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domingo, 30 de diciembre de 2018

PRONTUARIO PARA EL BRINDIS DE FIN DE AÑO ( ERRI DE LUCA)

Bebo por quien está de turno, en un tren, en un hospital,
cocina, hotel, radio, fundición,
en el mar, en un avión, en la autopista,
por quien franquea esta noche sin un saludo,
bebo por la luna próxima, por la muchacha embarazada,
por quien hace una promesa, por quien la ha mantenido,
por quien ha pagado la cuenta, por quien la está pagando,
por quien no es invitado a ningún lugar,
por el extranjero que aprende italiano,
por quien estudia música, por quien sabe bailar tango,
por quien se ha levantado para ceder el asiento,
por quien no se puede levantar, por quien se ruboriza,
por quien lee a Dickens*, por quien llora en el cine,
por quien protege los bosques, por quien apaga un incendio,
por quien ha perdido todo y comienza de nuevo,
por el abstemio que hace un esfuerzo por compartir,
por quien es nadie para la persona amada,
por quien arruina las bromas y por su reacción un día será un héroe
por quien olvida la ofensa, por quien sonríe en una fotografía,
por quien camina a pie, por quien sabe andar descalzo,
por quien restituye aquello que ha tenido,
por quien no comprende los chistes,
porque el último insulto sea el último,
por los empates, por la equis en la quiniela,
por quien da un paso adelante y con ello deshace la línea,
por quien quiere darlo y finalmente no lo hace,
al fin bebo por quien tiene derecho a un brindis esta noche
y entre todos estos no ha encontrado el suyo


                       De El huésped empedernido (2008)






miércoles, 26 de diciembre de 2018

LO QUE LOS LECTORES QUISIERAN NO ENCONTRAR EN LA NOVELA QUE VAN A LEER

En este post recojo aquellos rasgos de las novelas que algunos miembros del Club de los libros perdidos han señalado como poco deseables.






  • Las descripciones demasiado extensas y rebuscadas.
  • Que el narrador anticipe al lector que los personajes acabarán muertos.
  • Que los acontecimientos y el comportamiento de los personajes sean predecibles.
  • Que el autor no haya encontrado el ritmo adecuado para la trama, sobre todo cuando es excesivamente lento.
  • Que  la novela se parezca a otra novela  ya leída .( Efecto "déjà vu") 
  •  Que sean novelas  breves por incapacidad del autor en  desarrollar la trama.
  • Que sean novelas demasiado largas con partes sin relevancia. El autor sufriría de incontinencia verbal.
  • Que el narrador caiga en divagaciones.
  • Que el autor recurra a demasiados lugares comunes.
  • Que el autor se exceda en  juegos verbales.
  • Que el personaje que representa los peores valores en la novela  (antagonista) sea el que  venza.
  • Que el autor no sepa manejar el factor sorpresa.
  •  Que un autor se copie a sí mismo de una novela a otra.
  • Los finales abiertos
  • Que el autor se sirva de escenas de sexo demasiado explícito, casi pornográfico, en vez de servirse del arte de sugerir.
  • Que el autor se pase de empalagoso en las historias amorosas.
  • Que haya tantos personajes que suman al lector en la confusión.
  • Que las novelas transmitan  misoginia a los lectores.
  • Que haya dos nudos en la trama.
  • Que el autor utilice la técnica del fluir de la conciencia.
  • Que el autor dé a los personajes nombre enrevesados.
  • Que el autor caiga en la vulgaridad.




NOVELAS CON TÍTULO DE CIUDAD





Para aquellos que en sus clubes literarios anden buscando un hilo conductor  para un año de encuentros, aquí tienen una idea. Se puede hacer un viaje imaginario por varias ciudades, incluso proponer viajar a  una de ellas como colofón de las lecturas.  Esta lista ha sido elaborada con ayuda del  Club de los libros perdidos


  1. Estambul, Orhan Pamuk
  2. Misteriosa Buenos Aires, Manuel Mujica Lainez
  3. ¿Arde París?, Larry Collins y Dominique Lapierre
  4. El enigma de París, Pablo de Santis 
  5. París era una fiesta, Ernest Hemingway
  6. Nuestra señora de París, Victor Hugo
  7. Un beso en París, Stephanie Perkins
  8. París, Edward Rotherfurd
  9. El vientre de París, Emilio Zola
  10. Los misterios de Marsella, Emilio Zola
  11. El embrujo de Shanghai, Juan Mars
  12. Pasajero para Frankfurt, Agatha Christie
  13. La sombra de Innsmouth, H.P. Lovecraft
  14. El puente de San Luis Rey, Wilner Thornton
  15. El cementerio de Praga, Umberto Eco
  16. El estudiante de Salamanca, Espronceda
  17. Salem` Lot, Stephen King
  18. El horror de Dunwich, H.P. Lovecraft
  19. Amityville, Jay Anson
  20. Perdido en Tokio, Jenny Lane
  21. Adán Buenosayres, Leopoldo Marechal
  22. Muerte en Venecia,, Thomas Mann
  23. La caída de Madrid, Rafael Chirbes
  24. Tokio Blues, Haruki, Murakami
  25. Invierno en Madrid, C.J. Sansom
  26. De Madrid al zielo,  Alfonso Zamora Llorente
  27. Madrid, Antonio Gómez Rufo
  28. El cielo de Madrid, Julio Llamazares
  29. Saliendo de la estación de Atocha, Ben Lerner
  30. Madrid negro, VVAA
  31. Madrid. Tribu Urbana, Francisco Umbral
  32. Quemad Madrid o llevadme a la López Ibor,  Raquel Peláez
  33. Muerte en Madrid, Mark Oldfield
  34. Creaciones Madrid, Grace Morales
  35. Zaragoza, Benito Pérez Galdós
  36. Gerona, Benito Pérez Galdós
  37. Luchana, Benito Pérez Galdós
  38. Cádiz, Benito Pérez Galdós
  39. Bailén, Benito Pérez Galdós
  40. Napoleón en Chamartín
  41. De Oñate a la Granja, Benito Pérez Galdós
  42. De Cartago a Sagunto, Benito Pérez Galdós
  43. Invierno en Lisboa, Antonio Muñoz Molina
  44. El ciego de Sevilla, Robert Wilson
  45. La controversia de Valladolid, Jean-Claude Carrière
  46. Nueva York, Edward Rotherfurd
  47. Londres, Edward Rotherfurd
  48. Boston. Sonata para violín sin cuerdas, Todd McEwen
  49. Las tres ciudades: Roma, Lourdes, París , Emilio Zola
  50. Caperucita en Manhattan, Carmen Martín Gaite
  51. Manhattan Transfer, John Dos Passos
  52. Amor y muerte en Florencia, Sarah Dunant
  53. Adiós,Hong Kong, Manuel Leguineche
  54. Amsterdam, Ian McEwan
  55. Apartamento en Atenas, Glenway Wescott
  56. Aventuras en Venecia, Giacomo Casanova
  57. Barcelona connection, Andreu Martín
  58. El cielo de Lima, Juan Gómez Bárcena
  59. Lima la horrible, Sebastián Salazar
  60. The Buenos Aires Affair, Manuel Puig
  61. La puta de Babilonia, Fernando Vallejo
  62. Niebla en Tánger, Cristina López Barrio
  63. La salvaje de Boston, Gloria V. Casañas
  64. Otoño en Londres, Andrea Izquierdo



