano a los 40, recuerda esos sábados de la posguerra  miserable y española en que el cine era el gran acontecimiento para adolescentes y  para adultos .Sin signos de puntuación, en el poema se suceden  una  serie de imágenes  como fotogramas rotos y dispersos de la evocación.

El cine de los sábados


Maravillas del cine galerías
de luz parpadeante entre silbidos
niños con sus mamás que iban abajo
entre panteras un indio se esfuerza
por alcanzar los frutos más dorados
ivonne de carlo baila en scherazade
no sé si danza musulmana o tango
amor de mis quince años marilyn
ríos de memoria tan amargos
luego la cena desabrida y fría
y los ojos ardiendo como faros
         

Otro emocionante poema de Martínez Carrión fue el que escribió sobre Fernando Pessoa.  Martínez Carrión  nos lo retrata crudamente  _según referencias _en sus primeros momentos de difunto, hace un  inventario  _ también según referencias_ de la habitación del poeta, de los objetos más íntimos de cuya visión, el poeta muerto, ya no puede substraer a los extraños.

Crónica fabulosa de Fernando Pessoa

murió el oficinista tenía

una hinchazón horrible paperas
de diagnóstico turbio un diván
gayo papeles esparcidos
por todos los alvéolos de su historia
un hijo de cartón grifos corriendo
que erizaban el vello de los brazos
murió fumando erraba ciertas noches
por claveles de tinta por finos mecanismos
guarnecidos de piel por sellos antigripe
acompañados de un certificado inusitadas
pirámides de polvo hallaron
un orinal debajo de su mesa
postales pornográficas de indescriptible alcance
un libro muy oscuro sobre el maestro eckhart
una alcancía llena de coñac


según los más veraces testimonios
solía mirar al alba los enormes delfines
las joyas y los cuernos que trajeron de goa
una rodela del gran navegante botes de humo
mazmorras para herejes los despuntes
del día le cogían en éxtasis se llevaban
su abrigo de mezclilla  su aterrador paraguas
su personalidad que vaya usted a saber
y otra vez -sol muy tibio gaviotas-
lo devolvían a su inútil despacho
mientras doblaban quejumbrosamente
las verdes anclas del almirantazgo.



                 

martes, 11 de julio de 2017

DOÑA BERTA, DE CLARÍN, OTROS OJOS PARA MIRAR MADRID


EEEE
Doña Berta, de Leopoldo Alas, Clarín


Hoy les invito a viajar literariamente a ese Madrid que Clarín conoció  muy bien y  que en Doña Berta nos es descrito  a través de la mirada  de una viejecilla provinciana a la que solo un asunto de vital importancia ha podido sacar de su verde Asturias.

Para quienes aún no hayan leído esta deliciosa novela breve, no estará de más anticiparles  un poco de su argumento:

Doña Berta es una anciana  hidalga asturiana que vive  aislada del mundo en su  mermada heredad, acompañada únicamente de una sirvienta, también añosa. Jamás ha salido de la tierra en que naciera,  ni concibe hacerlo, orgullosa como está de ese terruño suyo donde nunca llegaron  invasiones que atentaran contra la limpieza de sangre de sus antepasados, o en sus palabras , "donde nunca llegaron ni los romanos ni los moros". Lo único nuevo que entró en su casa, allá en su lejana  juventud, fueron las novelas románticas que ella creyó a pies juntillas.

Pese a la gustosa monotonía de su vida de anciana,  hay un secreto  que aún la perturba: de joven la sedujo, al modo romántico, un guapo militar liberal  al que los cinco hermanos varones de Berta, fanáticos carlistas,  acogieron en su casa y con el que simpatizaron pese a sus diferencias políticas. El joven liberal volvió a la guerra,  no sin antes haber prometido a Berta que regresaría a casarse con ella en cuanto ésta acabara, pero nunca volvió. La joven quedó embarazada de esa relación  y sus hermanos, temerosos del escándalo y de la mancha contra el honor de la familia, hicieron desaparecer al hijo. La  joven, dividida entre su amor y su sentimiento de culpa  nada pudo hacer -o quiso hacer-  contra la decisión familiar. El tiempo fue diluyendo el recuerdo y con él,  la culpa. Sin embargo, el encuentro con un joven  pintor en el postigo del huerto de su heredad va a trastornar radicalmente la vida de la anciana... y llevarla a Madrid.
Y ahora veamos cómo era ese Madrid a los ojos de doña Berta.

