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viernes, 7 de julio de 2017

¿QUÉ TIENE EL TREN PARA QUE EN EL OCURRAN TANTAS HISTORIAS DE LA LITERATURA?




 Entre mis novelas  preferidas  están  algunas que transcurren en un tren de largo recorrido En esta nuestra época en la  que aspiramos a  ser teletransportados evitándonos el camino, confieso que he elegido muchas veces el tren para viajes largos, pese  a la supuesta pérdida de tiempo. Como viajera y lectora, me he preguntado más de una vez : ¿qué tiene el tren  para que se amalgamen tan bien  literatura y viaje ? Lo primero que se me ocurre es que ambos  unen  "lo estático" y  "lo dinámico": estamos quietos y nos movemos , protegidos en un espacio y dirigiéndonos a otro. 


El tren  tiene algo de refugio familiar y de  lugar donde puede puede suceder lo inesperado  Hay que recordar que  se pretendía que los viajeros disfrutaran en el tren  - hasta donde su bolsillo se lo permitiera- , de las comodidades caseras, que experimentaran la sensación de tener en el compartimento, en  el coche cama, en el vagón restaurante , un refugio  del frío, de la lluvia, de la noche mientras el tren atravesaba la  oscuridad  que cubría  campos, estepas nevadas, ciudades en penumbra... Esa intención de remedar el ambiente del  hogar era mucho mayor en los ferrocarriles del siglo XIX; muchas cosas lo evocaban : las cortinillas de los compartimientos, las mesas del restaurante  junto a las ventanillas, los percheros, las puertas correderas  con sus llaves, los asientos  tapizados, los espejos, los cuadros... Ese remedo recuerda  al que intentaban  los hoteles.  Recuerden, si no, el ambiente  que recreaba Agatha Christie en Asesinato en el Oriente Express. O vean esta estupenda película:





Por otra parte, las estaciones, los apeaderos  los andenes son lugares donde empiezan  o acaban historias o sufren   giros significativos : despedidas, recibimientos, huidas, persecuciones, citas o flechazos  amorosos, por no hablar de muertes y suicidios.

Ahora hay más viaje rutinario.  No siempre ha sido así.  Durante el siglo XIX y  hasta los años 70 del siglo XX el viaje estaba ligado a algo sustancial de la vida. Viajar era romper con la rutina, separarse,   arriesgarse, ir al encuentro de algún problema distante,  ir en busca de algún sueño  o del olvido. Incluso cuando se viajaba  por negocios no dejaba de constituir una pequeña odisea. Los escritores vieron muy pronto las posibilidades narrativas del tren e hicieron viajar a sus personajes por todo territorio donde corrieran raíles.


Fin de primera parte

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