domingo, 23 de diciembre de 2018

NOVELAS: SOBREVIVIR A UN DESASTRE NATURAL



No hace falta pensar  en una distopía para que los seres  humanos  recordemos  que nuestra creencia de que somos dueños y señores de la Naturaleza es de una soberbia temeraria. Hemos olvidado hasta tal punto  nuestra dependencia de la Naturaleza  que  estamos induciendo cambios en ella que pueden hacer muy dura nuestra supervivencia. La literatura y obras testimoniales se ha ocupado  de esa relación irreductible de nuestra especie con su medio natural. A veces se recurre a alienígenas para explicar el peligro en que vivimos: simbólicamente los alienígenas son nuestras  propias culpas. He aquí unos títulos sugeridos en el Club de los libros perdidos.




  1. La buena tierra, Pearl S. Buck
  2. La sequía, J.G. Ballard
  3. Viven, la tragedia de los Andes, Piers Paul Read
  4. La cúpula, Stephen King 
  5. El matadero, Esteban Echeverría

domingo, 16 de diciembre de 2018

SERIE: LITERATURA Y CIUDADES: BARCELONA

Con esta  entrada inicio una serie en que reúno unas cuantas novelas que transcurren, sea en parte o en su totalidad en una ciudad determinada. Hay cada vez más lectores que unen literatura y viaje. Antes de visitar una ciudad o durante la estancia en ella, un acercamiento interesante es conocerla a través de tramas literarias. Sin duda, Barcelona, ciudad tan hermosa, estará en la agenda de muchos viajeros y lectores.


  1. Nada,  Carmen Laforet 
  2. Últimas tardes con Teresa, Juan Marsé
  3. Si te dicen que caí, Juan Marsé
  4. Lo que la ciudad esconde, Pablo Caralps
  5. El misterio de la cripta embrujada, Eduardo Mendoza
  6. Luna lunera,  Rosa Regás
  7. La  sombra del viento, Carlos Ruiz Zafón ( La tetralogía de El cementerio de los libros olvidados)
  8. El anticuario, Juan Sánchez
  9. Sin noticias de Gurb, Eduardo Mendoza
  10. Te daré la tierra, Chufo Llorens
  11. Amor en minúscula, Francesc  Mirallles
  12. El tocador de señoras, Eduardo Mendoza
  13. Los herederos de la tierra, Ildefonso Falcones
  14. El origen, Bran Brown
  15. La vida en juego, Albert Salvadó
  16. El Quijote, Miguel de Cervantes
  17. Antagonía, Luis Goytisolo
  18. Lectura fácil, Cristina Morales



lunes, 10 de diciembre de 2018

NOVELAS CUYO PROTAGONISTA ES UN NIÑO O UN ADOLESCENTE



A veces, como padres o como docentes, buscamos obras cuyos protagonistas sean niños o adolescentes  en la creencia, seguramente acertada, de que los lectores, hijos o alumnos, se identifican más con protagonistas de una edad próxima a la propia. Aquí les facilito una lista de  títulos que he confeccionado gracias a la colaboración de los miembros del grupo de Facebook  El Club de Libros Perdidos:


  1. La casa de los espíritus, Isabel Allende
  2. El niño del pijama de rayas,  John Boyne 
  3. Sangre de campeones, Carlos Cuauhtémoc Sánchez
  4. Corazón:  diario de un niño, Edmondo De Amicis
  5. El diario de Ana Frank, Ana Frank
  6. La bibliotecaria de Auschwitz,  Antonio G. Iturbe
  7. Momo,    Michael Ende
  8. El juego de Ender    Orson Scott Card
  9. Mi planta de naranja lima , José Mauro de Vasconcelos
  10. Donde habitan los ángeles, Claudia Celis 
  11. La niñera alemana, Armando Lucas Correa
  12. Alicia en el país de la maravillas, Lewis Carroll
  13. La leyenda del dragón de oro, Isabel Allende
  14. El tren de los huérfanos, Christina Baker
  15. Cometas en el cielo,  Khaled Hosseini
  16. Las batallas en el desierto, José Emilio Pacheco
  17. La historia interminable, Michael Ende
  18. Mujercitas, Louisa May Alcott
  19. Hombrecitos,  Louisa May Alcott
  20. La casita del trigo  Esther de la Cuerda Gonzále
  21. Juego de niños, Tom Perrotta
  22. Pantalones cortos  Lara Ríos
  23. Canek  Ermilo Abreu Gómez
  24. Las aventuras de Tom Sawyer, 
  25. Un mundo para Julius  Alfredo Bryce Echenique
  26. Corazón : Diario de un niño, Edmundo de Amicis
  27. El mundo de Sofía, Jostein Gaarner
  28. El principito, Antoine de Saint-Exupéry
  29. Viaje al reino de los deseos  Rafael Ángel Herra
  30. En una silla de ruedas, Carmen Lyra
  31. El libro de la selva,  Rudyard Kipling
  32. Ami, el niño de las estrellas, Enrique Barrios
  33. El señor de las moscas, William Golding
  34. Las crónicas de Narnia, C. S. Lewis
  35. El velero de cristal , José Mauro de Vasconcelos 
  36. Las aventuras de Huckleberry  Finn, Mark Twain 
  37. La adolescente precoz, Eva Jones
  38. Cinema Paradiso, Giuseppe Tornatore
  39. El jardín secreto, Frances Hodson Burnett
  40. El libro de la selva, Rudyard Kipling
  41. La historia sin fin, Michael Ende
  42. El diario de Helga, Helga Weiss
  43. El pez en el agua, Vargas Llosa
  44. La ladrona de libros,  MarkusZusak
  45. Luc  y Martina, Elisabeth Benavent
  46. La elegancia del erizo, Muriel Barbery
  47. La legión de la tarántula,  Pedro Bayona
  48. La primera ola  Mariló Álvarez



domingo, 2 de diciembre de 2018

30 obras sobre el duelo y la pérdida



Antiguamente, los rituales sociales tenían reglada la forma en  que afrontar el duelo, su expresión, su duración, su valor. Hoy en día, como para otras vivencias carecemos de ritos de tránsito. Ante la muerte de un ser querido, la pena se vive en la intimidad mientras socialmente se funciona al cabo de unos días como si nada hubiera pasado. Se considera incluso de mal gusto detenerse en el tema. Cada uno lo afronta como puede, en silencio. Por eso son tan valiosas estas obras que hoy propongo como lectura: en ellas encontramos tanto, tanto que es también nuestro. Son testimonios fieramente humanos.