Madrid de finales del siglo XIX, visto por una vieja provinciana


A lo que parece, la estancia de Berta Rondaliego en Madrid sucedió en algún año de finales de la década de los 80  y principios de la de los 90 del siglo XIX, antes de la muerte, en  1897, de Antonio Canóvas _citado en la novela_  Este parece el contexto histórico más probable ya  que la protagonista se enamoró de un militar liberal en algún momento de la Segunda Guerra Carlista, transcurrida entre 1846 y 1849  y, en la narración se nos dice que cuando está en Madrid era una septuagenaria. También hay que tener presente que los tranvías que tanto teme Berta no empezaron a funcionar en Madrid hasta 1871 y hacia 1885 la red se había extendido considerablemente.



Madrid en 1885
Puerta del Sol en 1891

Este debería ser, por lo tanto, el aspecto que tenía el Madrid por el que anduvo Doña Berta.
La primera imagen que nos ofrece Clarín es esta de la Puerta del Sol:

"Amanecía, y la nieve caía a montones, con su silencio felino que tiene el aire traidor del andar del gato, iba echando, capa sobre capa, por toda la anchura de la Puerta del Sol, paletadas de armiño, que ya habían borrado desde horas atrás las huellas de los transeúntes trasnochadores. Todas las puertas estaban cerradas. Sólo había una entreabierta, la del Principal; una mesa de  buñuelos, que alguien había intentado sacar al aire libre, la habían retirado al portal de la Gobernación".


Doña Berta contempla la plaza nevada y observa las maniobras con la mesa de buñuelos desde una esquina de la calle del Carmen. En la iglesia del Carmen, precisamente, es donde doña Berta oirá misa al alba:
Iglesia del Carmen, Madrid


"Iba a misa del alba. La iglesia era un refugio; solo allí se encontraba algo parecido a lo de allá. Sólo se sentía unida a sus semejantes de la corte por el vínculo religioso. "Al fin, se decía, todos católicos, todos hermanos." Y esta reflexión le quitaba algo del miedo que le inspiraban todos los desconocidos, más que uno a uno, considerados en conjunto, como multitud, como gente".


Las entonces afueras de Madrid le sugerían estos pensamientos a la protagonista:

"Había querido pasear por las afueras ..., ¡pero estaban tan lejos! ¡Las piernas suyas eran tan flacas , y los coches tan caros y peligrosos! Por fin, una, dos veces, llegó a los límites de aquel caserío que se le antojaba inacabable...; pero renunció a tales descubrimientos, porque el campo no era campo, era un desierto; ¡todo pardo! ¡todo seco!  Se le apretaba el corazón, y se tenía una lástima infinita. "Yo debía haberme muerto sin ver esto, sin saber que había esta desolación en el mundo; para una pobre vieja de Susacasa, aquel rincón de la verde alegría, es demasiada pena estar tan lejos del verdadero mundo, de la verdadera tierra, y estar separada de la frescura, de la hierba, de las ramas , por esta leguas y leguas de piedra y polvo."


En su último peregrinaje por la capital, Doña  Berta , pasará de la Carrera de San Jerónimo, a la calle de Alcalá,  luego a la calle de Montera y a la red de San Luis y acabará en los primeros números de la calle de Fuencarral, frente a la casa de Cánovas:

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Por boca de  su personaje, Clarín reflexiona sobre la modernidad urbana .  Sin embargo, el Madrid que atemorizó a doña Berta  a nosotros nos parece hoy un vecindario abarcable, donde todo el mundo sabía quién era quién.  Lo que sí puede seguir vigente es el sentimiento de insignificancia  del individuo en la multitud que expresa el personaje:

"¡Y qué fugitiva le parecía la existencia de todos los demás, de todos aquellos desconocidos sin historia, tan indiferentes, que entraban y salían en el coche de segunda en el que iba ella, que le pedían billetes, que le ofrecían servicios, que le llevaban en un cochecito a una posada ¡Estaba perdida, perdida en el gran mundo, en el infinito universo, en un universo poblado de fantasmas! Se le figuraba que habiendo tanta gente en la tierra, perdía valor cada cual; y así debían de pensar las demás gentes, a juzgar por la indiferencia con que se veían, se hablaban y se separaban para siempre. Aquel teje maneje de la vida; aquella fusión de las gentes, se le antojaba como los enjambres de mosquitos de que ella huía en el bosque y junto al río en verano."


