¡Feliz quien, como Ulises, ha sobrevivido a las sirenas
y a las trampas del grandioso Poseidón,
y ha regresado luego, sin perder la esperanza
de recuperar a su amada y estrecharla entre sus brazos!
¿Cuándo volveré a ver, ay, de mi pequeño pueblo
la flores desaparecer en aquel río?
y ¿qué será de aquel banco que guarda nuestros
último recuerdos de una noche plena, que no se deben olvidar?
Extraño más aquella lluvia que mojaba mis pies
que este falso sol que alumbra lo que quiere;
más la música llena de recuerdos
que la amargura de esa melodía llena de falsas esperanzas.
Más ese frágil caserío hecho pedazos
que esas casas construidas hasta el mínimo detalle
y sin significado.
G.U.
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