  1.    Lo que no tiene nombre, Piedad Bonnet
  2.  También esto pasará, Milena Busquets
  3.    El libro de mi madre, Albert Cohen
  4.   Una muerte muy dulce, Simone de Beauvoir
  5.   La ceremonia del adiós, Simone de Beauvoir
  6.   Una pena en observación, C.S. Lewis
  7.    Desgracia impeorable, Peter Handke
  8.   Mortal y rosa, Paco Umbral
  9.    La invención de la soledad, Paul Auster
  10.   Mi madre, in memoriam, Richard Ford
  11.   La ridícula idea de no volver a verte, Rosa Montero
  12.   Tiempo de vida, Marcos Giralt Torrente
  13.   El olvido que seremos, Héctor Abad Faciolince
  14.    La hora violeta, Sergio del Molino
  15.    Di su nombre, Francisco Goldman
  16.   Canción de tumba, Julián Herbert
  17.   Memorias de una viuda, Joyce Carol Oates
  18.   Un mar de muerte, David Rieff
  19.   Mi libro enterrado, Mauro Libertella
  20.   Ojalá octubre, Juan Cruz Ruiz
  21.   Diario de un duelo, Roland Barthes
  22.  Mi abuela, Marta Rivas González, Rafael Gumucio
  23.   El año del pensamiento mágico, Jean Didion
  24.   Noches azules, Jean Didion
  25. Los que miran, Remedios Zafra
  26. Ordesa, Manuel Vilas
  27. Idea de la ceniza, María Virginia Jaua
  28. Cartas de amor a los muertos, Ava Dellaira
  29. La muerte: un amanecer, Elisabeth Kubler
  30. La memoria de la lavanda, Reyes Monforte


viernes, 30 de noviembre de 2018

EL PESO DE LA IRA, DE ADRIÁN MARTÍN CEREGIDO



A estas alturas es difícil sorprender- incluso entretener- con una novela policiaca. Parece todo inventado y cada nueva publicación no parece sino el retorcimiento o recombinación  de lo  ya hecho por otros en el género. Una de las tendencias  para romper  con lo previsible  es la de hacer una novela policiaca cada vez más local que se garantiza el interés de los lectores más próximos sin renunciar, por supuesto, a captar lectores  más allá de su geografía.  Esa variante no garantiza el éxito, pero sí abre nuevas expectativas.

El peso de la ira, de Adrián Martín Ceregido, es una buena novela policiaca. Empieza bien desde el título:  la ira funciona, en efecto,  como un gas  que va aumentando su densidad hasta que detona. Por lo demás, el título se connota con otros que le vienen a la mente al lector: el peso de la culpa, el peso de la justicia, el peso del pecado...

Asimismo, la tensión de la trama está inteligentemente distribuida: la tensión se intensifica en algunos pasajes, pero no decae en ninguno. Siempre hay tensión aunque sea en  estado difuso, amenazante, como una atmósfera. El fluir temporal de la historia se siente perfectamente, más allá de que el propio novelista nos proporcione las fechas exactas de muchos acontecimientos.

A los personajes quizá les falte un poco más de cocina  y se queden en buenos esquemas que presentan alguna que otra incoherencia; sin embargo, la creación de la detective promete mucho para futuras novelas. La elección de una mujer joven, formada universitariamente y con un  marcado criterio propio  ofrece muchas posibilidades. Como todo detective, tiene el rasgo clásico de buscar la verdad, pero ese rasgo no solo lo va a practicar en su faceta profesional, sino que va a ser clave en su búsqueda de valores personales en una sociedad marcada, por un lado, por la crisis generalizada de  valores y por otro,  por el empoderamiento femenino. La relación con su "partenaire" queda todavía un poco difusa: estaría bien que el joven ertzaina fuera un alumno no solo de los métodos  de investigación de su jefa sino del cambio de valores masculinos que requiere nuestra sociedad. En cuanto a los candidatos a ser el asesino, hay  que decir que el novelista maneja muy bien una difícil ecuación: los candidatos son pocos y, sin embargo,  el lector no lo tiene fácil para resolver el enigma. Algo que me ha sorprendido  es que la víctima no suscite ninguna simpatía al lector, al menos a mí no me la ha suscitado. Frente a otras novelas policiacas que se abren con el descubrimiento del cadáver,  Adrián Martín posterga ese momento hasta bien avanzada la trama. La víctima se convierte, por decirlo así, en una doble víctima, primero de su padre y después de X y, sin embargo, hay algo en ella que resulta repulsivo. Me parece un punto sobre el que meditar.

El espacio, como decía al principio, es aquel que le es familiar a su propia autor: el asesinato se produce en la costa  vizcaína y los personajes trasiegan por Bilbao. La ciudad se siente  pero sin alcanzar el  punto de lo inconfundible. A mí me hubiera gustado una serie de hábitos de los personajes, sobre todo de la detective, que fueran convirtiendo  ciertos espacios en "míticos". Claro está, es únicamente una preferencia de una lectora, sin más.

El mayor elogio que se puede hacer a esta novela es que espero que sea la primera de un larga serie. 






domingo, 25 de noviembre de 2018

EL PROBLEMA DE SPINOZA, IRVIN D. YALOM



No sé si es una impresión subjetiva, desligada de los datos, pero me parece que llevamos una década, desde el estallido de la crisis en 2008, en que se ha reactivado  el interés por la filosofía. En Youtube surgen youtubers que de manera más o menos brillante  explican las teorías de los filósofos fundamentales de nuestra historia occidental; muchos programas de radio sobre filosofía se suben a la Red, se multiplican las conferencias y las publicaciones...

Cuando uno entra en el “modo interés” se lía gozosamente en  una red en que un libro le lleva a otro, una recomendación de Youtube a la siguiente.Todo se llena de referencias. Eso me pasó cuando escuché por primera vez una conferencia  de Diego Tatián sobre Spinoza:




Quedé cautivada por el filósofo holandés. Seguí escuchando y escuchando como quien ha encontrado una mina, y así topé con uno de los canales más didácticos que hay en Youtube, Adictos a la filosofía.