Si algún día van ustedes  por Madrid, recuerden a la señora Berta al pisar estos lugares.








lunes, 10 de julio de 2017

EL CAPOTE, DE NICOLAI GÓGOL, UNA VERSIÓN LIBRE



Siempre me ha parecido que el cuento de este autor ruso tenía mucho de los cuentos para niños. Permítanme que se lo cuente  a mi manera y con las licencias que me han parecido oportunas y que Gógol me perdone.


"Había una vez un hombre, bajito y feo, que vivía en  un  lejano reino donde nevaba a paletadas y  hacía siempre frío. Su  madre, Marina Ivanova, lo había hecho bautizar con el nombre de Akaki,  sin saber -o tal ve sí lo sabía-  que una  maldición caería infaliblemente sobre quien portara de nuevo ese nombre: acabaría metido en una oscura covacha  del  Palacio de Invierno, cubierto de un capote harapiento y copiaría, hora tras hora, un legajo del Zar, siempre el mismo  legajo en que se dictaba  La Ley. La maldición se cumplió  puntualmente  el decimosexto cumpleaños de Akaki.

Desde el primer día al antepenúltimo de la vida trabajosa del copista ,  los bufones  y enanos  del Zar desfilaron   por delante  de su mesa  remedando el gesto de los emperadores ante el excitado público  del Coliseo ; el  pobre amanuense, ya añoso,   no pedía sino que le dejaran copiar y copiar y copiar en en paz . Ninguna queja más que esta y ningún deseo más que el que sabrán enseguida se le oyó proferir a Akaki. Solamente una vez, una noche en que se dirigía a su tabuco,   le asaltó un anhelo: quería sentir  el calorcito  del que hablaban  los transeúntes  que corrían  a sus casas  tras acabar su jornada de trabajo.

Una sastre,  conocido desde la noche de los tiempos como Gregorio,  iba a concederle  el deseo, no sin antes hacerle pasar a Akaki las de Tántalo. El caso es que al alba de un día de abril, el copista,  demacrado y lívido, se levantó a tientas de su camastro, encendió un fósforo  y  vio, deslumbrado, un capote de elegante paño en el gancho de la puerta donde hasta entonces había colgado su raído capote . La visión reapareció con cada cerilla hasta que Akaki creyó el hecho sin preguntarse por la causa, puesto que Akaki no estaba para filosofías . Al final, se vistió del capote y de inmediato sintió  que su cuerpo y su alma  ganaban en altura y corpulencia, incluso, si me apuráis, en belleza.

Entusiasmado, palpándose el pecho  con  sorpresa, se encaminó esa mañana  a la oficina como si fuera un hombre nuevo. Bufones y oficinistas suspendieron hostilidades y lo recibieron alborozados y bondadosos;  el propio  Soberano que- conjeturan- había suspendido su terrible   ley  por unas horas,  le permitió acudir a una fiesta en un saloncito de Palacio en cuya chimenea chisporroteaban  el roble y el sándalo.  Bebió, comió y fue dichoso.   Con las campanadas de medianoche, cuando el fuego aún danzaba con desverngüenza, Akaki,  poco trasnochador por naturaleza,  abandonó a hurtadillas la fiesta. Todavía un poco achispado, se encaminó al guardarropa en busca de su capote,  lo recogió del suelo donde alguien lo había pateado  y se sumergió de nuevo en la penumbra de las calles.

A cuatro manzanas del  Palacio, entre la tenue luz amarillenta de dos  farolas, unas sombras peludas le arrebataron el capote sin que de nada le sirviera revolverse  y revolverse como un pelele en la horca. Abatido, Akaki recorrió  durante tres días los despachos de jefazos y jefecillos  suplicándoles que  hicieran su deber para que él,  fiel copista  de su Majestad, recuperara su capote. Por fin, fue recibido  a regañadientes por  un  ministro,  íntimo consejero  del Zar, que no tardó en echarlo a empellones, puñetazos y patadas. Akaki salió de allí maltrecho de alma y de cuerpo.  No se sabe cómo logró llegar a su guardilla; dice su patrona que solo   sacó fuerzas  de  flaqueza por no acabar como perro sarnoso en  medio de la calle.  La noticia de su muerte no ocupó  ni preocupó  mucho tiempo  en los atareadas recámaras de Palacio. El Servidor de la Ley  había oído hablar del suceso  y había sentido como un amago de arrepentimiento por sus patadas , pero no sería sino  dos semanas después cuando iba a cobrar conciencia de su falta.

