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miércoles, 27 de septiembre de 2017

EL CIELO DE LIMA, DE JUAN GÓMEZ BÁRCENA

La novela de Juan Gómez Bárcena parte de una bien documentada anécdota: en 1904 dos jóvenes admiradores  de Juan Ramón Jiménez deciden escribir al poeta fingiendo ser una muchacha llamada Georgina Hübner. En principio, la finalidad de tal simulación es obtener un libro de poemas firmado por el  autor. Sin embargo, la correspondencia se alarga culminando en el amor de Juan Ramón por la musa limeña, construida carta a carta por los dos bromistas. Del final trágico de esta historia da cuenta el propio poema de Juan Ramón en su obra Laberinto.

Gómez Bárcena  hace una recreación muy imaginativa de este episodio cuidando al detalle  la ambientación histórica de la Lima de 1904-1905 y construyendo una novela de aprendizaje  en torno a los dos protagonistas: José Gálvez y Carlos Rodríguez. En realidad, dicho aprendizaje es  una historia de degradación:  estos dos jóvenes burgueses vivirán un periodo de pura falsificación idealista a la espera de convertirse en  propietarios maduros  y orondos, dedicados a  sus negocios más o menos sucios. Su juventud no es sino una copia burda y mediocre de la juventud estudiantil y bohemia de la Europa burguesa. Quisieran ser poetas malditos y no dejan de ser poetas mediocres; quisieran vivir grandes pasiones amorosas y lo único que hacen es abastecerse en los burdeles de Lima o engañar a damiselas tontas e insustanciales. Tienen también mucho del señorito hispano que, matriculado en la Universidad, no aparece por ella más que de ciento en viento. Se saben a salvo económicamente gracias a sus papás y coquetean fugaz e hipócritamente con algún episodio de revuelta  obrera.

Evidentemente, José y Carlos no son idénticos: su riqueza no tiene el mismo origen y el mismo prestigio social y,  por eso, su amistad es otro de los engaños de su  juventud. José vive del prestigio de su apellidos ilustres; Carlos carga con el complejo del burgués de origen cholo  cuyo padre  se ha enriquecido explotando brutalmente a otros cholos. La psicología de uno y otro protagonista  también difiere; la de Carlos está marcada por la brutalidad emocional de su padre, por su niñez solitaria, por su hipersensibilidad tenida por femenina en un mundo ferozmente machista. José es más consciente del lugar privilegiado que ocupa en la sociedad y no siente ningún escrúpulo por ello; es un cínico que sabe utilizar muy bien la máscara necesaria en cada momento. También viven de una manera diferente la creación de Georgina Hübner. Para Carlos no se sabe si es la mujer que hubiera querido ser o la mujer ideal de la que hubiera querido enamorarse; en todo caso, la nutre de su  imaginario romántico  al que añade  su experiencia con  una  prostituta polaca, una muchachita con la que su padre hizo que se “convirtiera en un hombre”. José se la figura como la criadita descarada con la que tuvo una aventura sin trascendencia. Este es uno de los aciertos de Gómez Bárcena: Georgina Hübner está hecha no solo   con  las palabras de la poesía romántica sino  también con los detritus de la vida de estos dos  jóvenes a los que después se suman  unos cuantos camaradas borrachos que van haciendo de Georgina una “fresca”.  Georgina y Juan Ramón Jiménez se convierten en los personajes de una novela que se escribe a muchas manos. Es evidente que en un momento u otro  la “novela amorosa”  tenía  que acabar.

Pese a estar narrada  en tono desenfadado y ligero, es ésta una novela pesimista y amarga. No sé si su mensaje final es que, si bien el mundo es un estercolero,  éste nutre las flores más hermosas; en este caso, un  bellísimo  poema de Juan Ramón Jiménez  escrito a esa   criatura doblemente literaria que fue Georgina Hübner.



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