Fue gracias  a la conferencia de Diego Tatián que caí sobre un libro de Matthew Steward, “ El hereje y el cortesano”, una obra  en que se contraponen las figuras y las filosofías de los dos más grandes filósofos del siglo XVII, ambos  discípulos de Descartes. Un libro estupendamente documentado en que filosofía, biografía, psicología e historia se articulan de manera maravillosa. A continuación, di con  EL problema de Spinoza. Ya no se trata de un ensayo histórico sino de una novela histórica. Spinoza toma vida en sus páginas y el autor de la novela, Irvin D. Yalom, construye la trama de la novela con exquisito cuidado para no traicionar los datos biográficos que tenemos del autor (aunque, claro está, debe permitirse algunas licencias coherentes con lo que sabemos de él)  y aún menos, el contenido de su filosofía. Con nitidez vemos las calles de Amsterdam y la vida de la comunidad judía en ella. Asistimos a la formación del pensamiento de Spinoza, su aprendizaje del latín, su relación con el círculo de intelectuales que lo protege, la vivencia de la excomunión, su relación con sus hermanos... En contrapunto, se nos cuenta cómo se fue formando  un monstruo del nazismo: Alfred Rosenberg.  Alfred Rosenberg  vivió obsesionado por Spinoza (su admiración por el filósofo judío entraba en conflicto con su sentimiento de supremacía aria)  y llegó a robar del museo holandés, donde se conservaba, la biblioteca de Spinoza, compuesta de unos 159 volúmenes. Yalom  narra, pues,  dos momentos históricos (el de la  Holanda del siglo XVII y el de las décadas de auge y de poder nazi del siglo XX) creando paralelismo  entre el hostigamiento que sufrió Spinoza dentro  y fuera de la comunidad judía  y el antisemitismo de la sociedad alemana que la llevó a una operación de exterminio judío nunca antes visto. 

En la novela  vemos a Spinoza como “ser vivo” y  a Spinoza como filósofo con el que el psiquiatra que atiende a Alfred  Rosenberg intenta que triunfe la Razón. Fracasa en su intento ya que, como bien decía Spinoza, una emoción no se embrida con la razón, sino con otra  emoción. Para Spinoza, claro está, esa otra pasión era la pasión por la Razón, pero eso no está al alcance de la mayoría. El psiquiatra fracasa con Rosenberg y  muestra  una análisis inquietante de la imposibilidad de la razón para destruir esos monstruos.

Es cierto que a veces las situaciones parecen algo forzadas para que Spinoza aparezca en las conversaciones del psiquiatra y  Rosenberg: esos diálogos resultan algo artificiales, pero, aun así, esta novela merece la pena; con ella ustedes se harán adictos a Spinoza.












domingo, 11 de noviembre de 2018

COMENTARIO DE TEXTO: EL DON JUAN, DE BENITO PÉREZ GALDÓS

El don Juan
Benito Pérez Galdós

«Esta no se me escapa: no se me escapa, aunque se opongan a mi triunfo todas las potencias infernales», dije yo siguiéndola a algunos pasos de distancia, sin apartar de ella los ojos, sin cuidarme de su acompañante, sin pensar en los peligros que aquella aventura ofrecía.

¡Cuánto me acuerdo de ella! Era alta, rubia, esbelta, de grandes y expresivos ojos, de majestuoso y agraciado andar, de celestial y picaresca sonrisa. Su nariz, terminada en una hermosa línea levemente encorvada, daba a su rostro una expresión de desdeñosa altivez, capaz de esclavizar medio mundo. Su respiración era ardiente y fatigada, marcando con acompasadas depresiones y expansiones voluptuosas el movimiento de la máquina sentimental, que andaba con una fuerza de caballos de buena raza inglesa. Su mirada no era definible; de sus ojos, medio cerrados por el sopor normal que la irradiación calurosa de su propia tez le producía, salían furtivos rayos, destellos perdidos que quemaban mi alma. Pero mi alma quería quemarse, y no cesaba de revolotear como imprudente mariposa en torno a aquella luz. Sus labios eran coral finísimo; su cuello, primoroso alabastro; sus manos, mármol delicado y flexible; sus cabellos, doradas hebras que las del mesmo sol escurecían. En el hemisferio meridional de su rostro, a algunos grados del meridiano de su nariz y casi a la misma latitud que la boca, tenía un lunar, adornado de algunos sedosos cabellos que, agitados por el viento, se mecían como frondoso cañaveral. Su pie era tan bello, que los adoquines parecían convertirse en flores cuando ella pasaba; de los movimientos de sus brazos, de las oscilaciones de su busto, del encantador vaivén de su cabeza, ¿qué puedo decir? Su cuerpo era el centro de una infinidad de irradiaciones eléctricas, suficientes para dar alimento para un año al cable submarino.
No había oído su voz; de repente la oí. ¡Qué voz, Santo Dios!, parecía que hablaban todos los ángeles del cielo por boca de su boca. Parecía que vibraba con sonora melodía el lunar, corchea escrita en el pentagrama de su cara. Yo devoré aquella nota; y digo que la devoré, porque me hubiera comido aquel lunar, y hubiera dado por aquella lenteja mi derecho de primogenitura sobre todos los don Juanes de la tierra.

Su voz había pronunciado estas palabras, que no puedo olvidar:

-Lurenzo, ¿sabes que comería un bucadu? -Era gallega.

-Angel mío -dijo su marido, que era el que la acompañaba-: aquí tenemos el café del Siglo, entra y tomaremos jamón en dulce.

Entraron, entré; se sentaron, me senté (enfrente); comieron, comí (ellos jamón, yo… no me acuerdo de lo que comí; pero lo cierto es que comí).

Él no me quitaba los ojos de encima. Era un hombre que parecía hecho por un artífice de Alcorcón, expresamente para hacer resaltar la belleza de aquella mujer gallega, pero modelada en mármol de Paros por Benvenuto Cellini. Era un hombre bajo y regordete, de rostro apergaminado y amarillo como el forro de un libro viejo: sus cejas angulosas y las líneas de su nariz y de su boca tenían algo de inscripción. Se le hubiera podido comparar a un viejo libro de 700 páginas, voluminoso, ilegible y apolillado. Este hombre estaba encuadernado en un enorme gabán pardo con cantos de lanilla azul.

Después supe que era un bibliómano.

Yo empecé a deletrear la cara de mi bella galleguita.

Soy fuerte en la paleontología amorosa. Al momento entendí la inscripción, y era favorable para mí.

-Victoria -dije, y me preparé a apuntar a mi nueva víctima en mi catálogo. Era el número 1.003.

Comieron, y se hartaron, y se fueron.

Ella me miró dulcemente al salir. Él me lanzó una mirada terrible, expresando que no las tenía todas consigo; de cada renglón de su cara parecía salir una chispa de fuego indicándome que yo había herido la página más oculta y delicada de su corazón, la página o fibra de los celos.

Salieron, salí.

Entonces era yo el don Juan más célebre del mundo, era el terror de la humanidad casada y soltera. Relataros la serie de mis triunfos sería cosa de no acabar. Todos querían imitarme; imitaban mis ademanes, mis vestidos. Venían de lejanas tierras sólo para verme. El día en que pasó la aventura que os refiero era un día de verano, yo llevaba un chaleco blanco y unos guantes de color de fila, que estaban diciendo comedme.