Una noche de abril, cuando El Alto Representante se dirigía a la casa de su amante Carolina Ivanovna , al pasar por el puente de Kalenik, se levantó un viento feroz que alzó su elegante capote. Se volvió enfurecido, como si el viento también estuviera bajo su jurisprudencia, y el horror paralizó los músculos de su rostro: como un espectro, Akaki  le sonreía sardónico mientras apreciaba el paño del capote del Señor Ministro, amigo íntimo de su Majestad: "Se parece mucho al mío, ese que usted no quiso recuperar y... yo necesito un capote",  reseñó fríamente y desapareció  súbitamente  tras los árboles de la noche.  En la capital del Reino, no quedó nadie que no especulara sobre las apariciones del Muerto y hasta se hizo un itinerario con chinchetas clavadas en el mapa de la capital.  Se habló de Akaki más de lo que se hubiera hablado en vida  aunque hubiera tenido siete.


Los transeúntes nocturnos  que se apresuraban  a refugiarse al calor de sus hogares volvían  su cabeza a los cuatro puntos cardinales, temerosos de la aparición del fantasma del copista. Innumerables capotes fueron arrebatados en los último días de abril. Sin que nadie supiera a qué atribuir el cambio, el Ministro de su Majestad hablaba en  un susurro respetuoso  a sus subordinados, como si temiera  que ellos también se convirtieran un en fantasmas robacapotes. Un día, nadie sabe precisar  cuál, el alma de Akaki descansó  en paz, aunque todavía hay  quien afirma que, de vez en cuando, vuelve a robar algún capote a los transeúntes  para que sepan,  aunque solo sea por unas horas, qué es el frío."

Aquí tiene el texto, muchísimo más valioso de Gógol

http://ciudadseva.com/texto/el-capote/

Y aquí un vídeo de Youtube donde pueden escucharlo:

https://www.youtube.com/watch?v=Q2wx0fM5lcw





sábado, 8 de julio de 2017

LAS ARMAS SECRETAS Y LOS SECRETOS DE UN NARRADOR




Las armas secretas es un libro de cinco relatos publicado por  Julio Cortázar en 1959. En concreto, el que le da título a toda la colección es el quinto. Parece ser que Cortázar partió de este suceso real:


“Michèle, una mujer de 24 años, fue violada por su pareja el jueves pasado; ella ya había sido violada anteriormente, pero el caso no se denunció  por temor". Fuente: http://lasarmascretas-juliocortazar.blogspot.com.es/
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Podría ser este el resumen escueto del relato. Con este material mínimo, el autor argentino escribió un cuento  fantástico donde, para confusión y deleite del lector, el plano temporal del pasado resurge en el presente y  no solo a través del recuerdo, como nos es común. Cortázar va dando pistas sobre  dos relaciones terminadas  en violación , sucedidas con un intervalo de 7 años y  cometidas por Pierre... o  ¿no era Pierre el primer violador? Las preguntas se nos imponen: ¿el pasado queda vivo?, ¿ el tiempo es un eterno retorno?, ¿estamos condenados a repetir el horror ? El lector juzgará. Por lo demás, el autor  logra crear ese clima obsesivo que tanto admiraba  en las narraciones de  Edgar Allan Poe. Cuando lean el cuento, fíjense en estas chinitas que va dejando caer   el autor y que solo cobran sentido al final:



Los cigarrillos  Gauloise  que fuma Pierre


La escopeta de doble caño


El color del pelo de Pierre


La bola de vidrio  de una escalera


Un lugar  llamado Enghien


Im wunderschönen  Monat  Mai  Un canción cuya melodía le gusta a Pierre
La hojarasca
Los cerditos
El camisón rosa y los pantalones grandes



Si quieren leerlo en Internet , aquí tienen el enlace:

http://www.literatura.us/cortazar/armas.html

Les dejo también un vídeo por si alguien quiere escuchar el cuento en vez de leerlo, una práctica que cada vez tiene más adeptos.

https://www.youtube.com/watch?v=MSLPEYe5OCQ