La pasada semana Isaac Rosa participaba en un coloquio junto a Luis Sepúlveda en la Biblioteca de Bidebarrieta, en Bilbao. Tenía noticias de él como periodista, no como novelista. Sus intervenciones me parecieron inteligentes y eso que estaba mano a mano con Sepúlveda, un verdadero hechicero de la palabra. Pasada una semana, topé en una librería de Deusto con su última novela, Feliz Final. Últimamente no soy muy impulsiva en la compra de libros: mi norma es tener en mi biblioteca aquellos libros que son de reelectura, acompañantes fieles de los años. Sin embargo, contraviniendo mi norma, lo compré. No es un libro que vaya a releer; leerlo ya fue una lucha contra el enfado por haber comprado algo tan mediocre.
La novela apuesta por un tema trillado y manoseado en la literatura occidental: la crisis de un matrimonio cuyos miembros han llegado a los 40 años después de 13 de relación. Lo sorprendente hubiera sido que contara la historia de un pareja que hubiera empezado mal a los 27 y hubiera sabido llenar de vida su relación, invirtiendo el recorrido biológico. No sé si esa inversión estará novelada, pero también existe en la realidad. La novela, francamente, no ofrece absolutamente nada nuevo. Es interesante leerla siempre y cuando se busque un compendio de todos los tópicos contemporáneos de hombres y mujeres occidentales enfrentados al sentimiento de decadencia y acabamiento de la relación amorosa iniciada en la entrega romántica de sus tres primeros años. El lector encontrará ahí, sin duda, muchas de sus propias reflexiones, que más que suyas, están en el ambiente de nuestra época. Encontrará rencillas conyugales conocidas, reuniones familiares de navidad conflictivas, tensiones por los hijos enfermos, aburrimiento sexual, gritos y reconciliaciones, incapacidad, en último término, de reconducir la situación, la infidelidad de la que se culpa al otro...
Isaac Rosa da voz a los dos protagonistas, quienes después de la ruptura se dedican durante más de 300 páginas a escribirse, a excavar en sus vidas buscando qué les había ocurrido: se dedican a la reconstrucción del derribo de una relación siguiendo el orden que va desde el final de la relación hasta su inicio, hasta esa primera mirada ígnea con la que empieza el enamoramiento. Sin duda, esa alternancia de voces se inscribe en el igualitarismo moderno de puntos de vista femenino y masculino. Sin embargo, chirría bastante la convención de que una pareja que no encontraba tiempo para hablar tranquilamente en una cotidianidad superestresada lo encuentre después para dedicarse a este epistolario ( supongo que vía email) de largísimas cartas detalladas y con pretensiones de profundidad psicológica. No es nada verosímil esta inversión de tiempo y de esfuerzo para una relación rota. Al menos a mí no me lo parece. El autor intenta salvar la situación por la profesión de los dos personajes: ella profesora de Historia, él, periodista. Se trata de dos personas realmente habituadas a la lengua escrita, a lo discursivo y habituadas a analizar el porqué de los acontecimientos. Aun así, no resulta del todo convincente que dediquen tanto tiempo a recordarse mutuamente en su vida común durante 13 años , reinicien discusiones de años atrás en las que hubo malentendidos para aclararlos, se cuente escenas que los dos vivieron y que no necesitan tanta recreación...
Ninguno de los dos personajes, además, consigue romper con el estereotipo de cuarentones de clase media, cultos y algo idealistas afectados por la crisis de sus cuarenta y por la crisis económica iniciada en 2008 . Un lector recordará eternamente a Ana Karenina cuando su relación se desmorona; recordará siempre a Madame Bovary en su largas tardes de tedio con su marido. Esos son personajes realmente únicos, pese a que lleven en ellos experiencias comunes a sus lectores. Los creados por Isaac Rosa son de manual.
¿Tendrá éxito de ventas esta novela? Probablemente. Este tipo de historias tienen siempre su público ya que abundan los lectores que necesitan estos espejos elaborados para darle forma a lo que ellos no pueden dársela. Ya ocurrió con el éxito de La uruguaya, de Pedro Mairal. Se trata de una literatura escrita por la clase media para la clase media, que siempre acaba descubriendo que los tiempos no son heroicos allí fuera, pero tampoco en su refugio de heroicidad privada ( "mantener el fuego sagrado del amor de juventud"). Lo que nos cuenta Isaac Rosa es otro de tantos fracasos anunciados.
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