Se pararon, me paré; entraron, esperé; subieron, pasé a la acera de enfrente.

En el balcón del quinto piso apareció una sombra: ¡es ella!, dije yo, muy ducho en tales lances.

Acerqueme, mire a lo alto, extendí una mano, abrí la boca para hablar, cuando de repente, ¡cielos misericordiosos! ¡cae sobre mí un diluvio!… ¿de qué? No quiero que este pastel quede, si tal cosa nombro, como quedaron mi chaleco y mis guantes.

Lleneme de ira: me habían puesto perdido. En un acceso de cólera, entro y subo rápidamente la escalera.

Al llegar al tercer piso, sentí que abrían la puerta del quinto. El marido apareció y descargó sobre mí con todas sus fuerzas un objeto que me descalabró: era un libro que pesaba sesenta libras. Después otro del mismo tamaño, después otro y otro; quise defenderme, hasta que al fin una Compilatio decretalium me remató: caí al suelo sin sentido.

Cuando volví en mí, me encontré en el carro de la basura.

Levanteme de aquel lecho de rosas, y me alejé como pude. Miré a la ventana: allí estaba mi verdugo en traje de mañana, vestido a la holandesa; sonrió maliciosamente y me hizo un saludo que me llenó de ira.

Mi aventura 1.003 había fracasado. Aquélla era la primera derrota que había sufrido en toda mi vida. Yo, el don Juan por excelencia, ¡el hombre ante cuya belleza, donaire, desenfado y osadía se habían rendido las más meticulosas divinidades de la tierra!… Era preciso tomar la revancha en la primera ocasión. La fortuna no tardó en presentármela.

Entonces, ¡ay!, yo vagaba alegremente por el mundo, visitaba los paseos, los teatros, las reuniones y también las iglesias.

Una noche, el azar, que era siempre mi guía, me había llevado a una novena: no quiero citar la iglesia, por no dar origen a sospechas peligrosas. Yo estaba oculto en una capilla, desde donde sin ser visto dominaba la concurrencia. Apoyada en una columna vi una sombra, una figura, una mujer. No pude ver su rostro, ni su cuerpo, ni su ademán, ni su talle, porque la cubrían unas grandes vestiduras negras desde la coronilla hasta las puntas de los pies. Yo colegí que era hermosísima, por esa facultad de adivinación que tenemos los don Juanes.

Concluyó el rezo; salió, salí; un joven la acompañaba, «¡su esposo!», dije para mí, algún matrimonio en la luna de miel.

Entraron, me paré y me puse a mirar los cangrejos y langostas que en un restaurante cercano se veían expuestos al público. Miré hacia arriba, ¡oh felicidad! Una mujer salía del balcón, alargaba la mano, me hacía señas… Cercioreme de que no tenía en la mano ningún ánfora de alcoba, como el maldito bibliómano, y me acerqué. Un papel bajó revoloteando como una mariposa hasta posarse en mi hombro. Leí: era una cita. ¡Oh fortuna!, ¡era preciso escalar un jardín, saltar tapias!, eso era lo que a mí me gustaba. Llegó la siguiente noche y acudí puntual. Salté la tapia y me hallé en el jardín.

Un tibio y azulado rayo de luna, penetrando por entre las ramas de los árboles, daba melancólica claridad al recinto y marcaba pinceladas y borrones de luz sobre todos los objetos.

Por entre las ramas vi venir una sombra blanca, vaporosa: sus pasos no se sentían, avanzaba de un modo misterioso, como si una suave brisa la empujara. Acercose a mí y me tomó de una mano; yo proferí las palabras más dulces de mi diccionario, y la seguí; entramos juntos en la casa. Ella andaba con lentitud y un poco encorvada hacia adelante. Así deben andar las dulces sombras que vagan por el Elíseo, así debía andar Dido cuando se presentó a los ojos de Eneas el Pío.

Entramos en una habitación oscura. Ella dio un suspiro que así de pronto me pareció un ronquido, articulado por unas fauces llenas de rapé. Sin embargo, aquel sonido debía salir de un seno inflamado con la más viva llama del amor. Yo me postré de rodillas, extendí mis brazos hacia ella… cuando de pronto un ruido espantoso de risas resonó detrás de mí; abriéronse puertas y entraron más de veinte personas, que empezaron a darme de palos y a reír como una cuadrilla de demonios burlones. El velo que cubría mi sombra cayó, y vi, ¡Dios de los cielos!, era una vieja de más de noventa años, una arpía arrugada, retorcida, seca como una momia, vestigio secular de una mujer antediluviana, de voz semejante al gruñido de un perro constipado; su nariz era un cuerno, su boca era una cueva de ladrones, sus ojos, dos grietas sin mirada y sin luz. Ella también se reía, ¡la maldita!, se reía como se reiría la abuela de Lucifer, si un don Juan le hubiera hecho el amor.

Los golpes de aquella gente me derribaron; entre mis azotadores estaban el bibliómano y su mujer, que parecían ser los autores de aquella trama.

Entre puntapiés, pellizcos, bastonazos y pescozones, me pusieron en la calle, en medio del arroyo, donde caí sin sentido, hasta que las matutinas escobas municipales me hicieron levantar. Tal fue la singular aventura del don Juan más célebre del universo. Siguieron otras por el estilo; y siempre tuve tan mala suerte, que constantemente paraba en los carros que recogen por las mañanas la inmundicia acumulada durante la noche. Un día me trajeron a este sitio, donde me tienen encerrado, diciendo que estoy loco. La sociedad ha tenido que aherrojarme como a una fiera asoladora; y en verdad, a dejarme suelto, yo la hubiera destruido.

Comentario de texto

 Contextualización

El texto que vamos a comentar, titulado  Don Juan, fue escrito por  Benito Pérez Galdós ( Gran Canaria 1843- Madrid 1921),  autor perteneciente al Realismo.Este movimiento literario, surgido en Francia, se desarrolló  en la segunda mitad del siglo XIX. En España  está ligado al afianzamiento de la burguesía como clase dominante tras la revolución de 1868 y especialmente a  los 25 primeros años  de la Restauración borbónica ( 1874-1925) . 

El Realismo y el Naturalismo mantuvieron como principio fundamental de sus prácticas literarias   la búsqueda de la objetividad  en la reproducción de la realidad. Para alcanzar tal objetivo, los realistas y naturalistas  se basaban en la observación, la documentación y la experimentación, imitando en esto a las ciencias que por entonces cosechaban éxito y prestigio.

