Con esta entrada comienzo una serie de entregas sobre poetas y poemas que aparecen en la excelente antología que publicó Visor en 1998. Es tal su calidad que no me he resistido a dar a conocer aquí algunos de los poemas, los que más me han impresionado a mí . Espero que igualmente los disfruten ustedes.
ANTONIO MARTINEZ CARRIÓN (Albacete,1939)
En el poema titulado el cine de los sábados, Martínez Carrión han conseguido, en un puñado de versos, hacer sentir al lector la emoción de un hombre que, ya cercano a los 40, recuerda esos sábados de la posguerra miserable y española en que el cine era el gran acontecimiento para adolescentes y para adultos .Sin signos de puntuación, en el poema se suceden una serie de imágenes como fotogramas rotos y dispersos de la evocación.
El cine de los sábados
Maravillas del cine galerías
de luz parpadeante entre silbidos
niños con sus mamás que iban abajo
entre panteras un indio se esfuerza
por alcanzar los frutos más dorados
ivonne de carlo baila en scherazade
no sé si danza musulmana o tango
amor de mis quince años marilyn
ríos de memoria tan amargos
luego la cena desabrida y fría
y los ojos ardiendo como faros
Otro emocionante poema de Martínez Carrión fue el que escribió sobre Fernando Pessoa. Martínez Carrión nos lo retrata crudamente _según referencias _en sus primeros momentos de difunto, hace un inventario _ también según referencias_ de la habitación del poeta, de los objetos más íntimos de cuya visión, el poeta muerto, ya no puede substraer a los extraños.
murió el oficinista tenía
una hinchazón horrible paperas
de diagnóstico turbio un diván
gayo papeles esparcidos
por todos los alvéolos de su historia
un hijo de cartón grifos corriendo
que erizaban el vello de los brazos
murió fumando erraba ciertas noches
por claveles de tinta por finos mecanismos
guarnecidos de piel por sellos antigripe
acompañados de un certificado inusitadas
pirámides de polvo hallaron
un orinal debajo de su mesa
postales pornográficas de indescriptible alcance
un libro muy oscuro sobre el maestro eckhart
una alcancía llena de coñac
según los más veraces testimonios
solía mirar al alba los enormes delfines
las joyas y los cuernos que trajeron de goa
una rodela del gran navegante botes de humo
mazmorras para herejes los despuntes
del día le cogían en éxtasis se llevaban
su abrigo de mezclilla su aterrador paraguas
su personalidad que vaya usted a saber
y otra vez -sol muy tibio gaviotas-
lo devolvían a su inútil despacho
mientras doblaban quejumbrosamente
las verdes anclas del almirantazgo.
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