 Autor y obras

Benito Pérez Galdós(Las Palmas de Gran Canaria, 1843 - Madrid, 1920) nació en el seno de una familia de la clase media, hijo de un militar. Recibió una educación rígida y religiosa, pero entró en contacto  muy joven  con el liberalismo, doctrina que guió los primeros pasos de su carrera política.
En 1867 se trasladó a Madrid para estudiar derecho, carrera que abandonó para dedicarse a la labor literaria. En 1870 apareció su primera novela, La sombra, de factura romántica, a la que siguió ese mismo año La fontana de oro.

Dos años más tarde,  Benito Pérez Galdós emprendió la redacción de los Episodios Nacionales. El éxito inmediato de la primera serie, que se inicia con la batalla de Trafalgar, lo empujó a continuar con la segunda, que acabó en 1879 con Un faccioso más y algunos frailes menos. En total, veinte novelas enlazadas por las aventuras folletinescas de su protagonista.

Durante este período también escribió novelas como Doña Perfecta (1876) o La familia de León Roch (1878), obra que cierra una etapa literaria señalada por el mismo autor, quien dividió su obra novelada entre «Novelas del primer período» y «Novelas contemporáneas». Este segundo grupo se inicia en 1881, con la publicación de La desheredada. Según confesión del propio escritor, con la lectura de La taberna, de Zola, descubrió el naturalismo, lo cual cambió la manière de sus novelas, que incorporarán a partir de entonces métodos propios del naturalismo, como es la observación científica de la realidad a través, sobre todo, del análisis psicológico, aunque matizado siempre por el sentido del humor.
Bajo esta nueva manière escribió alguna de sus obras más importantes, como Fortunata y Jacinta (1886-1887), Miau (1888) y Tristana (1892). Todas ellas forman un conjunto homogéneo en cuanto a identidad de personajes y recreación de un determinado ambiente: el Madrid de Isabel II y la Restauración.

En 1886, a petición del presidente del partido liberal, Sagasta, Benito Pérez Galdós fue nombrado diputado de Puerto Rico hasta 1890. También fue éste el momento en que se rompió su relación secreta con Emilia Pardo Bazán e inició una vida en común con una joven de condición modesta, con la que tuvo una hija.

Un año después, coincidiendo con la publicación de  Ángel Guerra, ingresó  en la Real Academia Española. Durante este período escribió algunas novelas más experimentales, en las que, en un intento extremo de realismo, utilizó íntegramente el diálogo, como Realidad (1892), La loca de la casa (1892) y El abuelo (1897), algunas de las cuales adaptó también para la escena. El éxito teatral más importante, sin embargo, lo obtuvo con la representación de Electra (1901), obra polémica que provocó numerosas manifestaciones y protestas por su contenido anticlerical.

Durante los últimos años de su vida se dedicó a la política; en la convocatoria electoral de 1907 fue elegido por la coalición republicano-socialista, cargo que le impidió, debido a la fuerte oposición de los sectores conservadores, obtener el Premio Nobel. Paralelamente a sus actividades políticas, problemas económicos le obligaron a partir de 1898 a continuar los Episodios Nacionales, de los que llegó a escribir tres series más.Murió en Madrid en 1921 ciego y arruinado, pero muy querido por el pueblo.



Argumento y trama del cuento

En este cuento se narran  dos aventuras amorosas de un tipo que se considera un don Juan. Para su correcta comprensión hay que tener en cuenta el tono paródico de todo el texto.

El protagonista se irá  describiendo a sí mismo con   los rasgos del  don Juan arquetípico: aventurero, amante del peligro, irresistible, conquistador de  hermosas mujeres, sacrílego, irreverente, rompedor des la normas sociales,  mundialmente famoso, envidia de todos los hombres... .En su aventura 1003  persigue a una mujer de perfecta belleza romántica,  que va  acompañada de su feo y tosco marido .Creyendo que a ésta  le interesa, la sigue a su casa. Debajo del balcón de la dama,  recibe el contenido escatológico de una jofaina  y después,  numerosos golpes con los libros que le arroja el marido bibliómano en la escalera. Acaba en el carro de la basura. En la siguiente aventura, en una iglesia,  percibe desde una capilla a una dama totalmente cubierta que él supone un hermosa mujer recién casada  Recibe de esta misteriosa mujer  un billete que resulta ser una cita nocturna. Acude a una casa con tapia y jardín y allí, en medio de la oscuridad, es conducido por la dama a una oscura habitación . Cuando está a punto de alcanzarla , se retira ésta los velos y descubre el don Juan  a una horripilante vieja al mismo tiempo que veinte bromistas irrumpen en la habitación y lo apalean. La  broma parece haberla organizado  el bibliómano y su mujer. A partir de ahí, va de fracaso en fracaso y de carro de basura en carro de basura. Al fin, lo encierran en un manicomio para evitar, dice él, que acabe destruyendo la sociedad con sus conquistas.


Estructura

La estructura del cuento sigue la estructura sumativa propia de obras teatrales com el Burlador  o el don Juan de Zorrilla. Se trata de una estructura itinerante de aventura en aventura  hasta que estas cesan en un desenlace. En el cuento, dada su poca extensión se nos narran dos, si bien se habla de 1003. 

a) Aventura primera:  

Descripción hiperbólica de la dama
Encuentro-  diálogo entre dama y marido
Descripción del marido
Persecución  de la pareja hasta su casa
Desenlace injurioso
Búsqueda de revancha en otra aventura

 b) Aventura  segunda

Escenario:  una iglesia
Objeto de  “caza”· Dama encubierta
Seguimiento de la dama encubierta y su marido
Cita misteriosa lanzada en un papelito desde el balcón
Llegada a la cita y recorrido desde el jardín hasta la habitación
Aparición de la vieja grotesca  y apaleamiento del don Juan por un grupo de gentes
Recogida  del donjuán  por el carromato de basura

c) Sucesión de aventuras no contadas.

d) Término del personaje en un manicomio.


Temas 

Este cuento de Galdós es una parodia o ridiculización de un personaje querido por el Romanticismo: el don Juan. El Realismo se dedicó a derribar los mitos creados por los románticos y no hay modo más demoledor que la parodia. Se trata de poner en evidencia la invalidez de los mitos románticos para la moderna sociedad de la segunda mitad del XIX.El donjuán no deja de ser un tipo chusco, desequilibrado, innecesario. Muestra el cuento también el rechazo de la sociedad burguesa a este tipo de seductor y todos sus presupuestos. Para la burguesía racional y acomodada este tipo novelesco no deja de ser un ser desclasado, un ser inferior, un loco, un pelele.  Pertenecen ya a la basura social y que solo sirven para una broma bufa o carnavalesca.


Narrador y personajes

El don Juan  está narrado en primera persona por el personaje- protagonista. El autor utiliza  un tono  paródico que contribuye al descrédito del narrador personaje. El narrador mismo de autodestruye con su estilo trasnochado y chusco. Recordemos que el tema fundamentalmente es la invalidez de los modelos literarios y sociales del  Romanticismo, su inadecuación a la realidad,  la subjetividad deformante de los románticos, La inutilidad y sinsentido de muchos ideales románticos. Ya no había lugar para este tipo de individuos en la sociedad urbana burguesa  de la Restauración.

El personaje se describe a sí mismo con los rasgos tópicos del don Juan: amante del riesgo, cuestionador de  las normas sociales, seductor infatigable e imbatible  de mujeres, buscador de pendencias, sacrílego e irreverente. Recordemos que una obra romántica  de inmenso éxito en España fue el Don Juan Tenorio de Zorrilla,  publicado en 1844. Este  es el  modelo atacado humorísticamente  por Galdós. El narrador personaje hace su autorretrato romántico, pero por medio del tono paródico el lector se va formando la descripción inversa:  el personaje narrador  es un tipo que acosa e incordia a las mujeres, un tipo del que se  burlan  mujeres y hombres,  un pobre tipo  que acaba siempre apaleado, un pelele insignificante  que se cree el centro del  mundo, un tipo inútil arrojado al cubo de basura y un loco muy chusco.

Los realistas llevaron a cabo una desmitificación de muchos de los personajes del Romanticismo. La figura del Don Juan fue desmitificada, por ejemplo, por Leopoldo Alas Clarín en La Regenta, en el personaje de Don Álvaro, el don Juan de Vetusta. La  mujer soñadora del Romanticismo se convierte en Madame Bovary,  una pequeña burguesa que se cree que los hombres de las novelas románticas existen fuera de ellas, hasta que aprende cómo es la cruda realidad.  Recordemos a Matilde, la protagonista  de El  Collar de Guy de Maupassant, también una romántica que debe  reconocer al final la  realidad y deshacerse completamente de sus ilusiones románticas.

Los  personajes secundarios son la dama gallega, que el narrador había descrito con todos los tópico románticos:
¡Cuánto me acuerdo de ella! Era alta, rubia, esbelta, de grandes y expresivos ojos, de majestuoso y agraciado andar, de celestial y picaresca sonrisa. Su nariz, terminada en una hermosa línea levemente encorvada, daba a su rostro una expresión de desdeñosa altivez, capaz de esclavizar medio mundo.(...). Su mirada no era definible; de sus ojos,(...) salían furtivos rayos, destellos perdidos que quemaban mi alma.(...). Sus labios eran coral finísimo; su cuello, primoroso alabastro; sus manos, mármol delicado y flexible; sus cabellos, doradas hebras que las del mesmo sol escurecían. (...)

A esa descripción  que reúne todos los tópicos románticos , de pronto, la desmitifica con la parodia:

"Su pie era tan bello, que los adoquines parecían convertirse en flores cuando ella pasaba; (...)Su cuerpo era el centro de una infinidad de irradiaciones eléctricas, suficientes para dar alimento para un año al cable submarino.
La dama  ideal se hace de pronto real cuando abre la boca y dice con acento dialectal y  desea algo tan vulgar como un bocadito:
·-Lurenzo, ¿sabes que comería un bucadu? -Era gallega.”

Esa técnica de descripción de personajes la utiliza una y otra vez Galdós. También aparecen caracterizados por sus actos: aquí el protagonista y los personajes secundarios ( la dama gallega, su marido bibliómano, la vieja, los veinte  bromistas ) actúan con movimientos de guiñol, de actores de una farsa, de una pieza cómica. Las aventuras del don Juan no son sino bromas organizadas por burgueses que se divierten con escenas de empujones y apaleamientos a un pobre diablo.

“Entre puntapiés, pellizcos, bastonazos y pescozones, me pusieron en la calle, en medio del arroyo, donde caí sin sentido, hasta que las matutinas escobas municipales me hicieron levantar. Tal fue la singular aventura del don Juan más célebre del universo. “
“abriéronse puertas y entraron más de veinte personas, que empezaron a darme de palos y a reír como una cuadrilla de demonios burlones. El velo que cubría mi sombra cayó, y vi, ¡Dios de los cielos!, era una vieja de más de noventa años, una arpía arrugada, retorcida, seca como una momia, vestigio secular de una mujer antediluviana, de voz semejante al gruñido de un perro constipado; su nariz era un cuerno, su boca era una cueva de ladrones, sus ojos, dos grietas sin mirada y sin luz. Ella también se reía, ¡la maldita!, se reía como se reiría la abuela de Lucifer, si un don Juan le hubiera hecho el amor.”
Son personajes, lógicamente planos, representan tipos:  el  pobre tipo que se cree un seductor, la dama bromista, la vieja momificada etc.

Espacio y tiempo

La acción se desarrolla en espacios urbanos: las calles de Madrid en donde encuentra a su desconocida dama; el café del Siglo donde la dama quiere tomar "un bocau"; la casa  y el balcón  del quinto piso de la dama;  las escaleras del edificio; el carro de la basura;  una iglesia, una capilla; restaurante, un balcón, un jardín, una habitación oscura; el manicomio.

Los escenarios son los propios de la narrativa y la dramaturgia del  Romanticismo,  especialmente la casa con tapia que hay que saltar, el balcón, la iglesia y  la capilla: no hay aventura donjuanesca en que estén ausentes. El contraste lo introduce Galdós con el café del Siglo donde va a oír la voz de la idolatrada dama:  lo que expresa es un apetito del estómago y su voz más que de las regiones etéreas es marcadamente gallega. 
En cuanto al tiempo, transcurren unos dos días del verano. La segunda de las aventuras, como es canónico en el  Romanticismo, se desarrolla  en noche oscura donde nada es lo que parece y abundan las sorpresas; solo que aquí las sorpresas no son sobrenaturales ni sublimes sino burlescas.

El estilo

Galdós utiliza un lenguaje plagado de palabras tópicas de los románticos que quedan destruidas por otras de la vida  vulgar y corriente. Hará hablar al personaje con tiradas de adjetivos grandilocuentes, de comparaciones o metáforas hiperbólica, de exclamaciones, de toda la artillería de los poetas retóricos románticos:

"Su respiración era ardiente y fatigada, marcando con acompasadas depresiones y expansiones voluptuosas el movimiento de la máquina sentimental, que andaba con una fuerza de caballos de buena raza inglesa. Su mirada no era definible; de sus ojos, medio cerrados por el sopor normal que la irradiación calurosa de su propia tez le producía, salían furtivos rayos, destellos perdidos que quemaban mi alma..."

"No había oído su voz; de repente la oí. ¡Qué voz, Santo Dios!, parecía que hablaban todos los ángeles del cielo por boca de su boca. Parecía que vibraba con sonora melodía el lunar, corchea escrita en el pentagrama de su cara. "

Y frente a tanta sublimidad, la dama abre la boca y dije 

"Lurenzo, ¿sabes que comería un bucadu? -Era gallega.
-Angel mío -dijo su marido, que era el que la acompañaba-: aquí tenemos el café del Siglo, entra y tomaremos jamón en dulce."

En definitiva, un cuento que por su temática y su forma representa las característica de ese Realismo que se propuso derribar el anquilosamiento del estilo y los temas románticos.

jueves, 8 de noviembre de 2018

54 NOVELAS CORTAS



A veces las  energías y el tiempo  para la lectura no son tantos  que usted  quiera embarcarse en una novela de 500 páginas. Sin embargo, hay tardes en que se siente  con aliento y ganas para una novela corta. Aquí tiene algunos títulos:

  1. Cara de Pan Sara Mesa (144 páginas)
  2. Un padre y su hija Emmanuel Bove  (92 páginas)
  3.  La duquesa de Vaneuse Gustave Amiot (160 páginas)
  4. Las soldadesas, de Ugo Pirro (164 páginas)
  5. Las noches de Flores, César Aira (140 páginas)
  6. El nacimiento, Aléxei Varlámov (150 páginas)
  7. Prins, César Aira ( 144 páginas)
  8. Duelo, Eduardo Halfon (106 páginas)
  9. Signor Hoffman, Eduardo Halfon (144 páginas)
  10. Monasterio, Eduardo  Halfon (122 páginas)
  11. Mi enemigo mortal, por Willa Carter (124 páginas)
  12. Hojas, Andreu Navarra (122 páginas)
  13. Cartucho, por Nellie Campobello (172 páginas)
  14. Nuestros comienzos en la vida, Patrick Modiano (112 páginas)
  15. El cielo según Google, Marta Carnicero (140 páginas)
  16. Un domingo en el campo, Pierre Bost (88 páginas)
  17. La luz negra, María Gainza ( 168 páginas)
  18. Los adioses, Juan Carlos Onetti, (123 páginas)
  19. Desayuno en Tiffanys, Truman Capote  ( 1o5 páginas)
  20. Las batallas  en el desierto, José Emilio Pacheco ( 80 páginas)
  21. La uruguaya, Pedro Mairal ( 144 páginas)
  22. Capri, Alberto Savinio ( 87 páginas)
  23. Verde agua, Marisa Madieri ( 183 páginas)
  24. Morir, Arthur Schnitzler (152 páginas)
  25. Mendel el de los libros, Stefan Zweig ( 64 páginas)
  26. Kanada, Juan Gómez Bárcena (196 páginas)
  27. Permafrost, Eva Baltasar ( 144 páginas)
  28. El mago, César Aira ( 144 páginas)
  29. Tiempo para callar, Patrick Leigh Fermor ( 142 páginas)
  30. Sostiene Pereira, Antonio Tabucchi ( 184 páginas)
  31. El orden del día, Eric Vuillard ( 144 páginas)
  32. El honor perdido de Katharina Blum, Heinrich Boll (160 páginas)
  33. Los ojos azules pelo negro, Margerite Duras ( 144 páginas)
  34. En el café de la juventud perdida, Patrick Modiano (136 páginas)
  35. El parque, Marguerite Duras (128 páginas)
  36. La familia Alvareda, Fernán Caballero (140 páginas)
  37. El mono en el remolino, Selva Almada ( 98 páginas)
  38. La nieta del señor Linh, Philippe Claudel ( 128 páginas)
  39. Un dios salvaje, Jasmina Reza, ( 110 páginas)
  40. El festín de Babette, Isak Dinesen (100 páginas)
  41. Invierno, Elvira Valgañón (136 páginas)
  42. La mucama de Omicunlé, Rita Indiana (184 páginas)
  43. La perra, Pilar Quintana (110 páginas)
  44. Un invierno en Sokcho, Élisa Shua Dusapin ( 128 páginas)
  45. Muerte de un silencio, Clemence Boulouque (136 páginas)
  46. El reino de las mujeres, Anton Chéjov (91 páginas)
  47. Los sueños de Einstein, Alan Ligtman (148 páginas)
  48. No, mamá, no, Verity Bargate (170 páginas)
  49. Aquí no, ahora no, Erri de Luca (112 páginas)
  50. Proleterka, Fleur Jaeggy (136 páginas)
  51. Cosas vivas, Munir Hachemi (160 páginas)
  52. Le llamé corbata, Milena Michico Flasar (128 páginas)
  53. Carmilla, Joseph Thomas Sheridan le Fanu (198 páginas)
  54. Para Isabel, Antonio Tabucchi, (160 páginas)




miércoles, 7 de noviembre de 2018

Apegos feroces, de Vivian Gornick

     La traducción de Apegos feroces de Vivian Gornick llegó a las librerías española 30 años después de su publicación en inglés , algo completamente inexplicable. Sin embargo, su acogida ha sido estupenda en nuestro país, señal de que quizá conecte con una sensibilidad nueva, pendiente de los conflictos de la mujer en la creación de su identidad.


    Gornick hace  materia literaria de su propia vida  dentro del género memorialista: es una profunda indagación a la pregunta no solo de cómo soy sino de cómo he llegado a ser como me percibo ahora, teniendo en cuenta que la percepción del yo es inestable, mudable, de perfiles nebulosos. 


     Con extraordinaria habilidad utiliza el paseo como elemento vertebrador de la narración. Son paseos que hace con su madre en diferentes épocas por Nueva York. En estos paseos  y en sus conversaciones con su madre se disparan los recuerdos en continuos flash-back  que se prolongan en la escritura.

     
     En una conferencia espléndida sobre Virginia Woolf hay un momento en que Laura  Freixas denunciaba que en la literatura escrita por hombres, las relaciones de las mujeres siempre pivotan en torno a un conflicto masculino: las mujeres aparecen como amantes, esposas, hijas...pero no se analizan realmente relaciones entre mujeres. Pues bien, Gornick nos ofrece  una narración en la que indaga sobre las relaciones madre-hija, una relación que podríamos  denominar en muchos casos de “espejo roto”.  De lo que no cabe duda es de que la identidad de la hija se construye en muchas interacciones con la madre, interacciones  marcadas por el rechazo y la necesidad de diferenciación, pero también por una necesidad emocional casi animal de ese vínculo.También es sobresaliente el retrato de la relaciones vecinales femeninas: una solidaridad lastrada por cotilleos, celos, odios, indiferencias y transitoriedad. Menos lograda me parece la narración de la relación de la protagonista con los hombres: ahí es mucho menos profunda. Lo mismo puede decirse del análisis de la relación de la autora con su trabajo intelectual: es un análisis pobre y poco original. 

     Para acabar, la novela es altamente recomendable: es imposible no pensar en la influencia que sobre  cada una de nosotras han tenido las relaciones materno-filiales.